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6-Morir


Tellus temía que la paz entre los cuatro se quebrara, pero accedió a las peticiones su primogénito e hijo favorito y dentro de cada uno de los siete órganos de Neonis surgió vida en forma de animales, plantas y otros seres misteriosos.

Siguieron a Epify a esa cabaña. Argent estaba muy inseguro, odiaba las bestias. Sabía que el dragón bebe era uno doméstico de Hic Sunt, por lo que no le molestaba, pero el lobo y la comadreja le producían un enorme asco, especialmente porque gracias a los últimos sucesos sabía que no era capaz de enfrentarse a ellos, además a la comadreja se le ocurrió entrar a la serpiente. El chico se repetía que debía encontrar la forma de alejar a Epify de esos monstruos y sacarla de ahí.

—Bueno Argent, estos son mis amigos de Akatsa, menos la serpiente a esa la acabo de conocer —dijo Epify.

Argent notó que la serpiente, quien ya había despertado, miraba con molestia.

—Epi, debemos regresar a nuestro hogar, este lugar es demasiado peligroso —le dijo Argent.

Sabía que la chica era terca, pero realmente esperaba que lo escuchara.

—Epify no quiere ir contigo, ella prefiere quedarse aquí con nosotros —respondió el lobo, en lo que abrazaba por la espalda a Epify.

—Epify necesita los cuidados de Kahil para poder vivir, él es la única persona que puede mantenerla estable con su don de regeneración de tejidos, como se habrán dado cuenta sin la pastilla, su cuerpo llega rápidamente a un estado deplorable —argumentó Argent.

Tanok parecía listo para replicar, pero antes de que pudiera hacerlo Jouktai lo haló y le dijo que Argent tenía razón, por lo que debería calmarse, el lobo le hizo caso y se alejó de Epify.

—Creo que todos saben que lo importante aquí es mi opinión ¿verdad? –Epify dijo enojada —. Entiendo lo de necesitar a Kahil, no quiero morir de una forma tan patética, pero sé que la pastilla solo retrasa mi muerte, no tengo interés en pasar mis últimos días siendo una marioneta del consejo de dragones.

—Tampoco puedes quedarte aquí con estos mons... Con estas bestias —corrigió a último minuto para evitar más inconvenientes.

—Es aquí donde conocí la felicidad, es aquí donde crecí, es aquí donde encontré seres a los cuales amar, por eso es aquí donde deseo morir. —Epify dijo todo con calma como explicando algo elemental a un niño.

—¿Podemos hablar Epify? ¿A solas? —preguntó Argent incómodo.

—¡Imbécil! Crees que te vamos a permitir... —La boca de Tanok fue cerrada por la mano de Jouktai.

—Estas demasiado gritón, ya me duelen los oídos. Epify has lo que tú desees —dijo Jouktai con su mano sobre la boca de Tanok.

—Hablaré con él —informó Epify tras un suspiro —. Vamos, sígueme.

Epify subió a uno de los árboles y animó a Argent para que subiera y se sentara a su lado. Desde ese lugar se podía ver buena parte del bosque de Corfú, los árboles tenían colores amarillentos, tanto las hojas como las flores eran de ese color, cosa que maravillaba a Epify, por el contrario, el sotobosque tenía un color verde más común en las plantas.

—¿En serio no te importa morir? —cuestionó Argent.

—Si supieras que mañana vas a morir, ¿qué harías?

—Supongo que buscaría hacer realidad todos mis sueños con más velocidad.

—Pero eso no siempre es posible, si estas muriendo tienes limitantes, es un sinsentido tener sueños a largo plazo y no puedes hacer muchas cosas porque tu cuerpo no lo permite. El tipo de pensamiento que tienes es para aquellos que no danzan con la muerte a diario. Cuando la sientes cerca es imposible ignorarla, te centras demasiado en ese final inevitable, al punto que el tus sueños y deseos son respecto a ella, sea como recibirla o como evitarla, puedes intentar distraerte, pero siempre estará ese susurro en tu cabeza que no te deja en paz.

—Tú puedes salvarte, solo tienes que convertirte en dragón.

—Las posibilidades de vivir hasta eso son demasiado bajas, igual yo ya tengo claro cuál es mi mayor deseo, simplemente quiero morir de una forma en la que pueda estar satisfecha. Esa muerte solo la puedo encontrar rodeada de los que más amo.

—Pero ellos son bestias, son seres que solo saben causar caos y destrucción, casi matan a Dahlia, mi compañera —dijo Argent un poco sonrojado al mencionar el nombre —, mataron a la familia de Sunan. En Maat y en Hic Sunt siempre nos han dicho lo terribles que son.

—Para mí los vigías y humanos son más aterradores que las bestias, con las últimas al menos sé que si quieren atacarme lo harán de frente y no existirá un bueno o un malo, solo dos seres que por diversas razones chocan. En cambio, con los otros siempre seremos los malos y pueden apuñalarte mientras te abrazan.

—No todos son así.

—Puedo decirte lo mismo a ti.

—Yo te enseñaré a ver lo bueno de los humanos, puedes vivir en un lugar mejor que este mundo salvaje.

—No. Para aprender es necesario tener la copa del orgullo y el conocimiento vacía, la mía está llena de mierda, no soy capaz de aprender ni enseñar nada, solo vivo como aprendí, como me tocó para sobrevivir. Soy como la noctis, una mala hierba que crece en lo salvaje y es repudiada.

—Eso no es verdad, pero capto el mensaje... le daré una oportunidad a las bestias, vamos todos juntos a Salanti. Si estás con ellos no tendrás problema en volver, ¿verdad? Yo me encargaré de hablar con la bruja.

—Me van a castigar feo, pero es la mejor solución para prolongar un poco mi vida.

Al regresar encontraron a Jouktai y Tanok dentro del kogui, Tanok estaba curando a la serpiente quien había tomado aspecto humano, su piel era bronceada, su cabello castaño oscuro, sus ojos eran igual a los de su forma de serpiente, ámbar con pupila vertical.

—Hola, hemos hablado y llegamos a este acuerdo, es verdad que necesito regresar para prolongar mi vida, pero no me iré de aquí sin Tanok y Jouktai, ¿ustedes vendrían conmigo? —preguntó Epify.

—¿Qué hay de mí? Tanok y Jouktai me prometieron que, ssi loss llevaba hassta ti, me podría unir a Akatssa —la serpiente interrumpió.

—Supongo que también puedes venir si quieres, ya verán cómo se acomodan en el cuarto —dijo Epify sin darle mucha importancia.

—Yo hablaré con la bruja para que permitan a estas bestias estar en Salanti, pero pensar que los dejen quedar en la librería se me hace pedir demasiado. Debes tener en cuenta que a Sunan le aterran, debes ser un poco empática con él al respecto —interrumpió Argent.

El chico se sentía muy disgustado de tener que tolerar a esas bestias, pero era la única forma de lograr que aceptara ir. Con tal que Epify estuviera bien podía soportarlos.

—¿Dices que los mande a las afueras de la ciudad como si fueran animales? o ¿pretendes que paguen algún hotel? —preguntó Epify de forma irónica.

—Podemos quedarnos fuera de la ciudad, eso no es molestia. Usualmente dormimos en la intemperie, es mejor evitar los conflictos, queremos estar juntos y cuidarnos entre nosotros, el lugar para dormir, las comodidades y lujos son secundarios, no es como que en algún momento hallamos vivido en gran comodidad —dijo Jouktai.

Tras esa intervención todos aceptaron, Argent entendió que Jouktai era una autoridad para ellos. La devuelta se realizó en un dragón doméstico, que el glainne pidió prestado al consejo, similar a Snow, solo era un asio en vez de un puchellus. Era mucho más grande y en vez de pelo tenía pinchos, el temperamento de esos solía ser difícil, pero ese estaba bien entrenado.

Epify, Asper, Tanok y Argent montaban al asio, Epify cargaba al pulchellus en sus brazos y Jouktai podía volar manipulando el viento, por lo que se mantuvo a su lado todo el tiempo, aunque para poder usar su poder por tanto tiempo tuvo que hacerse un corte profundo en una mano. El pulchellus podía volar, pero como era un neonato, no fue posible pedirle mantener el ritmo por nueve horas seguidas.

—Argent, ya que estamos en buenos términos quiero preguntarte algo que me guardaba desde hace mucho —dijo Epify.

—¿Qué quieres? —dijo Argent, quien dirigía el dragón.

—¿Tu viste ese hombre? El que ataco Jade y logró burlar las barreras de Hic Sunt cuando éramos pequeños —preguntó Epify.

—Tu aún eres pequeña —comentó Tanok con burla.

—Me refiero en edad. Eso fue hace tres años. ¡Ya verás que un día creceré y te arrepentirás de todas las burlas a mi estatura! —refutó Epify.

—Como digas, cuando seas tan alta como una pulga me avisas —rio Tanok.

—Dejando de lado su discusión, respondo tu pregunta Epify —dijo Argent con tono de molestia —. Sí lo vi, entró a mi casa, mi madre al verlo, usó su don para enviarme lo más lejos que pudo, por eso terminé en Xibalbá, el mundo de los muertos. Mi madre fue asesinada por él. ¿Tú lo viste? —Argent devolvió la pregunta.

—Si, nunca había visto alguien igual, entró a mi casa y solo me dijo "Que miserable" y se fue. Que mal tengo que estar para provocar la lastima hasta de un terrorista. —Se quejó Epify.

—Me sorprende que no actuaras agresivamente, considerando como odias la condescendencia —dijo Jouktai.

—Me encantaría poder decir que no soy tan irracional como para meterme en peleas al azar, pero la pura verdad es que no pude. Cuando un animal se siente en peligro huye o ataca, en esa ocasión su presencia era tan aterradora que no pude hacer ninguna, quede paralizada, como un ratón ante una serpiente.

Grassiass, yo no como ratoness —refunfuñó Asper.

—No lo decía por ti, imbécil —contestó Epify —. El punto es que ese hombre da mucho miedo, por lo que me dijo la vieja, él es un gudariak de la antigua generación, su nombre es Dakai.

—Entonces es un enemigo que tarde o temprano tendremos que enfrentar —dijo Argent.

—Correcto.Si mi abuela y ese tipo son gudariaks de la antigua generación solo puedopensar, ¿qué clase de monstruos son los que tendremos que enfrentar? —dijoEpify mirando al cielo como si esperara una respuesta de este.

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