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7








Jungkook se movía de un lado para otro en la oficina de su padre, esperando que los papeles de divorcio llegarán con el abogado mano derecha para todos los negocios.

Se dijo que apenas tuviera el documento en mano partiría a España a la casa que compartía con Ann, la haría firmar y tomaría a la pequeña Amel para volver a Corea.

No la dejaría con ella ni un día más, y si solo le veía un rasguño en su bello rostro la haría pagará cada una de las miserias que le hizo sufrir a la pequeña.

Ann nunca fue santa de su devoción, apenas llegó a su casa reclamando un lugar que aún no le era otorgado, además, algo en su interior le decía que ella tuvo mucho que ver en la separación con el amor de su vida, no sé explicaba que apenas ella apareció, Pam dijera esas cosas que le partieron el corazón en mil pedazos.

Más tonto fue él que acepto esas palabras y nunca fue en su búsqueda para preguntar que tan cierto era todo.

Pero las cosas ya estaban hechas, y debía resolver un problema a la vez.

Primero y claramente, debía divorciarse de esa arpía que tenía como esposa que le fue otorgada por su madre, deshacerse de ella y recuperar lo único lindo de ese matrimonio, su hijita.

Luego, poco a poco volvería a la vida de Pam,  averiguaría donde vive, la visitaría de vez en cuando y solo si se daba cuenta de que aún sentía por el, resistir a los rechazos, así como ella insistió en el pasado hasta que la vio.

Tenía un propósito consolidado, seguro, un plan perfecto para llevarlo a cabo y nada ni nadie lo estropearía asi como así, está vez, haría las cosas bien.

El abogado hacia presencia mostrando un folder negro, el que Jungkook casi le arrebata de las manos y revisa hoja por hoja.

— ¿Solo debe firmarlo?

—Justo dónde está el nombre de ella, Señor Jeon.

—Hijo, ¿Estás seguro?

— Muy... Esa mujer me ha hecho la vida imposible, a Amel la trata con la punta del zapato, ya no se lo voy a permitir.

— ¿Tanto la amas que incluso le pusiste su nombre a tu hija? —Kook cerró la carpeta y miro a su padre.

— Y si tuviera cinco niñas más le pondría cada diminutivo de su nombre.

— Jungkook, debo decirte algo.

— Padre, debo irme, prometo que cuando regrese hablaremos de lo que quieras, primero debo ir por mi hija.

Apenas las palabras fueron dichas, salió de aquel lugar, pasando por el living dónde tenía un pequeño bolso de mano con lo justo y necesario para el viaje aquel.

Estaba totalmente decidido, su plan y cada parte de el estaba tan perfectamente armado que nada podía salir mal.

Eso pensó hasta que llegó a la casa en España.

Se encontraba completamente vacía, no había rastro ni de su hija ni de su esposa, de seguro Ann vendió todo el inmueble para tener dinero, pues Jungkook cancelo todas sus tarjetas, mala idea, así menos podría saber dónde encontrarle.

Se dejó caer en la habitación de la pequeña sintiendo aún el aroma a ella, agarro el teléfono, comenzó a llamar familiares, ninguno le dió razón de existencia de su esposa, sabía a la perfección que aunque lo supieran no le dirían nada, pues Jungkook jamás pudo amar a la chica y se lo hacía saber con sus actitudes y tratos.

Prueba de ello... Amel, que llegó a sus vidas siendo una recien nacida simplemente para callar aquellos chismosos que decían de aquel matrimonio no había sido consumado.

No... No era hija de ellos, su madre llegó con ella en sus brazos una noche cuando ya llevaban seis meses de matrimonio.

Aquellos rumores de "el matrimonio no ha sido consumado" fue suplantado por "se casaron porqué ella estaba embarazada" y "es un matrimonio por conveniencia"... Solo en el último tenían razón.

Ann era una chica de alta socialite, hija de un famosillo creador de modas, modelo y próxima diseñadora como su padre, necesitaban expander su negocio hasta las tierras asiáticas y que mejor que un matrimonio por conveniencia, con el hijo de una emprendedora muy capaz e hijo de un congresista por Busan en la "Casa azul".

¿Que mejor negocio?

Pero para Anne, era algo más que una subida de escalón a la cima del éxito.

Cuando los Coven le hablaron de su propósito y el próximo compromiso se negó rotundamente, ella quería ser libre y amar a quien su corazón eligiera.

Algo salió mal en sus planes.

Cuando se cruzó con Jungkook en la cena de compromiso, la que era muy privada se dió cuenta del hombre hermoso al que la estaban comprometiendo, que aquel jovencito al enterarse en medio de la comida decidió dejar la mesa y a los presentes con euforismo en sus cuerpos ante la negativa.

Anne en ese momento decidió conquistar el corazón, los próximos días siguió a Jungkook y lo vio feliz junto a una chica para nada agraciada según ella, subida de kilos, mejillas regordetas, y las pecas que ella llamaba "manchas de piel".

Entonces fue con su madre quejándose de lo visto, armando un problema de aquellos que podrían comenzar con la siguiente guerra mundial.

El padre de Jungkook sabía la existencia de aquella chiquilla, pero veía tan feliz a su hijo que nunca dijo nada, en cambio su madre, ella en este caso fue la manipulable y movió cada hilo junto a su futura nuera.

O eso imaginaba.

Así, comenzó con el plan de la separación de ellos, consiguiendo en solo unos días que ambos se odiarian por las supuestas palabras del otro.

Jeon se fue a España, estudio economía y se casó con Anne, a la que dejó muy en claro que entre ellos jamás habría nada, sí, se había casado con ella, pero solo era por el compromiso de su madre, su corazón ya tenía dueña, había hecho un pacto con esa chica y nadie nunca podría romper aquel vínculo de meñiques que el tanto atesoro desde esa noche.

Ahora se daba cuenta de el o los errores que cometió por molestia y rencor.

Estaba casado con la peor mujer de toda la tierra, la que se llevó a su hija y sin el amor de su vida, dándose cuenta que Amel lo odia aún a pesar del tiempo transcurrido.

¿Que haría en ese momento?

¿Cómo podría recuperar todo?

Sus planes, se desvanecieron como el humo en el viento, ya no tenía fuerzas para nada.


Pam, tomo aquel peluche de Minnie, lo lavo muy bien, seco y acomodo al lado del cuerpo de la niñita que dormía plácidamente en su nueva alcoba, con todo lo que necesitaba, un escritorio, ropa, juguetes y lo que más pidió, libros y lápices. Le armó un verdadero rincón para así sentirse cómoda, tomo una fotografía, y la imprimió.

La acomodo en un sobre café, junto con una nota también escrita desde un computador, por ningún motivo quería que Jungkook se preocupe, con decirle que su hija estaba bien para ella le bastaba.

Así que, aprovechando que era de tarde, y que la niña dormía, se encamino a la antigua casa Jeon, cubierta de rostro, con un jockey negro, para que las cámaras de seguridad no captarán su imagen.

Y dejo aquel sobre en el buzón, su misión, estaba cumplida.

De camino a casa se detuvo en aquella heladería, recordando los bellos momentos que tuvieron juntos, o las veces en que Jeon la esperaba escondido en el callejón, o bien las veces que corría a sus brazos en dónde Jungkook la cargaba besando su rostro por doquier.

Bellos momentos.

Camino por aquellas calles y se metió en el edificio en el que vive ahora, a cuadras de donde vivía antes, subió en el elevador y al abrir la puerta de su casa sintió alguien a su espalda.

— Señor Cha

— Hola Melia.

— ¿Necesita algo? —este se acercó a ella.

— Supe que pediste libre ayer y hoy...

— Sí, no me he sentido bien.

— ¿No te sientes bien?... Paseos nocturnos no te harán mejor.

— Tiene razón —se quedaron viendo.

— ¿No me invitas a pasar?

— Es un poco tarde ¿No?

— Un café al menos ... Está bien, me iré.

— Señor Cha, prométeme que no le dirá a nadie

— ¿Que cosa? —abrio la puerta.

Apenas entraron, EunWoo se dió cuenta de los pequeños zapatos en la entrada, un libro para colorear y lápices en el comedor, del pasillo se abrió la puerta y una pequeña de cabello corto se asomo con emoción, pero al ver el hombre en casa sé escondió entre las piernas de Melia.

Chá se le quedó viendo fijamente, Pam se agachó a la altura de la niña.

— Preséntate —le dijo dando un poco de confianza.

— Hola —reverencio— Mi nombre es MinJin —Eun frunció el ceño sabía a la perfección que ese no era el nombre de la niña.

— Ve al cuarto, Minnie, déjame hablar con él.

— Sí —y la pequeña se alejó de ellos metiéndose al cuarto y cerrando la puerta.

— ¿Que hace la hija de Jungkook contigo? —murmuro a ella— ¿Que hace presentándose con otro nombre, Melia?

La mujer lo vio fijamente, tomo aire y bajo la mirada, debía dar un explicación, y no sabía si su jefe sería capaz de guardarle el secreto.

Esperaba que sí. 








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