8
- Te dije que sería difícil, mi padre no quiere verme.
- Lo siento, no debí insistir.
- Está bien -Kook entrelazó su mano- al menos fuimos a ver a mamá, dijiste cosas muy lindas ahí -sonrio con ternura.
- Y todas son reales -se acercó a ella sosteniendo sus mejillas- Me enamore de ti, y si de mi depende tu felicidad, haré que sonrías cada día.
- Me ruborizas.
- Y me encanta hacerlo, Amel, te miras realmente hermosa con esas mejillas llenas de color.
- ¿Por qué es "Amel"?
- ¿Por qué no?... Es parte de tu nombre, y debía ser alguno que nunca nadie te ha dicho, si algún día tenemos una hija le pondré tu nombre -ella carcajeo entretenida.
- ¿Y si es un niño le pondremos el tuyo? -Kook mostró el dedo meñique, ella no dudo en enredarlo.
- Te amo -solto con esos ojos brillantes como el firmamento.
Jamás lo había dicho antes, Pam encontraba que era muy pronto para decirlo, sus ojos se llenaron de lágrimas por la felicidad en su pecho, con ese chiquillo quería todo el futuro en sus manos, no era de esas que pensaba mucho en lo que pasará, ella vivía el presente y ya, pero Jungkook la había pensar en proyectos a largo y corto plazo, y le encantaba esa sensación que solo el producía.
- También yo te amo -solto con una lágrima en su mejilla.
- Lo lamento.
- ¿Por qué?
- Tus lágrimas -las limpio con sus pulgares y tomo una entre sus labios.
- Es que nunca creí que sería tan feliz en mi vida -ella cerró sus ojos volviendo a soltar de ellas.
- Ve a casa, Amor... Debes descansar -ella asintió sin querer despedirse.
Se alejó con lentitud en retroceso, las manos fueron lo último que se soltaron y cuando lo hicieron, ella lanzo a Jeon un beso con su mano, Él, lo sostuvo en su palma y llevo a su pecho, justo a un lado de su corazón, dónde vivía cada promesa que se han hecho en este precioso año juntos.
Pero Amel no dejo de llorar tan fácil, la visita al sepulcro de su madre y las palabras de Jungkook la habían dejado muy sensible, se sentó en el piso apoyando la espalda al sofá viendo el retrato de su mamá sonriente mientras aún las lágrimas brotan.
Al pasar de los minutos escucho la puerta, con la cadenilla que tenía por seguridad en la puerta abrió unos centímetros, el amor de su vida estaba ahí, con una bolsa blanca con la insignia del mercado a unas cuantas cuadras.
El jamás se había atrevido a entrar a su hogar, en ocasiones, lo invitaba pero siempre se negó, cerró con prisa y quitó la cadenilla abriendo de par en par.
- ¿Que sucede? -pregunto con miedo, creyó que había hecho mal, o se olvidó de algo.
- Tienes pena -bajo un poco la mirada.
- No es nada, quizás...
- Tengo un remedio para ello ¿sabes? -le interrumpió.
- ¿Verdad? -Kook le hizo una cena pidiendo el consentimiento para entrar, ella asintió a la petición.
Lo miro espectante, se sentó en la mesa mientras el sacaba aquellos ingredientes, leche, chocolate, una masa precocida de galletas y chispas y malvavisco, tomo una bandejilla de cocina y con sus manos limpias acomodo las hojas de la masa, dejo un malvavisco y otra hoja de masa, la que llevo al horno caliente.
Mientras eso se cocina, tomo un pocillo calentó la leche y antes de que hirviera, añadió el chocolate revolviendo hasta que se derritió.
Justo a tiempo, cuando sirvió el chocolate, saco las galletas, dejando un aroma perfecto en el pequeño hogar en el que Amel vivía.
- Ya está -dejo frente a ella las cosas, ella miraba cada cosa, sonrió en lo profundo y las lágrimas volvieron a caer.
Solo su madre le daba consuelo en momentos así, y desde que murió había guardado tantas cosas que le estaban superando en todo sentido, pero ese chico... A veces se decía que no lo merecía
Y entre lágrimas penosas y llenas de felicidad a la vez, comió y bebió aquello.
- Cuando te sientas así, no te contengas amor, dímelo y prepararé esto, correré si es necesario, Amel, por qué en serio te amo y quiero tenerte por siempre en mi vida.
Al verla a punto de terminar con sus dulces, se levantó y dió escasos pasos a la cama que se encontraba en una esquina era un departamento pequeño solo para ella, el que pagaba con el trabajo de medio tiempo en la heladería, abrió la cama, volvió con ella y la tomo en sus brazos.
El corazón de Amel estaba conmocionado, demasiado tierno para ser real, agradecía que fuera su novio, esperaba recibir más de aquellos actos empalagosos pues es lo que necesitaba.
Se recostó junto a ella, no sin antes apagar las luces, la acurrucó en su pecho y tarareo una canción.
- Deberías cantar más seguido.
- ¿Es lo que quieres?
- Si, cantas lindo.
- Me volveré cantante.
- Quiero que cantes solo para mí, pero si sirve para mantenerme a mi y a tus hijos, ve a una empresa donde seas el mejor cantante -Kook rió nasalmente.
- ¿Puedo quedarme está noche? -ella subió la vista a su rostro.
- Jungkook -se sentó en la cama, comenzó a desabrochar su blusa botón por botón con dedos temblorosos, él, no podía saber lo que ella hacía, no hasta que la prenda bajo por sus hombros, demostrando su piel blanca y el brasier rosa que le asentuaba la porcelana de su cuerpo.
Jk se sentó quedando un poco más detrás de ella y comenzó besando sus hombros, había fantaseado tantas veces con ella que creía que ese momento era nada más que un sueño.
Los besos subieron por todo el contorno de su cuello hasta el lóbulo, en que mordió con sensualidad.
- Quiero hacerte mía, Amel -ella miro de soslayo con unos ojos pardos dilatados y las mejillas rojizas.
- Si no me haces tuya te haré mío, Kookssi.
Aquella frase fue un buen impulso de fuerza, la que lo llevo a tomar sus labios con desespero, sus manos tocaron la piel lechina de su cintura, levantando un poco y sentando en su regazo de costado.
Tímido siguió sus impulsos, jamás había estado con una chica, y sabía perfecto que Amel tampoco se había entregado a otro hombre, lo que le daba seguridad de seguir con aquello, sería hermoso aprender del otro, especializarse y graduarse en ese ámbito juntos.
- Perdón -le murmuraba mientras ingresaba en ella con lentitud, escuchando su gemido doloroso y la hacia fruncir su ceño y rostro por la incomodidad que quemaba en su interior.
- Si lo haces lento siento que duele más.
- No quiero hacerte daño.
- Ya lo haces amor -le dijo acariciando su rostro, y Kook entro se golpe, un grito gutural se escuchó por parte de ella, sosteniendo las lágrimas en sus ojos, apretando el cuerpo de su contrario y bajando la intensidad con cada segundo que pasaba.
Con la mirada fija en la persona bajo él, noto el leve asentimiento de cabeza y con precaución comenzó un movimiento de caderas provocando las mejores sensaciones que Amel podría haber sentido en su vida, un placer inigualable, una forma correcta de pujes que llegaban tan profundo, raspando sus paredes fibrosas calientes que la llevaban al éxtasis, sin poder contener los gemidos que cada vez se volvían más desastrosos y afectivos, siendo silenciados y añadiendo más desespero con los besos jugosos en sus labios y piel.
Realmente enriquecedor.
Se apretaba tanto al rededor del miembro resbalosos de Jungkook que quería intuitivamente destrozarla en locura, por lo que, comenzó a moverse más enloquecido aún, apretando piel y succionando dejando marcas enrojecidas en su cuello, mordiendo labios, lóbulo y pezones, pero en todo momento el romanticismo llevaba la delantera.
Minutos después, la electricidad se hacia presente en sus estómagos y espaldas bajas, un sinfín de necesidades se adueñó de ambos, llegaban a la culminación, y disfrutaba de cada choque.
Amel, cuando dejo de latir su cuerpo, acaricio el rostro sudoroso de Jungkook, quien, permanecía aún latiendo y soltando su escencia en su interior, sus ojos brillaban al ver a su novio, Kook juraba que ese momento brillaban aún más por cada locura desatada.
Se pertenecían, se entregaron y no sé arrepentían de nada, fue tan perfecto que nada ni nadie podría acabar con su amor.
O eso pensaron.
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