Capítulo 1: Dalton
No paraba de pensar en lo que me había enterado hace unas pocas horas y en el plan que hice a último momento con la esperanza de que saliera bien. Estuve así gran parte de la noche; ya era de madrugada cuando logré conciliar el sueño.
[...]
Al despertar, sabía que ya era la hora. Anoche habíamos dejado todo preparado, así que solo me alisté y salí del tipi. Dalton ya estaba listo; se está terminando de despedir de algunos habitantes de la tribu que nos acogió durante este tiempo. Me acerqué a él.
—Zafiro, por fin despiertas —me dedicó una sonrisa, esa sonrisa—. ¿Qué tal dormiste anoche?
—No pude dormir muy bien —hice una mueca de disgusto.
—Te entiendo —al poner su mano sobre mi hombro, sentí un cosquilleo y supe que él también lo sintió. Borró su sonrisa y alejó la mano con lentitud—. Deberías despedirte, iré a recoger las cosas que faltan —dijo mientras se alejaba. Sabía que era mentira, ya que anoche habíamos dejado todo arreglado y solo buscaba una excusa para alejarse, pero preferí no pensar en ello.
Volteé y ahí estaban la pequeña Alitzel y Aymara, la jefa de la tribu. Fueron con las que más conviví durante este tiempo y a las que más cariño les agarré. Odiaba las despedidas, pero es algo a lo que me he tenido que acostumbrar con la vida que me ha tocado llevar. Las iba a extrañar, pero es peligroso que Dalton y yo sigamos aquí y tenemos una misión que debemos cumplir.
Les di un abrazo a ambas. Al separarme, Aymara me hizo unas señas que no logré entender muy bien —del lenguaje de señas solo me sé lo básico y lo más importante—. Alitzel, al darse cuenta de que no entendía lo que Aymara trataba de decirme, decidió explicármelo.
—Timepontosahyik, Aklla. Chakiwitaki —durante el tiempo que estuve aquí, me enseñaron el significado de algunas palabras de su lengua (la cual está compuesta por el idioma de varias tribus combinado) y yo le enseñé a Alitzel hablar un poco de español—. Aklla, es importante que aceptes que tú eres una bakein y él es un baduake —dijo señalando algo detrás de mí. Al voltear, me di cuenta que se refería a Dalton—, pero tal vez no sea el único en tu vida, no lo olvides. Las nuyáhiara los acompañarán y les darán sabiduría en este viaje. Tu danoji te ayudará a tomar las mejores decisiones, confía en ella —cuando finalizó, le di un último abrazo a Aymara y también a Alitzel—. Te voy a extrañar, Zafiro.
—Y yo a ti, pequeña.
—Ya es hora de irnos, Zafiro —me separé de Alitzel, las mire por última vez dedicándoles una sonrisa algo melancólica y seguí a Dalton.
Mientras nos alejábamos, la tribu se despidió con un ademán. La noche anterior nos habían hecho una fiesta de despedida, la cual me había subido bastante el ánimo hasta que me enteré de la razón que no me dejó dormir y me tuvo divagando gran parte de la noche.
Llevábamos caminando un par de minutos cuando Dalton habló.
—¿Qué te dijo Aymara?
—Que nos encontraríamos luego y que íbamos a necesitar mucha fuerza y sabiduría durante este viaje —pateé una piedrita, un poco distraída—. También me dijo que tengo un alma grande y pura, que eso me ayudará a tomar buenas decisiones.
—En eso tiene razón —dijo sin mirarme. A diferencia de él, yo no estaba de acuerdo con eso.
—Dijo algo sobre que soy una bakein y que tú eres un baduake o algo así, no sé a qué se refiere —continúe—, también dijo que las nuyáhiara nos iban a acompañar en este viaje. Creo que es algo sobre los antepasados, no estoy segura.
—Baduake y bakein —repitió. Volteé a mirarlo y estaba sonriendo.
—¿Qué?
—Nada, Zafiro —no había dejado de sonreír.
—Sabes que significa, dímelo —le insistí y volteó a mirarme.
—Eres tan necia, de seguro Aklla significa "Chica insoportable".
—Claro que no —repliqué.
—Entonces dime su significado —arqueó una ceja con arrogancia. Sabía que no tenía idea de lo que significaba. Lo miré enfurruñada. Es consciente de que le pregunté a casi todos los habitantes de la tribu por su significado y que ninguno me dio una respuesta, por lo cual terminé pensando que solo es un apodo de cariño, sin ningún significado relevante—. Chica insoportable —dice riendo. Hago un ademán de golpearlo, pero me agarra de la muñeca. Estuvimos un rato mirándonos hasta que él carraspeó y apartó la mirada soltando su agarre en mi muñeca—. Sigamos.
Prefiero ignorar el hecho de que me duele un poco que siga con su indiferencia y seguir caminando.
Llevábamos caminando alrededor de una hora en completo silencio. Ya estaba empezando a hartarme cuando, de repente, Dalton paró de caminar y se quedó mirando el suelo unos segundos.
—No puedo seguir con esto, Zafiro.
—¿Seguir con qué, Dalton? —no estaba segura a qué se refería.
—Con esto, ya no puedo seguir fingiendo que no pasó nada. Sé que todavía no es el momento y que no debo hacerlo, pero ya no puedo seguir con esta indiferencia. Ya no puedo soportarlo más —se notaba su frustración. Volteó a mirarme—. Zafiro, yo...
—Espera —lo interrumpí, no es que quisiera, pero había escuchado algo a lo lejos—. Viene alguien, vienen varias personas.
—¿Qué? —frunció el ceño confundido—. ¿Quiénes?
Cierro los ojos tratando de concentrarme. Escuchó vehículos y un... helicóptero.
—Estoy segura de que vienen por nosotros, Dalton —lo miro preocupada y él me devuelve la mirada un poco confundido—. Tienes que irte.
—¿Qué? No, tenemos que irnos. Los dos, Zafiro.
—No, yo no. Tienes que irte tú.
—¿De qué hablas? Tenemos que irnos ambos.
—No nos va a dar tiempo, Dalton. Están demasiado cerca y, aunque ahora te sientas dispuesto, todavía no sabes controlarlo lo suficiente para que podamos irnos ambos sin que nos vean. Tienes que hacerlo tú sólo, yo los retendré.
—Podemos intentarlo, Zafiro. No te puedo dejar —no supe descifrar con claridad la mirada que me dedicó, pero reflejaba tantas cosas que me hizo sentir abrumada. El tono que usó para decir esa frase casi me hace cambiar de opinión y dejar de lado el plan que tenía por irme con él, pero no podía, ya había tomado una decisión.
—Ya están aquí, Dalton. Vete, por favor —le dije con tono de suplica.
Justo en ese momento se escucharon los neumáticos de un vehículo, seguido de otros tres. Cuando volteamos, ahí estaban, los responsables de que nos tuviéramos que haber ocultado durante todos estos años.
—Es mejor que no hagan nada raro y se entreguen por las buenas —dijo el hombre que al parecer estaba al mando de la operación, mientras nos apuntaban con armas.
—Ya sabes lo que debes hacer, Dalton —le digo en voz baja, mirando de reojo mientras me preparo para ejecutar lo necesario para que él se pueda ir.
—No, Zafiro, yo no...
—Tú sí, Dalton. Uno de los dos tiene que llegar y ese vas a ser tú —le dije mientras generaba rápidamente un campo de fuerza para retener a los agentes. Algunos, del asombro, dejaron caer sus armas—. Tienes que hacerlo ahora, Dalton. Sabes que no puedo hacer esto por mucho tiempo, van a venir más y lo sabes. Debes irte.
—Está bien —noté un brillo extraño en sus ojos mientras pronunciaba esas palabras resignado y con poca determinación. Ni siquiera se detectaba alguna emoción proveniente de su parte, como si fuera un robot. Tan pronto como ví ese brillo extraño, desapareció. Antes de marcharse, me miró directo a los ojos en el preciso momento en que llegaba el helicóptero—. Te amo, Zafiro, siempre lo he hecho. Perdón por no habértelo confesado esa noche, sentí que no tenía otra opción —se mantuvo en silencio durante unos segundos como si se estuviera debatiendo que decir a continuación—. Él... estoy... hechi... —no terminaba de pronunciar las palabras, es como si tratar de decir eso le causara dolor.
Negó con la cabeza y en ese momento ya no lo pude ver más.
Con lágrimas que me negaba a soltar me quedé mirando el lugar por donde había desaparecido Dalton. Me hubiese gustado decirle tantas cosas, pero las palabras se me quedaron atoradas en la garganta y todo paso tan rápido que ni tiempo me dio de procesar bien lo que me acababa de confesar o lo que yo estaba haciendo. ¿Qué quiso decirme?
Los del helicóptero empezaron a disparar en la dirección por la que se había ido Dalton, y no pude mantener por más tiempo la fachada de que estaba completamente segura de lo que hacía. Una lágrima resbaló por mi mejilla. Siento que estoy perdiendo el control de la situación. No sé si él sigue todavía cerca, y eso me está haciendo perder la concentración.
Al ver que planeaban lanzar un proyectil me quedé inmóvil.
«¿Qué hago? Tendré que usar toda mi fuerza»
Lanzaron el proyectil y lo paré en el aire a mitad de camino, una gota de sudor bajaba por mi frente. Estoy utilizando toda mi energía y concentración en esto, por eso ya no pude ser capaz de mantener por más tiempo el campo de fuerza y se desvaneció. Una bala me rozó el brazo y grité o eso creí, el sonido de los disparos me tiene aturdida.
Logré cambiar la dirección del proyectil haciendo que este impactará contra el mismo helicóptero. La explosión ocasionó conmoción entre los soldados, incluso en mí. Observo como el helicóptero va cayendo en cámara lenta en dirección a los vehículos. ¿Qué acabo de hacer?
Siento la presencia de alguien frente a mí, me da un golpe en la mejilla y caigo al suelo quedando de rodillas. No me siento con la fuerza suficiente para lograr defenderme en este momento.
—Esto te va a salir muy caro, niña. Acabas de asesinar a más de la mitad de mis hombres.
—Jefe Berrycloth, uno de los vehículos aún... —me río interrumpiendo la conversación.
—¿De qué te ríes, pequeña escoria?
—Berrycloth, ¿en serio? En español significa paño de bayas —me río más fuertemente ignorando el dolor que me produce hacerlo. Al parecer el cansancio me está haciendo decir estupideces.
—¿Te ríes de mí, pequeña escoria? —me agarra con fuerza del mentón obligándome a mirarlo—. Aprenderás a respetarme.
Recibo otro puñetazo, está vez al caer escupo sangre.
»Encárgate de ella.
Un soldado se acerca a mí y me pone un saco en la cabeza sujetándolo hacía atrás con fuerza. Siento como el aire me falta cada vez más. No puedo respirar, cada vez me es más difícil. Es inútil tratar de defenderme, me siento tan cansada...
AM AL
ZF DN
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