Capítulo 8
—Ponte más derecha.
—Esto es ridículo, no tiene nada de artístico —protesté y elevé más los brazos para que Aksel me tomara otra foto—. No en la manera en la que me gustaría.
—Estamos haciendo un estudio de la figura humana, eso dijiste. —Cambió el trípode de lugar y repetí el movimiento de brazos y pies que me había dicho que hiciera para tomar fotos desde otro ángulo—. Esto te servirá.
Bufé por lo bajo, pero sin dejar de moverme y con los ojos clavados en él.
Estábamos usando el taller de Escultura, donde normalmente trabajábamos en las mañanas de lunes a miércoles, pero estaba vacío a las seis de la tarde.
Con unos amigos, había conseguido mallas ajustadas al cuerpo, ropa de bailarines color crema para que se asemejara lo más posible a los cuerpos desnudos. Me había guardado la broma de "podemos hacerlo desnudos si quieres", a él no le habría hecho gracia.
De igual forma, verlo con ropa tan ajustada, dejaba poco a la imaginación y me costaba mantenerme concentrada. Algo positivo y negativo de Aksel era que estaba bueno, en todos los sentidos de la palabra, pero no se daba cuenta, ni de eso, ni del efecto que tenía en las personas con hablar o sonreír.
—Me aburrí. —Crucé los brazos sobre el pecho—. Ahora los dos juntos. Te dije que quiero hacer una pareja y conozco bastante de anatomía, llevo años dibujando.
—Me lo agradecerás cuando estés haciendo bocetos.
Alcé una ceja y supo que por mucho que lo demorara, tenía que acceder a posar conmigo.
—Hagamos fotos en lo que nos movemos.
Negó.
—Video. Te será más fácil detener en momento que una foto no captó.
La cámara se quedó grabando y Aksel se detuvo frente a mí. Tenía que alzar la vista para mirarlo. Si no tuviera los ojos de ese color verde, habría sido mucho más fácil no perderse en ellos.
—¿Qué te gustaría hacer?
Esa era una pregunta complicada.
—De momento, quiero que la escultura sea de pie, que las dos figuras lo estén.
—¿Por?
Me tomó de la mano y me hizo girar sobre mis pies, primero una vuelta rápida, después otra más lenta.
—Estoy hablando de un orgasmo eterno e irreal que represente el amor, me parece más exótico si lo están haciendo de pie y la pose tendrá que ser nada convencional.
—No me parece la mejor idea, pero es tu trabajo.
Tomé una de sus manos y la alcé para que me guiara.
—Confíe en mí, profesor Bakker. ¿Sabe bailar vals?
—Puedo intentarlo.
Puso la mano en la parte alta de mi espalda y me guio por el salón. Me sorprendió que pudiera hacerlo con tanta facilidad y elegancia. Dimos vueltas en un pequeño espacio para mantenernos dentro del cuadro que grababa la cámara.
—No sabía que bailabas —dije cuando se detuvo para hacerme girar y volví a sus brazos.
—Sé hacer muchas cosas, señorita Favreau. —Contuve la sonrisa—. Tomé muchas clases de niño. Mi madre tocaba el piano y le gustaba vernos bailar. De adolescente...
Detuvo su discurso y volvimos a recorrer el espacio. Entendía el motivo de su silencio.
El padre de Aksel había sido alcohólico y violento con su familia. Había mucho de la historia que yo no conocía. En su adolescencia crecieron con dificultades económicas y violencia doméstica. No iba a forzar el tema.
—Nuestra madre tenía que trabajar en el verano —dijo como si nada hubiese pasado—. Mi hermano y yo tomábamos clases de todo lo que fuera gratis. A él no le interesaba bailar, pero a mí sí.
—Me alegro, pero el vals es un baile demasiado dulce para mis ideas.
Se detuvo y, para mi sorpresa, me pegó más a su cuerpo.
—Sabes algo de tango. —No pude responder porque el calor que emanaba de él me había robado las palabras—. Si no sabes, puedo guiarte, pero no tienes cara de permitir que alguien más te diga cómo hacer las cosas.
—Si eres tú el que guía, estoy dispuesta a dejarme llevar.
Me dio una media sonrisa. Movió los pies con paso decididos para ir encima de mí. Retrocedí, haciendo lo que mi memoria muscular me decía que hiciera, recordando los pasos.
—¿Cuándo tomaste clases? —preguntó al acariciar mi brazo y hacerlo subir por encima de mi cabeza.
—Dos años antes de entrar a la universidad.
—¿Por qué?
—Te dije que estuve a muy poco de estudiar actuación. —Sostuve la respiración cuando plantó su mano en mi espalda y pegó mi torso al suyo—. Mientras más habilidades tuviera, mejor.
—Estás desentrenada —se burló cuando no pude seguir una de las vueltas que me hizo dar—. Deberías volver a tomar clases, yo lo hice hace un año.
—Se nota —mascullé—. Quizás deberías llevarme contigo y así no seré el hazmerreír de quien vea ese video.
Volvimos a desplazarnos por el espacio, él siempre guiando, yo tratando de seguirle el paso para mantener mi dignidad en lo que hacía hasta lo imposible para no pensar en cómo sus manos se movía por mi espalda y mis brazos. Demasiado respetuoso para mi gusto y a la vez más contacto del que jamás habíamos tenido.
—¿Me contarás de tu cita? —bromeé, para no concentrarme tanto en lo físico.
—No.
—¿Hicieron algo entretenido?
—No es de tu incumbencia.
—No seas aburrido, cuéntame.
—Relaja las piernas.
Me tomó una por debajo de la rodilla sin que estuviera preparada y la otra me falló. Sin embargo, a eso se refería al pedirme que las relajara. Una de mis piernas quedó por encima de sus caderas y la otra se fue hacia atrás. Me sentí liviana y fui consciente, por primera vez, de lo delgada y pequeña que me veía entre sus brazos. Me gustó.
—Espero que nadie vea este video —murmuré—. Se llevarían la idea equivocada.
Me puso de pie con agilidad y fue algo rudo al pegarme de nuevo a él para reanudar el baile. Era parte del tango.
—Nadie tendría que pensar mal —dijo sin parar de movernos—. Estamos estudiando para tu trabajo de curso y el tango es lo suficientemente apasionado para que te dé lo que necesitas.
—Apasionado —repetí con una sonrisa y la vista en sus labios.
—El tango es una guerra de poder —murmuró y su rostro quedó muy cerca del mío tras un juego de pies.
—Siempre pensé que era un baile diseñado para demostrar el poder de un hombre sobre la mujer —lo provoqué.
—Yo lo veo como una competición para ver quién seduce a quién.
Ya no podía culparme por estar ardiendo de pies a cabeza. Sus palabras y el tono de voz era más que suficiente.
—¿Eres flexible? —preguntó.
—Depende de para qué.
—Alzar una pierna... mucho.
—Inténtalo.
Se detuvo y volvió a tomar mi piernas. La alzó en lo que metía una de sus piernas entre las mías y hacía que me inclinara hacia atrás.
—Álzala más —ordenó.
Lo hice y agradecí mis rutinas de ejercicio por la flexibilidad. El cuerpo de Aksel estaba pegando al mío. Mi entrepierna contra la parte alta de su muslo, una mano en mi cintura y su torso ligeramente inclinado sobre mí.
Dejé salir un suspiro para disimular un gemido. Incliné la cabeza hacia atrás y mi pelo toco el suelo.
—Buena chica —dijo antes elevarme y me quedé sin aliento al volver a estar sobre mis pies.
—¿Qué dijiste?
Mi pecho subía y bajaba a toda velocidad. Nuestros rostros estaban a centímetros de distancia y mis ojos se fueron a sus labios.
—Lo hiciste muy bien —murmuró—. Estoy convencido de que tendrás algo interesante de esa pose.
Estaba a punto de derretirme en el lugar. No había sido imaginación mía, me había dicho "buena chica". Tenía la piel de gallina y él no me soltaba. La idea de besarlo no sonaba tan mal, pero alguien se aclaró la garganta y nos percatamos de que no estábamos solos.
—Brown —dijo Aksel al verlo y, en vez de soltarme con miedo por haber sido sorprendido en una situación comprometedora, se apartó como lo habría hecho un verdadero bailarín—. ¿Puedo ayudarlo en algo?
Mi compañero de curso y eterno rival miró de uno a otro. Aksel no había quitado su mano de la parte alta de mi espalda. No entendía por qué se comportaba tan normal después de lo que acabábamos de hacer.
—Venía a trabajar y me gustaría mostrarle mis avances en el proyecto, profesor, pero si están ocupados...
—Creo que hemos terminado —dijo Aksel y me miró—. ¿Quieres que hagamos más pruebas?
—No, me parece suficiente.
Sonreí y me fui a apagar la cámara en lo que Aksel tomaba su ropa para ir a cambiarse. Brown no me quitó los ojos de encima en lo que recogía mis pertenencias.
—Tú no necesitas involucrarte con un profesor para tener una buena calificación —murmuró Brown cuando pasé por su lado—. ¿Qué estás haciendo, Emma?
—Lo mismo que tú —le corté—. Venir a trabajar a una hora donde nadie me moleste y pedirle ayuda extra a mi tutor. —El desafío en su mirada no desapareció—. Métete en tus asuntos, Brown, y no te inventes historias. Deja la creatividad para el trabajo.
Me fui del salón odiando a Brown como nunca por haber interrumpido mi mejor momento con Aksel. Caminé en dirección a los dormitorios y al entrar al edificio me encontré con Camille y Fara, iban de la mano y no hice ningún comentario al respecto.
—Parece que vas desnuda —dijo Fara—. Te ves bonita.
—Estaba trabajando en mi proyecto.
—¿Todo bien? —preguntó Camille que sabía dónde yo había estado.
Asentí y no di más detalles. Me cambié de ropa una vez en el dormitorio en lo que ellas conversaban. Sentía la mirada de Fara sobre mí, quizás no estaba acostumbrada a la libertad de la universidad donde, andar realmente desnudo no era un problema. Por eso los de primer año no eran de mi gusto, ni cuando yo era parte de ellos.
—¿De qué va tu proyecto? —preguntó Fara cuando Camille se fue al baño y nos quedamos en silencio.
—Sexo, orgasmo, amor —murmuré en lo que organizaba mis cosas en el escritorio—. Ya lo verás cuando me den premio al mejor proyecto del curso.
Me di cuenta de que Fara me miraba con admiración.
—¿Cómo puedes ser tan segura de ti misma?
—¿Por qué no lo sería?
—¿No te da miedo lo que otros pensarán de tu trabajo? A mucha gente no le va a gustar o dirán que no es la gran cosa.
Ladeé la cabeza.
—Has estado escuchando lo que otros dicen de mí.
Negó repetidas veces, nerviosa.
—No tienes que decirlo para que se entienda. Sé que la mayor parte de la universidad cree que no soy nada del otro mundo, viven criticando mi trabajo porque a otros les gusta y los profesores me adoran, dicen que es malo, que soy una consentida, una prepotente y mil cosas más. —Me encogí de hombros.
»Siempre van a opinar, Fara, siempre van a tener algo para decir. El arte es subjetivo y todos tienen derecho a dar su opibión. Lo que realmente importa es lo que cada cual piense de sí mismo. Si escucho lo que dicen otros y hago que mi opinión sobre mí misma se base en sus criterios, me habría ido a casa hace mucho tiempo.
»No me importa nadie, me importo yo y los pocos que me agradan. —Le sonreí—. Como Camille y Alejandro y mi familia. El resto no me da nada, sus opiniones me importan poco.
Rio por lo bajo.
—Recordaré eso la próxima vez que vaya a mostrar mi trabajo.
—Me alegra servir de ayuda.
Tomé mi teléfono y revisé los últimos mensajes con Alejandro, después los de Aksel.
—¿Te quedarás con nosotras? —preguntó Fara.
Ellas habían ido al dormitorio para estar a solas.
—No, tengo cosas que hacer.
El rostro de Fara se descompuso.
—Pero podemos pasarla bien las tres juntas.
—Quedé en comer con un amigo —mentí—. Disfruta a Camille.
Le guiñé un ojo y salí de la habitación. Lo mejor era pedirle a Camille que me dijara saber a qué hora era seguro regresar para no interrumpirlas. Un mensaje entró antes de que pudiera desbloquear el teléfono.
Profesor Bakker: Ya terminé con Brown. ¿Quieres comer algo?
La sonrisa que se posó en mis labios fue un acto reflejo.
¿La cafetería donde hacen los batidos de helado extragrande?
Profesor Bakker: Estoy sentado aquí. Voy a pedirte uno de fresa.
Mis preferidos: Aksel y el batido de helado de fresa.
*****
Hola, champiñones endemoniadas.
¿Qué tal las lleva la vida?
Quiero leer comentarios y no quiero decir nada para no arruinar la magia del libro.
Sin promesas. Espero que vayan disfrutando de la historia y que nos leamos la próxima semana.
Las amo.
💋
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