48-Venganza
El hombre motivado por la envidia mató a su esposa y a sus hijos, salvo uno que logró escapar al carecer de sueño la noche de la masacre.
Cuando intentaron trepar el sonido del metal alertó a un de los vigilantes quien lanzó una véngala alertando la situación.
Los disparos cayeron como lluvia hacía las chicas quienes cerraron los ojos esperando lo peor, pero al no sentir nada abrieron los ojos y vieron una enorme raíz cubriéndolas.
—No tenemos todo el día, muévanse.
—Epify... — vocalizó Viorica impresionada sin emitir sonido alguno.
—El abrazo y saludo después, hay que moverse. —Tras terminar de hablar la castaña corrió hacia la selva.
Viorica corrió detrás de Epify, y Sarina la siguió, aunque no entendía lo que estaba pasando, era consciente de que el momento de preguntas sería después.
Epify chasqueó la lengua molesta cuando las alarmas sonaron, a la distancia se escuchaba el chapoteo de las botas al pisar los charcos. Un disparo se escuchó, pero la dirección de la que provino el estruendo no era la espalda de las chicas.
—Una persona me está ayudando, no se desconcentren y sigan corriendo —anunció Epify.
Las dos obedecieron y corrieron ignorando lo que sucedía en su entorno. Entre balas corrían cual presa que busca la libertad de vivir un día más al alejarse de su depredador.
Cuando la distancia se empezó a reducir entre los perseguidores y Sarina, Epify se detuvo y regresó para hacer que las plantas crearan un muro.
—Yo los retendré un rato, ustedes sigan corriendo en la misma dirección hasta que encuentre un anciano llama Ismael. No se vayan a perder o me enfadaré —advirtió Epify en lo que se preparaba para pelear.
—Esto te puede ayudar un poco —ofreció Sarina quien tenía cinco cartas en su mano y las lanzó hacía arriba.
Una carta era más grande y tenía un envés diferente. Las cuatro cartas iguales rodearon a la diferente y la última creó una cúpula donde empezó a llover.
—¿Lurraldea? —preguntó Epify, al recordar lo que Dakai le mostró cuando mató a su abuela.
—Si, pero una modificada —explicó Sarina para correr por el lado donde se fue Viorica.
Epify se reprendió por perder la concentración y se centró en lo que venía. Aunque no estaba segura de lo que estaba haciendo. Otra vez arriesgaba todo por salvar a otros, otra vez podía perder todo para luego descubrir que fue un sacrificio en vano. Sus manos temblaban, ella era más rápida y ágil que Viorica y la otra chica, si quisiera podría huir, ponerse a salvo y vivir en Corfú con los otros, pero una parte de ella se negaba. Le gritaba que no podía abandonarlas a su suerte, que su deber como la más fuerte era proteger.
En ese momento cayó en cuenta, el terreno le favorecía, el miedo y duda no la dejaba pensar, cuando llegó a una determinación una idea se manifestó como una luz, no era necesario pelear solo debía ser molesta como una mala hierba.
Subió a los árboles para ocultarse y con las raíces sujetó los soldados más cercanos, luego usando ramas les quitó sus armas dispararlas, apretando el gatillo con lianas. Su puntería era pésima y dudaba que eso matara a alguien, pero forzaría a los de más atrás a moverse con cuidado y por ende más lento.
Su plan funcionaba hasta que alguien le dio un puñetazo en la cara que la tumbó del árbol. Cuando miró quien la golpeó, la sorpresa fue un segundo golpe. Era Miker, un bestia caballo que fue parte de Akatsa y quien los vendió hace años.
Rodeada de enemigos y con la bestia, que era especialmente problemática se veía en una seria desventaja, pero al menos tenía un objetivo claro, vengarse. Epify deseaba con todo su ser aquel que fue un amigo y los traicionó, debido a las circunstancias no pudo con ese viejo. Ahora se presentaba la oportunidad de aliviar su rencor de alguna forma. La amistad que sintió se evaporó dejando solo una nube de ira y odio, ella lo sabía, si lo mataba, lo disfrutaría y no le importaba morir con tal de lograrlo.
Epify utilizó las lianas para moverse entre los árboles, con sus poderes atraía las ramas y bloqueaba el camino de sus enemigos, aunque algunos habían logrado traspasarla.
Necesitaba reducir la cantidad de adversarios, por las ramas entre las que pasaba colocaba sus cristales y esperaba que pasaran para expandirlos en flores para atravesarlos. Como tanto el control de las plantas como los cristales necesitaban de la mano derecha, su velocidad se vio mermada. Como medida desesperada se sacó la bota del pie derecho con el otro pie y rasgó la media pantalón que usaba para exponer su pie. Con eso podía controlar las plantas con el pie y los cristales con la mano, las prótesis en sus extremidades zurdas las usaba para agarrarse y moverse, ya que no podía usar sus poderes con ellas.
En todo momento la prioridad de Epify era estar sola con el traidor, el resto eran moscas molestas, él era la jugosa presa que ella debía cazar, quería que sintiera como era ser perseguido, tener miedo sentirse sin salida, todo aquello que ella y sus amigos vivieron por su culpa. Confiaba en que las chicas lograron algo en el poco tiempo que ganó y los demás irían a ayudarlas, además si la desconocida podía usar lurraldea debía ser cualquier cosa menos débil.
—Te has vuelto muy cobarde, antes no te la pasabas corriendo —mofó el caballo.
Epify pudo notar la burda provocación, hubiera caído en ella unos años antes, pero ahora no le importaban las palabras de ese hombre, lo único que le interesa escuchar de él son sus gritos de dolor.
—No tanto. Tú fuiste quien vendió a todos los de Akatsa, ¿no crees, Miker? —contestó con una falsa sonrisa.
Una llamarada creó una barrera que separó a Epify y el bestia caballo. La niña sonrió al saber quién le estaba creando la oportunidad: «gracias, Niamh» pensó. Aunque la intención del hada era bloquear a los otros perseguidores la oportunidad de pelear sola contra aquel que odia le parecía más valiosa.
Con unas ramas incendiadas rodeó al caballo y con otras incendiaba los alrededores, su objetivo era aumentar la temperatura, de esa forma debilitaba la magia de agua del caballo, dificultaba el acceso a la zona y lo encerraba.
Miker aumentó la velocidad al entender lo que la pequeña pretendía, con un salto la alcanzó y sus pezuñas envueltas en hielo golpearon a la chica quien usó las ramas envueltas en flamas para bloquear la patada, cosa que no funcionó en su totalidad, pero evito ser congelada gracias al fuego.
Epify sabía que necesitaba replantear la estrategia, el piso conservaba la humedad a pesar del fuego por lo que bajar es peligroso, las hojas delgadas de una zona tropical tienen poca capacidad de retener agua, de la misma forma que los troncos más lignificados.
En los ojos de la chica se dibujó satisfacción mezclada con picardía, empezó a trepar a las copas en lo que le mandaba ramas para golpearlo. El bestia caballo evadía las ramas, sin embargo, al notar que la chica se intentaba alejar, no tuvo más opción que adoptar su forma humana para trepar, con pezuñas era imposible.
Eso reducía la velocidad de Miker y como efecto negativo para ambos el aire se tornaba pesado por el humo. Epify confiaba poder aguantar mejor, estar con una enfermedad pulmonar la hizo acostumbrarse a manejar niveles bajos de oxígeno en la sangre, al menos resistiría un poco más de tiempo antes de marearse y esperaba que el collar la siguiera manteniendo sana.
Durante su escalada se aseguraba de seguir prendiendo más ramas de modo que el grueso tronco se debilitaría. La ira de Epify era como el fuego, consumía todo a su paso, hasta la misma base sobre la que la chica se sostenía.
Cuando llegó a la copa, siguió contralando las ramas para atacar al caballo, aprovechaba la falta de experiencia de su enemigo en la movilidad por los árboles, pero su intención no era golpearlo, en realidad solo quería camuflar que le acercaba ramas para que pudiera trepar con mayor facilidad y esparcir el fuego por la zona.
Cuando la bestia llegó a una altura que Epify consideraba apropiada empezó a enlazar ramas para crear lo parecía una plataforma elevada justo debajo de ambos y se soltó.
Con todo su cuerpo quería desestabilizar a su adversario, pero la fuerza de un humano no podría mover un caballo. En respuesta la bestia tomó a Epify del cuello y la lanzó a la ardiente plataforma que ella misma había creado. El golpe y sofocante calor generaron un poderoso dolor en la chica, sus ansias de venganza se burlaban en su cara.
Miker tomó forma de caballo y con sus pezuñas recubiertas en hielo pisó a Epify quien solamente pudo colocar su brazo y pierna protésico para atenuar el golpe. Sin embargo, el impacto fue tal que soltó un grito ahogado por un inmenso dolor.
Con solo voluntad, e ignorando su dolor, continuó lo que había planeado originalmente, se levantó para pelear, o al menos evadir los ataque que podía, para llamar su atención y a su vez con el pie descalzo cerraba la plataforma, para crear un horno de leña gigante donde morirían asados o asfixiados. Una vez logró su objetivo hizo que las ramas del piso se abrieran en un pequeño agujero donde solo cabría ella debido a su tamaño.
Epify sujeta las ramas exteriores de la parte inferior de la esfera de madera calcinada para no caer al piso, donde la esperaba un mar de fuego no le quedaban fuerzas para seguir, pero antes de caer Snow la atrapó.
Un aliento helado congeló todo a su paso, incluida la esfera de madera. Epify no cabía en su estupor cuando al ver que Argent aparecía en su forma de dragón y con su cola quebraba el horno congelado.
Miker callo al piso donde el fuego había sido extinguido por el hielo. Las quemaduras y la asfixia no lo dejaban incorporarse. Un suave zumbido de aire siendo cortado separó la cabeza de la bestia del cuerpo que cayó con pesades sobre la tierra. Epify ante la imagen de Miker decapitado solo pudo respirar y permanecer tirada en el lomo de Snow.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro