4- Prisionero
Ahaz, por el contrario, prefería los colores más fuertes y disfrutaba ser discreta, evadiendo las miradas y conversaciones.
A diferencia de la mayoría de bestias él no nació en Tártaro, a pesar de ser una bestia comadreja nació en Allende, un pueblo escondido en el continente humano, donde su padre, ejercía un rol de líder. Ese pueblo era de los rezagados de las tribus de Tártaro, los ariguna, quienes al no encontrar recursos se veían obligados a moverse a otro lugar y ocultar su existencia.
Todos desde muy pequeños aprendían lo básico del entrenamiento ninja, los más viejos les enseñaban a los jóvenes por medio de tradición oral. Era necesario hacerse fuerte para sobrevivir en una zona donde eran enemigos incluso en su hogar. Con el paso del tiempo empezaron a hacerse famosos entre la gente de los alrededores, les pagaban a cambio de realizar trabajos variados, como guardaespaldas, asesinatos o robos.
A pesar de que la vida en Allende no era fácil, estaban acostumbrados y disfrutaban de su cotidianidad, hasta que unos ángeles fueron a su villa. Eran seres con forma de hombres, pero sabía que en realidad no tenían género, sus pies estaban descalzos y cubrían sus cuerpos con sotanas blancas.
Su padre accedió a hablar con ellos en privado. Jouktai se asomó a la sala de juntas, la actitud de su padre era rara. A través de la puerta corrediza podía escuchar la conversación de los mayores.
Ángeles habían pedido que colocaran una bomba en Manteiv, una ciudad humana, cosa que el padre de Jouktai rechazó por miedo a las represalias de los vigías, especialmente los potens.
Al negarse lo retaron a una batalla, usando la ley de las bestias, el ganador obtiene lo que desea y el perdedor se somete a su voluntad.
La comadreja mayor perdió apenas comenzó la batalla, un corte de la lanza del ángel fue suficiente para partirlo en dos ante la mirada de su pequeño hijo, para el joven Jouktai de cinco años perder a su padre y quedar huérfano, pues no conocía a su madre, no fue algo tan relevante, el fuerte vive y el débil muere, era la ley bajo la cual nació y creció, una verdad más firme que cualquier montaña, lo que realmente le dolió fue su sentido del orgullo, ver a su pueblo humillado y sometido ante esos ángeles.
Después de su humillante derrota pasaron quince años en los que se casó con un hada de hielo y se convirtió en el líder de Allende, pero por su cobardía se vio obligado a seguir acatando órdenes. Lo que inició como un pedido de una vez, se convirtió en una lista de tareas frecuentes, los potens estaban cada vez más molestos con ellos.
Al día siguiente se levantó y antes de salir besó a su amada Leyla. En su camino a Manteiv miraba el pequeño frasco de veneno que cargaba en las manos.
La ciudad objetivo tenía una capa de niebla muy densa ese día, las construcciones en piedra apenas eran visibles desde lo alto de la torre de la catedral, donde Jouktai estaba sentado, la misión era muy sencilla solo debía tirar el pequeño frasco con veneno al piso, usar su magia para manipular el viento y que el veneno se esparciera para finalmente escapar.
Antes de soltar esa pequeña botella su mano temblaba y se vio tentado a guardar la botella y fingir que nada pasó, estaba tan centrado en su dilema que no notó un cuervo acercarse hasta que chocó con su mano, el cuervo posiblemente no lo vio a causa de la densa niebla, el recipiente de vidrio cayó y se rompió. Jouktai sabía que acababa de hacer algo terrible, asustado mordió su mano y usó su viento para volar lejos del lugar.
Las condiciones climáticas favorecieron que el veneno perdurara más tiempo y generara la muerte de cuatro mil personas, dejando a otros cien mil enfermos en Manteiv.
Intentó explicar que fue coaccionado, pero la voz de una bestia nunca sonaría una fracción de fuerte que la de los ángeles ante los vigías, nadie le creyó. Al no encontrar otra forma selló su destino asumiendo toda responsabilidad.
Despojado de sus ropas, le esposaron con grilletes en manos y piernas, los cuales no le permitían usar sus poderes ni transformarse a su verdadera forma.
Aunque fuera un buen luchador y el líder de su pueblo no dejaba de ser apenas un adulto, que se enfrentaba a una situación desconocida, tenía miedo de todos y todo lo que lo rodeaba.
Pasaban días enteros sin recibir alimento y cuando le daban de comer era una sopa fría rendida en agua y un pequeño trozo de pan duro, los guardias y cabos de vara lo escupían cuando pasaba cerca, era curioso como en la cárcel no importaba a que raza pertenecía. Toda su vida los seres de otras razas lo trataron como un animal, pero en ese lugar todos eran animales sin importar su raza, a veces los flagelaban sin motivo alguno, metían hasta veinte hombres en una sola celda, por la falta de higiene era común que varios enfermasen, la sarna era un problema bastante usual, envidiaba a las hadas por su inmunidad ante las enfermedades, no era raro que alguien muriera en su calabozo cada semana y lo sustituyeran por un nuevo.
Varios reos lo miraban con lujuria, en su forma humana siempre tuvo un rostro que podía resultar algo andrógino, piel suave, ojos rasgados, nariz pequeña, cabello largo y lacio, allá no los obligaban a raparse; sumado a que no era muy alto de estatura, solo llegaba a un metro sesenta y seis, era bastante musculoso, pero sus músculos no eran voluminosos sino más bien compactos. Más de una vez algún cabo de vara le ofreció comida extra a cambio de favores sexuales, pero su orgullo nunca le permitió aceptar esas propuestas a pesar de estar muriendo de hambre.
Un día en la ducha entre varios lo empujaron contra la pared y abusaron de él, después de ese suceso decidió raparse en un intento de lucir más masculino, evitaba todas las zonas comunes, prefería realizar sus necesidades fisiológicas dentro de su celda, no quería volver al baño. Se hacia un ovillo en la esquina de su calabozo, y no podía hacer más que temblar, empezó a considerar formas de suicidarse, morderse la lengua, estrellar su cabeza contra las paredes hasta reventarla, consumir la carne de algún muerto por alguna enfermedad para contagiarse.
Cansados del comportamiento de la bestia lo castigaron bañándolo con agua helada en una noche invernal. El frío lejos de ser un castigo, anestesió sus penas. Una ráfaga de viento lo rozó como una suave caricia que le recordaba a su amada esposa, era como si le gritara que debía vivir. En esa fría noche, ante la brisa como su único testigo y consuelo, juró que no permitiría que nadie los volviera a humillar, sean los hombres de la prisión o los ángeles, es más los buscaría y los obligaría a aclarar las cosas, ahora sí lucharía y se aseguraría de ganar, de demostrar que los guerreros de Allende no son marionetas a la disposición de nadie, son los mejores guerreros, por encima de los mismísimos ángeles.
Esa nueva motivación le sirvió para entrenar como un demente buscando el momento correcto, no podía usar sus poderes, pero podía mejorar su estado físico.
Tras unos meses por fin fue capaz de volver a las zonas comunes como el baño, pasaron unas semanas en relativa tranquilidad, hasta que un día corrió con la mala suerte de encontrar a sus abusadores en él.
La primera vez estaba tan impactado y asustado que no pudo defenderse, pero ya no era así, no volvería a permitir ese ultraje, los cinco hombres se acercaron a él por la espalda. Podía oírlos y esperó a que estuvieran cerca para agacharse, se apoyó en sus manos y pateó los tobillos de dos de los hombres con la fuerza suficiente para romperlos, se giró con una voltereta y con un movimiento extremadamente rápido les quebró las vértebras de la nuca con un empujón de la palma de sus manos, los grilletes no restringían mucho el movimiento más allá de su peso, con todos los meses que había pasado con ellos ya ni los sentía, salvo por las llagas que le generaban.
De los tres hombres que quedaban uno salió corriendo y los otros dos se abalanzaron contra él. Usando la cadena que conectaba sus grilletes atrapó el puño de uno y lo lanzó contra el otro, al tenerlos en el piso les aplastó la tráquea, asesinándolos.
Aquel que había huido regresó con un cuchillo e intentó clavárselo en la cabeza por la espalda, pero se volteó y logró reaccionar a tiempo, evitó la herida mortal, pero su cara obtuvo un gran corte de mejilla a mejilla pasando por su nariz.
Al tener al hombre cayendo y la mano extendida frente a él, producto de su ataque errado, pudo hacerle una llave y tumbarlo en el piso, lo despojó del cuchillo y procedió a golpearlo con sus puños hasta la muerte.
Hubo un poco de revuelo por ese altercado, pero Jouktai ya tenía una cadena perpetua y no querían matarlo, por lo que su castigo fue ser sometido a trabajos forzados, ser privado de comida por una semana y recibir baldados de agua helada desnudo en el patio durante las noches más frías, esto último lejos de ser un castigo era una motivación para seguir adelante.
Los trabajos forzados en muchos casos incluían trabajar en minas de sal, la salinidad y la humedad oxidaban sus grilletes lo que le daba un ligero acceso a su magia. Las bestias normalmente solo dominaban la básica y un elemento, en su caso específico, el viento, pero siempre sintió una afinidad por la magia de objetos, no sabía quién o qué era su madre, podía ser que esa capacidad proviniera de ella, si de verdad tenía ese poder era el momento perfecto de usarlo.
El tiempo que tenía antes que le sustituyeran los grilletes era poco, se metió en varios problemas para ser enviado a la mina y tener la oportunidad de practicar, lo cual le sirvió para mejorar su magia de objetos.
Con los años se acostumbró a su nueva vida, eso no la hacía menos desagradable, pero si le enseñaba a convivir con su sufrimiento, se dejó crecer de nuevo el cabello en señal de que ya no le temía a nadie en ese lugar.
Una noche mientras todos dormían, quebró los huesos de una de sus manos para poder liberar una mano, no podía quebrarse la otra mano o pies, por si necesitaba luchar. Con eso podía usar al menos una pequeña parte de sus poderes. Con su constante práctica había logrado aprender cómo endurecer algunos mechones de su cabello con magia de objetos, los cuales trenzó para darle mayor consistencia y abrir la puerta, su mano rota fue un sacrificio más que suficiente para poder usar su magia.
Una vez afuera, se escabulló por los pasillos, al primer guardia que vio lo asesinó cubriéndole la boca y desnucándolo, lo desnudó para vestirse con sus ropas. Al llegar al patio, quebró su otra mano y pies, los grilletes tenían un sistema más complejo que la puerta, por lo que usar magia en su cabello no funcionaría esa vez. Finalmente, escapó usando el viento que le permitía volar.
Una vez libre fue a Tártaro, al ser una bestia no resaltaría en el lugar y era poco probable que lo encontraran fácilmente, aunque encontrar alimento era complicado, en especial considerando que estaba muy limitado por sus extremidades lastimadas.
Pensó en ir a Allende más de una vez, pero muy probablemente tendrían el lugar vigilado para atraparlo y eso haría que su sacrificio fuera en vano. Su villa sería cómplice, lo que los convertiría en criminales y definitivamente no quería que ninguno de ellos sufriera lo que le tocó a él.
Jouktai abrió los ojos, vio que se encontraba en el bosque de Corfú recordó que al terminar su baño salió del río, escurrió un poco su largo cabello y se sacudió de una forma similar a un perro para agilizar un poco el secado, era más fácil bañarse en su forma humana ya que tenía menos pelos, luego se acostó desnudo en una de las piedras que se encontraban por las orillas del río, esperaba que el sol del mediodía terminara de secarlo, cerró sus ojos negros y tomó una siesta.
Sus sueños lo habían llevado a un pasado distante que, a pesar del tiempo todavía lo atormentaba y sabía que así sería hasta el día de su muerte. Volvió a cerrar los ojos para descansar un rato más.
No sabía cuánto tiempo estuvo durmiendo hasta que sintió que alguien se le acercaba, tenía dos opciones, alguien perdido, desde hace mucho tiempo nadie le buscaba pelea porque era casi imposible ganarle, o Tanok, la segunda opción fue la correcta. El intruso se acercó a verificar que estuviera dormido y Jouktai pudo sentir su aroma, al saber quién era se dispuso a seguir durmiendo.
Repentinamente sintió que le echaban agua en la cara despertándolo, sabía que era una broma de Tanok, al abrir los ojos ve al lobo desternillándose de risa. Con calma adquirió su verdadera forma, una comadreja de pelaje café oscuro de más de metro y medio, con garras muy filosas. Se acercó a sus ropas, las cuales consistían en un kimono azul oscuro con una cogulla*, un pantalón simple y un obi* delgado de color negro.
—Pronto despertará —dijo Tanok.
Cogulla: capucha o capota dependiendo del país de donde sean.
Obi: cinturón de amarrar
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