45 - Huellas
Buena persona, pero malcriada y caprichosa, él la sedujo y la puso en contra de su madre, quien al no ser nada estricta con ella no supo reaccionar, permitiendo que todo el pueblo de Hic Sunt sufriera las consecuencias.
El hombre los invitó a quedarse, Argent Y Viorica estaban más que encantados de pasar una noche en un lugar decente, Asper aunque no estaba a favor de la idea cedió cuando Niamh se lo pidió, él siempre había sido débil a las peticiones de la híbrida. Epify accedió mostrando un rostro alegre, eso le facilitaba su plan.
Colocaron unas colchonetas en el piso para hacer cama franca y allí durmieron los cuatro jóvenes. En medio de la noche Epify se levantó y fue al cuarto a la derecha, se acercó a la cama del niño, tomó su mano y con su poder lo hizo pararse para seguirla, al estar dormido resultaba sencillo controlarlo. Pasó en silencio al cuarto de en frente donde encontró al hombre mayor, sentado en la cama, con una pistola en la mano.
—¿Lo sabías? ¿Sabes quién soy yo? —preguntó Epify.
—Lo sé, no hay día que no recuerde tu rostro y el de tus compañeros.
—Entonces, imagino que sabes lo que voy a hacer.
—Deja al niño, acá está la pistola, con eso puedes matarme. Solo no quiero que él vea eso.
Al escuchar eso la cara de Epify se torció en una mueca de disgusto, ese hombre se había atrevido a pedir descaradamente que no le hiciera daño a un ser querido, cuando hace años ella hizo la misma petición. En esa ocasión él se burló de ella y procedió a matar muchos de sus seres más amados. Él era uno de los culpables de la muerte de varios miembros de Akatsa y también fue uno de sus torturadores.
La ira surgía de lo más profundo de las entrañas de la chica, su corazón bombeaba con tanta fuerza que iba a estallar, un pitido sonaba dentro de los oídos producto de la tensión mandibular, la caja de pandora se había abierto mostrando lo peor de la chica.
—¿En realidad crees que voy a obedecer alguna mierda que digas?
—No querrás que tus amigos vean como me matas frente a un niño, ¿o me equivoco?
Epify hizo acostar al niño en la cama, tomó la pistola y dirigió al hombre al exterior de la casa, hasta adentrarse en el bosque, una vez en ese lugar levantó el arma y le apuntó al hombre mayor, quien solo levantó las manos en señal de rendición como si esperara para abrazar a la muerte.
Frente a frente el aire se hizo pesado, el dedo de Epify en el gatillo se negaba a obedecer a su dueña, era como si algo la estuviera reteniendo. La cara de Argent apareció en su cabeza, las palabras de Jouktai, su discusión con Viorica, las conversaciones con Sunan y la expresión de terror de Niamh. La imagen de sus amigos paralizaba a la chica, su razón enfrentaba a sus emociones, ninguna tenía una posición clara. Epify solo sabía una cosa con certeza, estaba confundida.
—¿Por qué no me matas? —preguntó el hombre.
—¿Cómo pudiste matar tan fácilmente a tantos inocentes? ¿No sentiste culpa? ¿Tan siquiera un poco de lastima? ¿Cómo puedes perdonarte cuando yo no puedo perdonarme a mí misma? ¡Tú fuiste el que me convirtió en un monstruo! —soltó todo lo que rondaba su cabeza.
—Si me arrepiento. Estar pensando en que te van a matar, envidiar la vida de aquellos que no están en el infierno en la tierra, que te repitan que eres el bueno y tus acciones están justificadas. Terminé creyéndome la mentira que me dijeron infinidad de veces, veía a mis compañeros actuar y los imitaba, no vi como iguales a las bestias y demonios.
—¿Ese niño por qué...?
—Te torturé, pero cuando te toqué puede entender todos tus sentimientos, puede ver algo que antes no vi, a pesar de que era evidente. Después de eso quise cambiar, por eso recogí a ese niño quería protegerlo de lo que ustedes vivieron.
—¡¿Tienes idea de lo que me hiciste?! De la misma forma que tu sentiste lo que yo, ¡Yo sentí todas tus mierdas! Me llenaste de ellas, ¿tienes idea de lo detestable que soy a mis propios ojos? ¿De cómo me llegue a sentir de ser culpable de lo que les pasó a mis amigos? ¡No digas que me entiendes cuando no sabes una puta cosa de mí! Tú me destruiste. Ahora no soy capaz de aprender nada diferente porque estoy llena de todo lo más horrible de ustedes. —Al terminar las palabras Epify no pudo evitar jadear, la tensión en sus músculos era notable desde la distancia, su vista estaba nublada.
—Lo sé, todo lo que dices es verdad. Por eso acepto que tomes mi vida, solo no le digas la verdad al niño, si él también se corrompe con el odio solo lograremos crear más monstruos. Yo quise romper la cadena para pedir perdón por mis pecados, pero sé que nada que haga será suficiente para ello.
Epify siguió apuntando, disparar sería fácil, el objetivo estaba al frente, recibiría su castigo con las manos abiertas, merecía morir, la ira le susurraba hazlo, ya había matado por menos, una más no sería diferencia, quería disparar al peso en su espalda, quería ser libre de ese dolor.
«Puedes vivir en un lugar mejor que este mundo salvaje».
«Me usaste para traer a los seres que más temo. No me digas que lo lamentas, sé que no es verdad. Si volviéramos a ese momento lo volverías a hacer y sé que no te arrepientes».
«Sé que tú también eres más de lo que ves en ti, a pesar de todo lo que has vivido, y tu resentimiento, no buscas venganza y quieres evitar que otros sufran lo que tú».
«Al comportarnos como lo hicimos hoy ¿no estaríamos haciendo lo mismo que criticamos?»
«¡Es como si dijeras que, si se cometieron muchos errores es imposible cambiar! ¡Lo último me molesta porque yo sí creo que puedo cambiar!»
«Si se te da una herramienta que puede ayudar a salir adelante y reconciliarte contigo misma y el mundo que te rodea, deberías utilizarla».
«En este podrido planeta aún hay belleza por descubrir, yo te enseñaré a verla, con ello entenderás que la bondad todavía existe, tanto dentro de ti, como en el exterior».
Las palabras que había oído en el último año por parte de sus amigos empezaron a sonar en bucle en su cabeza, lo que la llevó a hacer algo que nunca consideró posible. Una parte de ella se gritaba y golpeaba por actuar como lo haría.
—Lárgate —dijo bajando la pistola.
—¿Eh?
—¡Que te largues de una maldita vez! ¡No quiero ver tu horrenda cara!
El hombre obedeció y se marchó, al pasar por el lado de la chica dijo unas palabras en tono bajo y rápido por lo que la chica no logró entender.
Sintiéndose sola rompió en llanto, sus rodillas perdieron firmeza y empezaron a temblar, ella se desplomó esperando golpear el piso, pero antes del impacto un cuerpo la tomó en brazos y se fundió con ella en un abrazo, el otro cuerpo era frío, pero de algún modo inexplicable produjo una calidez adormeció los sentidos sobreestimulados de la chica.
—Argent, ¿estuviste mirando todo el tiempo?
—Si, vi desde que te paraste para ir al cuarto del niño hasta este momento.
—¿Por qué no me detuviste?
—Porque sabía que no era necesario, tu misma lo harías. Eres diferente de lo que crees, y hoy lo demostraste.
—En realidad, lo iba a matar, a ambos.
—Pero no lo hiciste, no me equivoqué.
—Ahora siento que me quiero morir. —Un gemido salió de la chica y el llanto incrementó.
—Perdonar es muy difícil, no sé si algún día yo podré perdonar a Sariel.
—No lo he perdonado —dijo en lo que se apretaba más al chico.
—Está bien, incluso si lo no lo perdonas al menos demostraste que eres diferente a él.
Argent solo la dejo llorar, mientras la acariciaba. La suavidad resultaba tranquilizante como una pomada para una quemadura en su alma.
—La luna te está mirando, si ve llorar a su querida flor estará triste, sonríe porque debes estar orgullosa de quién eres, porque has avanzado mucho —susurró Argent en el oído de la chica.
—¿Desde cuándo soy una Noctis para ti?
—Desde que llegué a conocer la verdadera tú y sé cuánto amas esa flor.
—Te has vuelto muy coqueto, creo que le estas aprendiendo a Drake.
—Solo digo lo que pienso, eso no es coquetear, solo es ser honesto. —Al decir eso besó la frente de la chica, quien ya había parado de llorar.
Se acostaron a lado de un árbol lo que quedaba de la noche. Epify estuvo en los brazos de Argent, quien acarició su cabeza todo el tiempo, al tener que mantener su don activo toda la noche y no pudo dormir casi.
La chica tampoco pudo dormir con la guerra de pensamientos, una parte de ella le recriminaba por no haberlo hecho, pero otra le alagaba el fallar, sin embargo, no se sentía liberada. El deseo de venganza todavía estaba en ella, si no lo mataba, si no lo hacía pagar ella no descansaría.
Otro pensamiento que la envolvía era el cómo había ayudado a Niamh, la híbrida le tomó cariño por lo mismo, también estaba el demonio. Ello le hacía pensar que tal vez no era el monstruo que siempre pensó, quería odiarlo y que su desprecio fuera legítimo, que no hubiera un ápice de bondad en él. De esa forma justificar todos los malos deseos a ese hombre. Ese día descubrió, hasta el más terrible monstruo tiene un corazón.
Al día siguiente cuando iban a regresar a Corfú vio al hombre entregándole una croquera junto a unos lápices a Niamh, la pelirroja lucía muy contenta de recibirlos. Eso generó una nueva inseguridad en Epify, sería posible que Niamh estuviera mejor quedándose aquí, cuando tocó al niño pudo ver que realmente era feliz con ese viejo y que no había sufrido ningún tipo de maltrato por parte de él. Quedándose vivirá hasta que un gudariak más fuerte la encuentre y la mate, de paso puede matar al viejo y al niño, pero eso no le importaba a Epify. Aunque fuera un tiempo corto Niamh sería feliz, no tendría que pensar en batallas todo el tiempo ni vivir en precariedad.
—Quédate donde seas feliz —escupió las palabras con desagrado, no quería que Niamh se alejara.
Niamh se quedó quieta un momento, miró en ambas direcciones, luego de pensarlo respondió.
—Necesitaran mis ojos, si me lo permites, quiero ayudar.
—Siempre serás bienvenida si es lo que deseas.
En el camino de regreso Asper regañó a Niamh por irse sola a un lugar peligroso, ninguno quiso interceder al ver que la serpiente estaba realmente angustiada. No eran sus típicos comentarios sarcásticos, lo que soltaba era preocupación genuina que brotaba desde sus entrañas.
El camino había sido tranquilo hasta que una explosión obligó a los chicos a separarse para evadirla, bombas empezaron a caer desde el cielo, helicópteros botaban una lluvia de explosiones, no había tiempo para planes o similares solo se recurrió a la opción más obvia, pero no por ello la más inteligente, cada uno corrió en la dirección que tenía enfrente, lo que los llevó a separarse.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro