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Capítulo 27: ¡No seas idiota!

—¿Entonces nos vamos?

—Sí, empacaremos lo más importante y nos iremos por la mañana —dije—. Al menos que alguno no quiera ir conmigo —saque a relucir esa duda.

—Todos iremos contigo.

—Bien —asentí—. Entonces no tenemos tiempo que perder. El viaje es largo, saldremos mañana con la esperanza de llegar antes de quedarnos sin el efecto de las cápsulas.

—¿Y si nos quedamos sin el efecto antes de llegar?

—La organización nos encontrará y habrá un enfrentamiento. Si queremos ser libres nos tocará luchar contra ellos —la idea no me desagradaba tanto como debería. Sacudí la cabeza—. Además, si Dedrick logró encontrarnos algún otro agente que ande por ahí también podría.

—Lo dudo —respondió él cruzado de brazos—. Yo fui uno de los pocos agentes que logró salir ileso, más que nada debido a que mi misión no era la misma que la de ellos —pensó un momento.

»Me encontré unos pocos agentes mientras les seguía el rastro, pero me libre de ellos. Dudo que se encuentren con alguno, al menos que pasen por el bosque por dónde pasaron anteriormente —me miró.

—No pasaremos por allí —aclare—. Guarden armas en sus mochilas; pistolas, municiones y cuchillos, son las cosas con las que contamos. Comida, agua, suministros de primeros auxilios, ropa cómoda, abrigos y las colchas de dormir —miré a las chicas—. No olviden llevar sus gemas. Yo me encargaré de lo demás.

Me fui alejando por el pasillo en dirección a mi habitación para preparar las cosas, pero a mitad de camino me acordé de algo y di media vuelta.

»Mañana temprano antes de irnos quiero hablar contigo en la sala de entrenamiento —dije mirando a Dedrick.

***

Revisé una vez más mi mochila: El libro, ropa, enlatados, botella de agua, armas, un poco de dinero que esperaba nos durará lo suficiente, mi colcha de dormir, un repelente, algunas vendas, cremas y pastillas. Sostuve mi collar en la mano indecisa si guardarlo o ponermelo, al final decidí ponermelo.

Me dirigí a la sala de entrenamiento sin asomarme a la sala para saber que hacían los chicos, lo más probable es que siguieran durmiendo. Es muy temprano todavía.

—Puntual, me gusta —dije.

—¿De que quieres hablar, preciosa?

—Solo quiero hacerte una prueba rápida. Todos hemos entrenado bastante tanto con armas, combate y las habilidades para dominarlo lo suficiente. Algunos están preparados más que otros, debo admitirlo. Tú estuviste en sus instalaciones ¿Tienes algún conocimiento de algún aparato que no nos deje usar nuestras habilidades contra ellos? Me preocupa un poco que alguno de ellos no se pueda defender sin su habilidad.

—Nunca escuché de algo así —frunció el ceño pensativo—. Dudo que posean algo de ese tipo, no podrían desarrollarlo sin tener a alguno de ustedes con sus habilidades ya desarrolladas para estudiarlos lo suficiente como para lograr hacer un aparato de ese estilo.

—Bien, formaste parte de sus agentes por lo tanto debes estar bien entrenado.

—Soy mejor que todos esos idiotas, preciosa.

—Espero sea así, si llega haber un enfrentamiento te quiero luchando con nosotros así digas que no tienes habilidades. Podrías ayudar a Émeraude, no está lo suficiente preparada. Amatista se puede defender bien sola —aclare.

Asintió.

»Ahora, me gustaría ver qué tan bien entrenado estás, precioso.

Le di un arma con silenciador y con un chasquido hice que los maniquíes del fondo se movieran.

»Adelante.

Posición correcta, seguridad, puntería casi perfecta.

—¿Eso es todo lo que tienes, preciosa?

—Eres un engreído —rode los ojos y le pase unos cuchillos—. Vamos a ver si con esto eres igual de bueno.

Ya no se veía tan seguro como antes, pero sigue conservando una puntería decente.

»Te mostraré como se hace —lo hice a un lado ocupando su puesto. En cuestión de segundos ya había insertado los cuchillos perfectamente en los maniquíes.

—Y me dices engreído a mi —dijo mirándome con una ceja arqueada—. Lo hiciste perfecto debo admitir, pero no es que vayamos a andar por ahí lanzándole cuchillos a nuestros contrincantes si contamos con armas —cambio la expresión a una pensativa—. Antes por entretenimiento tenía un juego con mi hermano dónde solía practicar puntería con estos —dijo haciendo girar un cuchillo que conservaba en la mano.

Luego lo lanzó a uno de los maniquíes más alejados clavándoselo justo en el corazón. Perfecto.

»Además en una batalla cuerpo a cuerpo con cuchillo o no ganaría —regreso a su habitual egocentrismo.

—Demuéstralo —alcé la barbilla mirándolo desafiante.

—No peleare contigo, preciosa.

—¿Por qué?, ¿Me tienes miedo? —frunció ligeramente el ceño, sonreí de lado—. Será sencillo —agarre la pistola y la puse un tanto lejos de nosotros—. El primero que la agarre y apunté al otro gana.

—Eso es muy senci...

No lo deje terminar le di un puñetazo en la mandíbula, me miró sorprendido por unos segundos luego cambio su expresión a una suspicaz.

Le hice un ademán para que se acercará y así empezamos a luchar.

Golpe por aquí, golpe por allá, esquivo y atacó.

—¿Sabes quién enseño a Amatista a pelear? —dijo pasándose una mano por el pelo.

—Tú —dije respirando aceleradamente.

Es muy bueno peleando, pero yo ganaría.

»¿Por qué tienes ese vendaje en tu brazo? —no pude evitar preguntar. Desde que llegó lo tiene y no lo he visto sin el.

—Que curiosa eres —dijo simplemente sin responder mi pregunta.

En un movimiento rápido con ayuda de mis piernas lo tire al suelo, pero no fui lo suficientemente rápida porque me agarró del tobillo y me tumbo con él. Intenté zafarme pero me arrastró hacia dónde él estaba.

Estuvimos forcejeando y rodando por el piso un rato, hasta que logré inmovilizarlo.

—Está es una posición muy comprometedora, preciosa —dijo jadeando, me sonroje sin poder evitarlo.

Tiene razón, estoy a horcajadas sobre él sosteniendo sus manos por encima de su cabeza. Zafe un poco el agarre y el aprovecho para sentarse todavía conmigo a horcajadas. Me miró con un brillo raro en sus ojos.

—¿Que haces? —susurré.

—Nada —susurro, ladeo la cabeza mirándome a los ojos. Fruncí ligeramente el ceño confundida y nerviosa a partes iguales.

En un movimiento que no me esperaba para nada acercó sus manos a mi cintura y empezó a hacerme cosquillas.

Me retorcí hasta caer al piso, pero él no se detuvo.

—¡Dedrick, ya! —grite sin poder evitar reírme—. ¡Odio las cosquillas!

—Lo sé, detección de debilidades, princesa —me guiñó un ojo el muy descarado.

Cometió el error de distraerse y aproveché esa distracción para golpearlo con mi rodilla en el estómago. El golpe no fue tan fuerte, pero si lo suficiente para alejarlo de mí. Rodé lejos de él, me puse en pie y con mi habilidad lo suspendí en el aire.

—¡Nunca más en tu vida vuelvas a hacer eso, Dedrick Morley!

—Vale, vale —dijo con voz ahogada alzando las manos en señal de rendición, luego frunció el ceño—. ¿Cómo sabes mi apellido?

—No lo sé —dije confundida—. La conexión —me encogí de hombros con indiferencia.

»Lo que hiciste fue trampa.

—En la guerra y en el amor todo se vale, preciosa —sacudí la cabeza—. ¿Me vas a bajar?

—Claro —en un rápido movimiento cayó de bruces contra el suelo.

Corrí hacia dónde estaba la pistola y me acerqué apuntandolo.

»Fue sencillo, ¿No? —dije haciendo referencia a lo que él dijo minutos antes. Me miró con mala cara.

—¿Zafiro, que haces? —escuche una voz alarmada a mis espaldas.

Giré levemente la cabeza hacía la entrada y vi a Émeraude mirándome con precaución, al igual que los demás.

La escena se veía muy mal; los dos golpeados, despeinados, sudados y agitados, él tirado en el piso y yo apuntandolo con una pistola.

—No es lo que par...

La pistola. No tenía el seguro. Se disparó sola. Mierda.

Del asombro la dejé caer al piso, retrocedí unos pasos y me quedé inmovilizada.

Émeraude paso por mi lado acercándose a gran velocidad hacía Dedrick siendo seguida por Amatista. Los demás las siguieron, Darek y Daykon se quedaron cerca mirándome con precaución.

—¿Dónde está la bala? —escuché la voz lejana.

Salí de mi entumecimiento y me dirigí con largas zancadas hacia ellas. Me agaché junto a Dedrick.

—¡Dedrick, no seas idiota! —lo agarre por la camiseta y le metí una bofetada.

Todos me miraban estupefactos. Parecía una loca, lo sé.

—¡Zafiro!

—¿Que te pasa?

—¡Las balas son de salva! —dije en mi defensa, luego resonó una risa en toda la sala.

—Oh, eres un completo idiota —dijo Amatista poniéndose en pie y alejándose de él.

—Hay cosas que nunca cambian —dijo sentándose sin parar de reír—. Cómo el que te preocupes por mí —ella le dió una mirada cargada de resentimiento.

—Me hiciste parecer una loca —lo solté sin dejar de mirarlo mal.

—Tal vez lo estás —esbozó una sonrisa cínica, rodé los ojos.

—Tal vez él no está equivocado —dijo una voz que no provenía de ninguno de los presentes en un susurro casi inaudible.

Me puse en pie.

—Es hora de irnos —me dirigí a la salida con escalofríos—. Déjame en paz —le dije a lo que sea que estuviera molestándome.

***

—Con ustedes dos golpeados sí que pasamos desapercibidos —comento Daylen.

—Un grupo de jóvenes como nosotros no pasa desapercibido —resopló Amatista.

—Esperemos que no llamen a la policía.

—En este lugar viven extranjeros, personas que están en el país ilegalmente. Preocuparnos de que llamen a la policía no es una opción, no les conviene. Hay excepciones si llega a pasar algo grave, claro —expliqué.

»Los habitantes de aquí se conocen entre todos, aunque no hablen entre ellos. A mí me reconocen, pero no les caigo bien, piensan que los jóvenes solo traen problemas.

—Tal vez sea así —dijo Dedrick.

—Lo dices como si fueras un viejo —Émeraude lo miro de reojo.

—Soy al menos dos años mayor que todos ustedes —dijo como si eso fuera algo de lo cual enorgullecerse.

—Un año y medio, idiota —Amatista rodó los ojos.

_Sigo siendo mayor.

Caminamos hacia las afueras del pequeño pueblo siendo seguidos por miradas recelosas de los habitantes y discusiones sin sentido por parte de nosotros.




Este capítulo da comienzo a la recta final de la historia 🥺... ¿Tienen alguna teoría de lo que pueda suceder?

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