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IX

Había pasado más de una semana que llegué a este lugar y me había acostumbrado a la rutina que empecé a llevar desde ese día. Visitas a un pueblo y a otro, clases de la universidad, organizar las sesiones de las siguientes semanas, entre otro. Hoy me levante más temprano como peculiarmente realizaba, por lo que escucho un bostezo de Míriam al otro lado del teléfono antes que su voz.

—Señorita, buenos días ¿Necesita algo?

—Si Míriam, quiero saber mi agenda del día de hoy.

—Un momento. —respondió. Escuche que se caía algún objeto, fue mala idea despertarla de madrugada.

Mire por la ventana, todavía estaba oscuro. Existía personas que lo temían, y en Egipto, recordaba que lo relacionaban con la muerte y utilizaba a los gatos como protección. Tampoco era fanática de la noche, pero eso no quitaba que le podía admirar. El cielo era el lienzo de un artista que amaba ver brillar pequeños objetos, en este caso eran las estrellas, que formaban constelaciones... y ellas hacían que en verdad la noche no sea tan oscuro y podríamos ver los árboles que se mantenían erguidos a pesar del viento.

—Señorita, hoy no tiene nada planeado hasta las cuatro de la tarde en una supervisión de proyectos agrícolas. —la voz al otro lado del teléfono hizo que de forma autónoma esbozara una sonrisa.

Eso significaba que tenía la mañana y parte de la tarde para utilizarlo para mí.

—Gracias Míriam.

—Siempre a su servicio, señorita.

Corte la llamada, y me prepare para organizar mi agenda del día por mí misma. Agarre mi pequeño cuaderno donde acostumbraba realizar apuntes y un lapicero.

4:30 am a 6:00 am practicar tiros (porque dejar de practicarlo una semana, es perder el toque)

6:14 am a 7:00 am desayuno y videollamada con Enrique y Killary.

7:00 am a 9:00 am leer un libro.

9:00 am a 2:00 pm realizar turismo.

Me di cuenta, que para después ya no tenía nada que hacer. Era como si esa libertad que se me daba se hubiera vuelto pesada, y ni siquiera lo había usado. Decidí sacar esos pensamientos, y aprovechar el día.

—Oye, encanto. Sé que no me importa tus amores, pero el galán con el que te robaste la tarde ese día. —me señalé pidiendo una explicación.

No daba ni un sorbo a mi jugo y Killary ya comenzaba con preguntas fuera de lugar.

—No te hagas conmigo la que no sabe nada, que inocencia no tienes Akllasisa —miro a un costado, con una sonrisa maliciosa. —¿O me equivoco Enrique?

—Te negaría que las nubes son de algodón, pero no algo que todo el mundo observo.

—Van a seguir en lo mismo, solo por un impulso. Parecen un par de adolescentes que quieren saber todo de la primera cita de un amigo y yo no voy a caer en sus palabrerías por un solo error, que no vale mencionar varias veces.

—No necesitas aclararnos nada, nosotros mismo sacamos conclusiones. —respondió Enrique.

—Apuesto a doscientos soles que ahora tienes relación con él, y si nos es eso, una abierta o de amigos. —la sonrisa triunfante que emanaba al dar su propuesta de manera inesperada me hizo preguntar si ahora estaba en la quiebra, para llegar al punto de apostar por su propia prima.

—Para ahí Killary, que yo apuesto trescientos soles que ni siquiera le volvió a ver a la cara, luego de exponerlo de esa manera—dijo sonriendo, para luego tirar su cuerpo para atrás haciendo caer encima de la silla de escritorio.

—Hecho. —Si esta conversación lo hubiéramos tenido de manera presencial, hubieran estrechado la mano.

—Parece que yo desaparecí o a los que creí que formaban parte mi familia, apuestan de algo tonto.

—La gente siempre apuesta de cosas tontas, no seas dramática y di quien tiene la razón, porque quiero ahorrar el pasaje del autobús este mes.

—Tú ni siquiera has pisado un carro público y ahora me vienes a hablar de pasajes.

—Al grano Akllasisa.

—Ninguno de los dos tiene la razón, ahora me deben quinientos soles por graciosos. —dictamine.

—¡¿Qué?! —los dos casi cayeron de sus asientos por perder el equilibrio seguramente pensando en el dinero que ganaría. Killary desconecto unos momentos su cámara, y solo se escuchó la voz de Valerio recordándole que era mala idea hablar con la boca llena. Negué con la cabeza, esa era mi prima.

Espere que el otro tomara un sorbo de agua y Killary se conectara para seguir.

—Los dos me depositan en mi cuenta bancaria el dinero, ha plazo de tres días y saciaré sus dudas. —sabía que había activado su lado chismoso.

—Te prometo que te pagaré, pero no me dejes con chisme contado a medias. —pidió mi prima.

—Ya puse mi trato. –recalque, luego de dar un sorbo al jugo de naranja.

—Yo tengo otro, —otra voz se infiltró, era el de Matilda. —recalca quien te la dio, —objeto, viéndose solo en la pantalla su cabello plateado. No sabía que estaba haciendo a esas horas con Matilda y tampoco quería preguntar.

—Matilda tiene otro trato que nos puede ayudar Killary, si lo proponemos.

—Habla. —contesto, esperando que le plantee una vez por todas.

—Recuerda que este chico trajo muchas reacciones en las redes sociales y como tu tío se puso al saberlo.

—Si, cuando lo visité y solté el tema, juro que solo era una manera de bajar rumores de Akllasisa. —No estaba informada que ella visitó a papá, y parecía que ellos hablaban en un idioma que ellos solo sabían.

—Volviendo al tema, sabes que el padre de Akllasisa es sobre protector con ella y sumando a lo que nos comentó, ¿cómo crees que se va a poner, si se entera de que mi prima tuvo más contacto con él?

—Lo más seguro, es que el pobre hombre va a tener que soportar la furia de mi tío y poner a mi prima en una situación incómoda.

—Ustedes quieren que me vuelve una asesina. —Estaban acabando con mi paciencia, soltando tonterías.

—En la cena que se sirvió, —pude ver que se le brillaron los ojos a Killary —lo busque para pedir disculpas y me retire del lugar. —terminé, pude ver la desilusión en sus rostros.

—¿Por qué no apareció fotos de ese encuentro?

—Quizás porque lo hice en un lugar privado, ya con la cabeza fría.

—Es enserio, no podías ser menos formal.

—Ya metí la pata una vez, dos en menos en un día, ya era motivo de ir al psicólogo. —respondí.

Después de eso, solo se pusieron a hablar de otros temas que ayudaba a que disfrutara de mi día libre sin presiones. Los extrañaba a pesar de ser ellos exagerados en cualquier tema y hacerme recordar del hombre con mirada oscura.

El aire en estos lugares era diferente al que estaba acostumbrada en Lima, al igual que en Francia, o en el desierto de Egipto. Podría influenciar los metros del nivel de mar, o estar cerca a la cordillera de los Andes. La cuestión es que se sintió menos pesado, y me divertía como rozaba mi cuello y parte de mi rostro.

No podría decir que la euforia también afectaba, pero si existía algo que hacía a mi persona feliz, era salir. No salidas como las que estaba acostumbradas, sino uno con unas botas hasta la rodilla, jeans ajustados y una casaca que me llegaba un poco más de la cintura. Típico de un turista que viaja por las sierras y no quiere que el frío malogre su viaje. Estaba en un mar de emociones por la llegada de Suri, que era la que me iba a acompañar, según palabras de Myriam.
A pesar de que ya paseé varias veces por estas tierras, en estos momentos era diferente por solo ser algo que no involucraba mi papel como parte de la familia real.

Observé la llegada de Suri, que se caracterizaba por su cabello rojizo que ahora lo mantenía suelto y no amarrado como la primera vez que la conocí. Venía vestida de manera informal y me pareció curiosa que no le haya visto el día de la cena, que a mi entender podía entrar todos los que conformaban parte de la administración y sus trabajadores. Le estreché la mano evitando los besos en la mejilla.

—Es un honor poder acompañarle otra vez, princesa. —comento mientras caminábamos.

—Llámame Akllasisa, o Sisa. —Le pedí.

—Escuche que le incomodaba, si quiere me dirijo a usted como su majestad. —dijo rápidamente,

—No, hoy no tengo ni un cargo ni título por lo que prefiero que me llamen por mi nombre de pila.

—¿Podría saber la razón, si es que me permite? —pregunto, sonrojándose un poco por su indiscreción.

—No es nada del otro mundo, solo tengo buen parte de mi día, libre.

—Yo creí que siempre lo tenía. —menciono.

—Sería bueno, pero enseño virtualmente a mis estudiantes.

—¿A qué nivel enseña Akllasisa?

—Educación superior, como profesora de un área de Antropología.

—Siempre me ha interesado la historia y la geografía, por eso estudié esta carrera. Aunque usted habrá estudiado a mayor profundidad. —predijo algo que era real.

—Nuestras carreras son diferentes, pero tienen algo que los entrelazan. —comente.

—Sí, es curioso que a dos personas que le gusta la historia allá tomado camino diferente. Usted es profesora y yo, trabajo como guía turística.

—Eso es lo grandioso. Podemos tener gustos similares con otros pero que uno cambie, nuestra vocación toma otra dirección al otro.

—Usted es grandiosa. —lo dicho me sorprendió. —Yo le admiro por como salió adelante, a pesar de la muerte de la reina y el de su hermano. —hubiera querido decirle que era mentira, y que todo lo hice para sobrevivir, porque su pensamiento era erróneo y que era el recuerdo que muchas personas lo tenían muchas personas.

No dije nada de eso.

Me subí a una piedra que existía en el camino y le miré fijamente desde mi altura.

—Todos somos grandiosos. Solo por salir adelante tarde o temprano a cualquier problema.

—¿Y si es del corazón?

Me quede muda. No tenía una respuesta para esa pregunta, por la sencilla razón que yo nunca tuve problemas relacionados con el corazón. —baje de la piedra—.

—No... —el sonido de su teléfono de una llamada entrante, dejo que no terminara de hablar.

De unos segundos, apago su celular y me hizo una señal para que la siguiera.

—¿A dónde vamos? —pregunte.

—Rick nos espera en la camioneta, —tomo un poco de aire. —Va a ayudarnos a transportarnos y a tomar el papel de guardaespaldas.

Escuchar ese nombre era sinónimo de un poco de drama, algo que necesitaba un poco en mi vida.

Y tenia razón, porque cuando entre a la camioneta aparte de ver su sonrisa burlona, también se presento el hombre que esperaba solo mantenerlo en un recuerdo pero que estaba ahí sentado como la primera vez que lo vi.

Lo que se dio luego de darse cuenta de mi presencia fue el juego de dos pupilas oscuras que se dieron fue junto con una sonrisa de su parte y seguramente con la mía, que camuflo mi sorpresa. 

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