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10- Hermanas

Las hermanas curiosas de las nuevas criaturas empezaron a jugar con los que serían sus sobrinos, encontrándolos fascinantes. Amaban sus rarezas y particularidades.

Todos se hallaban en la sala del apartamento, menos Sunan quien no soportaba a los recién llegados, las bestias se sentaban en el piso, los otros estaban sentados en los cómodos muebles color rojo. Las paredes amarillas brindaban una ilusión de calidez la cual se desvanecía con el ambiente tenso que se gestaba entre los presentes, los habitantes de Tártaro y Alaya guardaban recelo entre ellos, eran enemigos naturales que solo se soportaban por un acuerdo de conveniencia silenciosa.

—Epify va a morir, posiblemente la única forma de salvarla es con el collar de cintamani —dijo la bruja.

—El problema es que no tenemos la más mínima idea de donde está y lo más probable es que lo tenga Dakai —comentó Epify.

—Existe una forma de encontrarlo. Hace años había una gudariak que tenía tres dones muy poderosos, lo más probable es que haya elegido a una de sus descendientes como sucesora.

—¿Estás hablando de las princesas de las salamandras de fuego? —cuestionó Jouktai.

—¿Quiéness sson ellas? No conossco mucho el mundo fuera de Tártaro y Alaya —preguntó Asper.

—Las chicas provienen de la familia real menor de Brigid en Ashi. En la familia real siempre nace un varón y de él nacen tres niñas, a todas se les llama Brigid. A cada una se le otorga un regalo: la primera tendría talento en combate y su regalo sería la lanza Gugnir. La segunda era buena con la magia de fuego y se le entregaba la pluma del fénix. La última nacería con los ojos de Heimdal que permitían ver todo en el presente y sería naturalmente creativa —explicó Tanok.

—La de los ojos de Heimdal es aquella que puede ayudarnos —concluyó Argent.

—Hace un tiempo hubo un escándalo con el príncipe y una de sus hijas —mencionó Jouktai.

—Las tres tienen que matarse y devorarse entre ellas para tener acceso a la corona, la ganadora será la reina Gran Brigid y cuando tenga un hijo iniciará de nuevo el ciclo. Los hombres nunca pueden convertirse en rey, eso generó disconformidad en el último príncipe, lo que terminó por causar que el fuera asesinado y la tercer Brigid fuera una híbrida exiliada —dijo la bruja.

—Yo tengo algo de información de ella, escuché que había sido vendida como esclava a MAS —dijo Tanok.

—¡Eso es imposible! MAS se encarga de eliminar monstruos para proteger humanos, son el grupo de cazadores al servicio del gobierno, es imposible que hagan algo tan cruel como tomar de esclava a una inocente —vociferó Argent.

—En verdad no ssabess nada de la realidad. Ssigue viviendo en tu mundo de mentirass y falssass fantassíass, cuando desspierte notaráss que en realidad esste lugar ess el infierno —dijo Asper.

—Sea verdad o no es la única pista que tenemos, deberíamos verificar esa información —propuso Epify.

—No. Luego escuché que MAS vendió a la niña a un grupo mafioso de Losela. Allá es donde deberíamos ir a investigar, según recuerdo esa mafia se llama Capora —aclaró Tanok.

—Entonces supongo que van a tener que ir a Losela para verificar la información, en caso de ser verdad encontrar a la chica y salvarla para hallar el collar —concluyó la bruja.

—No creo que Sunan y Snow estén en las mejores condiciones para ir, son muy débiles e inexpertos —agregó Argent.

—Hallo sentido a tus palabras, Argent, y preferiría quedarme con ellos —confirmó la bruja —. Sin embargo, cortar la comunicación entre nosotros puede ser peligroso.

­­—Si vamos a estar en dos ciudades alejadas ¿cómo vamos a comunicarnos? Las cartas no llegan tan rápido —dijo Epify denotando que encontraba absurda la idea.

—Por medio de los cristales se puede establecer comunicación. Basta con incrustar unos cristales en nuestro cuerpo y tener otro en la mano, lo mejor de esto es que solo los que tengan los cristales incrustados escucharán la voz del otro lado —explicó la bruja.

—Por nada del mundo dejaré que me pongas un cristal en el cuerpo, vieja loca ­—quejó Epify.

—¿Y si lo hace Argent? —preguntó la bruja.

Epify dudó, pero al pensar en cómo el chico se había arriesgado a ir a buscarla a Tártaro, aún con la bruja en contra y su odio a las bestias, decidió aceptar y dejar que le colocarán el cristal.

Después de que la bruja, Argent, Sunan y Epify fueran marcados empezaron los preparativos para partir a Losela.

Losela en verano era muy calurosa al medio día, pero la brisa marina ayudaba a mantenerse fresco y debía reconocer que esa ciudad le recordaba un poco a Hic Sunt, se hacía quitado la camisa y mallas que usaba usualmente, quedando en esqueleto y pantalones cortos. Al no haber comido nada desde la mañana Epify estaba con mucha hambre por lo que fue a una tienda de sándwiches, sabía que muy probablemente varios de sus compañeros estuvieran buscando información, pero ella veía todo como una batalla perdida, pronto moriría, no quería llenarse de una esperanza falaz, en vez prefería gozar de lo poco que le quedaba, pero sabía que ninguno de sus compañeros aceptaría tal decisión.

A lo lejos vio a Argent acercarse, la estaba mirando con las cejas un poco fruncidas y ojos fijos en ella, claramente le reprochaba que se dedicara a turistear y comer en lo que los otros trabajaban. Le ofreció comida para intentar compensarlo un poco.

Argent vaciló, pero no había comido nada desde el desayuno por lo que aceptó y comió, apenas terminan de comer Epify salió corriendo porque no tenía suficiente dinero para pagar.

Esperaba que Argent hubiera salido detrás de ella, pero no, él se quedó pagando todo lo consumido. Las cejas antes ligeramente fruncidas se arrugaron mucho más, la cara del chico estaba roja y sus labios apretados.

—¡¿Qué estabas pensando?! ¡Comer en un restaurante e irse sin pagar es robar! —dijo Argent.

Ella lo miró, para alguien que siempre buscaba ser correcto debía ser algo muy escandaloso, en cambio para ella que toda su vida había robado sea por deseo o necesidad, era su diario vivir, después de todo ella no era más que un monstruo y no sabía cómo vivir sin dañar a otros.

Argent le dijo a Epify que se quedarían juntos para asegurarse de que no volviera a robar y para vigilar que cooperara en la búsqueda de información.

Caminaron a los barrios peligrosos, era más fácil encontrar alguna pista de una mafia en locaciones de mala fama como Scampia. Las calles de Scampia eran de contrastes, estaban aquellos ahogados en la droga que habían perdido hasta su mente. Por otro lado, estaban personas que mostraban elegante opulencia, siempre protegidos por sus fieles compañeras, las armas de fuego. Los segundos eran los que generaban mayor interés a los chicos, no era común encontrar altos mandos en las calles, pero si lo era encontrar cobradores.

Durante el trayecto Argent empezó un discurso de porque estaba mal robar y no debería hacerlo, ella solo fingió oírlo. No le importaba lo que le dijera y no se consideraba capaz de cambiar, la realidad era cruel, al solo conocer la maldad del mundo era lo único que podía reproducir igual que un espejo.

El sonido de un disparo alertó a los chicos, un niño de unos nueve años aproximadamente corría de unos hombres que le disparaban. Argent noqueó a los hombres que perseguían al niño con sus puños.

Ella pensó en lo estúpido que fue ese movimiento, esos hombres podían tener información muy importante, ahora tenían que esperar antes de interrogarlos. Respecto al niño, no le importaba mucho lo que le pasara, si moría era porque no era apto para sobrevivir. Además, para que lo atacaran de forma tan focalizada y directa debía ser porque no era inocente.

El niño se detuvo, Epify lo miró y al ver su rostro confirmó su sospecha, había algo perturbador, se estaba riendo con una mueca algo extraña.

—Gracias por ayudarme —dijo el niño.

El más pequeño era albino, llevaba cabello corto, sus ojos eran entre grises y azules en vez de rojos, por lo que se podía suponer que su albinismo no era tan severo, tenía un rostro con rasgos típicamente afro, pero lucían extraños en colores blanquecinos.

—¿Por qué te estaban persiguiendo? —le preguntó Epify.

Pensaba probar si el niño sería de alguna utilidad. Argent parecía no notar nada raro en el menor, pero Epify intuyó que eso se debía a que era muy ingenuo y no era capaz de leer el ambiente. A ella le preocupaba que su mundo aún era muy estrecho, una visión tan idealista sería un problema en el futuro.

—Fui contratado por la mafia Capora para asesinar a otra mafia llamada Pisa, esas dos mafias están en conflicto por el control de la ciudad.

—¿Por... qué trabajas para la mafia? —balbuceó Argent un poco antes de lograr preguntar.

Epify notó que este no lograba comprender la clase de mundo al que se estaban enfrentando.

—Gracias a la guerra, Manteiv quedó en la pobreza por lo que muchos padres entregaron a sus hijos a orfanatos, incluido yo ya que todo el mundo dice que soy un demonio por mi aspecto. Los orfanatos se saturaron y empezaron a vender a los niños para sustentarse y disminuir la sobrepoblación, a mí me vendieron a Capora para ser su peón, pero pasado un tiempo me cansé de los abusos y la explotación, maté a mis dueños por eso ahora quieren cazarme —explicó el niño soltando pequeñas carcajadas incomodas.

Argent se veía muy afectado por su historia y abrazó al niño. El último estaba en shock, muy posiblemente era la primera vez que alguien se compadecía de él. Ella por su parte había escuchado demasiadas historias similares para que esto le pudiera afectar. Se limitaba a mirar la escena sin mucho interés, pero en la historia encontró algo interesante.

—Oye tú sabes dónde está la base de Capora, ¿verdad? ¿Te parece si nos das la información de cómo llegar hasta allá y a cambio nosotros nos encargamos de ellos? Es un trato justo —dijo Epify.

Argent le miró mal por querer aprovecharse de los problemas ajenos, pero no dijo nada. Ella sabía que así funcionaba este mundo, o eres lo suficientemente astuto para tomar las oportunidades o simplemente mueres como un idiota y el albino lo entendía por lo que aceptó.

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