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• 1. Reliquia

Capítulo resubido. 280424

AKURA—————:.•

Un nuevo Reino caía ante la desgracia, a pesar de toda la seguridad que tenía se veía sucumbido ante un poder mayor.

— Uno, dos y ...¿tres?— buscó con la mirada a aquel subordinado que le faltaba. Sintió una extraña ira que no se veía reflejada en su rostro, pero quemaba desde su interior.

Respiró y fingió que nada pasaba.

A lo lejos observaba a sus otros dos sirvientes creando una escena bizarra y relajante para él. Ambos asesinaban sin piedad aquel dominio, un pueblo de gente empedernida. La melena albina de uno de ellos se teñía suavemente de un tono carmín cada que cortaba agraciadamente la carne viva de los humanos.

Mientras que el otro, a pesar de ser pequeño se deshacía de los cuerpos devorándolos sin contemplación. Akura los veía desde lejos, regocijándose entre los alaridos de dolor, deleitándose con las súplicas de los humanos porque sabía que aquel dios arrogante lo veía y no podía hacer nada.

Veía a su más preciada creación sufrir y no intervenía.

— ¿Quiénes son ustedes?¿Porqué hacen esto?— gritó el que supuso que era el líder.

Para ese entonces, Akura caminaba tranquilamente bajo la luz de la luna. Acercándose al centro de la plaza donde aquel hombre estaba incado.

Cada paso disponía de un desagradable sonido viscoso y sensación pegajosa, su hermoso cabello carmesí  se movía en la danza vehemente del viento.

— No... no puede ser — susurró aquel hombre al darse cuenta de quién era aquel demonio para después recitar plegarias y oraciones a sus dioses.

— Deja de hacerlo, ellos no te ayudarán — mencionó fatigado de escuchar esos rezos inservibles.

— N-no es cierto, ellos no nos dejarán solos — alegó el joven, sintiendo el pánico en sus venas al ver que el demonio se agachaba a su lado sin ensuciar sus ropas.

—Ellos están asustados— susurró en su oído pasando sus afiladas garras sobre la tráquea del líder.

—¿A-a qué le tendrían miedo? Ellos pueden controlar todo...—

— Controlan todo, menos a mí— presionó tan fuerte su mano que la carne se sintió como mantequilla dejando la sangre tibia escurriendo en su mano.

Se levantó buscando algo en qué limpiarse las manos hasta que su vista dió con un pañuelo de seda enredado en el cuello de una chica.

Lo tomó sin cuidado y limpió minucioso sus garras procurando no dejar ni un rastro de aquel vestigio de humanos. Al terminar arrojó el trapo a lado del cadaver del que lo tomó.

— Mi señor — la voz de su sirviente llamó su atención, volteó a verlo analizando su desordenada apariencia.

— Creo que encontramos el objeto, está encerrado en un templo y no pudimos entrar— comentó alegre el de melena blanca.

— ¿Dónde? 

— Oculto en el sótano del palacio

Ambos caminaron sin prisa observando lo que ahora sería su nuevo hogar. Eso hasta que su amo quisiera ir a destruir otro reino, porque este ya era el quinto de su lista.

Kirakaburi se preguntaba qué era ese objeto que su Rey tanto buscaba, debía ser algo importante. Sin embargo, no se atrevía a preguntar, nadie se atrevía a cuestionar a su amo y vivir después de ello.

Conociéndolo podía ser desde una simple curiosidad del momento hasta una importante reliquia humana que quería destruir.

Llegaron al lugar. Una habitación impoluta de puertas pesadas y gigantescas. En ellas se encontraba una leyenda en idioma antiguo, uno que el de cabello pelirrojo entendía a la perfección.

Pero lo que leyó no le causó tanta gracia. Su rostro contraído por el enojo seguido de los golpes incesantes que fueron dirigidos a la puerta asustaron a su acompañante.

— ¿Aún no sabes dónde está Tomoe? — preguntó con la voz agitada.

El de ojos verdes respondió temeroso, asegurando que no sabía su paradero. Por el bien de ambos prefirieron salir de aquel lugar para ir nuevamente al poblado en donde se escondía uno que otro refugiado.

— Toma lo que quieras y por lo que queda del día no me molestes — comentó Akura.

Tomando como respuesta un asentimiento, el pelirrojo se encaminó a la residencia principal. Tomó un par de botellas de vino y para asegurarse de que ya no quedaba nadie más que él, invocó desde las sombras a su leal corcel.

— Termina con esto — le ordenó.

Subió un par de escaleras hasta llegar a la habitación principal. Ahí se dejó caer con una botella en mano. La luz de las velas fue apagada con un simple movimiento de sus manos. Cerró los ojos pensando qué hacer. Había encontrado el dichoso objeto, pero no podía tenerlo en su poder.

"...Un arma que jamás deberá ser encontrada, de llegar a poseerlo ganará y perderá todo y será muy tarde para arrepentirse. Los sobrevivientes de la luna de sangre han conjurado a estas puertas jamás abrir..."

Maldita sea.

•=•

El día empezaba con un coro de los relinchos de un corcel. Un sonido conocido por los viajeros y comerciantes que sabían que presagiaba muerte. Porque era el sonido de un animal endemoniado, un caballo que era montado por el único y temido Rey Demonio.

Pero eso no era lo que despertó a ambos sirvientes sino un incesante ruido de espadas. Los dos corrieron a la dirección de dónde provenía dando por hecho que se trataba de intrusos. Llegaron al sótano rompiendo la puerta e intentando someter al intruso que... utilizaba la misma espada de su amo.

— ¿Qué carajos haces aquí? — dijo Kirakaburi mientras lanzaba navajas con veneno a su oponente intentando asustarlo.

Sin embargo, la mirada de oro lo veía sin expresión alguna, esperando su siguiente movimiento. Pero el chico de ojos verdes no tuvo tiempo de reaccionar cuando fue lanzado con fuerza hacia la pared provocando una herida en su cabeza.

— ¿Les pedí que vinieran? — preguntó Akura con su voz neutra, una farsa que ocultaba su locura.

— No, no mi señor — respondió el peli blanco siendo ayudado por el otro sirviente, al que llamaban bola de pelos. Dándose cuenta del grave error que habían cometido.

— ¡Entonces lárguense y dejen de hacer estupideces! — respondió encolerizado raspando el filo de su característica katana contra la piedra generando un ruido agudo y molesto. Ambos chicos salieron huyendo del sótano dejando sólo a Akura.

Él tomó asiento en el piso, dejando su arma de lado y únicamente observando la puerta impenetrable. Analizando las escrituras durante muchos minutos, no pudo llegar a una conclusión clara.

"Tal vez, vulpini" pensó.

Pero ese fuego no sería la solución a sus preguntas, no si el zorro que lo controlaba no aparecía.

Hace meses que dejó de regresar sin explicación alguna. Y ahora que lo necesitaba no aparecía el malagradecido. Debía buscar otra solución.

Entonces, sólo por un segundo... en su mente se cruzó un recuerdo demasiado antiguo y casi olvidado pero que le daba sentido a su plan.

La noche maldita, como algunos llamaban a esa leyenda. Una historia que siempre era contada por los dioses para su propio beneficio y esta sería quizá la primera vez que Akura sacaría provecho de ello.

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•:.Parte 1.:•

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Canción: Natural. Imagine Dragons

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