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Las casi dos horas que lo pasamos en la camioneta se pasaron observando el paisaje, que se caracterizaba por la presencia de ichus y en partes de árboles que se enfilaban por la carretera asfaltada y los montes con vegetación o cultivos de papa o maíz. Para llegar, se realizó primeramente un desvió que Suri explicaba que nos iba a llevar al Anexo de Huaraca, que pertenecía al Centro Poblado de Anchacchuasi. Luego cruzamos un puente sobre la cuenca de un pequeño río y de ahí el piso dejó de estar asfaltado y más angosto mientras más recorríamos. Me di cuenta que subíamos de altitud para observar de más cerca la cima de los cerros y las curvas que realizaba el auto. En un momento dejamos todo eso y el camino se volvió plano para luego al fin llegar a un lugar que se caracterizaba por las rocas de diversos tamaños.
Habíamos llegado al bosque de rocas de Huaraca.
Saqué mi cámara que solo estaba sujetada por un collarín que me había puesto en el cuello y escondí dentro de mi casaca. Pedí a Suri y a Ricardo que posaran al frente de semejante reserva ecológica. Ellos encantados se pusieron en varias poses donde salían abrazados, sacando la lengua y haciendo muecas graciosas.
—Deberías unirte princesa, los plebeyos no muerden. —La propuesta de Ricardo me hizo solo sonreír. Claro que quería tomarme fotos, pero era sólo capaz de dejar que la cámara congele mi rostro con mis amigos y de manera formal. No con el cabello parado por el viento y el viaje.
—Majestad, si usted quiere me ofrezco a tomar las fotos. —Su voz fue el recuerdo que no solo habían venido tres personas sino cuatro. No me había olvidado de él, solo insinué que no deseaba participar o ellos le habían traído de paso y este lugar no era su destino.
Claramente estaba equivocada, ocasionando un momento incómodo.
—¿Suri ya nos han tomado muchas fotos, no crees que ahora me toca ser fotógrafo? —se acercó más. —Amigo, no me dejes mal con la princesa y acomódate. —lo jalo como si fuera un muñeco.
—¿Puedes comportarte como una persona civilizada? —exigió Suri a Rick, mirándolo fijamente.
— No me digas que te da vergüenza tenerme de amigo, porque de haberlo dicho antes te habrías ahorrado tantos inconvenientes.
—No me das vergüenza—. Se acercó. —Solo me desespera tu actitud.
—A ustedes los noto extraños desde hace una semana. —los dos dirigieron su mirada al que les interrumpió, era como si le hubiera descubierto un secreto.
—No se acuerda. —dijo Ricardo.
—¿Qué pasa? —pregunto. En esta conversación sobraba, por lo que caminé dejándolos atrás. Pero eso no evitó que escuchara lo que decían.
—¡¿Cómo qué pasa?! Lliwyaq, ¿Cómo pudiste olvidar el cumpleaños de mi hermano? —alzó la voz la del cabello rojizo.
No se escuchó una respuesta, solo pasos que se acercaban. Cuando voltee pude ver a Suri un poco agitada, avergonzada y con una pequeña sonrisa.
—Lo siento.
—No te disculpes, todos explotamos en cualquier momento.
—Te lo debo, a pesar de que los humanos podemos salir de nuestras casillas no era el lugar ni el momento.
—Él era tu crush, ¿no?
Se sonrojó, los otros estaban atrás conversando.
—Le mentiría, pero usted es muy observadora.
—Cierto.
—Entonces porque pregunto.
—No pregunte, solo quería entender si me refería bien a su persona.
—Usted ya lo conoce.
—Si, lo conocí. Supongo que usted se ha enterado.
—Fue gracioso ver a Lliwyaq bailar marinera ayacuchana, usted es buena bailarina para poder lograr que no se tropiece.
Lliwyyap, ese era su nombre.
—Supongo.
—A este lugar veníamos cada mes con mi hermano y Rick, es especial para nosotros. —No esperaba que se abriera de esa forma.
—¿Por qué me trajiste aquí? —la interrogue al callarse, sabía que su hermano murió.
Tomo un poco de aire.
—Sonará un poco egoísta de nuestra parte. Pero creíamos que la presencia de dos personas que desconocían el lugar y usted aparte era una persona importante que iba a estar presente, nos íbamos a controlar. —tomo un poco de aire. —Pero la verdad ahora solo me da ganas de gritar, llorar y pedir a cualquier divinidad que me regresé a mi hermanito —pude ver que se le escapó una lágrima que no trato de ocultarlo. Solo le dejo ir para que ella al final de su rostro desaparezca al caer a la tierra.
No esperaba esa declaración, diría que le entendía a ciencia cierta por pasar una misma situación. Sin embargo, ella creía que era una mujer de hielo que la noticia de la muerte de su madre y hermano lo supo superarlo en días. No le debatí, Suri cambió de tema al instante.
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Suri hablaba animosamente sobre el color del cielo y trataba de entablar conversaciones sobre el tamaño de las rocas o su parecido con algún objeto u animal al que respondía de la misma forma, y Ricardo y Lliwyaq solo en monosílabos al estar con la mirada perdida en el paisaje de manera distante.
Hubo un momento donde rompimos filas y podíamos andar alrededor a nuestra manera. Todos nos fuimos a direcciones contrarias, sabiendo que era mejor estar solos que en un mismo lugar incómodo. Era curioso como las persona cambian, Suri y Ricardo no eran los jóvenes con los que compartí limusina en mi llegada, quería creer que era porque estábamos en un lugar que les traía muchos recuerdos con una persona que ya no estaba en sus vidas, eran demasiados fuertes para estar aquí por primera vez y no romperse como lo hice yo las primeras veces que visite la casa del abuelo, el palacio, nuestra casa favorita de antigüedades, el teatro, mi propio departamento y muchos otros lugares donde asistía con mamá o Kuntur, se decía que no deberíamos superar a las personas que se fueron sino aprender a vivir sin ellos, pero la verdad respirar cuesta y ¿aprender? yo no quería, la persona que soy ahora era gracias a su presencia en mi vida, no podía soltarlos, sencillamente no estaba preparada y parecía que nunca lo estaría.
Al escalar la última piedra que existía para subir la roca que desde mi perspectiva era la más alta del bosque y el que en todo mi recorrido parecía que existía un camino para subir donde no me mataría en el intento, no era la primera vez que lo hacía y había escalado varias veces que si se le declarará de peligrosos con un equipamiento de seguridad, y ahora era donde entendía el uso de los lentes que me hacían usar y el recordatorio de que Suri no nos había dicho que podíamos subir a estas rocas. Sentí el golpe de tierra húmeda en la cara que a falta de buenos reflejos no pude cerrar los ojos rápidamente.
—Sabía que existían vizcachas en estos lugares, pero acaso todavía se les ocurre excavar en mi cara, —grite frustrada seguramente a la nada, ya que hasta el animal se habría escapado. Llame a un animal seguramente, puesto que unos pasos se escucharon, aunque escuchando lo mejor era pasos de humanos, instintivamente coloque mi mano dentro de mi abrigo para sacar mi arma aunque los ojos me ardían y no veía nada, era esos momentos donde lamentaba nunca estudiar kung-fu, porque en las películas ellos se defendían con los ojos cerrados.
Necesitaba concentrarme, no era el sitio para disparar aunque estuviera en peligro.
—¡Lo siento! ¡Lo siento! —iba a quedar sorda, al escuchar esa voz. Guardé el arma, al saber que era el hombre que se llamaba Lliwyaq y también, para no asustarlo. A falta de visión, empecé a mover mis brazos en busca de un lugar donde colocar mis manos como un apoyo de seguridad, ya que a pesar de sentir que mis pies estaba en un lugar que no se iba a desplomar en cualquier segundo, podía resbalar con un mal movimiento. Solo quería poder tocar la piedra donde seguía el recorrido, pero lo que sentí fue una mano que sujetó fuertemente la mía y en un segundo sentí que volaba en el aire y en el otro, ya tocaba de nuevo el piso. Esperaba su ayuda, pero no de esa manera brusca y eso me desesperaba, ya que estaba vulnerable y cualquiera podía hacer conmigo lo que quisiera. Recordé que llevaba papel higiénico en mi bolsillo, y lo saque inmediatamente para limpiar mis ojos, sentí que ardía un poco más, pero no me importó seguir el procedimiento.
ーPuedes con eso lastimar tus ojos, déjame ayudarte, tengo pañitos húmedos. —lo escuche decir, lo ignore. En un momento donde ya dejaba de arder y empezaba a parpadear, agarre un antebrazo, era la de él, se había acercado, aunque yo no le hubiera dicho que pudiera, tuve que relajar el agarre, ya que lo presione muy fuerte, y empecé un recorrido hasta su muñeca y luego, a su mano donde recogí un objeto que me pertenecía. Limpié alrededor de mis ojos con el pañito, y después de varios parpadeos pude recuperar la vista y poder admirar el paisaje recién, donde el cielo azul costrastaba perfectamente con la vegetacion y las rocas de diversos tamaños...
ーTienes una bonita sonrisa. —No me había dado cuenta de que sonreía, y escucharlo de él, era extraño. No sonó a un halago, sino como a un descubrimiento que realizaba y ahora lo colocaría en un cuaderno de campo. Deje de sonreír y dirigir mi mirada a otro punto, donde le daba la espalda.
Lo siento. ーse escuchaba sincero, quería creer que eran percepciones mías.
—No te disculpes, si en verdad no hiciste nada malo, decir lo siento cada rato es como jugar con esa palabra y hacerle perder su verdadero valor. —acote.
—Lo sien... diré está bien. —Estaba aprendiendo, no iba a negar que me causó un poco de gracia. Eso me recordó a lo que el abuelo decía sobre los títulos que tenía mi familia y como era correspondido ser llamados, como el de alteza o su majestad, la gente que era parte del parlamento lo decía tantas veces, pero no como un reconocimiento sino como parte del protocolo. Mi madre siempre le respondía, que si de ella fuera eliminaría esa parte del protocolo de la forma de llamarlos y el abuelo adjuntaba que luego nadie les llamaría de esa forma, ya que siempre lo hacían solo por obligación. —En verdad lamento haber apagado esa sonrisa. ーhabló el. Me volteé, hastiada de que mi mensaje no lo hubiera entendido y cuando lo mire, por la curvatura que tenía en los labios, él había logrado su objetivo. Mi mente rememoró aquel dia donde los dos bailamos al compás de la música o mejor dicho el intento, porque yo había dejado de tener esa conexión con la marinera hace más de un año y el parecia que era la primera vez que estaba en una pista de baile al frente de muchos pares de ojos. Avance unos pasos hasta estar a solo unos centímetros de su rostro y una parte de mi quería ponerle nervioso y se frustró de no haber logrado ya que a pesar que se borró la sonrisa del rostro, lo tenía sereno. Vi que inclinaba su cabeza hacia adelante, lo tomé como un reto donde nuestras caras estuvieran más cercanas, no me abstuve de seguirle el juego a pesar que una parte de mí no sabía que ganábamos con hacer esto. Cuando casi nuestras narices chocaron, coloque mi mano en su cadera, una corriente salió de su cuerpo que evadí y baje rápidamente la mano hasta el bolsillo de su pantalón que tenía un objeto que me llamó la atención cuando lo mire, para luego dar un paso hacia atrás, le golpee la nariz con la mía porque sentí que le daba el golpe en un mal movimiento al retroceder.
—Fue un accidente. —dije inmediatamente, el agarraba su nariz con su mano y con la otra mostró su palma que lo movía, lo entendí que decía que entiende.
Le mostré el objeto que le había quitado, era una honda de buena calidad que hace años no miraba y como una niña pequeña tenía la curiosidad de si era real, lo observe con una minuciosidad desde las trenzas hasta el receptáculo donde varias veces había colocado piedras y tirado en la honda ha distancia de doscientos metros.
—Aprender a tirar con la honda es como aprender a manejar la bicicleta, nunca se olvida. —le dije, Lliwiyaq seguía agarrando su nariz, escuchándome. Quería creer que lo hacía por protección y no por el dolor del golpe, porque si no hablaba tampoco le iba a preguntar, él iba a llevar la factura del dolor o una hemorragia interna, si el golpe fue fuerte..
—Cuando lo vi en la televisión, parecía sencillo que quería practicarlo. —le escuche decir, quise refutar, en verdad era fácil. —Y ahora me dices que es como aprender a manejar bicicleta, no se si solo es mi caso pero el año pasado intenté manejar una, luego de diez años y ya no podía mantener el equilibrio.
Le di una rapida mirada, cabello negro con algunos risos que volaban por la corriente del aire, un rostro un poco sonrosado que se debia a lo que paso a su nariz, un cuerpo que no se le declararia con sobrepeso o obesidad pero tampoco a que iba tres veces al gimnasio. Para mi, el hombre estaba en forma como para que me diga que no pueda manejar bicicleta.
—Enserio no puedes gobernar este simple objeto. —le mostré la honda, cabía decir que era una arma indispensable en las antiguas civilizaciones, debía agradecer que nació en siglo XXI si no hubiera sido hombre muerto.
—Acércate. —Hizo caso.
—Primero coloca una piedra en el receptáculo, —me agache para recoger uno, era pequeña —te recomendaría la de un río, esas redondas. Mira como pongo las cuerdas en mi mano —le hice ver— ahora pondrás tu pie izquierdo más adelante a excepción que no domines la derecha entonces colocaras el pie derecho adelante,--- puse el pié izquierdo adelante— voy a mover la cuerda en vueltas y miras esa piedra en forma de cabeza humana —el asintió— esta piedra va ha pasar esa roca. —Lo di varias vueltas y deje volar a la piedra al soltar una de las cuerdas, esta paso la piedra que tenía en forma de cabeza humana y dio varios saltos hasta llegar al piso, pudiendo de esa manera darme cuenta que nadie había salido afectado. No era mi mejor tiro y me alegraba en parte de no haber perdido el toque.
Mire a mi costado, Llyguiyaq todavía miraba el lugar donde había caído la piedra.
—Te sentías frustrado de no poder dar un tiro con la honda.
—Si, lo siento por...
—¿Tirarme a la cara tierra ?¿Frustrarse de practicar sin la ayuda de una persona que si sabia? o ¿Decir lo siento? —Tome un poco de aire antes de seguir. —No te conozco, por lo que no puedo decir nada de tu personalidad o carácter. Lo único que sé es que un berrinche no logra resolver nada y solo puede agrandar uno, imaginate si hubiera sido una piedra que hubieras golpeado y me hubieran caído a mi, a Suri, a Ricardo o algún animal. No se si te habrás dado cuenta cuando tire y espero que si lo hayas hecho, el tipo de onda que me diste era para larga distancia y yo no le tire con tanta fuerza, por eso solo llegó a esa piedra y no lastimo a nadie, imaginate si lo hubiera tirado con rabia, le hubiera caído a cualquiera, hasta a mi misma.
—Tienes razón.
—Puede que lo tenga y si te lo digo es por experiencia, asi como tu, soy una humana que comete errores pero trata de no volverlos repetirlos. —dije, le tendí la mano. Él entendió que quería dar los pasos por lo que la sujetó como si hubiéramos hecho un trato.
En ese momento, sonó mi teléfono, era Miriam recordando que tenía un compromiso al que asistir. Cuando corte me di cuenta que él ya se había ido. Me encamine a bajar de la piedra recordando los momentos junto a ese hombre que fueron algo extraños por mantener en el sitio una esencia donde podría encontrar ese reconfortante sentir de la confidencia y algo más, que no le podía decir en una o varias palabras, solo que existía. Divagando, me di cuenta que se me había dirigido sin el título de su magestad, me salió una sonrisa involuntaria que Suri me recordó que la tenía al encontrarnos en la camioneta.
Hola, luego de meses un capítulo nuevo, espero alargarlo en unos días y entregarles actualizaciones constantes.
Gracias por leer...
Akllasisa tiene mucho que contar , es una mujer con sueños, anhelos y metas; pero, también con miedos y heridas que necesita sanar.
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