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Capítulo 4

Aksel

Si alguna vez había pensado que Emma era una niña y que el tiempo no había pasado, la fiesta en la playa borró todo eso de mi cabeza.

—Pareces a punto de ir ahí y arrástrala fuera de la fiesta —dijo Sandra al ver que mi mirada estaba en Emma a unos diez metros de nosotros.

Me centré en mi amiga.

—No me atrevería, pero... ¿Te parece que eso es normal? —murmuré para que los que estaban cerca no supieran de qué hablábamos.

Sandra se encogió de hombros y miró a donde Emma bailaba... Si es que se le podía llamar así.

Se había quitado el vestido y estaba en ropa interior, las dos piezas de encaje negro no pasarían por un traje de baño y dejaban a la vista que no solo tenía pequeños tatuajes en los brazos, sino por todo el cuerpo. Bailaba como si la música fuera parte de ella.

A su espalda, había un chico de rizos y media melena que le seguía el ritmo y frente a ella una chica de piel negra que se sostenía de los hombros de Emma para mover las caderas con más brío.

—Has estado bajo una piedra por demasiado tiempo —dijo Sandra—. Nosotros no vivimos la universidad así, pero muchos de nuestra generación sí y ahora es más... alocado.

Me sentí como un señor de cincuenta años. No es que viera mal el desenfreno a mi alrededor, es que me sentía fuera de lugar.

—La conocí cuando no me llegaba al pecho —dije, señalando a la altura—. ¿Cómo no quieres que me sorprenda?

—Emma es un desastre, pero la mayoría de nuestros alumnos lo son. Fuimos la excepción por estar metidos en los talleres mientras el resto andaba por ahí...

—Yo también salí de fiesta —protesté—, pero no así. Esta gente el lunes no va a poder atender a una sola clase.

—Lo hacen y lo hacen bien —aseguró ella—. Emma, donde la vez, ya confesó que el martes no durmió en la fiesta de inicio de semestre, pero el miércoles estaba en mi oficina con su decana presentándome un ensayo de veinte páginas para solicitar hacer su trabajo de curso mezclando su especialidad con Escultura, a pesar de que tiene dos años menos de experiencia en técnicas de escultura.

Sandra miró a donde Emma en ese momento bailaba en medio de un pequeño círculo, siendo el centro de atención.

—Ese "desastre" es la mejor de su curso. Yo diría que de toda la universidad. ¿Recuerdas la exposición en la que nos encontramos en Elksan hace dos años?

—En la que llevaron los mejores proyectos de tu universidad.

—¿Recuerdas la semiesfera donde entrabas y el piso era de pedazos de espejo?

—Una pequeña cúpula, el interior estaba dibujado al completo con formas abstractas, pero formaban distintos patrones con los reflejos de los espejos en el piso —dije como si me hubiesen transportado a ese momento, recordaba la obra perfectamente.

Solo podía entrar una persona a la vez y no era más que para mostrar un proyecto que debía ser veinte veces más grande.

—Es de Emma.

—No.

—Ganó premios en todos los lugares donde se expuso, muchos créditos extra y si no hubiese sido un proyecto universitario, Mia le habría asegurado un excelente comprador.

—Imposible —insistí—. Habría reconocido su nombre en la ficha técnica de la exposición.

—No lo tenía. —Sandra se mordió el labio—. Emma no firma nada y si lo hace pone otro nombre. Nunca sigue un mismo estilo por más de cinco o seis obras. Es su manera de expresarse. Una vez le dije que era su sello y me dijo que era exactamente lo que no quería, tener un sello, no quiere que alguien pueda reconocer lo que hace.

Eso era una sorpresa interesante.

—Puede que te vaya a dar dolores de cabeza —agregó Sandra al vaciar su botella de cerveza—, pero trabajar con ella es algo que cualquier profesor disfruta, lo sé de primera mano. Por eso acepté ayudarla y te puse como su tutor.

Sonreí porque ella esperaba que le correspondiera, pero mi mente estaba de vuelta en la cúpula plagada de colores que me había dejado sin palabras en aquella exposición, donde me había sentado para olvidar el mundo exterior y sentir que flotaba.

***

El lunes me presenté diez minutos antes en el taller, había dos estudiantes allí: Brown, el que en la primera clase en el auditorio había estado receloso por mi inexperiencia, y Emma, que me sonrió al instante.

Era un lugar espacioso para no más de diez estudiantes, cada puesto con una mesa de trabajo grande y cómoda. Emma se sentaba en la primera fila en medio de la sala, el asiento que yo habría escogido. Algo en las miradas de odio que le daba Brown me hacía pensar que ella había llegado antes y se lo había robado.

El resto de estudiantes fue incorporándose poco a poco. Serían mis diez alumnos de tutoría. Me aclaré la garganta cuando mi reloj marcó la hora exacta.

—No hace falta que me presente —dije y caminé de un lado a otro frente a la clase—. Nos hemos visto las caras varias veces.

A la mayoría la identificaba del auditorio una semana atrás. Reconocí a algunos de la fiesta del sábado, eran los de las marcadas ojeras, que seguramente habían alargado la juerga hasta el domingo en la noche. Emma era la única que lucía fresca y radiante.

—Dicho esto —concluí y me senté sobre mi escritorio, de donde tenía buena vista de la cara de todos—, vamos a empezar con escoger los temas de sus proyectos.

Se vieron confundidos.

Busqué el iPad en mi maletín. Chequeé la hora. Faltaban tres minutos para que empezara el proceso de selección simultáneo de los temas.

—Aquí tengo una lista de doscientos sentimientos y emociones —dije con el iPad en alto—. Ustedes son diez, el curso entero de Escultura tiene unos ciento cincuenta estudiantes, hay temas suficientes, pero no queremos que nada se repita, así que lo haremos al mismo tiempo que el resto de salones.

Los murmullos se extendieron como si les acabara de decir que tenía una bomba de tiempo en la mano.

—Uno a uno me dará un número, les asignaré su tema y lo iremos eliminando de la lista, nadie más en todo el curso podrá seleccionarlo. Si no está disponible el primer número que pidan deben ser rápidos y pedir otro. —Les sonreí porque menos Emma y Brown todos se veían aterrados—. El tiempo es oro aquí —añadí para asustarlos más y a Emma se le escapó lo que supuse era una carcajada que disimuló con una tos.

—Señor Brown —dije y al momento se enderezó en el lugar—. Usted será el primero.

—¿Por qué? —protestó Emma—. Yo llegué de primera. Deberías... Debería dejarme escoger primero, profesor Bakker.

—Por la misma razón le daremos paso al que llegó de segundo y estarán a mano porque no quiero alumnos peleándose en mi salón —dije antes de que Brown le rebatiera a Emma.

Ya había investigado. Brown era el mejor de tercer año en la especialidad de Escultura, notas impecables. Tener a Emma en la misma clase era algo que Sandra denominó como un reto porque eran competitivos y no se soportaban.

—Diez segundos —dije y todos se pusieron alertas—. Cuando tengan su tema hablaremos de lo demás. Brown —dije cuando la hora marcó el inicio del proceso y vi como iban desapareciendo temas posibles en lo que el resto de aulas iba escogiendo.

—Uno —dijo Brown.

—Rencor. —Toqué el número que al momento estuvo reservado—. Favreau.

—Veinticuatro.

—Amor.

Una sonrisa de satisfacción fue lo único que pude captar antes de seguir pronunciando los apellidos de mis nuevos alumnos hasta que todos tuvieron un tema. Se veía animados, ya fuera porque les emocionaba el haber escogido al azar o porque les gustaba su asignación.

—Creo que ya saben lo que tendrán de hacer con su emoción o sentimiento... Háganlo suyo, destrócenlo y reconstruyan cuantas veces quieran hasta que lleguen a la idea que quieren llevar a cabo. —Guardé el iPad en el primer cajón de mi escritorio—. Está de más decir que en cualquier técnica de escultura debe ser en lo que descansen sus obras porque no estamos aquí estudiando Matemáticas, pero pueden usar cuantos recursos deseen. Son libres.

Me aclaré la garanta.

—A diferencia de como están acostumbrados a trabajar y en años anteriores, este curso tendremos un proyecto con tres etapas. En la primera van a estar solos. —Se miraron entre ellos—. Quiero que piensen antes de dormir, cuando coman o estén cepillándose los dientes. Quiero que tomen ese sentimiento o emoción, que lo lleven dentro de ustedes y reflexionen. No tienen que armar una pieza, definir materiales o hacer bocetos. Lo único que deben hacer es analizar lo que es el tema que tienen en las manos, el ángulo desde el que lo ven.

Brown alzó la mano y le di la palabra.

—Si es nuestra visión, ¿por qué no darnos el mismo tema a todos o dejarnos escoger libremente?

—Eso no es divertido, señor Brown. —El resto rio, pero yo le sonreí para que supiera que no me burlaba de él—. Valoramos las tres opciones y nos decidimos por esta. Estoy convencido de que aprenderán mucho de la experiencia porque no será como el resto de sus trabajos hasta el momento.

Emma alzó la mano y no tuve más opción que dejarla hablar.

—Dijo tres etapas, si...

—Si lo dejaras explicar, quizás ya estaríamos informados —interrumpió Brown.

—Basta —dije y Emma se mordió la lengua para no contestar—. No sabía que esto era primer año de instituto donde los dos cerebritos se pelean en medio del salón.

La sala estalló en carcajadas y supe que no eran mis palabras, sino que el tema de la rivalidad entre los dos estudiantes era de dominio público. Parecían niños pequeños.

—Como les decía. —Barrí el salón con la mirada para dejar el tema atrás—. Tienen que hacer suyo el sentimiento y presentarlo frente al comité de evaluación que aceptará, o no, que su análisis es acertado y si es algo que queramos ver expuesto al final del proyecto. Con esto quiero decir que no pueden fantasear con una pieza u obra, tienen que extraer todo de ese sentimiento y convencernos de que su visión es atractiva, por eso... Piensen, háganlo cuidadosamente, porque en dos semanas tendrán que exponer frente a todo el curso.

Tenían tiempo suficiente y parecían contentos.

—En esta etapa no pueden consultar nada conmigo, es la parte que deben explotar en solitario. Una vez pasen a la siguiente etapa comenzaremos a trabajar juntos. Los que no sean aceptados tendrán una semana más para presentar un nuevo enfoque, pero irán retrasados y con una penalización para su calificación final.

—¿Y la segunda etapa? —quiso saber Emma.

—Pasaremos a la conceptualización de sus ideas y bocetos. Tendrán hasta la primera semana de noviembre y una vez más se presentarán frente al comité con dos propuestas. La que sea aceptada pasará a ser trabajada en la tercera etapa y el resultado será evaluado para dar la calificación final del proyecto. De ahí se escogerán las piezas para pulir y llevar a exposición a principios del próximo semestre.

—¿No todos vamos a exponer el resultado final? —preguntó Brown.

—Los trabajos culminan en la presentación del proyecto de la obra a final en diciembre. Las que sean escogidas son las únicas que tendrán dos meses del próximo año para hacer algo que nos conquiste y ya son créditos extra. Esas piezas terminadas también serán evaluadas y algunas seleccionadas para exponer en distintas galerías de toda la ciudad, no solo en la de nuestra universidad.

Volvieron a tensarse.

—Nadie nos avisó de que el proyecto de curso sería así —dijo Brown.

—Lo sé, pero no quería asustarlos explicando de más antes de escoger el tema.

Había acertado al dejar esos detalles para el final porque todos, a excepción de Emma, que se mantenía con los codos apoyados sobre la mesa y la barbilla descansando en sus manos entrelazadas, estaban aterrados.

Exponer era siempre la meta para los estudiantes, pero normalmente todos lo hacían en la universidad. Que no solo estuviera en juego una calificación, sino también la oportunidad de mostrarse en galerías, ser vistos por público, curadores de arte, posibles compradores y coleccionistas, aumentaba el estrés en el proyecto

—Nadie va a morir, es solo un trabajo de curso, pero los vamos a poner a su límite creativo y les aconsejo no perder tiempo... —No se movieron—. Eso quiere decir que empiecen este mismo momento. Me da igual si lo hacen dentro de este salón o en medio de la cafetería. Hasta que no pasen la primera etapa no hay obligación de trabajar en este espacio, son libres de irse a donde quieran.

Dudaron si les estaba tomando el pelo, pero no era una práctica extraña en la universidad de arte, el dejar que se fueran por el campus a trabajar, así que algunos salieron, un par se reunió al final de la clase. Brown se hundió en su computadora y Emma se acercó a mí.

—¿Podrías no pelear como niña pequeña en mi salón de clases? —murmuré cuando estuvo lo suficientemente cerca.

Arrugó la nariz.

—Me gusta provocarlo. —Miró de reojo a Brown—. Es divertido.

—En mi salón, no —advertí.

—Ufff. —Se abanicó la cara con la mano—. El profesor Bakker en modo mandón es más sexi de lo que pensé.

—No lo voy a repetir —dije sin prestarle atención a sus provocaciones y me senté detrás del escritorio—. Nada de peleas. Estás avisada.

Se mordió el labio y se inclinó sobre la mesa.

—Si repites eso delante de alguien más y con ese tono de voz, estoy segura de que te regala su ropa interior —susurró.

Me atraganté con mi propia saliva.

—Emma, estás...

—Es en serio. Eres demasiado sexi para tu propio bien y además te puedes poner mandón. —Puso los ojos en blanco y se agarró la frente—. Y yo que no llevo bragas hoy para regalártelas.

—¡Emma! —le regañé, entre dientes, porque Brown, el único que estaba cerca, la escuchó y nos miró.

—¿Qué? —Se encogió de hombros—. No llevo bragas, ¿qué tiene de malo?

—Qué no es algo que me tengas que contar.

Sonrió y no se veía arrepentida.

—Quedas advertida. Nada de peleas —repetí, ignorando lo inapropiado que era el tema de conversación para una alumna y su profesor.

Hizo otro puchero.

—Vale. —Volvió a acercarse a mí al inclinarse sobre el escritorio—. ¿No vas a preguntarme por qué escogí el número veinticuatro?

—Me preocupa más saber si ya tienes claro lo que vas a presentar al comité si estás perdiendo tiempo conmigo.

Rechistó.

—Tengo tiempo suficiente, además, mi concepción del amor es muy distinta a la de la mayoría. El comité la verá interesante.

—¿Se puede saber cuál es esa concepción?

—Te la diré a cambio de algo, a fin de cuentas, no estoy obligada a consultar contigo nada de lo que evalúan en esta etapa.

Me pellizqué el puente de la nariz. Sabía que eso iba a pasar.

—Quieres que te lleve a mi taller —dije para ahorrar tiempo de la trampa que seguramente había planificado tenderme desde la cena en casa de Mia.

—Sí.

—Y no vas a parar de buscar excusas para que lo haga.

—Me conoces a pesar de llevar tantos años sin vernos.

—Y debo aceptar que, o lo hago ahora, o me harás la vida imposible.

—También.

Al final, le mostraría. Por alguna razón, a Emma no se sentía mal enseñarle mi trabajo, quizás porque ella siempre me había expuesto el suyo.

Imaginé cómo sería llevar a Sandra o incluso a Mia hasta ese espacio tan personal que había mudado de Elksan a Prakt y la sensación de asfixia me tensó el cuerpo. Sin embargo, imaginaba llevar a Emma y... nada sucedía.

—Este fin de semana —acepté—, pero solo si prometes no decirle a nadie que te llevé.

—Jamás le contaría a nadie lo que pase entre tú y yo.

Y le creí porque, años atrás, le había contado secretos y ni una vez salieron de su boca. Puede que por eso confiara tanto en ella.

***

Emma

—No vayas —dijo Camille desde su cama en lo que yo iba y venía con ropa para escoger qué ponerme.

—Solo voy a conocer su estudio —dije sin mirarla.

—Sabes muy bien en lo que eso terminará: revolcados en una cama.

—Dios te escuche.

—No puedes follar con un profesor —reprendió—. Tú misma lo dijiste.

—Eso no aplicaba si es Aksel.

Resopló, frustrada.

—No vayas.

—Repetirlo no me convencerá. —Le guiñé un ojo—. No gastes saliva conmigo, ve a hacerlo con la chica de la playa.

Sus mejillas tomaron color.

—¿Han hablado desde ese día? —pregunté en lo que me ponía un top blanco que me hacía ver más bonitas las tetas, el escote cuadrado me quedaba bien.

—Hablamos algo por mensajes —confesó.

—¿Le pediste su número?

—Obvio.

—Pero, ¿ya tuvieron sexo?

—No, por qué tendríamos...

—¿Se besaron?

—Tampoco.

—Entonces, ¿por qué le pedirías su número?

Camille miró a todos lados a la espera de que un ser invisible le dijera que yo estaba bromeando.

—¿Desde cuándo ese es el orden correcto? —preguntó.

—Si no sabes que besa y folla bien... ¿por qué querrías tener su número?

Camille se masajeó las sienes repetidas veces porque podíamos ser muy amigas desde nuestro primer año, pero no había dos personas más distintas.

—No, Emma, ese no es el orden correcto —dijo como si hablarme, a veces, requiriera de toda su paciencia.

Me encogí de hombros. Me puse el pantalón negro de patas anchas que me quedaba perfecto y disimulaba que las tetas me habían tocado, pero el culo no.

—Yo no quiero el número de alguien que no es mi amigo o que no folla como para repetir. —acepté—. Supongo que cada cual tiene sus prioridades.

—Hemos hablado —concluyó Camille—. Quiero invitarla a salir, pero...

El sonido de una llamada entrante en mi teléfono la interrumpió. Era Aksel.

—Me están esperando —dije, apresurándome a tomar la cartera y todo lo que necesitaba llevar conmigo.

—Pensé que no querías el número de teléfono de alguien que...

—Ya te dije —interrumpí al darle un beso en la mejilla—, Aksel es Aksel, la excepción de toda regla.

Me regañó de mil maneras en los segundos que usé para poner todo dentro de la cartera. Estaba a punto de salir cuando me detuve y miré a mi amiga a los ojos.

—No te quedes aquí encerrada. Deja de esperar a que las cosas lleguen a ti. Invita a la tal Fiona a tomar algo, conózcanse, todo poco a poco, pero si te gusta, haz algo. ¿De acuerdo?

—Fara.

—Como sea.

Presionó los labios y sus ojos brillaron.

—De acuerdo. Le escribiré ahora.

—Más te vale tener preparada una cita doble para la semana que viene, puedo ir con Alejandro y así conozco mejor a Fátima.

—Con ese pedazo de...

Cerré la puerta antes de que Camille pudiera decir que prefería morir antes de tener una cita doble conmigo y Alejandro. Molestarla serviría para que se animara a escribirle a la chica, mi amiga siempre necesitaba un empujón y yo era la mejor en eso. Quizás a Aksel le tendría que patear la espalda para lanzarlo al acantilado y que me cayera encima, estaba dispuesta a hacerlo.



*****

Hola, champiñones del demonio!!!

Vamos empezando poco a poco. No nos desesperemos. Aquí hay que tener la paciencia de Aksel y la tenacidad de Emma.

¿Qué tal la semana? La mía de locos, pero bien, tanto que había que celebrar con actualización.

✨✨✨

Feliz día de publicación de "No te enamores de Mia". Ya tenemos la bilogía en físico. 🥹

Gracias a estos libros nació Aksel, la loca idea de que él y Emma se reencontraran tantos años después.

Gracias a quienes leyeron a Nika y Mia, los libros están hoy en físico y Aksel y Emma tienen su historia aquí en Wattpad. Ustedes me dieron ganas de contar lo que venía después.

✨✨✨

Tomen awita y cuídense.

Las amo. Hoy y siempre.

💋

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