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Capítulo 10: Yo nunca...

—Yo nunca nunca... —creo que no debimos dejarla elegir el juego—. Me he sentido atraída por ninguno de los que están aquí presentes —después de que Amatista soltó esa frase, el ambiente se puso algo tenso. En su cara no tardó en formarse una sonrisa, lo está disfrutando.

Muchos intercambiaron miradas. La primera en beber fue Jaspe, seguida de Daylen. Antes de esta confirmación silenciosa había notado que entre ellos sucedía algo, lo raro es que no parecen pareja. Daykon miró a Émeraude, pero ella no le devolvió la mirada. Se veía algo desilusionado cuando bebió de su vaso. Interesante. El siguiente en beber fue Darek. Por alguna extraña razón, mientras él bebía, sentí que me miraba, pero eso no tiene sentido, nos conocimos apenas hace unos días.

Émeraude, Amatista y yo fuimos las únicas que no bebimos.

—Yo nunca nunca he negado que me gusta alguien —dijo Daykon mirando a Émeraude.

Esto estaba pasando de ser un simple juego para entretenernos a ser algo más personal. Por una parte, me gustaba la idea, es una oportunidad para conocer más sobre ellos, por otra no tanto.

El único que no bebió fue Daykon.

—Yo nunca nunca me he emborrachado.

—¿Es en serio, Darek? —preguntó Amatista sin creerselo.

—Nunca me interesó estar bajo sustancias psicotrópicas.

—¿Y la nicotina? —pregunté sin poder contenerme.

—Eso es diferente...

—Claro —rodé los ojos mientras bebía de mi vaso.

Todos bebimos excepto Darek.

—¿Daykon?

—El día que cumplí los dieciocho, Blake me regaló una botella. Dijo que tenía que vivir la experiencia —aclaró Daykon, algo apenado por el asombro de Jaspe.

—Mi querido hermano Darek, eso de no emborracharse cambiará hoy —dijo Émeraude, animada bajo los efectos del alcohol.

—Lo dudo.

—Eres un idiota —le respondió Émeraude desordenándole el cabello—. Yo nunca nunca me he hecho un tatuaje —cuando los que teníamos que beber lo hicimos, añadió—. Deben mostrar el tatuaje.

—¿Es en serio, paliducha? —se quejó Amatista, mostrando su brazo derecho.

—Parece un tatuaje de esos que te harías en la cárcel —dijo Daylen con una mueca de desagrado mirando el tatuaje—. Al menos es pequeño, eso lo hace ver pasable —Amatista se acercó a él para darle un golpe en la cabeza con su mano—. ¿Por qué siempre eres tan agresiva?

El tatuaje esta casi en su hombro. Es un pequeño corazón llameante con dos espadas cruzadas. No está mal.

—El mío sólo es un número —dijo Darek mostrando su muñeca.

El número es el 448. ¿Qué significado tendrá para ellos su tatuaje?

Observo mi mano. Al costado de mi muñeca se encuentra un pequeño tatuaje. Siempre piensan que son gotas de agua, pero es más que eso. Sangre azul. Desearía poder arrancarme ese pedazo de piel para no ver ese tatuaje nunca más en mi vida. Solo trae malos recuerdos.

[...]

Y así pasamos varias ¿horas? Ya ni sabia cuánto había pasado desde que empezamos este juego.

—Yo nunca nunca... he matado a alguien —todos lo miramos con una ceja enarcada—. No me juzguen, ya no sé qué decir. Llevamos rato jugando esto y me quedé sin ideas.

—Deberías reformular lo que acabas de decir, amigo —dijo Amatista—. Estoy segura de que ese soldado que moliste a golpes no sobrevivió, a menos que lo hayan llevado a un hospital, lo cual dudo —Daylen quedó pensativo con sus palabras.

—Yo nunca nunca me he arrepentido de matar a alguien —Amatista parecía más complacida con eso—. Yo... nunca había matado a alguien antes de todo esto, al igual que ustedes, pero no me arrepiento si está muerto, y estoy seguro de que ninguno de ustedes se arrepiente de haber matado a alguno de esos idiotas inhumanos.

Concuerdo con eso, no me arrepiento, pero... el vaso que sostengo en mi mano tiembla o yo estoy temblando. Darek también se ve incómodo.

—No digas con tanta seguridad que ninguno de nosotros ha matado antes, un asesino podría estar entre nosotros —todos la miramos atónitos por sus palabras, ella suelta una carcajada—. Es broma, chicos.

—No es gracioso —respondió Jaspe con seriedad—. Y yo no puedo estar de acuerdo con eso. Nosotros no deberíamos elegir quién merece vivir y quién no, o qué vida vale menos.

—En esta sala, al parecer, eres la única que piensa así —le respondió Émeraude—. Respeto tu opinión, pero no la comparto.

—¿Y ese soldado que te golpeó? ¿Preferirías que este vivo? —le preguntó Daylen con algo de enojo en su mirada.

—Bueno... yo no lo sé. Supongo que merece un castigo por su acción, pero nosotros no somos quienes deberían dárselo.

—Supongo que eres de las que cree en que la ley hará justicia, pero no siempre es así. Aunque deberían ser lo mismo, no siempre lo son, la ley no asegura que habrá justicia. A veces la justicia debes hacerla tu mismo. De todo corazón espero que tú habilidad sea la de erradicar la parte mala que tenemos todas las personas  —le dije a Jaspe—. Es mejor no seguir con este juego —bajo la mirada de todos, me levanté, estiré y salí de la casa. Necesitaba aire con urgencia.

Sinceramente, estar en esta casa me deprimía. Recuerdo que cuando cuidaba el jardín, Aythiri me ayudaba en algunas ocasiones y a veces lograba convencer a Dalton de hacerlo también, pero él prefería observarme. Me decía chica de las plantas en aquel entonces, pasaba muchas horas en este jardín y ahora solo eran plantas muertas y grama seca.

—No sabía que había jardín, está tan muerto como la conversación allá dentro. ¿Tú...?

—¿Qué quieres, Amatista? —pregunté de mala gana.

—Solo quería hablar contigo —volteé a mirarla con una ceja enarcada—. Bueno, en realidad no, pero me dio curiosidad tu aptitud antes de decidir abandonar la sala.

—¿Y qué quieres? ¿Saber si maté a alguien antes de toda esta mierda?

—Sí —afirmó encogiéndose de hombros.

—No, tú lo que quieres saber es si maté a alguien que no lo merecía. ¿Crees que maté a alguien inocente? —le pregunté lentamente.

—¿Lo hiciste? —preguntó en lugar de responder.

Me encogí de hombros y bebí de mi vaso.

—No tengo por qué responderte, ¿tú lo hiciste?

—Yo tampoco tengo necesidad de responderte —bebió de su vaso, dándome la espalda para entrar en la casa.

Apreté con fuerza el vaso, el contenido se desbordó y deslizó con lentitud por mi mano. Odio esto que siento.

***

El dolor de cabeza que estaba sintiendo en este momento era fatal y la luz que entraba por la ventana no me estaba colaborando. Tenía dos opciones: pararme y cerrar la cortina que no entiendo por qué razón está abierta o seguir durmiendo. Obviamente, me iba a decidir por la segunda, pero algo o más bien alguien me hizo cambiar de opinión.

—¿Que haces aquí? —pregunté alarmada.

—Zafi...

—¿Por qué estás en mi cuarto? Peor aún, ¿qué haces en mi cama durmiendo conmigo? —no estaba precisamente durmiendo conmigo, en realidad estaba sentado en la orilla de la cama, pero no pude evitar alterarme, estaba empezando a hiperventilar.

—Zafiro, cálmate —dijo, cerrando los ojos un momento. Parece que acaba de despertar.

—Estaría un poco más calmada si yo no anduviera en ropa interior.

—Eso tiene una explicación. Anoche tú...

—Oh, mierda, ¿tú y yo...? —dejé la pregunta en el aire.

—¡¿Qué?! No, Zafiro. Yo no sería cap...

—Creo que voy a vomitar.

Intenté levantarme con rapidez, pero las sábanas y cobija que tenía encima me hicieron tropezar y caer al suelo. ¡Qué vergonzoso! Darek como el caballero que es no se movió de la cama. Cuando logré llegar al baño de la habitación, expulsé lo poco que tenía en el estómago.

—¿Estás bien? —le dediqué una mirada nada agradable—. Sé que es una pregunta estúpida —dijo rascándose la nuca—. Solo déjame explicarte lo que pasó.

—Dejaré que me lo expliques, pero primero me pondré algo de ropa.

Me enjuagué la boca, me dirigí a la silla del escritorio dónde había puesto mi ropa, pensando en si la ropa interior que traigo puesta es decente. ¿Por qué rayos pensé en eso? Agarré la primera camiseta que encontré y un short.

—¿Por qué te volteas si ya me viste en ropa interior? No seas idiota —le dije a Darek mientras me pasaba la camiseta por la cabeza.

—Yo...

—Mejor no digas nada, necesito saber cómo están los chicos antes de que me expliques esto —dije señalándonos a ambos. Me miró de una manera que no me gustó mucho— ¿Por qué me miras así? ¿Pasó algo más anoche? —por la mirada que me dio, supe que sí.

Me dirigí a la sala con Darek siguiéndome.

—Oh, por...

La sala y la cocina eran un auténtico desastre. Las sillas estaban tiradas por doquier, había vidrios en el piso al igual que comida, la mesa estaba volteada y sobre la encimera había platos y ollas sucios. No entendía nada, los chicos se veían igual de descolocados que yo.

—¿Qué pasó? —pregunté mirándolos uno por uno, al parecer ninguno tenía idea de lo que hicieron anoche.

Émeraude no paraba de mirarnos a Darek y a mí.

—¿Ustedes dos...?

—¡¿Qué?! No, no —dijimos Darek y yo al unísono.

Amatista puso su típica sonrisa de "le echaré más leña al fuego".

—Ya sé lo que vas a preguntar y siendo sincera eso es lo de menos. Además, ya dijimos que no pasó nada. Lo importante ahora es saber que hicieron anoche —dije cruzándome de brazos exasperada.

—Le moins? Une grossesse dans ces circonstances serait une source d’inquiétude. Je ne veux pas être tante et si je le faisais, je ne voudrais pas que tu sois ma belle-sœur! —dijo Émeraude caminando de un lado a otro. ¿Qué mierda dijo? Creo adivinarlo.

—¡Ninguno de nosotros puede procrear! —respondí alterada.

Todos me miraron al instante sorprendidos. Creo que no fue la mejor manera de decírselos.

—¿Qué? —preguntó Daykon saliendo del asombro.

—Es algo en nuestra genética, prometo explicárselos, pero ahora no es el momento. Necesito saber que pasó.

—Y yo que gastaba dinero en anticonceptivos —murmuró Amatista.

Todos intercambiaron miradas ignorando el comentario de Amatista y al final todas las miradas fueron puestas en Darek.

—Diré de manera breve lo que sucedió.

» A Daylen por alguna extraña razón, le pareció una buena idea agarrar las sillas del comedor y tirarlas. Mientras sucedía eso, Jaspe creyó que podía volar y empezó a hacer poses extrañas encima de la mesa, supongo que en algún momento se cayó.

—Con razón me duele la rodilla —escuché que murmuraba.

—Amatista decidió quejarse de todo por un buen rato, después pensó que podría tener las mismas habilidades que tú —volteó a mirarme—, ya imaginarán lo que intento hacer con los vasos y las botellas que rompió.

»A mi querida hermana le dio hambre y decidió hacer una pasta que no quedó nada bien. Intentó convencer a Daykon de que la probará, pero a pesar de su estado de ebriedad, decidió no probarla.

»Zafiro, antes de eso, se fue a dormir y yo me encerré en el baño porque estaba cansado de sus idioteces y me quedé dormido.

Sabía que lo último no era verdad, pero prefería no desmentirlo. Las chicas se veían muy avergonzadas, al igual que Daylen.

—Prefiero que no opinen nada al respecto, iré a tomar aire. Cuando regrese, espero que todo este desastre ya no esté y también que hayan hecho algo para almorzar —antes de salir, miré a Émeraude—. Por favor, no dejen que Émeraude haga el almuerzo.

Me sentía agobiada y mareada. Unos segundos después de salir, sentí la presencia de Darek a mi lado.

—No llevan ni una semana conmigo y creo que ya estoy fallando un poco con esto de guiarlos. Pensé que podría mantener bajo control toda esta situación, pero al parecer no.

—No pienses esas cosas, no son verdad.

—Fue mi culpa, no debí dejarlos salir solos anoche ni comprar esas botellas. Mira cómo están, en ese estado no puedo ayudarlos a descubrir sus habilidades, estamos perdiendo tiempo valioso. Además, esa salida por corta que fuera pudo haber salido muy mal. Soy una idiota.

Sentí cómo Darek me agarraba de los hombros y me volteaba para que lo mirara. Mi atención se perdió en su mirada.

—Las cosas no iban y no van a ser fáciles, Zafiro. Hubiese sido raro que después de estar tanto tiempo encerrados actuaran de maravilla e hicieran todo a la perfección. Todos estamos confundidos, preocupados o con miedo, no sabemos que va a pasar.

»La líder ahora eres tú, sé que es mucha responsabilidad sobre ti, pero te toca guiarnos y ayudarnos. Eso no quiere decir que las cosas que nosotros hagamos y elijamos sean tu responsabilidad, nada de lo que decidan hacer los demás es tu culpa. Son sus acciones, sus decisiones. No es tu culpa.

—Vale, sí, tienes razón —dije alejándome un poco de él, sintiéndome extraña—. ¿Qué pasó anoche?

Suspiró y desvío la mirada a sus manos.

—Dijiste que te sentías mal, que necesitabas dormir, decidí acompañarte porque no te podías mantener muy bien de pie. Al llegar a tu habitación, intenté abrir la puerta para ayudarte a entrar, pero no pude. Fue cuando me explicaste el porqué —hice una mueca. No quería que supieran que las habitaciones también tienen hechizos; eso les puede parecer sospechoso.

»Como tú ya habías entrado, decidí irme, pero quitaste el hechizo y me dijiste que podía entrar. Me negué, pero te resbalaste y entré a ayudarte. Cuando lograste mantenerte en pie por tu cuenta, empezaste a decir que tenías mucho calor, por eso la ventana estaba entreabierta, yo la abrí, tú... Bueno, ya sabes lo que hiciste —no pude evitar que mis mejillas se tiñeran de rojo—. Cuando te acostaste, empezaste a quejarte de que tenías mucho frío. Te pasé una manta.

Es algo que no le creería, pero conozco cómo soy borracha. Una vez recuerdo que le pedí a... una persona que me trajera un chocolate caliente para beber y cuando me lo trajo le dije que prefería algo frío.

»Decidí irme nuevamente, pero me dijiste que no me fuera, que no querías estar sola por las pesadillas —cerré los ojos y respiré hondo—. Así que me senté en la orilla de la cama a esperar que te durmieras para poder irme, pero me quedé dormido. Lamento eso —dijo algo avergonzado. No detecto mentiras en su relato, se ve sincero.

—¿No dije nada más? —pregunté algo nerviosa. Le creo lo que dijo, pero puede que haya omitido algo.

—No.

—Bien, voy a entrar y... gracias por las palabras.

Quería alejarme cuanto antes y no sabía el porqué o tal vez sí.

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