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Capítulo 9: ¿Cuáles son tus poderes?

Me dirigí con rapidez a donde supuse que estarían los chicos. Al llegar, no fue tan difícil encontrar a Jaspe.

—Jaspe, necesito que...

—Oh, eres tú. ¿Cómo es que te llamas? ¿Afi...? ¿Zafiro? Como sea —me extendió una cerveza con una gran sonrisa en el rostro—. Toma, para que se te quite esa cara de amargada que traes siempre.

—Oye, yo no soy... da igual.

Decidí ignorarla; no se veía en condiciones de hablar o al menos de decir algo útil. Miré a mi alrededor buscando a los demás, pero parecía que no se encontraban en este lugar. No quería alterarme, pero estaba empezando a hacerlo. No tan lejos de mí, se encontraba parado un chico con una sudadera de capucha, la misma que cargaba Daylen antes de irse. Tenía que ser él.

—¡Daylen! —cuando me volteó a ver, no pude evitar mirarlo mal. Sé que el no tiene la culpa de que Jaspe se emborrachara, pero les dije que fueran responsables y estuvieran pendientes el uno del otro. Además, ¿acaso Jaspe no es su novia?

—¿Sí?

—¿Dónde están los demás? ¿Tomar fue lo mejor que se les ocurrió? —pregunté algo amotinada. Observé su otra mano—. No está permitido fumar aquí adentro, ¿sabes? —le dije cruzándome de brazos.

El muy idiota le dio una calada al cigarro y me lanzó el humo en la cara.

—Pues, no me han dicho nada —respondió con simpleza. Lo fulminé con la mirada en casi términos literales. Soltó el cigarro, este cayó al suelo y lo aplasté con el zapato. Daylen observó su mano con una expresión indescifrable para mí—. ¿Qué hiciste?

—Manipulación térmica —me encogí de hombros—. Te lo advierto, Daylen. No. Me. Retes —le dije—. No pongas a prueba mi paciencia.

—Vale, vale —alzó ambas manos en señal de paz—. Lo siento. Estoy seguro de que si tuviera una hermana mayor sería como tú —escuché que murmuraba entre dientes.

—¿Por lo amargada? —pregunté alzando una ceja.

—Claro que no —respondió con la voz algo aguda.

—Mentiroso —rodé los ojos—. Explícate.

Suspiró mirando la botella que reposaba en su mano.

—Sé que no es excusa, pero no sabes lo mal que la pasamos allá encerrados. Fue mucho tiempo —dijo con la mirada perdida. Yo solo estuve unos días y la pasé fatal, no imagino por cuánto pasarían ellos—. Una sola noche no hace daño, entre todos prometimos que solo sería esta noche. ¿Por qué no te unes?

Los entiendo, debió ser horrible para ellos y con todo lo de ahora no es fácil. Los seres humanos tenemos la mala costumbre de recurrir a este tipo de cosas para olvidar o para disminuir cualquier emoción negativa reemplazándola por una euforia momentánea, pero al final no sirve de nada, al día siguiente todo estará igual o peor que antes. ¿Quién soy yo para decirles que no cuando también quiero olvidarme de todo por un rato?

—Porque soy una amargada —le respondí desviando la mirada—. ¿Dónde están los demás? —volví a preguntar.

—Salieron a tomar aire o a fumar.

—Voy a... un momento, ¿de dónde sacaron el dinero para comprar estas cosas? —dije refiriéndome a las cervezas y cigarrillos. Daylen me dio una mirada que no me gustó para nada, es bastante expresivo. Sacudí la cabeza en respuesta.

Salí del lugar porque necesitaba algo de aire y hablar con Darek. Qué ridícula me siento al decirle que confiaba en él para que los vigilara. Si encuentro a Daykon borracho, juro que me tiro de alguna montaña.

Me encontré a Darek recostado en la pared al lado de la puerta trasera fumando.

—¿Se puede saber de dónde sacaron dinero para comprar cigarros y bebidas alcohólicas?

—Amatista tenía dinero... creo —respondió apagando el cigarro contra la pared.

—Ni tú te lo crees, Darek. Nos vamos todos a la casa, ahora mismo —lo dije lo suficientemente alto para que los demás (que se encontraban sentados en la acera) me escucharan. Me acerqué nuevamente a donde dejé a Daylen—. Dame el dinero.

—¿Cómo sabes que lo tengo? ¿Lees la mente también?

—Dámelo y ya, Daylen.

A veces no soy una mujer de paciencia. Daylen sacó de su bolsillo el dinero y me lo entregó. Me acerqué a la barra.

—Deme dos botellas de la bebida más fuerte que tenga —le entregué el dinero necesario y agarré las dos botellas que me ofreció.

—¿Algo más, bonita? —preguntó el bartender con coquetería.

—No —volteé a observar a Daylen—. Nos va...

El bartender me agarró de la muñeca, y volteé a verlo enojada.

»Suéltame —le dije lentamente, remarcando cada sílaba.

—Solo quiero saber tu nombre, bonita.

—¿Tienes algún problema de sordera, amigo? —preguntó Darek en voz calmada y lenta, con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón. Cuando llegó junto a mí, no hubo necesidad de agregar nada más. El bartender lo observó unos pocos segundos y no dudo en soltarme, yéndose a atender a otro cliente. Sus ojos, aparte de hipnotizantes, también pueden ser muy intimidantes.

—No tenías que defenderme —le dije entre dientes, a pesar de que muy en el fondo me gustó que lo hiciera.

—Somos un equipo ahora —me respondió—. Así como tú nos ayudas, nosotros lo haremos contigo. Además, ¿qué pensabas? ¿Romperle una mano?

—No es una mala idea, pero hubiese preferido quemarle ese cerebro que parece no usar —Darek sonrió de lado, negando con diversión.

—Eres increíble —escuché que susurraba.

—Nos vamos —dije, dirigiéndome a la salida.

—¿A dónde...?

—Tiene alcohol, qué importa a dónde nos lleve —dijo Jaspe, interrumpiendo a Daylen y siguiéndome.

Al salir, me encontré con los demás y, sin decirles nada, me empecé a dirigir a la casa. Cuando ya estuvimos todos nuevamente en la seguridad que nos otorga este lugar, busqué unos vasos y me senté en la alfombra de la sala. Todos me miraban sin saber qué hacer o decir.

—Siéntense, vamos a relajar el ambiente. Sé que deben estar preocupados, tener miedo y otras emociones no muy positivas. Todo esto es difícil de procesar, lo entiendo. Como les dije, no quiero que se sientan como prisioneros. Vamos a hacer algo, conocernos, no sé, algo para que nos sintamos más cómodos con la compañía que estaremos ofreciéndonos durante este tiempo.

No quería que me vieran como la nueva persona que los tenía encerrados; necesitaba que confiarán en mí.

—Bien, vamos a jugar a algo entonces —dijo Daykon, sentándose a mi lado. Este chico es un encanto.

—Juguemos verdad o reto —adivinar las intenciones de Amatista con este juego es muy fácil—. ¿Verdad o reto, Zafiro? —preguntó sin esperar alguna afirmación por parte de nosotros.

—Reto —respondí, dando la respuesta que ella esperaba.

—Te reto a que nos enseñes cuáles son tus poderes.

—Está bien, pero primero, ¿me podrías traer un vaso con agua? —dije, mirándola a los ojos.

—¿Para qué? —dijo, dudando entre si hacerlo o no.

—¿Podrías traérmelo tú, Daykon? —volteé a mirarlo con una sonrisita.

—Claro —dijo en respuesta a mi pregunta, parándose y caminando hacia la cocina. Al regresar, se quedó de pie a mi lado, mirándome con expresión de confusión—. ¿Para qué quieres agua si estás bebiendo alcohol?

—El beber agua mientras consumes alcohol ayuda a prevenir la ebriedad o algo así, pero no te pedí el agua precisamente por eso —todos me miraron esperando que agregara algo más—. Persuasión.

—¿Persuasión?

—Es algo que podemos desarrollar todos, aunque no con la misma potencia. ¿Quién creen que convenció para que hubiera un traslado en el cual pudiéramos escapar? Persuadir a Blake fue muy fácil; ayudó mucho el hecho de que no es una mala persona y le tenía aprecio a ustedes

Todos me miraron sorprendidos por mis palabras.

—¿Me acabas de manipular? —sacudió la cabeza—. Eso no es tan importante ahora, ¿le hiciste algo a Blake? —sé que Blake es alguien importante para Daykon y por eso lo pregunta.

—Solo la amenacé un poquito.

—¿Cuánto es un poquito?

—La amenacé con hacerle algo a su hija o a ella si no me ayudaba —dije algo avergonzada. Antes de que alguno de los demás pudiera decir algo, Daykon me hizo otra pregunta.

—¿Cómo sabes que tiene una hija? —preguntó con incredulidad.

—Mientras ella me buscaba algo para comer, usé mi habilidad para atraer su teléfono hacia mí y vi su fondo de pantalla —a este punto de la conversación ya estaba bastante sonrojada.

—Y pensaba que eras una mosquita muerta —dijo Amatista, sentándose a mi lado y sirviéndose un poco del contenido de la botella en uno de los vasos. Sé que soltó ese comentario solo porque en el bosque no quise luchar contra esos soldados.

—Entonces sí lograste ver el teléfono —dijo Darek, sorprendido.

—Si tú eres rápido, yo lo soy mucho más —le dije con una sonrisa ladeada.

—Ella iba en uno de los vehículos —afirmó Daykon, interrumpiendo mi intercambio de miradas con Darek.

—Sí, pero te aseguro que iba en el que no toque. Blake está bien, le puse un hechizo protector, al igual que a los soldados del lado de ella.

—¿Un hechizo protector? —preguntó Émeraude con curiosidad.

—Todo esto de los hechizos no es lo mío, pero alguien me enseñó unos cuantos y son muy útiles. Con eso está protegida la casa, mi mochila y Blake por un tiempo indefinido —Aythiri me enseñó varios hechizos. Sé que los que yo hago no son tan buenos como los de él, pero sí lo suficiente. Vi que me iban a preguntar más al respecto, por lo que decidí continuar con otro tema—.  Algo que compartimos las personas como nosotros es que tenemos los sentidos más desarrollados, eso se los comenté está mañana. Yo decidí enfocarme en trabajar mi audición, por lo tanto, tengo una superdesarrollada. Esas cosas que les acabo de mencionar es algo que podemos llegar a tener todos, en mayor o menor potencia.

—¿Cuántas habilidades podemos tener? —preguntó Émeraude con asombro.

Supongo que la mayoría de ellos pensaba que solo podíamos tener una o dos habilidades poderosas.

—Algunos tenemos la capacidad de desarrollar varias habilidades, pero solo una de esas será nuestra habilidad resaltante, la que nos defina, la más fuerte. Normalmente, se tienen dos habilidades por persona —dije levitando un vaso con la mirada—. Una de las mías es la telequinesis. Los objetos pequeños los puedo hacer levitar solo viéndolos. Cuando es algo más grande en lo que necesito más fuerza o realizar movimientos, lo hago con mis manos.

Mientras decía lo último levanté mi mano a la altura de mi hombro para levitar una de las sillas de la cocina y controlarla con un dedo para que diera vueltas alrededor de nosotros.

—¿Y la otra? —preguntó Jaspe sin quitar su mirada de la silla.

—Se supone que manípulo la energía, eso me da la capacidad de hacer varias cosas. Hay diversos tipos de energía que se pueden manipular, entre esos está la energía térmica, cinética, eléctrica... Es una habilidad algo compleja y poco común, algunas personas solo pueden manipular un tipo de energía, pero yo puedo manipular varios.

Siendo sincera, desearía que fuera algo más simple como hacerme invisible, tener superfuerza o solo la telequinesis, pero me tocó esto. Una habilidad de la que no se sabe mucho, en el libro hay muy poca, por no decir casi nula información. Algunas cosas sobre ella he tenido que averiguarla a las malas... No saber de cuánto soy capaz, me aterra. Para Dalton fue tan fácil, a mí me ha costado mucho. A veces pienso que no nací para esto.

—Es magnífico —dice Darek, sacándome de mis pensamientos negativos.

—¿Y lo de las auras? —preguntó Jaspe, se veía menos ebria.

—Ah, eso —dije recordando que se los mencioné el día que los conocí—. Creo que es algo que solo puedo ver yo —respondí apenada.

A este punto de la conversación ya estábamos todos sentados en la alfombra de la sala, formando un círculo y con un vaso lleno de la bebida que compré en la mano.

—¿Entonces por qué lo mencionaste?

—Es que... nunca he escuchado sobre algo así. No quería creer que era la única y tenía la esperanza de que ustedes también lo hicieran —respondí con sinceridad la pregunta de Daykon—. Es solo algo defectuoso que llevo conmigo —dije tan bajo, que estoy segura de que no me escucharon.

—Todo esto es muy interesante —dijo Amatista dándole un trago a su vaso—. Esto está buenísimo, un poco fuerte, pero nada mal. Sorprendentemente, tienes buen gusto para las bebidas.

—Y tú tienes un gusto peculiar en agarrar dinero que no es tuyo —no quería ser odiosa con Amatista cuando estaba siendo ¿amable?,  conmigo, pero no pude evitar soltar esa frase. Creo que la bebida me estaba afectando, pero no me importa, es una buena manera de desviar la conversación. No quería seguir hablando de mis poderes.

—¿Qué tal si jugamos otra cosa? —propuso Daylen, interrumpiendo la guerra de miradas que estaba teniendo con Amatista.

Todos accedimos a jugar, sin saber qué exactamente. Al final, la que decidió empezar y elegir el juego fue Amatista nuevamente.

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