35-Heriotza
Sus ojos cambiaban al color del cristal que tenían como corazón, también adquirían un don y la capacidad de crear cristales.
En la noche se celebró la conmemoración a la muerte, el Heriotza, los cuerpos que se conservaban eran colocados en una gran plaza vestidos de blanco, si no se tiene el cuerpo se colocaba alguna posesión, para Dahlia usaron la ropa que tenía cuando falleció.
El Agur se encargaba de realizar un canto y una danza para que todas las almas fueran llevadas a Xiabalba y cruzaran la gran puerta allí las almas se fundían y mezclaban dando paso a nuevas que vendrían a poseer cuerpos de infantes y renacer con otras formas. El Agur de esta ocasión no fue otro que Lucian, cosa que sorprendió a Epify y por lo que veía a todo su grupo, con la excepción de Argent.
En medio de la danza veía una imagen que le recordaba como Dahlia murió en sus brazos, unas luces salen de los cuerpos y estos se convertían en polvo. Escuchó la risa ahogada de Viorica, ella se tapaba la boca como podía para silenciar sus sonidos, pero no era posible, además se notaba que no era una risa alegre sino una incómoda y desgarradora. Epify la abrazó para intentar transmitir algo de calma a la niña.
—A mis padres no les hicieron esto —comentó Sunan mirando el espectáculo.
—Las costumbres varían un poco entre mundos, existen muy pocos Agur, por lo que es raro conseguir uno para todas las Heriotza, aunque esta se considera la mejor despedida posible. En Tártaro, normalmente, se meten en una cueva o se dejan en el mar, se cantan unas oraciones y se deja que el cuerpo se descomponga solo —explicó Tanok, quien estaba al lado de Sunan.
Epify sabía de casos en los que ni siquiera se celebraba, en la guerra de Manteiv los que murieron solo se dejaron allí, no había tiempo y era peligroso llevar a cabo cualquier ceremonia. Si la manada de cebras se pusiera a llorar por la capturada todas serían atrapadas, así funciona una guerra. Ni siquiera puedes lamentar las perdidas, enfocarse en la supervivencia era el único medio para salir de ahí con vida.
—Tanok, si no se hace alguna ceremonia entonces, ¿qué pasará con las almas? —Sunan preguntó.
—Igual regresarán al núcleo, se mezclarán con otras almas y renacerán, es un ciclo infinito. Lo único es que será más lento el proceso, las ceremonias se hacen con el fin de que todo ocurra más rápido y exista la posibilidad de volver a encontrar, al menos una parte de tu ser querido fallecido.
—¡¿Existe la posibilidad de volver a ver a Dahlia?! —exclamó Viorica ilusionada.
—Podríamos encontrar una parte de Dahlia en otra persona, pero sus recuerdos, parte de su personalidad, nombre, aspecto y hasta su raza puede ser diferente debido a la mezcla.
Epify vio como la pequeña albina se desanimaba. Luego posó su mirada en Argent, su rostro parecía el de una estatua, no mostraba ninguna expresión en su rostro, casi ni parpadeaba. Nuevamente sus ojos parecían inexpresivos, a diferencia de la vez que fueron al cine, momento en el cual sintió que podía entenderlo perfectamente, ahora con dificultad podía diferenciar a la persona a su lado de un robot.
Empezó a repasar el rostro de cada uno de sus conocidos, Lucian estaba muy metido en su labor como Agur, Viorica mantenía su risa nerviosa y parecía buscar alguna esperanza de que todo era una mentira, Sunan le daba la mano a la albina en un intento de consolarla, Niamh era un mar de lágrimas. Tanok, Drake y Asper miraban con respeto, pero sin ser realmente afectados, ninguno de ellos era cercano a Dahlia. Por último, Snow la rodeaba en una especie de abrazo.
Al terminar debía volver a la librería y encarar la furia de su abuela. No avisó a los demás que se iba para que se quedaran en Maat hasta que hablara con la vieja, no quería que todos se llevaran una paliza como la última vez. Ella fue la que convenció a los otros, ella era quien debía asumir la responsabilidad, además con lo que hizo con los prisioneros debía ser castigada, le ayudaría a liberar un poco la culpa.
Frente a la librería sentía el corazón bombear con fuerza, el sentimiento era similar a cuando fue llamada al juicio ante el consejo de dragones, cuando dudaba si iba a ser condenada a muerte. En ese momento no sabía de los gudariak, ahora tenía conocimiento de la necesidad de su abuela por mantenerla viva, sin embargo, eso no cambiaba que estar ante esa mujer y más para asumir un castigo la aterraba.
Entró y subió las escaleras como un criminal que camina hacía el paredón, al llegar al piso de arriba la vio, sentada en uno de los sofás, con una ceja castaña levantada, como si pidiera una explicación. Su arrugado rostro de tez ligeramente oscura no mostraba ninguna expresión, sus ojos color vino estaban fijos en ella.
—Hubo un ataque a Eulastes, Argent y Dahlia estaban en peligro, quería protegerlos y me escapé, lo lamento. Todos fueron por mi culpa, acepto el castigo que me quiera imponer.
Se arrodillo en el piso ante la anciana y agacho su cabeza, cerro los ojos con fuerza esperando el golpe que recibiría, pero tras un tiempo sin que nada pasara levantó la cabeza.
La anciana se había parado frente a ella, pero no se movía.
—Niña, eres un desastre y una mocosa muy desobediente. Desde hoy todas las tardes trabajaras en la librería como empleada y no te pagaré nada, también debes encargarte de la limpieza de este lugar, deberás cumplir este castigo durante un mes entero.
—¿Solo eso? —Su sorpresa no le dejó pensar antes de hablar, lo que resulto en una pregunta estúpida.
—La vez pasada no solo hiciste algo en contra de mis palabras, también mentiste al respecto, dejaste que otros asumieran la responsabilidad. Si al menos en esta ocasión puedes poner la cara y evitas que otros sean dañados por tus decisiones, quiere decir que algo has aprendido.
El color rojizo del cielo de Asura se asemejaba a los ojos del ser con alas negras. Él caminaba hacía el lugar acordado, a en la llanura de Majabali, el prado ya no estaba lleno de cadáveres y sangre, pero seguía teniendo parches de tonos rojizos. No fueron producto de la matanza de hace meses, sino de una mucho más reciente, las masacres en Asura eran pan de cada día.
Al llegar al punto esperado lo encontró nuevamente cubierto en su totalidad con pieles de animales y en su espalda cargaba un objeto cubierto de tela.
—Aquí esta lo que necesitabas. —El desconocido colocó el bastón en el piso y lo destapó, mostrando que se trataba del bastón de Kaladanda.
—¿Estás seguro de que nadie te vio tomarlo? —preguntó mientras tomaba el bastón en sus manos.
—Nadie se dio cuenta de que yo estaba allí, menos lo harán de mis acciones, todo el mundo estaba demasiado centrado en Jouktai y Sariel.
—Sariel tenía ventaja en muchos aspectos, pero igual perdió, incluso siendo inmune a los efectos del bastón por ser un gudariak.
En un rápido movimiento Dakai golpeó a la persona frente a él con el pico del bastón y luego se punzó el mismo.
—¡Ay! ¿Por qué ser un gudariak te exenta de los poderes de Kaladanda? —preguntó el desconocido.
—No lo hace. Kaladanda hace que la energía de Tellus te abandone y con eso te quedas sin energía para existir. Los gudariak tenemos esa energía dentro de nuestro cuerpo, por el fragmento, no importa lo que la energía exterior se vaya. Por el contrario, nos libera de que nuestro destino sea controlado por Tellus.
—Ya veo, Jouktai era completamente vulnerable al bastón, contrario al ángel. —El hombre reflexionó —. Bueno antes, ahora Jouktai también es un gudariak por matar a Sariel.
—Ese tal Jouktai... me gustaría tenerlo de mi lado, ¿qué tan posible es que se uniera a nosotros? —Dakai preguntó, mientras saboreaba como sería tener a alguien así de su parte.
Una bestia ariguna, desmoralizada, con un terreno en contra, ante algo que lo superaba en todo aspecto posible y aun así pudo conseguir que la victoria le sonriera. Justamente lo que anhelaba, alguien capaz de lograr un milagro.
—Imposible, él es alguien que prefiere la paz y no sería capaz de sacrificar a otros, aunque fuera por un bien mayor.
—Que gran lastima, igual no me rindo fácilmente, quien sabe, la vida da demasiadas vueltas tal vez una de ellas lo lleve a mi lado, ahora que es un gudariak tiene motivos de sobra para ayudarme.
—No creo que ceda, pero al menos, sé que ser un gudariak será algo difícil para él. En especial porque el fragmento lo obtuvo del ser que más odia en el mundo, Sariel. Irónico que al matar a una persona que odias involuntariamente algo de él quede en ti.
—La batalla de los gudariak es demasiado irónica en muchos aspectos, pero hasta la vida misma lo es si matas a alguien de alguna forma esa persona se hace inmortal en tu memoria por la culpa —reconoció Dakai —. Chico, creo que la niña y todos los otros deben alejarse de los dragones, mientras ellos sigan teniendo influencia no podremos continuar con lo planeado.
—Respecto a eso... ¿no hay otra forma? —La voz del ser cubierto de pieles tembló por un momento.
—¿Te estas arrepintiendo o asustando? —Dakai se burló.
—Lo segundo, no quiero que Epify o alguno de mis amigos muera y para que todo funcione es necesario ponerlos en un peligro enorme.
—No se me ocurre otro método, pero tú mismo lo has dicho: tus amigos son fuertes, más de lo que todos piensan.
—¿Epify tiene que morir?
—Más que realmente morir es rozar la muerte, pero todavía no es el momento.
Dakai pudo ver la duda en su interlocutor, era muy joven todavía y a pesar de tener su voluntad muy clara, tenía miedo, miedo de perder lo que amaba.
—Si fallamos, seguirá su curso y todos morirán, menos uno, ¿no es eso aún peor? —razonó Dakai.
El otro solo asintió. La única forma de alejar a los dragones era matar a la vieja y obligar a todos a salir de Salanti mediante una sensación de inseguridad. Los dragones se preocupaban demasiado por Hic Sunt, no expondrían su pueblo por la vida de un grupo de niños, aunque fueran gudariaks. La única que lo haría es la anciana, por sus motivos personales, lo que causó su conquiolinasis.
—Dime donde están escondidos todos, ya es hora de quitar a las moscas, o tal vez sería mejor decir las lagartijas para este caso.
Procedió a dar toda la información que tenía, no omitió nada.
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