Seis.
El corazón de Taiga se detuvo en seco. Pero Ayami seguía mirándole de la misma forma.
—Ka-Kagami Taiga, ¿no es obvio? —balbuceó el jugador.
La pelinaranja lanzó una carcajada.
—Perdón, me había quedado temporalmente ciega de un ojo. Es sólo esperar que mi vista se regularice. ¿Te hice pasar un susto?
—Uno muy grande —reconoció el chico, volviendo a respirar tranquilo. Ayami volvió a reír.
Se veía y sonaba bastante normal. De no ser porque uno de sus ojos estaba entrecerrado de forma extraña y su mano vendada, nadie adivinaría lo que acababa de pasar.
—Perdón.
—¿Eh? ¿Por qué?
—Porque tuvieras que ver esa parte de mí. Aunque no debiste haberme sujetado, realmente quería reventarle la cara a ese imbécil. Además, tú me trajiste hasta acá, ¿no?
—Sí.
—Gracias por eso.
—No hay nada que tengas que agradecer o disculparte.
—¿Qué dijeron las enfermeras? —cambió de tema.
—Ah... probablemente hayas tenido un ataque de pánico o algo así, y que debías mantenerte en reposo por unas horas.
—¿Por unas horas? Ou, pero si el partido contra Touou es ahora... y yo que quería jugar...
—Tranquila... ¡ten por seguro que ganaremos! —Ayami sonrió al ver esa sonrisa tan confiada de Taiga, y su entusiasmo.
Se incorporó lentamente en la camilla, sentándose, y miró sus pies, los cuales no llegaban ni por asomo al suelo.
—¡Confío en ustedes! Estaré mirando el partido, Taiga.
—Mírame. Mírame jugar.
—Lo haré.
Se quedaron observando mutuamente por unos segundos, hasta que Taiga se sonrojó y no pudo evitar desviar la mirada.
☠
El partido estaba en el tiempo extra. Ambos equipos en empate. Las manos de Ayami sudaban y todo su cuerpo estaba temblando. Las enfermeras habían luchado con ella porque se mantuviera en la camilla, pero la pelinaranja hizo caso omiso y corrió a la cancha.
Tetsuya hizo el pase final mientras gritaba el apellido «Kagami», con su voz cargada en esperanza y deseosa de ganar.
—¡ENCESTA, BASTARDO! —Gritó Ayami, con todo lo que sus pulmones daban—. ¡YO SÉ QUE TÚ NO ME DEFRAUDARÁS!
Taiga soltó el balón y éste pasó por el aro. En cuanto el pelirrojo cayó en cuenta de lo que había hecho, levantó su puño en el aire, en señal de victoria. Las piernas de Ayami se movieron casi sin que ella se enterara de sus propias acciones; fue corriendo hacia Taiga y saltó sobre él, poniéndole sus brazos alrededor del cuello y enroscando sus piernas en la cintura del jugador.
—Lo hice...
—Lo hiciste.
Akashi observaba desde las gradas, Mizui estaba a su lado, mirando a Taiga y Ayami, y luego a Akashi, sucesivamente, sin saber dónde posar su vista.
—A-Akashi-kun... —balbuceó Mizui, sin saber qué decir.
—Vámonos —habló el pelirrojo, serio como siempre.
—P-Pero...
—El partido terminó. Nos vamos —ordenó. Mizui solo atinó a seguir a su novio.
Ayami se bajó de Taiga, y ahora se abrazó con Tetsuya, quién apenas podía seguir de pie debido al cansancio.
—Bien hecho, Tetsu.
El árbitro sonó el silbato, y Ayami volvió a las bancas de Seirin, sin querer intercambiar palabras con Aomine por lo pronto.
☠
En lo único que pensaba Ayami después de salir de la cancha era en celebrar la victoria de Seirin. Quizás ir a algún local de comida rápida, quizás ir a la casa de alguno de los miembros, o ir al karaoke. Se sentía feliz. Estaba a nada de abrir la boca para preguntar a dónde irían a festejar cuando su celular comenzó a sonar. Había llegado un mensaje de un número desconocido. Frunciendo el ceño, abrió la notificación y leyó.
«Te vimos en el partido de hoy, Ayami
Tenemos cuentas pendientes
Como no estés en la parte trasera del gimnasio en 20 minutos más, el pelirrojo con el que te abrazaste recibirá una visita
Ven sola»
Se le congeló la sangre. Releyó el mensaje una y otra vez, sin creérselo. No habían señales de quién pudo haberlo enviado, pero pensó que era mejor no arriesgarse.
Miró hacia adelante. Seirin había seguido su camino sin darse cuenta de que Ayami se había quedado atrás, lo cual en ese momento era lo mejor para ella. Se escabulló por un pasillo que no tenía ni la más mínima idea hacia dónde iba, pero era mejor que seguir con Seirin en esos momentos. Debía separarse lo más rápido posible de su equipo.
Preguntó a un auxiliar dónde tenía que ir para llegar a la salida trasera del gimnasio. El caballero, ya mayor, le explicó amablemente por dónde debía ir. Intentando no demostrar su ansiedad ni miedo, Ayami le sonrió y dio las gracias.
Mientras caminaba hacia la salida recibió varios mensajes e incluso la llamaron, así que simplemente apagó su celular. La próxima vez que se encontrara con Riko iba a recibir una paliza por parte de ella y una miraba interrogante de Tetsuya, pero eso era mejor a que supieran a dónde iba y con quién se iba a juntar.
Finalmente, llegó. Eran las 20:14 cuando había recibido el mensaje, y ya eran las 20:30. Si aquellos personajes que la habían citado anónimamente no aparecían en 5 minutos más, Ayami se largaba. Por desgracia, ellos llegaron.
Altos, con tatuajes y piercings, eran los típicos pandilleros que habían terminado la secundaria y ahora vagaban por las calles de Tokio buscándose la vida. Ayami los había conocido hace unos años atrás, cuando todavía no tenía ni idea de cómo poner su vida en orden.
—¿Te acuerdas de nosotros? —sonrió uno de ellos, Arata, su líder.
Eran tres pero el que hablaba solía ser Arata. Eiji y Dai, sus perros falderos, lo seguían y hacían todo lo que él ordenaba. Dai fumaba y la miraba con esa expresión altanera de siempre. Eijila miraba con ira.
—Sí, pero no recuerdo las supuestas cuentas pendientes que tengo con ustedes —respondió, cruzándose de brazos.
Si la cosa iba por malos términos y empezaba una pelea, Ayami terminaría en el hospital, pues su cuerpo se sentía débil aún, además de tener una herida bastante grave en la mano derecha. Había elegido un mal día para interponerse en el camino de Akashi Seijuro.
—De repente no recuerdas nada de hace unos años, ¿eh? Desapareciste sin dejar rastros, ¿la vida underground fue mucho para una mocosa como tú? —se burló Arata, buscando hacer enojar a Ayami, pero no lo obtuvo.
—La verdad es que sí.
Primero los dos molestosos que fueron a su departamento hace algún tiempo atrás, Akashi solicitando una reunión con la Generación de los Milagros de la nada y ahora este trío de idiotas. ¿Es que el pasado no podía quedarse dónde debía, en el pasado?
Arata frunció el ceño y se acercó a Ayami. Eiji y Dai siguieron sus pasos y la rodearon.
—Entonces la mocosa se asustó y decidió irse así como así —la agarró fuertemente de la mandíbula y apretó.
Ayami puso su mano sana sobre la muñeca de Arata y lo miró a los ojos.
—No quiero problemas. Y sigo sin saber cuál es mi cuenta pendiente. Que yo recuerde, no les debo nada.
—En La Reja, cuando peleaste con Eiji.
Ayami lo recordaba. Ella misma se había asegurado de pelear con Eiji, por venganza. Eiji era el más alto y musculoso de los tres, pero no importaba mucho porque era medio imbécil.
—Fue una pelea limpia, y por si no recuerdas, yo también acabé bastante mal.
—Verás, Eiji nunca pudo tener la revancha que él quiso.
—Pues yo no quiero la revancha —Ayami se zafó del agarre y retrocedió rápidamente. Dejaron de rodearla pero seguían muy cerca de ella, intimidándola—. ¿Eiji no puede hablar por sí mismo? ¿O los esteroides le jodieron las 2 últimas neuronas que le quedaban y ya no es capaz de armar una frase?
¡Cállate, idiota! ¡Te van a matar entre los 3!
Empezó a sentir ansiedad y dolor de cabeza.
El primer puñetazo llegó sin aviso y la dejó en el suelo. Se arrastró para alejarse y se paró lo más rápido que pudo. El golpe la había dejado mareada y apenas había visto a Eiji. Se había vuelto más rápido y definitivamente más fuerte. Los tres indeseables avanzaron y tendieron a rodearla de nuevo.
—¿Tres hombres contra una mujer? Vaya, son más cobardes de lo que yo recordaba.
—Sólo seré yo.
Eiji se puso frente a ella y Ayami empezó a pensar en cómo podía salir de ahí en una sola pieza y sin necesidad de ir al hospital por una costilla rota.
Como un toro furioso, Eiji arremetió contra Ayami, tirándola al suelo y poniéndose sobre ella para evitar que se moviera.
—¡Quítate, bastardo! —bramó, tratando de zafarse, pero era inútil. Jamás le ganaría en fuerza.
Eiji había puesto sus nudosas rodillas sobre los brazos de Ayami y presionaba con rabia. La pelinaranja estaba poniendo todo de sí para no gritar de dolor, pues no le daría el gusto de demostrarle que estaba sufriendo. Eiji liberó su brazo derecho solamente para tener la liberad de tomar su mano dañada y apretar con ímpetu. Ayami no aguantó más y gritó tan fuerte que le dolió la garganta. Lo poco que había empezado a cicatrizar había vuelto a dañarse y la venda rápidamente se empapó de sangre. Entre que se sentía desorientada por el puñetazo que había recibido hace poco, el dolor que sentía en el brazo izquierdo pues Eiji todavía tenía su rodilla sobre él y cargando su peso, y la herida de la mano derecha, Ayami empezaba a desesperarse y a faltarle la respiración.
—No eres ni la mitad de lo que eras antes —se rió Eiji, acercando su cara a la de Ayami.
Grave error, por supuesto.
La frente de Ayami impactó contra la nariz de Eiji. El chico se tiró hacia atrás poniendo sus manos en la nariz y cayendo sentado. Ayami se paró y no tardó en aprovechar ese momento para darle una patada en el oído, dejándolo acostado en el suelo. Vio a Arata y a Dai acercarse pero prefirió asegurarse de inmovilizar a Eiji y luego encargarse de los otros dos que eran bastante más debiluchos que su amigo el gorila.
Agarró la cabeza de Eiji y la levantó y la dejó caer con toda la fuerza que tenía. Uno, dos, tres veces hasta que le llegó una patada en la boca por cortesía de Dai.
—¡Eh!
La sangre comenzó a salir de su boca y Ayami no tardó en empezar a escupirla, machándose la ropa y el suelo.
—Puaj... ¿Aomine...?
¿Ese grito había sido de Aomine?
—¡Ya llamé a la policía así que más les vale que se vayan!
Las piernas de Momoi temblaban pero su voz no. Entre Dai y Arata tomaron a Eiji y comenzaron a correr lejos de ahí. Ayami se sentó en el suelo y se tapó la cara. Lo único que quería es que la tierra se la tragara. Prefería mil veces que Dai y Arata le hubieran dado una paliza y luego irse sola a su casa, a que llegara alguien a rescatarla.
Sobre todo si sus salvadores eran Aomine y Momoi.
—¡¿Qué mierda fue eso?!
—No fue nada —bufó, destapándose la cara y escupiendo más sangre.
Momoi se acuclilló a su lado y emitió un ruidito de sorpresa.
—¡Ayami-chan! ¡Debemos ir a la comisaría!
—¿De qué estás hablando? Se pondrá peor con ellos si los denuncio. Tampoco iré al hospital, así que no lo intenten.
Intentó apoyar sus brazos en el suelo y darse impulso para pararse, pero apenas podía sentirlos. Aomine gruñó, se puso detrás de ella y la levantó tomándola de las axilas.
—Gracias...
—¿Qué mierda pasó? —exigió saber Aomine.
—¿Por qué tendría que decirles? Sólo déjenme en paz.
—¿No tendrías que estar con Seirin ahora?
—Ya deja de preguntar. —Ayami miró a Aomine a los ojos por primera vez desde que había llegado. Aomine apretó los puños y sintió rabia. El rostro de Ayami ya empezaba a hincharse, mostrando signos de haber sido golpeado, además de la sangre que estaba en sus labios y en uno de sus pómulos—. No te voy a responder un carajo.
—Al menos... Dai-chan, ¿quién está en tu casa? —Momoi se refregaba las manos nerviosamente y trataba de no ver toda la sangre que estaba saliendo de Ayami.
—Nadie, ¿por qué?
—Tu papá tiene un botiquín de primeros auxilios, ¿no? El que usábamos cuando éramos niños y jugábamos a los doctores.
Ayami agachó la cabeza y sonrió.
—Oh, cierto...
—No te llevaremos al hospital pero tampoco te vamos dejar así, Ayami-chan.
—Esperen, no vendrá la policía, ¿verdad?
—No —respondió Momoi, medio sonriendo—. Lo dije para que se asustaran y se fueran.
Después de que Momoi ocupara sus pañuelos desechables para limpiarle la sangre de la cara, Aomine le pasó su chaqueta para que se la pusiera encima y no se viera su ropa manchada con sangre.
Tomaron el metro y se fueron en completo silencio. Ayami se había puesto el gorro de la chaqueta de Aomine y se arrepentía de haberse cortado el pelo pues no podía taparse la cara con él. Recibía alguna que otra mirada indiscreta pero no le ponía mayor atención.
Los tres llegaron a la casa de Aomine. Ayami había estado un par de veces ahí, cuando todavía estaba en la secundaria. Seguía tal cual lo recordaba.
Momoi se llevó a Ayami al baño mientras que Aomine cocinaba algo pues los tres habían coincidido en que tenían hambre.
—¿Tienes vinagre de manzana?
—Creo que sí —Aomine recibió su chaqueta de vuelta—, ¿por qué?
—Ayuda a la circulación de la sangre, me va a servir para que esto —se apuntó la cara, que ya se había puesto de un color morado muy feo— desaparezca más rápido.
Momoi, con cierto temor y temblor en las manos, empezó a sacarle la venda de la mano derecha.
—No tienes por qué hacerlo —le dijo Ayami cuando vio que Momoi dudaba al momento de terminar de sacarle la venda—. Puedo hacerlo sola.
—P-Pero...
—Momoi, me atravesaron esta mano con una tijera.
—Dai-chan ya me contó.
—Entonces, ¿estás segura de que quieres ver esta herida?
Momoi negó, con sus ojos llenándose de lágrimas. Ayami casi pone los ojos en blanco.
—En serio puedo hacerlo sola.
—Satsuki —Aomine apareció por el umbral de la puerta del baño— puse el agua a calentar, cuando esté hervida tienes que echársela a los potes de ramen, no hagas nada más que eso. Por favor no la cagues, los tres tenemos hambre.
Momoi asintió y salió del baño, con una mueca triste y aguantándose las lágrimas.
—¿La hiciste llorar, ogro? —preguntó Aomine, entrando al baño y tratando de terminar el trabajo que Momoi no había podido.
—Sabes que Momoi llora por todo —gruñó Ayami.
Aomine sacó la venda y soltó un "tsss".
—¿Por qué no quisiste que te lleváramos al hospital?
—Porque ahí hacen muchas preguntas.
Aomine agarró con firmeza la muñeca de Ayami cuando ésta, por acto reflejo, había tirado su mano hacia atrás cuando Aomine había empezado a desinfectar.
—¿Y nosotros no hacemos muchas preguntas?
—Sí, pero a ustedes los puedo hacer callar... Aomine, dile a Momoi que no intente averiguar quiénes eran esos hombres.
—¿Por qué no?
—Porque le saldrá el tiro por la culata.
Aomine terminó de desinfectar la herida pero no soltó la muñeca de Ayami.
—¿Hace cuanto que los conoces?
—Ya te dije: no te responderé nada.
—Ni siquiera cuando éramos mejores amigos me decías algo sobre tu vida —masculló Aomine.
—Me creas o no: lo hago para protegerte. Ya ves lo que me pasó a mí por relacionarme con ellos.
—No necesito que nadie me proteja —gruñó, sacando una venda limpia del botiquín.
—Siempre has necesitado a alguien que te cuide, Aomine.
—Eres fea —se quejó el otro, sin saber qué más decir pero sin querer quedarse callado ni que le ganaran en una discusión.
Ayami no pudo evitar reír.
—Tienes 5 años, cállate ya.
—Jugaste bien el otro día contra Kirisaki Daichi —dijo Aomine luego de un rato—. Aunque hubiera preferido que no lo hicieras y no te cortaras el cabello.
Ayami, inconscientemente se llevó una de sus manos su nuca y tanteó.
—¿Qué tiene?
—No eras taaan fea cuando lo llevabas largo. Ahora te veo y me dan ganas de vomitar.
—Quizás sea yo la que termine vomitando sobre ti si no dejas de decir estupideces. Trabaja callado.
Ayami se arrepentía un poco. Extrañaba su cabello largo, pero era mejor tenerlo corto. No gastaba tanto tiempo lavándolo y ya no tenía que desenredárselo. Era útil y ocupaba poco tiempo.
—¿Cómo podrías vomitar sobre mí si soy tan guapo?
Ayami volvió a reír y con su mano buena lo golpeó suavemente en el pecho.
—Parece que te hizo bien perder. Podríamos volver a ser amigos.
—¿Tú crees? —preguntó, dando la última vuelta con la venda y mirando a Ayami a los ojos.
—¿Por qué no?
—No sé si quiera ser amigo de una persona que no me dice nada sobre su vida. Tú conoces a mi mamá, a mi papá, en qué trabaja cada uno. Yo apenas sé que vives en Roppongi, y fue porque una vez se le escapó a Akashi.
Aomine terminó de vendar la mano de Ayami.
—A-Ahora me voy a desinfectar el labio. Gracias, Aomine...
—¿Ves a lo que me refiero? —farfulló—. ¿Por qué nunca dices nada sobre ti?
—No me presiones, por favor.
—Iré a ver cómo va Satsuki con el ramen.
Salió del baño, bastante enojado. Ayami suspiró y tiró su cabeza hacia atrás. Después de todo, no podía reclamarle nada.
este capítulo cambió un montón pero creo que lo hizo para mejor <3
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