Capítulo 8: Princesa
Debo admitir que también se me formó un nudo en la garganta luego de escuchar esa frase y no pude evitar formar una sonrisa en mi rostro.
—¿Tienen preguntas?
—¿Cómo nos encontraron? —Jaspe fue la primera en preguntar.
—Existe una máquina especial que puede rastrear nuestra... esencia mágica. Ellos la tienen, son los creadores de dicho aparato. Desde que somos pequeños se puede detectar, aunque no es algo común, solo pasa con personas que tengan un poder muy fuerte. La manera más fácil de detectarla es cuando se pasa por lo que les comenté.
»Mi habilidad se desarrolló completamente un tiempo después de cumplir los dieciocho. Depende de tu habilidad si te das cuenta o no, porque a veces se manifiesta y no nos damos cuenta.
—¿Cómo te diste cuenta tú?
Me tensé de inmediato al escuchar la pregunta de Émeraude; no era algo de lo que quisiera hablar o recordar.
—La verdad, no me acuerdo muy bien, pero no fue una manifestación tan grande —mentí con una pequeña sonrisa en mi rostro—. Para que los hayan encontrado a ustedes debió activarse esa esencia mágica, la etapa uno. Su habilidad se manifestó y si están tan confundidos es porque no lo notaron, pero los de la sede sí, por eso los encontraron.
»Las cápsulas que se tomaron sirven para que no puedan encontrarlos. El efecto puede durar hasta una semana. Al tomarlas, no pueden detectar la magia que habita en nosotros. Para la máquina que la detecta, es como si no tuviéramos nada que nos diferenciara de cualquier persona común.
—Entiendo —dice Darek, pensativo—. Entonces eso quiere decir que ¿ya tenemos nuestra habilidad? ¿Podemos usarla?
—No precisamente, solo se manifestó por primera vez. Para poder usarla, deben tener una idea de qué es. Ustedes no la tienen, por lo tanto, tendremos que probar diferentes entrenamientos hasta que demos con lo que es. Esa habilidad que poseen está ahí en ustedes, solo falta un empujón para que la tengan bajo su poder y conocimiento, y yo voy a ayudarles con ese empujón que les falta —dije, dando por finalizada la conversación. Sé que tienen más preguntas y dudas, pero las iré respondiendo cuando lo crea conveniente—. Síganme.
Me dirigí al pasillo y me agaché junto a una de las paredes, empecé a tantearla en busca de una pequeña grieta.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Jaspe.
—Sí que eres rara —dijo Amatista, observándome.
Las ignoré a las dos y seguí tanteando la pared cubierta de ese feo papel tapiz que eligió Dalton. Al encontrarla, utilicé mis uñas para jalar de ella, pinchándome con una astilla de la madera en el proceso. Una gota de mi sangre se deslizó por la grieta y eso fue suficiente para revelar la puerta que estaba oculta en la pared.
—Pasen.
—¿Cómo sabemos que no vas a matarnos allá abajo? —preguntó Amatista con su característica desconfianza y mal humor.
—Si quisiera matarlos, ya lo habría hecho —ella rodó los ojos, sabiendo que era cierto. Se acercó a la puerta y pasó de primera, siendo seguida por los demás.
—Si comparamos este sitio con el resto de la casa, parece que nos hemos trasladado a un mejor lugar —me río internamente con su comentario. Tiene razón.
—Esta es la sala de entrenamiento —dije mientras me acercaba a ellos—. Prepárense para pasar muchas horas al día aquí.
»Si no se dieron cuenta de la manifestación de su habilidad, hay dos opciones: que fue demasiado pequeña o que está en algo que ustedes hacen en su día a día. Les pondré en contexto, supongamos que alguno de ustedes salía todas las mañanas a correr y un día su velocidad aumentó drásticamente, pero ustedes se lo atribuyeron a la práctica cuando en realidad era una habilidad de supervelocidad —todos se quedaron pensativos por mis palabras—. En fin, pueden utilizar lo que quieran de esta sala para entrenar mientras piensan en qué podría ser. En cambio, tú —dije dirigiéndome a Daylen—. Ven conmigo a aquella mesa del fondo.
Daylen se sentó en una de las sillas que estaban junto a la mesa mientras yo me puse a rebuscar un libro en las estanterías.
—El día que nos conocimos, te dije que tenía una idea sobre cuál podría ser tu habilidad —dije distraídamente, buscando el libro que quería—. Según lo que dijiste, tu abuelo trabajaba como electricista y tú estuviste con él en algunos trabajos, ¿cierto?
—Sí, era increíble. Como si hubiese nacido para eso, nunca le tuvo miedo a la electricidad —dice pensativo—. Yo quería ser como él, pero no nací con ese don.
—¿A qué te dedicabas?
—¿Por qué no empezamos con las preguntas, ojos bonitos? —me dice evitando la pregunta. Interesante.
—Vale. Pongamos a prueba esa memoria —pongo una enciclopedia sobre la mesa más fuerte de lo que me gustaría. Daylen da un respingo—. Primera pregunta.
[...]
Pasamos bastantes horas en la sala de entrenamiento. Las respuestas de Daylen me impresionaron, no acertó en todas, pero sí en la mayoría. Puede que solo tenga buena memoria y que no sea una habilidad de memoria mejorada, pero todavía no quería descartar la posibilidad. Es la única idea que tengo por los momentos.
En la tarde subí y preparé algo para almorzar y llevarle a los chicos. Cuando estaba cocinando, no me pasó por alto el hecho de que sí hay bastante comida, eso me confirma que Dalton sabía que iba a venir aquí. A veces me sorprende lo mucho que me conoce, a pesar de eso no sospecho del plan que tenía, o tal vez sí, pero sabía que no podía hacerme cambiar de opinión.
Cuando dejé descansar a Daylen de tantas preguntas, se fue a entrenar con los demás.
—Oigan —los llamé después de un rato. Dejaron de lado lo que estaban haciendo y se acercaron para poder prestarme atención—. Ya está por anochecer, creo que fue suficiente por hoy —hice una pausa mientras pensaba lo que iba a decirles, suspiré—. Los dejaré salir hoy, sé que tienen mucho que no salen y no quiero tenerlos aquí como prisioneros.
»El pueblo no es muy grande, está muy descuidado, algo feo también, pero de seguro encontrarán algo con que distraerse. Pueden ir al estadio abandonado, las estrellas allá se aprecian muy bien —les digo recordando cuando Dalton y yo salíamos a escondidas solo para ver las estrellas—. Eso sí, quiero que mantengan un perfil bajo, que no interactúen con nadie y, si es posible, que no se separen mucho.
—¿Sabes que podríamos huir si quisiéramos? —dijo Amatista mirándome con los ojos entrecerrados.
—Sé que no van a huir.
—¿Cómo estás tan segu...?
—Apúrense antes de que cambie de opinión —dije interrumpiendo a Amatista, que no paraba de mirarme con mala cara.
[...]
Le doy un mordisco al pan tostado que sostengo en mi mano, mientras veo como Jaspe se acerca a mí.
—Ya vamos a salir, ¿estás segura de que no quieres venir con nosotros?
—Tengo que hacer algunas cosas, puede que más tarde me pase por dónde estén ustedes.
—No puedo creer que estés tan relajada con esto de que vamos a salir —Amatista me observaba con desconfianza.
—La que tiene sus habilidades desarrolladas aquí soy yo, no saben cuántas tengo, ¿o sí? —me miraron en silencio sin saber qué decir, parece que eso los tomó por sorpresa—. No tengo mucho de que preocuparme, más tarde los alcanzo.
—¿Y eso de que no podíamos salir sin tu ayuda?
—Cierto, necesito hacerles algo antes. Darek, dame tu mano —no tardó en ofrecérmela.
Agarré la aguja que estaba frente a mí en la encimera. Me pinché un dedo con ella y a Darek igual.
»Nuestra sangre es algo muy poderoso —les digo derramando una gota de mi sangre sobre la mesa—. Haz lo mismo —le digo a Darek, él lo hace—. Nos pueden hacer muchas pruebas de sangre, pero nunca encontrarán nada que nos diferencie de ellos y eso es increíble.
Mezclo sobre la mesa ambas gotas de sangre y empiezo a dibujar un símbolo sobre la muñeca de Darek.
—¿Es una runa? —me pregunta observando cómo mi dedo índice se desliza sobre su muñeca.
—Algo así —le respondo—. Snessgorve Tlub, teleiltesge Tlub, kerwir niede Amegi —pronuncio al finalizar el símbolo.
De la muñeca de Darek sale un destello blancuzco, y la sangre con la que dibuje el símbolo desaparece.
»Tu turno —le digo a Daykon.
Hago el mismo proceso con él, y al finalizar de pronunciar las palabras que sellan el poder que les acabo de otorgar, no tardan en hacerme preguntas.
—¿Qué clase de idioma es ese? —inquirió Darek—. Me suena familiar.
—Si no tenías idea del poder que posees, dudo mucho que en algún momento lo hayas escuchado. Tal vez solo te suena familiar porque es una mezcla de idiomas —le digo—. Bien, eso es todo.
—¿A nosotros no nos lo harás? —pregunta Jaspe.
—Podría hacérselos a todos, pero con dos bastará para que entren y salgan. Además, así me aseguro de que no se separarán de Daykon o de Darek.
—¿Tenemos que hacer lo que hiciste anoche? —me preguntó Daykon, mirando su muñeca con curiosidad.
—No, con una gota de sangre que pongan sobre la pared bastará, y no olviden agarrarse de las manos —le ofrezco la aguja. Él la toma acercándose a la pared.
Cuando Darek estaba por acercarse a ellos, lo detuve.
—Vigílalos, ¿vale? No sé por qué te pido esto precisamente a ti, pero me transmites confianza.
¿Eso lo dije o lo pensé?
—Como ordene, Mon Prince.
Pero qué bella sonrisa tiene, ¿qué hago pensando en eso? Darek me dedicó una última mirada y salió a alcanzar a los demás.
¿Mon Prince? ¿Por qué se me hace tan familiar ese apodo? ¿Es un apodo? En este momento quisiera saber más sobre el francés o no estar tan distraída, al menos sé que el nombre de Émeraude en español es Esmeralda.
Mon Prince... Preferí no seguir pensando en el tema y hacer lo que me hizo quedarme.
Me dirigí a mi antiguo cuarto. Al entrar, la carta seguía sobre la cama. Respiré hondo, me acerqué y la tomé.
"Mi princesa guerrera, te conozco tan bien. Por razones como estás, no te quería decir sobre la existencia de los otros chicos, pero tampoco te podía mentir, no esta vez.
Confirmé mis sospechas cuando estuve lo suficiente alejado del último lugar en el que nos vimos. Revisé mi mochila y ahí estaba, tu cápsula. Supuse que harías algo así, aunque tenía la esperanza de que no lo hicieras, que tomaras la decisión de venirte conmigo...
Confío en ti, más que en nadie. Eres la mujer más fuerte que he conocido, Zafiro. Sé que podrás con esto. Cumpliré con la misión que teníamos al principio, y si todavía no has llegado después de eso, prometo volver por ti... y por los otros.
Quisiera decirte más cosas, pero no puedo. Me arriesgué mucho con lo que te dije cuando nos despedimos, pero no me arrepiento de decir la verdad. Esto es una maldita tortura...
En fin, dejé comida en la despensa, algunas de tus cosas favoritas. Creo en ti."
Mi princesa guerrera... se siente una eternidad desde la última vez que me dijo así. No entiendo el penúltimo párrafo, por más que intento, no puedo entenderlo con exactitud, ¿qué pasó?
Trato de recordar las últimas palabras que me dijo: —Él... estoy... hechi...
Estoy hechi... Hechizado. Esa es la palabra. Le pusieron un hechizo, pero ¿por qué? ¿Quién lo hizo? ¿Quién es Él?
Por eso, cuando trataba de pronunciar esas palabras, parecía que le dolía, porque en verdad lo hacía. Cuando alguien tiene algún hechizo, no puede decir quién se lo puso. Entonces, ¿por eso su cambio de actitud repentino? ¿Por eso todos los planes que hicimos los hizo a un lado? ¿Por eso su indiferencia?
Lo juzgué mal todo este tiempo. Ahora todo tiene sentido, pero ¿quién fue el que le hizo esto? Las personas como nosotros pueden aprender hechizos, aunque nunca serán tan poderosos como son los hechizos de los Hechiceros de nacimiento. Yo solo conocí a un Hechicero, pero es imposible que nos haya hecho esto...
Observo la hoja una vez más y apenas noto que tiene unas gotas de sangre seca. No... Dalton no está bien, no lo está. ¿Cómo podré estar tranquila si él no está bien? Cuando desobedeces un hechizo, hay consecuencias.
No te alteres, Zafiro, mantén la calma y piensa. No puedo ir a buscarlo, no cuando ya empecé esto, pero sí debo esforzarme al máximo para que todo este proceso sea más rápido.
«Dalton es inteligente, estará bien —me digo, tratando de convencerme.»
Miro la carta una última vez. "Algunas de tus cosas favoritas", esa frase significa algo más.
Salgo de mi habitación y me dirijo con presura a la cocina.
Reviso la despensa, pero no encuentro nada fuera de lugar.
—Un momento —dije, sosteniendo en mi mano una caja de cereales—. Yo odio este cereal.
Ignoraré el hecho de que estoy hablando sola para concentrarme en esto. Al abrir la caja, no había cereales, sino un libro y no cualquier libro. Es el libro donde está almacenada toda la información sobre las personas como yo. Este libro es sumamente valioso e importante. Dalton quedó como el dueño legítimo de este libro, su anterior sucesor se lo entregó a él, es su responsabilidad. Debía llevarlo con él y lo dejó por mí...
Regresé a mi habitación en busca de mi mochila, tengo que guardar el libro y la carta en un lugar seguro.
Cuando estaba por guardarlos, me percaté que dentro de mi mochila había hojas, muchas hojas silvestres. Frunzo el ceño, no recordaba haber guardado hojas.
Reviso toda la mochila, pero no parecía haber nada fuera de lugar aparte de las hojas. Mientras sacaba las hojas, recordé que cuando estábamos en el bosque había guardado unos arándanos que ya no están.
Abrí el libro y busque rápidamente la página que necesitaba.
—No puede ser —exclamé cuando terminé de leer—. Necesito hablar con ellos ahora mismo.
Guardé las cosas en la mochila y la oculté. Salí de la casa sin saber en qué parte buscar a los chicos, ¿dónde encuentro a seis adultos jóvenes que llevan tiempo encerrados sin ningún tipo de diversión? La respuesta era obvia, en el bar del pueblo.
Ahora me arrepiento de haberlos dejado salir.
¿Tienen teorías? Me encantaría leerlas 🥰.
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