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16-Castigo

 Ante la guerra entre sus hijos Neonis lloró y Tellus decidió intervenir, entrego su poder a cambio de obediencia total a sus deseos, creando a los vigías para preservar la paz.

Tanok y Jouktai estaban atendiendo las heridas del primero en Hic Sunt. En el sótano había un portal que conectaba Hic Sunt con Salenti.

La albina fue llevada a la casa de los viatores y Dahlia estaba cuidando de ella, por lo que en la sala estaban Argent, quien esperaba su turno para recibir tratamiento médico, Asper, Drake, Epify y Snow. Sunan estaba en su cuarto, igual que siempre que estaban las bestias en la librería. Los gritos rompían el silencio de la sala y los presentes parecían piedras, Epify solo esperaba a que todo terminara, unas cuantas palabras, unos cuantos golpes y terminará. Para ella se había vuelto tan común como esperar a que termine de llover para poder salir.

—¡¿Cómo se te ocurre ir a Asura?! ¡Pusiste a todos en peligro! —grito la anciana.

—Fui porque la base de Capora me iba a caer encima si no lo hacía —contestó sin mucho ánimo.

—Insolente, pusiste a todos en peligro por tus caprichos, ¿qué hubiera pasado si hubieran matado a Argent o a Brigid?

Ella entendió que esa era la preocupación de su abuela, Argent, Brigid y Sunan son los únicos que representaban alguna relevancia para esa mujer. Ella siendo su nieta no valía para nada, pero no por ello iba a delatar a Pequis de que todo pasó por culpa de ella, a fin de cuentas, gracias a ese suceso obtuvo el collar de cintamani y su salud mejoró en consecuencia.

La bruja miraba furiosa a la niña por desobedecerla, se acercó a Epify y de un fuerte golpe la mandó a la pared, su cabeza se estrelló y empezó a sangrar. Argent, Snow y Drake corrieron a auxiliarla, con un golpe en el estómago dejó a Argent en el piso, tener las costillas sumidas hacía que el daño fuera mucho peor. A Drake lo agarró del cabello y lo tiró contra el piso, con ese golpe fue suficiente para que perdiera la conciencia. A Snow le dio un puñetazo y luego una patada en la cabeza para noquearlo, Asper miraba sorprendido, pero no hacía nada.

—Fu... fu... fue culpa mía —dijo Pequis.

La mujer mayor se acercó a Pequis quien no hacía más que temblar. La anciana levantó a la chica por el cuello y le ordenó decir todo lo que Epify hubiera ocultado, Pequis dijo todo lo ocurrido, tras ello tiró al hada al suelo y esta se arrastró para alejarse de la anciana lo más rápido posible, como si fuera un pequeño ratón ante un gato.

Era la primera vez que el castigo fue general, no solo para Epify, aunque ella siempre se quejaba en su mente de ser la única reprendida, el ver como los otros también fueron heridos le causaba un dolor mayor, sus amigos en el piso fue lo último que vio antes de desmayarse.

Abrió los ojos, estaba en su cama, la cabeza estaba vendada y le dolía como si fuera a estallar, Snow estaba a su lado, pero no veía a nadie más. Intentó incorporarse, pero el dolor no la dejaba, no era el dolor usual de cuando estaba enferma.

Sunan ingresó a la habitación y al verla despierta le preguntó cómo se encontraba, ella le contestó que le dolía todo y estaba confundida.

—Después de que La bruja los castigara a todos tú perdiste la consciencia —dijo Sunan.

—¿Cómo están Tanok, Argent, Drake y Pequis? —preguntó Epify.

—Tanok logró salvar su brazo, pero ya no podrá levantarlo a más de la mitad de su capacidad normal, Argent necesita unos días de reposo, mejorará. —Se detuvo a pensar un momento —. ¿Por Pequis te refieres a Brigid? —Al verla asentir continuó —. Está físicamente bien, pero parece que le tiene mucho miedo a la bruja.

Cuando Sunan terminó de hablar fue a avisar que Epify despertó y luego le dio comida.

—A partir de hoy Brigid dormirá contigo —dijo Sunan con voz neutra.

—¿Por qué? Aún hay un cuarto libre —preguntó algo desconcertada por la actitud de Sunan.

—Argent pidió que dejaran quedar algunas bestias acá, el hada de agua, el lobo y... la serpiente —comentó el niño antes de abandonar el cuarto.

Le recomendaron unos días de descanso para curar sus costillas sumidas a Argent, quien todavía tenía una gran cantidad de conflictos en su cabeza respecto a sus últimas vivencias en Losela.

Al entrar en la casa de los viatores entregó unos chocolates típicos de Losela como souvenirs y a Dahlia le había comprado un collar con un camafeo* de una mujer, Dahlia le agradeció a Argent y le pidió a Sariel que se lo pusiera. El chico entendía que ella no lo veía más que como un amigo, o un niño pequeño encaprichado, pero eso no hacía que situaciones como esa dolieran menos, suspiró y les pidió a todos un poco de su atención.

—Sé que estoy pidiendo algo irracional, pero necesito que me ayuden. La niña que encontré en Losela y pedí que cuidaran no está muy bien de la cabeza y quiero ayudarla, para eso quisiera que me permitieran tenerla aquí...

—No veo mayor problema en eso, estás haciendo mucho drama por algo muy tonto —dijo Lucian.

—Es más complicado que eso, el único que puede controlar a esa chica es una bestia comadreja. A él también tendría que traerlo. Perdónenme por ser tan codicioso y por favor, ayúdenme con esto. No tendrán que molestarse por nada, yo cubriré los gastos y realizaré todas las tareas caseras que se aumenten por su presencia. —Argent hizo una reverencia a modo de súplica.

—Mmm... está bien. Has lo que consideres correcto —dijo Lucian nuevamente.

—¡¿Qué?! ¡Yo no voy a aceptar una bestia donde vivo! —rugió Sariel.

—Creo que deberíamos pensarlo un poco antes de tomar la decisión. —Dahlia intentó mediar.

—No, ya tomé una decisión y apoyo la iniciativa de Argent —concluyó Lucian.

—¡Entonces, me largo! No pienso compartir el espacio con algo tan asqueroso y desagradable como una sucia comadreja. —Sariel fue a su cuarto y empacó sus cosas, luego se fue a través de un portal que conectaba con Maat.

Dahlia intentó persuadirlo de quedarse, pero él no la escuchó. Argent se levantó y corrió tras Sariel, quería explicar su punto, sentía una culpa que perforaba su corazón, pero si quería entender mejor a Epify y los otros tendría que romper el status quo de su casa, necesitaba quitarse la venda del prejuicio para entender la realidad.

—¡Espera! —Argent siguió a Sariel a través del portal que daba a la ciudad de Eulastes, cuartel de los viatores en Maat.

—Aléjate traidor.

—Lo lamento, sé que tu tomarías mejores decisiones en mi lugar, pero siento que esto es lo correcto. Últimamente tengo demasiadas dudas, también miedos, no quiero morir, tampoco que lo haga Epify o Sunan, sin embargo, para detener todas esas guerras debe quedar solo uno entre nosotros. Haciendo esto quiero dar un paso en la dirección de hallar cual es la verdad, cuál es mi verdad.

—Soy un ángel, somos seres superiores y benignos, claramente tenemos un sentido del juicio superior al de cualquier otro ser, por eso me molesta tener que estar en este lugar rodeado de pecadores —respondió Sariel.

Argent sabía del desprecio de los ángeles por casi todas las otras razas, según recordaba de sus clases en Hic Sunt, se debía a un altercado muy antiguo, incluso anterior a la guerra de los gudariak. Era normal que Sariel estuviera molesto, a cualquier persona le molestaría estar rodeada de lo que considera sucias ratas.

Contrario a la molestia que Sariel sentía por Argent, este lo admiraba y respetaba mucho, lo veía como un amigo y mentor. En una ocasión salvó a Dahlia y desde ese momento ella se había enamorado de él, aunque le dolía a Argent lo aceptaba, sabía que Sariel era mejor que él en todo aspecto.

Le molestaba mucho que Sariel no tratara a Dahlia como él quisiera, pero entiende que es por su franqueza que llega a rayar en la insensibilidad, sin embargo, según le explicaron era la naturaleza de los ángeles por lo que no había nada que se pudiera hacer.

Al no encontrar que más decirle para cambiar su opinión lo dejó marchar, sus pies echaron raíces en el suelo, su conciencia era un mar nublado en dudas, no tenía claro que era lo correcto, ni por donde debía iniciar.

En la noche antes de irse a dormir vio a Dahlia en la sala llorando, se acercó a consolarla.

—¡Esto es tu culpa! ¡Sariel se fue, es la primera vez que falla en una misión y probablemente será castigado! ¡Solo porque querías traer monstruos a la casa! —Le gritó Dahlia.

—Lo siento, pero después de lo que he visto quería... pensé que había cosas que estábamos haciendo mal y quería arreglarlo. Me disculpé con Sariel, pero no voy a retractarme, siento que estoy haciendo lo correcto. —A pesar de verse como un niño regañado, hablaba con firmeza.

El tema no se volvió a tocar y Jouktai junto con la albina llegaron a la casa de los viatores, en un principio Dahlia los veía con malos ojos al ser los responsables de la partida de Sariel, pero poco a poco se fue acostumbrando y le terminó agarrando cariño a la albina, con quien compartía cuarto. Jouktai era muy respetuoso, por lo que procuraba evitar espacios comunes y mantener la distancia a menos que solicitaran su presencia, para no incordiar.

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