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5- Juntos

Neonis le dijo a Tellus que apreciaba a sus hermanas, pero que lo que realmentedeseaba era hijos. Seres a los cuales cuidar y amar. Criaturas que caminaranpor sus tierras, nadaran en sus mares y bebieran de sus ríos. Quería experimentar lo de una madre al amamantar a sus bebes.

Cuando abrió sus ojos nuevamente estaba en un kogui, acostada en un pedazo de paja, su cuerpo estaba cubierto por una enorme piel, aunque no logró identificar a qué animal pertenecía. Aún le costaba respirar, pero al menos el dolor era manejable, a su lado estaba Snow durmiendo enrollado, apenas se incorporó, el dragón se levantó y empezó a restregarse contra ella. Lo acarició mientras le decía palabras dulces para intentar calmarlo.

Vio entrar a alguien por la puerta y su sorpresa fue enorme cuando vio a Tanok, quería llorar y saltar para abrazarlo, pero el dolor no la dejaba, fue él quien la abrazó a ella, lo escuchó gimotear y sintió su hombro húmedo. Le devolvió el abrazo con fuerza, aunque por dentro sentía un enorme desagrado por el contacto, su don podía ser muy útil, pero sentir como propias las emociones de los demás e influenciar a otros con sus emociones era asqueroso.

Pudo sentir la desesperación de Tanok, no sabía porque sintió tanta angustia de perderla, no entendía por qué podía llegar a necesitarla tanto, si lo más probable es que el apego nacía de la falta de control en sus poderes, sumado un deseo involuntario de ser amada, no podía evitar usar su don de la misma forma que no podía evitar que su corazón latiera.

—Perro sarnoso y llorón, dame espacio para saludar a Epify, además sabes que a ella no le gusta que la toquen. —Jouktai haló por el huipil a Tanok.

El lobo se separó un poco y soltó una risa en lo que miraba a Jouktai.

—Si hablamos de sarnosos o pulgosos, tu no estas mucho mejor que yo. —Tanok soltó entre risas.

Jouktai movió la cabeza en negación, pero su sonrisa mostraba que no estaba enojado. Ella estaba muy feliz porque finalmente encontró lo que tanto anhelaba y pensó que no volvería a tener.

A Snow no le gustó que lo ignoraran, o que se acercaran tanto a su "madre", de un salto llegó hasta la cabeza de Tanok y le mordió la oreja para intentar alejarlo de Epify. Por un rato solo se reían mientras Tanok hacía lo que podía para soltarse del pequeño Snow.

—¿Dónde están los demás? —preguntó Epify en lo que Jouktai le ayudaba a sentarse.

El hombre se sentó frente a ella. Jouktai siempre fue mucho mayor que los otros, pero al ser una bestia, envejecía muy lento, por lo que su aspecto era el mismo que la última vez que lo vio. Sus facciones suaves, solo interrumpidas por una cicatriz horizontal en la nariz, al poseer un rostro tan delicado la cicatriz resaltaba como una pieza mal encajada en un rompecabezas.

—Los otros se separaron de nosotros cuando escapamos de la guerra de Manteiv, después de que te sacrificaras, luego de eso no los pudimos encontrar de nuevo—contestó Tanok en lo que lograba soltarse del pequeño dragón enfurecido.

Epify detallo a Tanok, tenía piel color aceituna, rasgos algo similares a los de un perro, nariz ancha, unos enormes ojos color miel, cabello negro y lacio, su rostro contaba con una cicatriz compuesta de tres cortes que iban desde la nariz hasta la mejilla derecha. Solía usar pintura de guerra para dibujar unas líneas rojas bajo sus ojos, su ropa seguía pareciéndose mucho a la que usaba en el pasado, el torso cubierto por un huipil de pieles, pantalones sencillos y pies descalzos. Lucía muy similar a la última vez que lo vio, solo que un poco más grande, debía tener unos quince años según los cálculos de Epify.

—¿Cómo puede ser eso posible? —preguntó Epify.

—Por lo que nos contaron, muchas bombas empezaron a caer por la zona, lo que forzó a todos a separarse. Parece que algunos fueron capturados nuevamente —explicó Jouktai.

—Tú también, ¿cómo es posible que finjas morir, para desaparecer por cinco años, y de la nada aparecer moribunda? —interrogó Tanok.

—Cuando me hirieron en la guerra de Manteiv, un dragón me llevó al país Hic Sunt, resulta que un antepasado mío es un dragón y para colmo soy un gudariak, viví allá algunos años, quise escapar, pero los cristales ilusia hacen casi imposible ingresar o salir, por lo que no pude venir. Hace un mes unos tipos se colaron y me secuestraron, los maté, pero me metí en problemas, me salvé de que me sentenciaran por ser un gudariak, aunque no lo sabía hasta ese momento.

Dragones quieren que yo pelee y gane en su nombre, para ello me llevaron a Salanti en Alaya, donde ya no habían cristales, en ese lugar empecé a planear mi escape y así fue como logré llegar hasta aquí.

—Entonces eres un gudariak, igual que yo y los gemelos —dijo Tanok.

—Si, lamentablemente, se supone que debemos matarnos, pero no es necesario, voy a morir pronto por una enfermedad, por ello no es necesario que luchemos. Mi fragmento es tuyo.

—¡¿Cómo es eso posible?! Se supone que los dragones celestiales son muy resistentes —exclamó Jouktai.

—No soy un dragón, soy un glainne, es decir un huevo de dragón. Como glainne puedo crear cristales y usar mi don, pero cosas como cambiar de forma, manipular la edad, el aliento, junto a la enorme fuerza y resistencia son cosas que no obtendré hasta ser un verdadero dragón.

—Supongo que, al ser los dragones celestiales tan cerrados al mundo, hay mucha información que ignoramos de ellos —dijo Jouktai, más para sí mismo que para los otros.

—¿Si te puedes transformar, te podrás curar? —cuestionó Tanok.

—Si, pero las posibilidades son muy bajas, no soy fan de las causas perdidas, prefiero rendirme y que tu ganes Tanok —dijo Epify —. Se me olvidaba, hay otros dos gudariak con los que convivía en Salanti, otro glainne que era de Hic Sunt, pero a causa de un incidente hace tres años se fue a Maat, para convertirse en viator, y un niño muy débil, hijo de unos cazadores.

—Si queremos ganar debo eliminarlos —dijo Tanok, a lo que Epify asintió.

—No creo que esa opción sea la óptima, primero deberíamos analizar las posibilidades, una muerte es algo que no se puede enmendar, igual que una piedra erosionada por un río nunca vuelve a ser la original, actuemos con mente más fría, no hagamos nada de lo que después podamos arrepentirnos... —dijo Jouktai.

Un fuerte golpe resonó afuera de la casa. Tanok fue corriendo, Jouktai y Snow ayudaron a parar a la chica y sirvieron como muletas para que pudiera salir.

Su sorpresa fue enorme al ver que Argent estaba en Tártaro, ella sabía que la buscarían en Aidnaliat, pero pensó que cuando estuviera en el continente de las bestias la dejarían en paz. Frente a unos árboles, vio la serpiente que la guió muy herida, Argent la derrotó. Sus ojos se encontraron con los de Argent, aquellos ojos usualmente inexpresivos, mostraban una enorme ira.

—Epi, toma mi mano, te sacaré de aquí.—Argent dijo a la vez que estiraba su mano en dirección a Epify

Ella solo lo miró, antes de poder aclarar que no estaba en peligro, Tanok atacó a Argent.

—Enano estás loco o eres estúpido si crees que podrás volver a alejar a Epify de mí, ella se quedará acá con nosotros para siempre. —Tanok lo tiró al piso, aprisionaba su garganta con una mano a medio transformar en garra.

El chico intentaba soltarse, pero no tenía caso. Argent era fuerte, pero Tanok estaba en un nivel superior, sumado a la diferencia en la experiencia en combate.

A pesar de que hace solo unos segundos Epify habló de matarlo, sintió una punzada de culpa, aunque su mente dictaba que, lo mejor para los suyos era que muriera, su corazón le pedía que detuviera a Tanok.

—¡Tanok no le hagas daño, él es un amigo! —gritó Epify e intentó acercarse para quitarlo.

Sin embargo, se sintió tan débil que, tras dar unos pocos pasos por ella misma, su rodilla se desplomó. Snow intentaba levantarla, pero al ser tan pequeño no pudo. Todo estaba perdido, Tanok mataría a Argent y ella no podía hacer nada para evitarlo.

En unos segundos Jouktai llegó hasta donde Tanok, lo agarró por la nuca y lo lanzó hacia atrás haciendo que soltara a Argent.

—Perro sarnoso, por si no te diste cuenta, te están pidiendo que lo sueltes. Y tú, niño, no sé cuál es el maldito problema, pero sí te comportas como una persona civilizada podríamos llegar a entendernos. —Jouktai en tan solo un segundo logró solucionar la situación.

Apenas Argent pudo ponerse de pie, corrió hacia Epify y le ofreció una pastilla, ella la reconoció de inmediato, «medicina». La chica tragó sin agua, estaba acostumbrada a los medicamentos.

Tanok se levantó furioso, quería continuar con la pelea, cual lobo encorvaba su espalda, mostraba sus dientes y encías, pero Epify, recuperada por la pastilla, se paró y fue hasta Tanok para decirle que se tranquilice y hablen, en lo que tomó su nariz y la haló a modo de castigo.

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