Capítulo 4: Plan de escape
Blake me durmió de nuevo para no levantar sospechas, y bueno, también porque me gané el título de peligrosa.
Está vez cuando desperté, estaba acostada en una cómoda cama. Sinceramente, no tenía ganas de levantarme, estaba tan cómoda, pero hoy es el día.
Me estiré observando el lugar. Me encontraba en una habitación pequeña con una cama individual, una peinadora, una mesita de noche y un armario. También había dos puertas. Nunca había tenido un cuarto tan lujoso, aunque no considero este lugar como mío. Me dirigí al armario y me lleve una sorpresa al encontrar algo de ropa que parecía de mi talla, agarre dos prendas y me dirigí a la puerta que supuse era la del baño. Necesitaba bañarme con urgencia.
Al entrar, lo primero que me recibió fue un espejo. Quedé sorprendida al ver mi reflejo. Llevé mi mano a mi mejilla en donde ya no hay rastros de que en algún momento hubo un moretón allí, solo conservo una pequeña cortada en el labio. Levanto mi camisa dejando al descubierto las vendas que tengo en toda esa área, respiro hondo y las retiro.
No sé que me dió esa mujer, pero es en pocas palabras sorprendente.
[...]
Bajé las escaleras. Estoy otra vez en la enorme casa en la que desperté cuando me trajeron, vi a todos reunidos en la sala y me dirigí hacia ellos. Mis ojos se toparon con los de Blake.
—Muy bien, eso es todo, chicos. Empaquen lo que les parezca necesario; tienen 15 minutos. Los estaré esperando aquí.
Todos se alejaron viéndome de reojo, yo, por mi parte, no les presté mucha atención y me dirigí a la cocina para prepararme algo. Al entrar, me encontré con el chico de bonitos ojos grises.
—Tu cara se ve mucho mejor —le digo.
—Logré convencer a Blake —me dice llevándose una manzana a la boca para darle un mordisco.
—Eres increíblemente insistente —le dice Blake entrando en la cocina.
—Y encantador —responde él.
—¿No deberías estar guardando tus cosas? —le pregunta ella, ignorando su comentario con una pequeña sonrisa en el rostro.
—Ya voy, mamá —le dice rodando los ojos. Me mira una última vez y sale de la cocina.
—Parece que te la llevas bien con ellos —le digo. Ella solo sonríe—. Necesito mi mochila.
—Ya está en tu habitación —antes de que me durmieran para traerme aquí se la pedí, ¿en qué momento la dejo en la habitación?
—¿La abrieron? —pregunto.
—Lo intentamos, pero no lo logramos —sonreí hacia mis adentros viendo su confusión. Llevé una cucharada a mi boca del tazón de cereales que me había preparado mientras ella me observaba—. Zafiro, en este momento las cámaras están apagadas.
—Bien, ¿qué planeaste? —pregunto mirándola con una ceja enarcada.
—Logré modificar algunas cosas sin levantar sospechas, como las esposas. Estoy segura de que podrás liberarte de las tuyas. Uno de mis soldados estará en la puerta, Miller, deben hacer que entre sin que parezca que los está ayudando. El vehículo tiene cámaras, así que tendrás que noquearlo. Te pido seas cuidadosa —me dice con severidad—. Les pondré una pequeña dosis de sedante; tardarán un poco en despertar, pero les dará tiempo de escapar si se apresuran —no me gustaba la idea de estar sedada.
—Yo ya hice mi parte —le recuerdo. Antes de ser traída aquí, me reuní con sus soldados—. La seguridad de tus hombre y la tuya está garantizada —Blake se mira la mano asintiendo—. Espero que cumplas con todo lo que me estás diciendo. Recuerda que sé dónde está tu hija, y yo puedo llegar a ser peor que Thornfield —digo más amenazante de lo que me gustaría.
—Soy una mujer de palabra —responde con dureza. Por su mirada sé qué me pasé un poco, pero no soy de pedir disculpas.
—¿Por qué nos ayudas? Sé que no estás de acuerdo con esto y que estás aquí bajo amenaza, pero aún así...
—Le tengo cariño a los chicos, no es justo lo que les están haciendo —es una respuesta muy simple a mi parecer.
—Bien, espero que no me falles. Ahora, si me disculpas, iré a guardar unas prendas que llamaron mi atención —en realidad era una pequeña excusa para alejarme de ella. Iba directo a las escaleras cuando Blake me llamó, volteé a verla.
—Antes me gustaría preguntarte algo.
—¿Qué quieres? —me dio una mirada que entendí al instante—. No pienso decirte nada sobre mis habilidades, sé que tú trabajo se basa en esto, pero no puedo ayudarte con ello. Estoy muy agradecida de que me estés ayudando, pero recuerda la razón por la que lo haces —le di una mirada dura y subí las escaleras.
[...]
Había terminado de guardar unos enlatados y unas cuantas prendas cómodas que eran de mi talla cuando tocaron la puerta.
—Oye, ya nos vamos —me informó Amatista, recargada en el umbral.
Agarré mi mochila y me dirigí hacía la salida de la habitación, pero Amatista me detuvo antes de salir.
—No sé qué rayos está pasando, pero si esto es una trampa, estoy segura que tiene que ver contigo y no te gustará saber lo que puedo ser capaz de hacerte.
—Si no quieres ir, entonces quédate, hice un gran esfuerzo para poder llegar hasta aquí y hacer que nos sacaran —le digo en voz baja, pero amenazante—. No voy a dar más explicaciones, y te aseguro que no quisieras enfrentarte conmigo. Ahora apártate, que necesito pasar —sé que fui algo tosca, pero tengo la cabeza hecha un lío y no voy a estar soportando su pésima actitud.
Me miró disgustada y un poco sorprendida, tardó unos cuantos segundos en hacerse a un lado para que yo pasara.
Estando en el pasillo, pasó por mi lado chocando su hombro con el mío a propósito y bajó las escaleras rápidamente, dejándome atrás.
Negué con la cabeza bajando las escaleras, ya era la tercera vez que bajaba ese día y, por suerte, la última.
Cuando llegué a la sala, ya estaban todos, pero mi mirada se posó inmediatamente en aquel chico de aura magnética. ¿Cómo es que todavía no sé su nombre?
Blake se interpuso en mi camino robándose mi atención.
—Ya es hora de sedarlos —me dijo algo asustada, hasta entonces se había mostrado muy segura, pero entiendo el porqué de su miedo. Algunos de los chicos nos miraron con curiosidad.
—Disimula tus nervios si no quieres que nos descubran —le dije entre dientes—. Espero que cumplas con tu palabra —puse una mano en su hombro y lo apreté un poco—. No sabes cuán agradecida estaré contigo, y... disculpa mi comportamiento —le dediqué una pequeña sonrisa mientras me alejaba de ella.
—¿Ya está todo listo, Blake? —preguntó Thornfield entrando en la casa.
—Falta sedarlos, señorita.
Thornfield, al ver que Blake no se movía, enarcó una ceja. Blake se apresuro a agarrar una jeringa y acercarse a Daykon. Él la miro nervioso, pero se dejó poner el sedante. Unos soldados se acercaron a él para llevarlo al vehículo en el que nos van a transportar, así siguió con los demás.
Daylen estuvo un poco renuente a que lo sedaran, porque al parecer le tiene miedo a las agujas, pero al final accedió.
Llegó mi turno, me acerqué a Blake, le dediqué una última mirada y dejé que me sedara.
[...]
Al abrir los ojos, ya estaba en el vehículo especial. A pesar del sedante, no estoy tan desorientada como pensé. Sin embargo, sentía que me faltaba el aire, tal vez por la ausencia de ventanas o por un efecto del sedante. Frente a mi hay una rendija por la que entra algo de aire, pero no me parece suficiente.
Miré a mis compañeros; todos estamos esposados. Parece que ellos llevan un poco más de tiempo despiertos que yo. Se ven extrañados y sus miradas están fijas en mí.
Cerré los ojos para concentrarme y poder oír mejor. Lograba escuchar la respiración del agente que se encuentra vigilando la puerta por la parte de afuera, pero no podía escuchar la del que maneja o la del que lo acompaña. Supongo que es algo especial del vehículo.
Sabía que había otros vehículos iguales a este, lo que conlleva a que también haya varios agentes. No iba a ser fácil, lo sabía, pero estoy segura de que los chicos y, sobre todo yo, podremos con esto.
Mis manos están metidas en unos... ¿guantes de metal? No estaba segura, pero eso parecían. Utilicé mi habilidad y cedieron con un poco de dificultad. Todos me miraron asombrados. Flexioné mis dedos unas cuantas veces.
—Necesito que alguno de ustedes haga un escándalo para que el agente que está afuera abra la puerta y entre a ver qué pasa —dije en un tono de voz bajo para que solo me escucharan ellos.
—¿Qué clase de escándalo? —me preguntó Daylen, es el que se encuentra más cerca de la puerta.
—Cualquier cosa, solo necesito que el agente entre.
—¡Ahhhh! Una araña muy grande de dos cabezas, auxilio, ¡auxilio! De seguro se escapó de alguno de los otros sectores y no se dieron cuenta —gritó Daylen lo suficientemente alto para que el agente de la puerta lo escuchara. Definitivamente no debí decirle que dijera cualquier cosa.
El agente entró con su arma en mano, pero nos dio la espalda para cerrar la puerta. Cuando volteó nuevamente hacia nosotros, le lancé con fuerza en la cabeza un extintor de fuego que había en una de las esquinas del vehículo. Cayó inconsciente al suelo. Espero no haberlo golpeado tan fuerte, pero sé que el golpe se vio más que realista.
¿Ya habrán visto por las cámaras lo que está pasando aquí? Sacudo la cabeza, no debo perder mi tiempo pensando en eso.
Usé mi habilidad para acercar las llaves que colgaban de su cinturón hacia mí, así como lo había hecho hace unos segundos con el extintor de fuego. Procedí a quitarme las esposas de las muñecas y las de los tobillos. Al terminar, me acerqué a Daylen para ayudarlo con las esposas de él, luego le entregué las llaves para que ayudara a los demás.
Me acerqué a la rendija. Estábamos en carretera; no parecían circular otros vehículos aparte de los especiales de la sede. A lo lejos se veía un bosque, era el momento ideal.
Les hice una seña a los chicos para que agarraran sus cosas y se acercaran. Volteé y me concentré en la rendija usando mi habilidad. Vi cómo se iba expandiendo hasta quedar una abertura lo suficientemente grande para que pudiéramos salir.
—No entiendo qué está pasando —dijo una de las chicas.
—Sé que deben estar confundidos, pero no tendremos otra oportunidad como esta —dije, sintiéndome un poco agitada por el esfuerzo—. Es evidente que no confían en mí, apenas me acaban de conocer y lo entiendo, pero no creo que se nos presente otra oportunidad así —hice una pausa para mirar a cada uno—. Sé que todos quieren ser libres otra vez.
Miraron el exterior y luego a mí. El primero en dar un paso hacia mí fue Daykon.
—No te conozco, pero siento que tus intenciones son buenas, así que iré contigo —le dio una mirada a los demás. Ellos lo miraron por unos segundos que me parecieron eternos y le dieron ese asentamiento de cabeza que tanto estaba esperando.
Están confundidos y lo entendía. En la mirada de algunos pude detectar miedo y desconfianza, mientras que en la de otros, determinación. Pero todos tenían esa pizca de esperanza. Se iban a ir conmigo.
—Amatista, toma el arma del agente —ella se agachó y la tomó. Algo me dice que sabe cómo usarla—. Necesito que alguno de ustedes saque a ese agente del vehículo. Es un tal Miller.
—¿Es Miller? —preguntó el ojos grises. Asentí—. Vale, yo lo sacaré.
—Voy a detener el vehículo. Al salir, necesito que corran lo más rápido que puedan hacia el bosque —me asomé un poco e inspiré hondo. Desde donde estoy no puedo ver muy bien los otros vehículos, pero sé que uno se encuentra delante y el último casi al lado del que ocupamos nosotros.
Toqué los costados del vehículo y fui extendiendo una barrera alrededor de él para detenerlo. Esto era agotador para mí, pero no podía rendirme. Cuando logré detenerlo, el vehículo de al lado también se detuvo con unos pocos segundos de diferencia, pero no por mí.
Los chicos se bajaron a una velocidad impresionante con la ayuda del chico cuyo nombre desconocía y corrieron en dirección al bosque.
Logré escuchar los seguros siendo quitados de las armas y a los agentes bajándose del vehículo de al lado. Al caer en el asfalto, Amatista y Daykon se acercaron a mí.
—Yo me encargaré de los demás, encontraré un buen lugar. No tarden mucho, los estaremos esperando —dijo el chico de aura magnética cargando a Miller—. Lo dejaré en la entrada del bosque.
—Yo me quedaré con ellas. Encárgate de ellos, Darek —al Daykon decir eso, los tres se miraron y se dieron un asentimiento de cabeza.
Darek, ese es su nombre. Me parece haberlo... No, no era tiempo para pensar en otra cosa. Darek se fue alejando rápidamente con los demás.
Un agente se acercó y lo retuve. Nos íbamos alejando en dirección al bosque cuando empezaron los disparos. El sonido era ensordecedor para mí. Escuché un grito a lo lejos y me aterre al saber que provenía de alguna de las chicas.
—¡Imbécil! —exclamó Amatista, llevándose la mano en la que no sostenía el arma a su brazo; también le habían disparado—. Tú te lo buscaste.
Empezó a dispararle en lugares estratégicos a los agentes que se iban acercando mientras nos seguíamos aproximando al bosque. El otro vehículo se detuvo y, con la fuerza que todavía tenía, le lancé el vehículo que retenía a ese. Ya no me quedaban suficientes fuerzas para hacer algo con el vehículo que quedaba.
Daykon sacó una granada que supuse le quitó al agente inconsciente. Nos hizo una seña; la iba a tirar. Cuando la lanzó, antes de que cayera, la encerré en un campo de energía específico para que al explotar sonará con más intensidad. Los agentes, al ver la granada, se fueron alejando y, con la poca fuerza que me quedaba, nos encerré en una burbuja de protección.
A pesar de habernos protegido con la burbuja, el impacto de la granada nos mandó lejos. Era mucho más potente y mortífera que una granada normal.
Mi cuerpo impactó contra algo duro. Escuchaba un pitido ensordecedor, pero no tan fuerte como debería estar siendo para los agentes. Sabía que no logré hacer la burbuja de protección tan bien como debería, pero esperaba que nos hubiese protegido lo suficiente.
¿Daykon y Amatista estarán bien? ¿Los demás lo estarán? Tenía la vista nublada, un olor a sangre invadió mis fosas nasales. Iba a perder la consciencia. Escuché pasos a mi alrededor, pero ya no pude saber de quiénes eran...
DrK
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