VIII
- ¿Segura, que almorzaste? -pregunto el abuelo, por segunda vez.
-Ya te dije que sí, abuelo. -respondí. -Antes de desempacar mis cosas. Trajo una persona del servicio.
-Entonces, dime ¿qué te dieron? -solté un suspiro al aire, el abuelo podía ser pesado.
-Creo que se llamaba Puca, o puquita. -dije, con duda.
-Ahh, ahora si te creo. - se escuchaba su voz, entre risas disimuladas. - ¿Para qué me necesitas?
-Te llamaba, para que me resuelvas una duda. -conteste.
- No soy Google, pero en algo sirvo.
-Ya busqué en Internet, y no hay nada.
- ¿Soy tu última opción?
- En verdad fuiste el primero abuelo. Solo que tenía la esperanza de encontrar algo, sin tu ayuda.
- No sé, si ofenderme o agradecerte por el cumplido.
-Es tu decisión abuelo.
- ¿Qué paso?
-Encontré un libro en una de las maletas.
-Corrección Akllasisa, tu padre te mando varios.
- ¿Acaso fuiste cómplice, abuelo?
-No, -respondió. -Tú sabes, que siempre estoy al tanto de lo que siempre designa tu padre.
- Si, a ti. No se te escapa nada. -mencione con ironía. -El punto es, que este es diferente a todos.
- ¿Acaso no tenía hojas? -interrogó en forma de burla.
- ¿Hoy amaneciste gracioso o estás tomando algunas copas, abuelo?
-Sigue, el humor aplaca los momentos serios y este parece uno.
- Bueno, el caso es que este es diferente a los otros libros. Y sí, tiene hojas.
-Explícate.
-Mira abuelo, la mayoría de libros eran de doscientos a quinientas páginas, este parecía que tenía noventa o cien. Al igual en la pasta, este es de cuero y los otros eran de tapa dura. Otro punto, este no es un libro, es entre una agenda y diario. Lo que afirma, es que está escrita a tinta y con fechas de 1824 a 1850. -termine.
-Muchos libros de esos tiempos, eran escritos a tinta, y solo algunos utilizaban, la imprenta.
-Si, ya lo sé abuelo.
- ¿Entonces, porque preguntas?
-Es extraño, pareciera que lo hubieran escrito en un siglo posterior a la fecha. El hombre que lo escribió, era uno saltado de época, o la fecha era falsa. También, me di cuenta de que era de la alta alcurnia, por la manera de redacción.
- ¿Acaso dice el nombre del autor?
-No, solo está firmado como un tal "Su servidor".
-Interesante.
-Si, esa libreta está interesante. Habla en las últimas páginas sobre el voto a la mujer y sus ganas de que ya no exista la esclavitud.
-Una persona con ideas liberales.
-Exacto.
- ¿Qué piensas abuelo? -pregunte, cuando no se escuchaba ninguna voz a la otra línea.
- ¿Quieres la verdad o la mentira?
-Es mejor enfrentar la verdad que esconderlo.
-Tu padre sigue siendo tonto.
- ¡Abuelo!
-Esa es la verdad, siempre me deja el papel de contar los secretos de su familia.
-Recuerda, que tu hija y tus nietos pertenecen a esa familia.
-Si, pero yo hablo específicamente solo de los Capac Nina, no de los Capac Anhuaman.
-Es casi lo mismo.
-No lo es. Tu abuelo no fue una persona honorable y su familia menos. Todos mostraban sonrisas bonitas, pero en el primer abrazo, se apuñalaban por la espalda. -claro que lo sabía, y era por historia.
-Pero papá no es así, él siempre ha sido bueno.
-Si y ese ha sido su error.
- ¿Ser bueno?
-No, nacer en esa familia. -siguió.
-Akllasisa, en tu familia si no eras un involucrado directamente. Era preferible no saber sus secretos. Hay cosas que ni siquiera historiadores tan comprometidos con su área, saben completamente. Muchas veces se ha omitido, cambiado o simplemente sobornado para que nunca hablaran.
- ¿Qué quieres llegar con esto?
-Ese diario es la llave que se te da, para adentrarte a los secretos de la familia Capac. Con esto, se oficializa tu ascenso a futura inca. Desde el momento que lo tocaste, tu vida ya no es negro ni blanco. Porque ya no hay bien ni mal. Desde ahora eres un gris, y como tal, estás involucrada a todos los secretos y soportarlo.
- ¿Por qué me dices tu todo esto?
-Tu padre me pidió que te dijera.
- ¿Cómo sabía que te iba a preguntar a ti?
-Él te conoce.
Se escuchó el sonido de la puerta siendo tocada.
-Abuelo, luego hablamos.
-Claro. Bienvenida Akllasisa.
Corto la llamada, dejándomecon más preguntas y dudas.
Los momentos libres que tenía a los diecinueve años, era para disfrutarlo en familia. A pesar de vivir en el palacio, pocas veces me encontraba con mis padres, y mi hermano, y ya los extrañaba. Por lo que al terminar el último ensayo que me pidieron en la universidad y no tener clases en las tardes de los jueves, llame a cada uno de ellos para quedar un momento. Primero me comuniqué con mi padre, que rápidamente me comento que iba a entrar a una reunión con los ministros; luego a mi madre, que estaba en una actividad con el regimiento que estaba a cargo, finalmente a mi hermano. Siempre lo llamaba último, y no porque fuera mi última opción sino porque mi hermano Kuntor, era de esas personas que dejaba a un lado sus obligaciones, para complacerte. En esta ocasión fue lo mismo o casi, ya que primero le pregunte si tenía clases, el comento que estaba en sus ensayos de baile en la academia. Le comenté para charlar un rato y quedamos que le iba a esperar un rato, y luego nos íbamos en mi auto.
Entre a la academia media hora después. Las personas de estos lugares, me reconocían fácilmente, por lo que llegue con mi cabello recogido y unos lentes de contacto, que no dejaban ver mis ojos. Para mi suerte, no tenía algo que destacar en mi físico y eso me hacía más fácil pasar un poco invisible. Luego de firmar en la entrada y ver la cara sorprendida de la recepcionista, al colocar mi nombre y apellido en su registro, me encamine hasta el salón que me informo. Sabía que no iba a hablar nada, porque a nadie le gusta ser despedido de su trabajo por una insensatez de invadir el espacio privado sin un consentimiento y menos de mi persona, que evitaba por todos los medios, a la gente que se pegaba como miel, una vez reconocida.
El pequeño auditorio que presenciaba desde las últimas bancas era de un foro para cien o un poco más de personas. Mi hermano se encontraba en el escenario jugando con su cabellera castaña mientras conversaba con un chico que vestía igualmente a él, diferente solo por su cabello negro. Desde esta distancia, se observaba que disfrutaban de la compañía, por lo que decidí sentarme y esperar que acaben su conversación. Había pasado unos minutos, hasta que vi salir al chico por la parte superior del escenario. Kuntor se quedó observando un rato la misma dirección, y me pregunté, si se había dado cuenta de mi presencia. La respuesta fue inmediata, ya que la notificación de mi celular despierta a Kuntor de sus pensamientos y dirige su mirada hacia mi dirección.
Me acerque en carrera por las gradas, y lo abrace. Extrañaba a mi hermano, y no solo porque con él compartía sangre, sino porque él era mi amigo, confidente, consejero y hombro para las lágrimas. Por ese entonces lloraba por mis relaciones frustradas, que hacía en la universidad. Eso era tan seguido, o bueno no tanto, ya que en esos días ya no dejaba que nadie se me acercara más de lo formal, por lo que nadie me usaba. Quizás a Kuntor también le había pasado, ya que siempre me decía que un día iba a encontrar a esa amiga, amigo o amigos con el que compartiría una amistad, porque todos habíamos nacido para dar amor y yo no iba a ser la excepción; palabras de él, no la mía. Yo a cambio creía que yo era una chica con suerte, porque podía estar sola, pero tenía todavía personas que me amaban.
Estuvimos en esa posición seguramente unos segundos, o minutos para luego soltarle y percatarme que tenía las mejillas sonrojadas. Me pareció gracioso, por lo que tire un pequeño codazo par dejarlo más en evidencia. Luego de ese acto, agarro mi brazo y ya sabia que lo que venía.
Cosquillas por todo el vientre.
Por lo que un rápido movimiento, pude deshacerme de su agarre, y empezar a correr para que no me atrapara. Lo hubiera conseguido, si no fuera porque una música que yo conocía, se empezó a escuchar y yo me quedara quieta.
-La sangre llama, Akllasisa. -fue la voz de mi hermano recordando su peculiar frase. Existía una leyenda que cuentan que la única manera de conectarte con tus antepasados es a través de una música, danza o pintura. La sangre llama, lo dice porque mi abuela materna era de Ayacucho. No podría bailar bien, pero siempre es como si los pies se movieran solo, que nos hacía mover al ritmo de la música y sentir que el mundo desapareciera. Mi hermano es el que lo tiene más conectado y lo ha desarrollado en todos estos años como bailarín de danzas la tijera.
Yo, solo lo hacía cuando se escuchaba la marinera ayacuchana y de ello, eran pocas veces. Por no decir que lo conocí, en una de las ceremonias anual de las paradas militares donde varias parejas pasaban bailando este baile y sentí que mis pies empezaron a zapatear de manera autónoma. Le comenté a mi hermano y él dijo que le pasaba lo mismo cuando bailaba las danzas de las tijeras. Él me explico sobre esa leyenda que debía tener algo de razón, porque yo de verdad observaba que le entregaba su alma a esa danza y de verdad parecía que estabas en otro espacio y no aquí.
Él me tendió la mano y lo sujeté para bailar.
- ¿Cuándo se van a presentar?
-En dos meses. -su mirada ilusionada anhelaba la llegada de ese día.
-Seguramente va a ser estupendo.
-Si, ya lo tenemos todo arreglado.
- ¿Tenemos?
-Si, mi compañero y yo, vamos a presentarnos. -seguramente hablaba del chico que se había retirado.
- ¿Y no lo vas a volverlo oficial?
-No, me gusta mantenerlo en secreto, quizás en futuro me atreva a anunciarlo. -di una vuelta por su eje, siguiendo el ritmo de la canción. Kuntor nunca quiso que más allá de su círculo familiar se sepa de su pasión por la danza, aceptaba su decisión, pero se me hacía difícil que él no pudiera desprender toda su esencial al mundo, cuando él decía que debería hacerlo.
Nos quedamos un momento en silencio, solo con la música y nuestros zapatos repiqueteando el piso.
- ¿Qué paso, para que la princesa deje su palacio?
-Dirás universidad, Kuntor.
-Es lo mismo.
-Te doy la razón en parte. -los dos nos paramos en fila con todavía nuestras manos entrelazadas, moviéndonos del espacio para atrás. -¿Me creerías si te dijera que los extrañaba?
-No, pero voy a intentarlo.
-Eres un tonto. -se escuchó en ese momento solo nuestro zapateo. -¿En esta parte deberíamos cantar a viva voz la canción, por estar cápela?
-Si, pero solo sigue tus pasos.
Terminamos luego de unos minutos cuando él me guiaba en unos pasos donde él daba pasos largos y yo cortos moviendo una falda inexistente.
Cansada me pude sentar en unas de las primeras sillas y el solo meneo la cabeza.
-Fue divertidísimo verte bailar, y sabes que es lo mejor. -él solo se respondió. -que fui espectador de como tuviste contacto con tus raíces.
Negué con la cabeza, eso solo le pasaba a Kuntor. Él sabía de lo que creía, porque me entrego un espejo de bolsillo.
-Mírate, y admira ese brillo en tus ojos.
Tenía razón, los dos orbes negros chispeaban una luz que nunca observaba.
-La sangre llama, no lo olvides Akllasisa.
La música no solo inundó el ambiente, sino que trajo recuerdos. Era como si esa pieza, hubiera activado los momentos del pasado y te hubieran visitado en uno de los momentos más complicado de la vida.
Había olvidado que estaba sentada en una silla bien cómoda y me quede recordando los sucesos del pasado. Todo el objetivo de este festival se posicionó en segundo lugar y un impulso hizo que me parara.
El vestido que era largo, no me dejaba bajar como yo hubiera querido, por lo que me dejo observar en el lugar que estaba. Era el centro de atención para muchos, con mi acción. Seguramente creían que me insultaron de alguna medida o era una persona sin modales
No era el día, ni el minuto y peor el segundo para que la voz de mi hermano, recordará que yo ocupaba el lugar que le correspondía.
Nunca pudo bailar públicamente, porque la vida decidió llevárselo antes. Él no pudo cumplir su sueño, pero quizás yo si podía.
Él decía que todas las personas podían bailar, solo era mover el cuerpo. Yo no era perfecta, pero si movía mi cuerpo con agilidad, al estar adiestrada a los deportes y eso de mi conexión con mis antepasados.
No le iba a robar su sueño, quería que sea renombrarlo. Quizás cuando estuvo vivo, no pudo escuchar o ser destacado públicamente como un excelente bailarín, pero si podía quedar en la memoria de muchos, su recuerdo.
Es por eso que decidí bajar del estrado, y mandar a la borda todos los protocolos. No era rebelde, solo que ya estaba cansada de mostrarme como la mujer perfecta.
Y para esto necesitaba a una persona que me acompañe en esta locura.
¿Dónde se consigue a uno?
Mire alrededor, muchos me recriminaban con la mirada. Especialmente las personas que se sentaban a mi costado en el estrado. Otros solo estaban asombrados que dejará la cómoda silla. No quise ver los lugares que ocupaban las personas del pueblo que vinieron a verme. Esto tenía que hacerse rápido, antes de arrepentirme.
Un joven que estaba en la parte superior del estrado estaba sentado en una silla, con su vista en los bailarines. No se había dado cuenta o no le importaba el alboroto que cause, y me gustaba esa actitud. Ahí parada mantenía la mirada, observando como su sonrisa se volvía más radiante por los rayos solares que caía en su rostro. No podía verlo bien los ojos, pero era lo que necesitaba para el acto que iba a hacer. Su compañero de a lado, se dio cuenta de que miraba fijamente al joven, que lo comunico en el oído, seguramente en susurros.
Estábamos solo a unos cuantos metros, por lo que noto fácilmente mi gesto con la mano que le exigía salir de su confortante silla a acompañarme. En ese momento me sentía segura de mí misma. Su sonrisa se ensanchó más, y con esa mirada que pude detectar como juguetona me siguió la corriente al pequeño espacio, que existía.
No perdí el tiempo cuando estábamos a centímetros, y justo cuando el coro de la canción se entonó, me puse en posición para bailar el famoso baile de la marinera ayacuchana.
"La sangre llama"
Los pasos me salían, como si toda mi vida me lo había pasado bailando. Mis pies, mis manos y hasta los gestos de mi rostro, salían de manera involuntaria. Esa era otra yo, por lo que Kuntor tenía razón.
Mi compañero de baile tampoco lo hacía mal, parecía que era un bailarín experto y no el chico que miraba con satisfacción a otros bailando. En un momento, me acerqué más a él. A pesar de que había practicado pocas veces estos pasos, no quería hacer el ridículo. Mi manera de danzar no era de expertos, por eso me salía mal el coqueteo que tenía que mantener con mi pareja. Bailar era tener esa pasión, eso no era lo mío, seguramente solo me podía realizar la coreografía decentemente por esa conexión. En un momento quería bailar de esa manera fría, seguramente sería un deshonor para el baile, pero eso no se exigía. Y lo hubiera hecho, si no fuera que sentí el rostro de ese joven a solo centímetros, con esa sonrisa y ojos...
Sí, tenía los ojos negros.
Se escuchó un jadeo, de varias personas del público.
Yo le enredé en este lío, no iba a salir uno perdiendo sino dos. Me esforcé, con esa mentalidad de no dejarlo mal parado. No podía malograrle la vida a otra persona.
Sonreí, y traté de coquetear con él a la vez que cuidaba mis pasos. Me di cuenta de que la adrenalina del comienzo se había esfumado, como el valor.
Mientras las otras parejas salían del patio donde se danzaban, nosotros terminamos congelados un momento, hasta que la música paro y yo puede realizar una seña con mis dedos formando una cruz.
Esto era honor a él.
....
Hola a todas esas personitas que leen esta historia.
Primeramente, explicare sobre lo que se hablo en casi todo el capítulo.
La marinera es una danza peruana que se baila de diversas formas en la mayoría de los departamentos. En este capitulo se comento más de la ayacuchana, que se baila en Ayacucho y se identifica por mantener esa elegancia típica de baile y la representación de la mujer Huamanguina en todo el baile.
En este video se muestra como se baila, para que se den una idea. Quería recordar que los dos bailes están sin pañuelo y es porque ellos lo bailan improvisando.
https://youtu.be/8REMo-f8hm0
¿Qué les pareció este capítulo?
¿Creen en leyendas?
Os quiero :)
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