Capítulo 9
—Vas a pagar tú.
Aksel ladeó la cabeza.
—Eso estaba más que claro con todo lo que has comido.
Jugueteé con mi segunda ensalada de pollo en lo que traían mi tercer batido de helado de fresa.
—A veces se me olvida comer. Camille me regaña por eso.
—Y después te comes media cafetería.
Oculté la sonrisa.
—Problemas de persona que solo piensa en trabajo. Olvido cosas, pero ¿sabes de qué no me olvido? De que no respondiste cómo te fue en la cita con Sandra.
—Sí respondí. Dije que no era de tu incumbencia.
—¿Por qué sales con ella? No te gusta. No de la manera en la que te tiene que gustar alguien para tener una cita.
—Fue mi novia por años.
—Pero ahora la ves como una amiga. Te conozco y tampoco es que haya que ser muy inteligente para notarlo.
—No todo es lo que se ve. De eso se trata tener una cita, de conectar de otra manera. Puede que vea a Sandra como una amiga, pero, en otro momento, la vi como la mujer con que quería compartir mi vida. Podemos explorar esa parte de nosotros ahora que hemos crecido y cambiado.
—Es decir que vas a investigar si todavía el sexo es bueno —bromeé.
Cerró los ojos y se masajeó el puente de la nariz con el dedo índice y pulgar.
—Cuando tengas mi edad, lo entenderás.
—Esa es la frase más absurda que me has dicho desde que nos conocemos. No necesito tener treinta o cien para saber que no hay necesidad de forzar las cosas. Las personas se atraen o no, así de simple.
—Ya te dije que la vida cambia.
—No porque te obligues a cambiarla.
—Hay más en una pareja que atracción.
—Supongo que sí, pero primero lo primero.
Entrecerró los ojos.
—Hablas con mucha seguridad, Emma Favreau. ¿Alguna vez te has enamorado?
—Esa es una pregunta muy personal, profesor Bakker.
—Como si tú supieras respetar límites —se burló.
Contuve la sonrisa.
—Sí, me enamoré, una vez, hace mucho tiempo —confesé.
—¿Cómo terminó?
—Nunca empezó, pero supongo que en algún momento tendrá que empezar.
Arrugó las cejas, confundido. No podía confesarle que era él de la única persona que me había enamorado. Tampoco es que siguiera enamorada, quedaba el recuerdo y, sin lugar a dudas, la atracción que me gritaba que corriera hacia él cada vez que nos veíamos.
—No lo entenderías —agregué con sorna—, eres demasiado viejo y jamás has vivido al máximo. Es difícil de explicar lo que se siente aprovechar cada segundo de la vida a quien va a citas con alguien que no le gusta.
—Deja de repetir lo mismo.
—Sabes... Siempre he tenido una duda. —Ignoré su regaño—. ¿Te fuiste de Prakt por ella? Sé que se separaron y después de eso desapareciste.
Se aclaró la garganta.
—Si no quieres hablarlo, no pasa nada. —Me encogí de hombros—. Es solo una pregunta y si escoges responderla, sabes que jamás se lo diría a nadie.
Sus ojos verdes se quedaron fijos en los míos y recordé lo cerca que habíamos estado en el taller mientras bailábamos. Sandra podía serle indiferente, pero yo no. Hasta qué punto, no lo sabía.
—Yo tenía planes de vida, los sigo teniendo. Sandra los compartía, o eso creíamos —explicó—. Cuando debíamos mudarnos a Elksan para hacer nuestras maestrías y armar una vida allá, nos separamos.
—Fue decisión de ella.
—En el fondo, ella no quería tenerlo todo planeado, o eso creo. Lo entiendo, cada cual persigue sus sueños y está bien, el reto es encontrar a alguien con quien compartirlos y Sandra no era esa persona. Lo entendí.
—Pero ella hizo lo mismo que tú aquí en la ciudad y tú te mudaste. ¿Fue por alejarte? ¿Todavía la querías?
—Sí, pero no fue por eso. Necesitaba poner distancia de todo y de todos, no de una relación terminada.
—¿Por qué?
Se quedó mirando su batido de helado de chocolate, lo había dejado por la mitad.
—Quería hacer algo por mí mismo, sin la intervención de alguien más.
—¿Por eso cambiaste tu número de teléfono, te pasaste años sin hablar con nadie y apenas comunicándote con tu madre?
—A veces, necesitamos estar solos para conocernos.
Había tanto detrás de esas palabras. Ocultaba sus verdaderas razones, pero ese no era un taller de cerámica o una anécdota adolescente, era un tema delicado.
—Pues me alegra que hayas vuelto —murmuré—. Me estaba volviendo loca si ti en mi vida.
Rio y logré que la tensión en el aire se diluyera. Forzarlo a hablar de lo que quizás no compartiría jamás con otra persona no era manera de acercarme a él. Puede que él dijera que yo no respetaba los límites, que tuviera razón, pero no con algo que parecía tan personal.
—Eres una exagerada —dijo, cruzado de brazos—. Estoy seguro de que ni te acordabas de mí hasta que entré a ese salón de clases.
—Yo nunca me olvido de lo que me importa. Usted siempre ha estado en mis sueños, profesor Bakker, me preocupo por las personas que quiero. Por esa misma razón, le aconsejo que deje las citas con Sandra.
O tendré que cortarte las piernas para que te alejes de ella.
—Deja de meterte donde no te importa. —Me guiñó un ojo—. Mejor concéntrate en tu proyecto de curso, en el que deberías estar trabajando ahora mismo.
—El batido de helado de fresa es mi combustible —dije al tiempo que la camarera dejaba el que le había pedido sobre nuestra mesa.
—Vas a estallar —bromeó.
—Deberías compartir —dijo la voz de una mujer y Sandra apareció de la nada y se sentó junto a Aksel, frente a mí.
—No comparto, profesora Jones.
Ella rio y, aunque yo jamás armaría una guerra por un hombre, ni por Aksel, es frase me había salido con doble sentido.
—¿Qué hacen? —preguntó en lo que miraba alrededor en busca de la camarera.
—Estoy ayudando a Emma con su proyecto de curso —dijo Aksel con voz más seria, de la nada, se veía tenso.
—¿Cómo vas? —preguntó ella con una sonrisa.
—Bocetos. Aksel me ha servido de modelo.
—¡Genial! Increíble que se prestara para algo así. —Lo miró con mala cara—. A mí nunca me quería servir de modelo, decía que la gente lo sabría porque éramos pareja.
—La vida amorosa se debería mantener alejada de la profesional.
Sandra rechistó.
—Siempre tan serio y correcto. —Me miró—. ¿Sabes que Mia quiere hacer una fiesta por su cumpleaños y él dice que es una tontería?
—Es absurdo, las dos saben que no me gustan las fiestas.
—Mia lo ve como una manera de darte la bienvenida y celebrar los años que lleva sin poder felicitarte por tu cumpleaños.
Aksel me observó por unos segundos y supe que estaba reviviendo esos pensamientos que no me había dado cuando pregunté por su huida. Algo me decía que uno de ellos era que se sentía culpable por haber abandonado a mi hermana en un momento tan doloroso de su vida, después de su ruptura con Nika.
—Supongo que no estará mal —aceptó, finalmente.
—Parece que a partir de ahora tendré que traer a Emma cada vez que quiera que des un sí —le reprochó Sandra.
—Feliz de venir siempre que me llames, pero si quieres pedir algo de comer, te aconsejo ir a la barra —dije, porque Sandra no había dejado de buscar a algún miembro del personal de la cafetería.
—¿Qué quieres? —preguntó Aksel—. Te lo puedo pedir.
Sandra lo tomó del brazo e hizo que volviera a su asiento.
—Yo me ocupo.
Nos dejó solos.
—A punto de salir corriendo de la mesa cuando aparece y así quieres que me crea que te interesa hacer un estudio sobre lo interesante que puede ser una cita entre ustedes —me burlé.
—No le estoy huyendo.
—¿Qué sientes por ella?
—Emma.
—Soy una entrometida porque no me gusta que te mientas y a ella le sigues gustando, lo cual no sería justo para alguien que aprecias. No te gusta, no te atrae y cada vez que aparece te pones tenso. Apenas te veo sonreír cuando están juntos.
—No soy de reír mucho y lo sabes.
—Ahora mismo estás distinto y sé que cuando ella vuelva a aparecer, te convertirás en el mismo Aksel que apenas habla o solo lo hace porque está obligado a participar en la conversación. ¿Es porque le guardas rencor por haberte dejado?
—No y, además, hasta ahora mismo estaba conversando normal. ¿Crees que te estoy contestando a todo porque me veo obligado?
—No. Conmigo eres distinto. —Señalé a sus manos—. Mientras Sandra estaba aquí, las tenías cerradas, en puño. Ahora tienes la barbilla recostada a una de tus palmas y tus ojos están fijos en mí. A ella apenas la miras cuando habla.
Se irguió en el asiento al darse cuenta de que tenía razón.
—Supongo que contigo es más fácil... relajarme.
Un cosquilleo de satisfacción me recorrió el cuerpo.
—¿Por qué?
Su pecho subió y bajó varias veces.
—No lo sé.
Sonreí de medio lado.
—Quizás deberías plantearte averiguarlo en una cita conmigo.
Rio pensando que era una broma, pero ninguno de los dos dijo más.
*****
Sábado con S de "Se están acostumbrando a la buena vida con las actualizaciones semanales y más si leen Nuestros secretos y Aksel"
¿Cómo las lleva la vida?
Hoy editando este capítulo y releyendo los que están me he dado cuenta de que este es un libro que va a otra velocidad. La relación de Emma y Aksel se construye de otra forma, poco a poco, por razones obvias. Me gusta lo que pasará y espero que a ustedes también.
Leo sus comentarios.
Pasen lindo fin de semana y tenemos cita en casa de Robin el viernes y el sábado en la fiesta de cumpleaños de Aksel.
Las amo
💋
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro