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El diablo se estaba volviendo inestable, y dios era consiente de ello. 

Etihw. Deidad del mundo, gobernante del las tierras blancas y el castillo de diamantes. Nunca se supo como, pero no importase cuanto le costase, cuanto perdiese, ella se encargaría de proteger al mundo de la ruina. Ella se encargaría de mantenerlo junto y funcional. 

En un intento de buscar beneficios para el mundo, la paz fue propuesta por el ángel jefe. A Etihw no le agradaba la idea de entregar su mundo a quien podría arruinarlo, e incluso peor, destruirlo. Sin embargo, con solo darle mas motivos, Etihw finalmente lo reconoció como una solución.

Se discutieron posibilidades, la guerra fue pospuesta, y el ángel jefe siguió susurrando al oído de la diosa. Dando instrucciones para acomodar todo y poder mantener un orden que, a pesar de saber que seria algo temporal, valía mas que lo que él podía pedir. La idea de un vinculo que uniese al dios y diablo cruzo por su mente y sin perder tiempo esta igualmente fue susurrada a los oídos contrarios.

Entre tantos argumentos, la idea de un vinculo por mas que odiase la idea parecía ser la mejor. Y nuevamente, otra idea cruzo por su mente para complementar la sugerida.

Nunca se había propuesto tal acontecimiento, ¿pero que podía hacer ella? Etihw estaba dispuesta a dar todo, incluso su propio cuerpo, por el bien de su mundo. Él odiaba la idea, a ella le repugnaba, pero si tal sacrificio significaba paz, orden, control y prosperidad entonces ¿quien era ella para dejarlo pasar?

Aquel día es uno de los que no desea incluso saber que ocurrió; un frió tacto, placer forzado, en un cuarto obscuro y sin sentimiento alguno. Tiempo paso y una sana niña fue el fruto de aquella desagradable experiencia.  Y a pesar de ya haber pasado miles de años, la memoria de tenerla en brazos seguía tan fresca en su mente. Observo su rostro, jugó con su cabello, acaricio sus mejillas y sostuvo sus manitas. En tan solo un instante olvido todo, olvido los detalles e olvido las razones. Una fuerte necesidad de protegerla le fue inevitable, y por primera vez en miles de años su frió corazón logro sentir calidez. 

Sin embargo, la opinión de su pueblo junto con sus seguidores fue el obstáculo que le impidió hacer tal cosa. Solo se habían esparcido rumores, y de alguna manera estos lograron llegar a sus oídos. Su pueblo odiaba la idea. Unos lo consideraban traición, otros debilidad ante el simple hecho de una alianza. El pueblo que le juraba lealtad eterna había expuesto aquel lado egoísta que se había formado tras su espalda.

A pesar de ser consciente que ella no les debía nada, ella aun así estaba dispuesta a escuchar sus sugerencias. Después de todo, su gente siempre le mostró respeto e acataban sus ordenes sin vacilar. Lo menos que ella podía hacer por ellos es escuchar lo que tengan que decir. 

Y eso hizo.

Etihw escucho sus palabras, y nuevamente, poniendo al pueblo frente sus propios deseos, ordeno entre un pequeño grupo de subordinados la ejecución de la niña, la cual seria aislada mientras se hacían los preparativos. Pues a pesar de ser simples rumores, esos rumores le confirmaban que la introducción de la niña traería todo menos la paz que ella tanto buscaba y anhelaba. 

Ante la orden el diablo se negó, actuando en contra propuso una alternativa. Antes de que la deidad tuviese tiempo de siquiera opinar al respecto, el diablo actuó por cuenta propia llevándolo acabo. Encerrando a la pequeña para que esta no volviese a ser vista. Etihw le dejo ser, pues internamente, ella también deseaba que la pequeña viviese. 

El tiempo avanzaba, y junto con este los rumores lentamente se empezaron a desvanecer. Los subordinados que alguna vez se llegaron a enterar lo terminaron por olvidar, y la pequeña niña fue olvidada siendo solo el dios y diablo los únicos conscientes de su existencia. 

 Etihw no sabia lo que ocurría detrás de esa puerta, pero ella a pesar de ignorar al diablo, siempre se aseguraba de tener un ojo sobre él ya sea por su cuenta o mediante el propio hermano de este. Ella era consciente de el peligro que él representaba, e internamente temía que la niña se volviese como tal. 

Pero enfocándonos en el presente, los reportes que le eran dados, las constantes destrucciones del castillo, y los continuos desacuerdos fue lo que le hizo tomar la decisión de declarar la guerra. El ambiente dentro del castillo se torno pesado, la sed de sangre era abundante en los pasillos, y a pesar de que ella aun seguía en busca de aquella dichosa paz, entendía que lo retenido debía ser liberado de una vez por todas. 

El diablo se volvía inestable. A pesar de que desconocía su manera de actuar cuando se encerraba en aquella habitación, las simples pruebas que demostraba en el castillo le eran suficientes. Cielos, incluso el propio Kcalb casi llega a decapitar dos de sus ángeles de no haber sido por su intervención, lo cual acabo con el diablo perdiendo el brazo derecho. Ella nunca espero nada de él, mas el que este evento haya ocurrido le hizo demandar a todos sus ángeles el siempre estar alerta, en especial en presencia del diablo. Pues el que Kcalb estuviese a nada de haber asesinado a su propio hermano era mas que suficiente para desconfiar.

Preparo las armas, planeo estrategias, alisto a sus ángeles e hizo frente al diablo. La entrada y salón principal junto con unas cuantas habitaciones ya eran ruinas desde ya días, los pasillos estaban colapsando, sus subordinados estaban preparados a que la guerra se aproximase. Aquella ilusión de falsa armonía era demasiado toxica como para poder hacer le intento de seguirla soportando. 

Observando desde arriba a su contra-parte quien sostenía su hombro herido, este le dedico una mirada afilada. No se inmuto, y en total calma ella pateo uno de los escombros a sus pies la cual fue rodando hasta los pies contrarios, terminando en el charco de sangre donde estos se encontraban. 

— Tráela ente mi – Demando, sosteniendo aquel tono absoluto junto con aquella mirada dura característica de ella. El contrario gruño, apretando sus quijada enseño sus afilados dientes en modo de respuesta. Dedicándole una mirada de odio puro se dio la vuelta alzando su capa al momento de girarse, y sin decir palabra fue por la niña dejando atrás pequeños charcos de sangre junto con un rastro de huellas carmesí. 

Cuando los pasos del diablo se volvieron lejanos al punto de desaparecer Etihw soltó un suspiro para después clavar su mirada en el cielo. Después de tanto tiempo lograría poder verle de nuevo. Etihw era consciente de que la niña elegiría al diablo sobre ella, sin embargo el simple hecho de poder ver cuanto había crecido servia como consuelo para su agrietado corazón de hielo.

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