15- Entender
Unos contaban con un talento sin límites, los otros una libertad tan grande como su imaginación para hacer lo que desearan siempre que pagaran el precio.
A los ojos de Epify, siempre la habían visto como alguien débil, un lastre molesto, por ser diferente. Cuando vivía en Tártaro su mayor deseo era ser reconocida como valiosa, pero nunca estuvo a la altura de las expectativas. Nuevamente había fallado y tuvo que ser salvada, lo que casi le cuesta el brazo a Tanok.
Otra de sus preocupaciones surgía de Argent. Epify comprendía que el chico era un idealista con complejo de salvador. Estaba buscando que el albino pudiera vivir una vida normal, pero al hacerlo estaba ignorando voluntariamente que era un sicario y que en cualquier momento podría querer matarlo.
Ella comprendía que el chico estaba algo tocado por las cosas que habían sucedido a lo largo del día, parecía como si estuviera avergonzado de sí mismo por su mente tan cerrada, pero ella en realidad no lo culpaba. Cuando a un niño desde muy pequeño se le inculca una idea como una verdad absoluta, resultaba muy difícil quebrar esos paradigmas, ella en su propia forma lidiaba con el mismo problema.
Al darse la vuelta en la cama vio unos brillantes ojos verdes que en vez de pupila tenían una triqueta de un verde más claro, la esclerótica era de un verde similar al iris, su brillo era tan notorio que se podía decir que alumbraban.
Epify asimiló que con tantas vueltas en la cama pudo despertar a la chica a su lado, en ese momento se dio cuenta que no sabía cómo llamarla.
—¿Cómo debería llamarte? Ahora que vamos a convivir sería bueno presentarse. Me llamo Epify —dijo intentando sonar lo más amable posible.
—Me llamo Brigid... creo —contestó bastante enredado.
Epify pensó que no debía acostumbrar hablar mucho, al necesitar permiso de sus amos para hablar no debería haber tenido conversaciones casuales frecuentemente.
Brigid era el nombre que se le daba a las tres hermanas, su abuela y también su pueblo, Epify pensó que para la salamandra ese nombre no debía sentirse como uno propio.
—¿Te molesta si te digo Pequis? Digo ya que tienes muchas pecas muy lindas en tu cara y ese nombre suena lindo.
Al decir esto la otra chica asintió frenéticamente, Epify la encontró muy tierna. Despertaba en ella un instinto protector similar al de una mascota o un niño pequeño.
A pesar de tener ambas chicas una edad cercana, Pequis aún no sabía tomar forma completamente humana, sus orejas eran puntiagudas, cabello muy alborotado, crespo y rojo brillante como el fuego, tenía marcas como las de Drake en forma de líneas curvas. Sumado a que era tan extremadamente delgada que parecía capaz de partirse con el más mínimo toque.
Epify decidió abrazarla para darle algún tipo de consuelo y de la misma forma conseguir ella misma un calor que le diera comodidad. A las pocas horas el cálido cuerpo le ayudó a conciliar el sueño.
Al día siguiente fue a llamar a Argent para salir a caminar. Tocó la puerta y esperó un rato, al no haber respuesta, volvió a tocar, repitió el proceso dos veces más, hasta que su paciencia se agotó y decidió forzar la puerta.
Cuando la abrió vio a Argent de pie en medio de la habitación con una mano sujetando la muñeca del albino para evitar que lo apuñalara con un cuchillo, ella aprovechó que no le estaban poniendo atención para acercarse por la espalda y noquear al agresivo niño de un golpe, luego miró a Argent y le dijo:
—Esta mañana está demasiado ajetreada para mis planes originales. —Epify quiso bromear.
Argent agachó la cabeza como si le estuvieran regañando.
—Lo siento por eso. La regañé por hacer desorden en el baño y me intentó apuñalar en venganza, creo. Por cierto, es mujer, dentro de su desorden vi ropa interior femenina —dijo afligido.
Epify sabía que considerando la clase de vida que había tenido esa chica lo más seguro es que hubiera sufrido de varias formas y por eso fingía ser un hombre. Ser hombre no te hacía invulnerable a ese tipo de ataques, pero si reducía la probabilidad de sufrirlos. También debía tener baja tolerancia a los regaños debido a los constantes maltratos.
—No podemos cargar con ella, por todo lo que ha vivido es un peligro. —Epify subió su mano para acariciar el brazo de Argent en un intento de calmarlo.
Él se alejó, Epify supuso que no quería que lo toque por su don.
—Precisamente por lo que ha vivido quiero darle la oportunidad de ser feliz, pero creo que solo empeoro la situación.
Incluso sin tocarlo ella pudo notar la frustración del chico. Ver a alguien, que siempre visualizó tan fuerte, a punto de romperse, le hizo pensar que tal vez no eran tan diferentes entre ellos, como siempre creyó.
—Si quieres puedes venir a nuestro cuarto y dormir con nosotras, Jouktai puede quedarse aquí con ella, sí se lo pido es muy probable que acepte. Él es un adulto y siempre sabe qué hacer —dijo Epify, recordando que siempre que una situación la superaba, Jouktai era su primera opción para pedir ayuda.
Argent aceptó la ayuda, pero dijo que se quedaría con los otros en la intemperie y se negó a salir a pasear. Quienes sí se unieron fueron Tanok y Drake, aunque el primero todavía estaba con la herida en el hombro.
Drake ayudó a Pequis a tomar forma completamente humana con su magia básica, al ser hadas los dos le resultaba fácil colocarle un hechizo de cambio de forma.
Durante su paseo pudieron ver que la ciudad tenía fachadas de muchos colores, la mayoría de lugares para caminar tenían un poco de pendiente debido al relieve. Varias de las construcciones poseían arquitectura antigua, algunos pertenecientes a culturas originales y otras a culturas un poco más recientes.
Pequis se asustaba con todo lo nuevo y casi no hablaba, en cambio Drake hablaba por todos, Tanok y Epify solo se reían de todas las tonterías de Drake y todas las personas con las que coqueteaba. Él realmente nunca se metía con nadie, pero le gustaba la atención de la gente. Drake en su forma humana era un chico muy guapo, era rubio, con ojos azul cielo, su cara tenía rasgos hermosos y perfilados, su acento algo engolado podía ser atrayente para muchos y su voz era grave, pero muy agradable de oír.
Llegaron a una heladería, no fue sorpresa para nadie que Epify pidiera uno de fruta, Drake uno de menta y Tanok no pidiera nada. Pequis parecía en pánico por no saber qué pedir. Epify recomendó probar el de vainilla, ya que a casi todo el mundo le gustaba, luego podría experimentar con otros sabores. La mitad salamandra aceptó y cuando se lo dieron se quedó mirándolo en vez de comer.
—Estás demasiado nerviosa. Cómelo, es dulce y el dulce es un sabor que trae alegría —comentó Epify.
—Si no te lo comes tú, me lo como yo. —Drake pasó su cabeza por el hombro de Pequis y le robó un poco de helado con un lametazo.
Tanok regañó a Drake por molestar a Pequis.
—No estés celoso —contestó Drake en broma y le dio un pico en la mejilla a Tanok para molestarlo.
Tanok se limpió exageradamente, mientras hacía cara de asco sacando la lengua.
Esas pequeñas bromas parecieron funcionar para que Pequis se relajara y comiera, lo que resultó en que le gustaron tanto las cosas dulces que pidió cuatro helados más de diferentes sabores. Con eso se quedaron sin dinero suficiente para pagar, por lo que apenas se distrajo el vendedor escaparon. Al ser todos pertenecientes a un grupo de ladrones no tenían reservas en robar y Pequis al haber estado encerrada toda su vida era como una bebé por lo que solo imitaba lo que veía. Epify sabía que, si Jouktai hubiera estado, los habría regañado y los obligaría a pagar, aunque fuera lavando platos, él solo aceptaba robar como última medida para no morir de hambre.
—Para ser tan delgada comes como un agujero negro. —Drake se reía.
Caminaron por él golfo, la brisa marina y el olor a sal brindaban un ambiente tranquilo y disfrutable, había muchas lanchas por la zona. Sería agradable poder nadar en el mar, pero las playas estaban lejos y posiblemente llenas al ser verano, a excepción de Drake ninguno de los presentes se sentía muy cómodo en multitudes.
El día fue bastante divertido para los chicos, en la noche Epify les dijo que quería ir al manglar y Pequis decidió acompañarla para no quedarse sola.
El manglar a los gustos de Epify era un poco aburrido, no tenía colores diferentes a un verde intenso, la diversidad de las plantas era pobre comparado con los de Hic Sunt y el agua en el suelo era incómodo.
En el manglar todos se sentaron en las raíces elevadas menos Jouktai, quien estaba en el hotel con la albina, y Argent que no estaba a la vista, Epify le pidió a Tanok que la ayudara a encontrarlo por su olor, quería hablar a solas con él. Tanok de mala gana la llevó a un claro donde se tenía una muy bonita vista de la noche, se escuchaban los insectos, la brisa resultaba agradable en el calor del verano. Argent estaba sentado contra un árbol, mirando a la nada, su rostro somnoliento indicaba que debió quedarse dormido y hace poco despertó.
—Hoy pude comer sin pagar, ya que no estuviste para regañarme o pagar por mí. —La chica estuvo unos segundos esperando por alguna reacción, al no recibirla se sentó a su lado.
Argent sabía que lo más probable era que fuera verdad que Epify hubiera robado algo, pero la razón de que se lo dijo tan alegremente, era porque quería que él le dijera algo, en ese momento no se sentía con la autoridad moral para regañar a nadie.
—Siento que el mundo me cae encima, toda mi vida creí y luché por algo, con las experiencias de estos últimos días, siento que solo he vivido una mentira. —Argent se sinceró.
—¿A qué te refieres específicamente? —preguntó Epify.
—En Maat, los ángeles, humanos y algunas hadas son vistos con buenos ojos, por eso para tres continentes se tiene una única rama militar, los cultores. El resto como un problema que hace más mal que bien al planeta Neonis. Por eso están los potens para controlar a las bestias, los viatores para los muertos y los lucrorum para los demonios.
»Mi pensamiento está permeado por verdades a medias, definir lo justo no es tan sencillo como siempre pensé, posiblemente yo mismo soy peor persona que muchos de los que alguna vez vi de forma despectiva.
—Tienes complejo de héroe melodramático. Te debió sorprender mucho ver que aquello que protegías también puede herir a otros. —Epify lo miró con preocupación y compasión.
—¿Los humanos alguna vez te han lastimado? Jouktai dijo algo al respecto una vez.
Un silencio incomodo surgió entre los dos, Argent se angustió de haber herido a Epify de alguna forma, ella solía ser muy frentera, que no contestara cuando se le preguntara algo era raro.
—Unos humanos nos capturaron en una ocasión, eran sanguinarios, nos torturaron de diferentes formas, nos orinaban, golpeaban nuestras plantas de pies para que no pudiéramos pararnos, echaban sal y limón a nuestras heridas, mutilaron a varios, abusaron sexualmente de varias de las chicas del grupo, por suerte no fue mi caso, fueron matando a mis amigos uno a uno, siempre frente a nosotros, para comer nos daban la carne de nuestros amigos muertos, entre muchos otros tipos de torturas, algunos de Akatsa no soportaron las torturas y prefirieron morir de inanición o mordiéndose la lengua.
»Yo, aunque dudé, quería vivir, que la muerte de mis amigos no fuera en vano, quería recordarlos para mantenerlos vivos en mi memoria, sin embargo, cada vez que me tocaban, sea para darme de comer o torturarme, sentía como si yo misma disfrutara del sufrimiento de mis amigos, realmente eso fue un infierno. —Su cabeza se mantuvo gacha y temblaba mientras hablaba.
—Lo lamento mucho.
—No hay porque, tú no tienes culpa de nada. Pasado más o menos un año nos dijeron que si queríamos escapar nos darían una oportunidad, era participar en la guerra de Manteiv y matar a todo aquel que se cruzara en nuestro camino, ellos nos implantaron bombas, venenos o diferentes tipos de artefactos letales, según el tipo de criatura mágica que fuéramos, para asegurar que no escapáramos. Cuando cumplimos nuestra parte volvieron a intentar matarnos, pero esa vez sí pude hacer algo para salvarlos, aunque me costó mi brazo y pierna —dijo con una sonrisa, mostrando sus prótesis, intentaba restarle seriedad al asunto.
Argent escuchó la historia en silencio, quería consolar y abrazar a la persona que sufría a su lado, pero sabía que el don de Epify era muy intrusivo, no quería que ella esté tan expuesta a él, ni viceversa, por lo que colocó una mano en su hombro cubierto por la ropa y le dio una sonrisa tierna.
—Sabes incluso las víctimas reales no siempre quieren ser salvadas por un héroe... A veces ellas necesitan ser sus propios héroes... A veces salvarse uno mismo es la única forma de encontrar la libertad verdadera —dijo la chica.
—Tengo bastante por aprender... pero tú también Epi. A Sunan le dolió que lo manipularas y a mí me duele la idea de que te pase algo malo. Por eso no quiero que continúes con esas actitudes que te pueden traer problemas. Eres impulsiva y saltas a conclusiones apresuradas, te pones en peligros enormes, no dices lo que sientes hasta que ya no aguantas más y explotas en gritos, cuando quieres algo simplemente lo tomas, aunque le hagas daño a otros o te pongas en peligro.
La chica sonrió genuinamente.
—Eres exasperante, pero me agradas, yo no creo ser capaz de cambiar. Ser capaz de cuestionarte a ti mismo muestra que eres una gran persona, tú eres sorprendente, yo no —contestó con humor y le dio una patadita al zapato del chico.
—Eres mi amiga, nunca pensaría así de ti, sé que tú también eres más de lo que ves en ti, a pesar de todo lo que has vivido, y tu resentimiento, no buscas venganza y quieres evitar que otros sufran lo que tú. —le devolvió el pequeño empujón en el pie y empezaron a jugar dándose esos pequeños golpes.
El ambiente se había tornado muy cómodo, ambos lograron encontrar paz en el otro. Se quedaron mirando la luna un tiempo en lo que recordaban y hablaban de su tiempo en Hic Sunt.
El resto de días en Losela fueron pacíficos y salieron a divertirse, Argent intentaba ser más abierto y amable con los demás, aunque su personalidad chocaba con la de Drake, al ser uno muy directo y el otro muy sensible, pero sus discusiones nunca se tornaban serias. Con Asper era más complicada la situación, el resentimiento entre ellos era evidente.
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