034.
Elizabeth y Jeff siguieron en su caminata, sin un lugar fijo al que ir. La preocupación invadía la mente de la chica, al saber que la policía seguía sus rastros, tratando de atraparles. Pensó y pensó, hasta que se dio cuenta que podrían deshacerse del problema.
Se detuvo y su compañero la miro, extrañado y algo exasperado.
Elizabeth, con un nerviosismo latente, le comentó su idea al muchacho; éste se impresionó, y al mismo tiempo sintió la necesitad de seguirla, de derramar más sangre, de calmar sus ansias.
Caminaron, mientras el sentimiento de venganza crecía dentro de Jeff.
***
La noche caía rápidamente, mientras la luz de la luna era lo único que iluminaba.
El detective Clark estaba sentado frente a su escritorio, mientras bebía whisky de un vaso regordete. En frente de él se encontraba el expediente de uno de los más sanguinarios asesinos en masa que había pisado la tierra, "Jeff The Killer" como se hacía llamar. Se frotó los ojos y se dijo a sí mismo que había sido un error dejarle huir. Le tenía miedo, demasiado, y se sentía sumamente inseguro. Debe estar aliado con la chica, pensó, y se maldijo por no haberla encerrado cuando tuvo la oportunidad.
Se paró de un salto y estrelló el vaso con todas sus fuerzas contra la pared. Pensaba en aquel hijo de puta, en que ahora mismo debía estar regodeándose, mientras él aquí estaba sin hacer nada al respecto. La rabia se apoderó de él y observó la escopeta que yacía en el escritorio tranquilamente. Iba a tomarla, pero se arrepintió a último momento. Pensaba en buscarle, matarlo, y demostrarle quien tenía el mando, pero pensó que no tenía como encontrarle. Se relajó y volvió a sentarse. La luz de la habitación parpadeó, para luego apagarse del todo. Él permaneció sentado allí, en silencio, tratando de detectar algún sonido extraño o algún movimiento, pero no hubo nada.
Se paró y miró por la ventana, las farolas de la calle estaban encendidas, lo que significaba que él era el único sin energía. Su pulso se aceleró y volteó lentamente, para luego correr hacía su escritorio.
Tomó la escopeta sin titubear, y apuntó a la oscuridad frente a él, sin saber realmente a qué se enfrentaba.
Se escucharon pasos acercarse, y él empezó a sudar.
—¡Sal ya, hijo de puta!— Gritó. No sabía quien estaba allí o que tramaba, y ese pensamiento no era muy reconfortante para él.
Hubo una risa gélida delante de él y pasos aproximándose.
Clark empezó a disparar la escopeta, una y otra vez, pero las risas seguían allí. Apretó el gatillo una vez más, pero ya no había ninguna munición que pudiese ayudarle.
Retrocedió y su espalda golpeó la pared.
—¿Qué pasa policía? ¿Ya no tienes alguno de tus juguetes para defenderte?— Dijo una voz fría y aterradora:— Es hora de dormir.
Jeff finalmente desenfundó el cuchillo de su bolsillo, y se acercó a Clark.
Apuntó el cuchillo al estómago del detective, y lo enterró, lentamente.
—Nos vemos en el infierno.— Dijo el detective. Jeff río y respondió:
—Go to sleep.— Fue lo último que Clark oyó antes de que Jeff deslizara su cuchillo hacía abajo y lo sacara, haciendo que las tripas del hombre cayeran al suelo.
Clark cayó al suelo y Jeff río. Guardó su cuchillo y se dirigió fuera de la casa, al encuentro de Elizabeth.
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