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◆Black◆

Silhouette es un buena niña, y Kcalb era consciente de ello. Kcalb solía cuestionarse si lo que se había decidido le hacia justicia. Ella nunca se quejo, siempre se mantuvo firme y era paciente. Siendo un ejemplo aquellos días que no podía ir a entregarle su comida debido ya sea por las constantes, ahora diarias, disputas entre los subordinados u el simple hecho de tener que lidiar con sus responsabilidades como diablo y líder. Siempre sintiendo culpa en lo que transcurría del día, para al día siguiente llevarle un pequeño postre extra como una silenciosa disculpa. Y como siempre lográndole sorprenderle, ella nunca parecía estar molesta, con aquella mirada tranquila ella simplemente comía junto con él.

El nacimiento de la niña a pesar de no haber resultado la mejor de las condiciones nunca fue planeado por capricho. Se creía, que si existía paz entre ambos mandos el mundo podría progresar, y en un intento desesperado por crear paz, la idea de un vinculo que uniese al dios y diablo podría ser la solución. De ahí, la pequeña fue planeada para después esta nacer.

Tristemente la idea no fue bien aceptada.

Los lazos eran tensos, y el simple hecho de pensar que ambos mandos se unirían solo creo mas caos y disgusto, interpretándolo como traición. Así, antes de que la niña cumpliera dos días de haber nacido, el dios ordeno que esta fuese ejecutada, aislandola del mundo solo para morir. Sin embargo, el diablo se rehusó a esto.

Encerró a la niña en la habitación mas escondida del castillo. Aquella se que encontraba en el final del pasillo mas abandonado y por ende silencioso. Alejada de los subordinados junto con el propio dios. Nunca grito, nunca exigió salir, ella solo permanecía en silencio. Llegando a notar aquel aire tan monótono que abundaba en la habitación, él no podía evitar sentir una gran tristeza por un ser que parecía satisfecho.

Nunca le vio sonreír, nunca le vio llorar, ella siempre le recibía con aquellos ojos calmados y voz neutra. Los primeros años de cuando ella solo era una bebé, eran los recuerdos que mas le lastimaban. No poder ir a visitarle todos los días, no poder brindarle el trato que merecía al solo ser una recién nacida. Merecía atención, merecía amor, pero simplemente le ofreció una vacía habitación.

Los días que le podía visitar, era recibido por su llanto, agitando sus manos mientras ríos de lagrimas resbalaban por sus mejillas. Kcalb nunca tuvo experiencia con los niños, en especial en aquellos tiempos, por lo que su único guía fue su instinto junto con la ayuda de los libros. Tomo todos los libros que creía útiles, y los llevo a su habitación. Ahí, él prestaba gran atención a lo que estos le sugerían mientras la pequeña era arrullada entre sus brazos. Las personas nunca cuestionaban su ausencia, y a el dios poco le importaba por lo que esto nunca fue un problema.

Mediante ella crecía, él hizo su esfuerzo por que ella estuviese feliz. Le obsequio peluches, acomodo aquella vieja habitación para convertirlo en un lugar acogedor, le ofreció deliciosos postres, le dejo conservar los viejos libros y antes de irse, siempre procuraba dejar una bolsa de galletas sobre la cama.

Ella parecía satisfecha, y como ella nunca cuestiono nada, él nunca dijo algo. El tiempo paso, las disputas entre los subordinados eran mas frecuentes. El estar cerca de los otros siempre traía problemas, y el hecho de que tengan que vivir bajo el mismo techo simplemente empeoraba las cosas. Nunca se aclaro el por qué, pues solo el dios y el diablo sabían la razón. Siempre que alguien intentaba buscar un por qué el dios demostraba apatía y el diablo ignoraba el tema. Por lo tanto hace ya años que se habían rendido en encontrar coherencia a la situación.

Un día, la pequeña logro formular palabras, y para sorpresa del diablo esto fue un gran asombro. Le costo años pero el que ella viviera encerrada, mas el hecho de que el diablo solía quedarse callado, hacia entendible su sorpresa. Después de todo ella nunca llego a escuchar una palabra del mismo.

Aquel día simplemente entro con la usual bandeja llena de comida en manos, y el inesperado "Buen día" que formulo torpemente la niña le tomo desprevenido. Dejándole estático en su lugar solo para después de un par de segundos volver en si y asentir lentamente con su cabeza devolviendo el cumplido. Kcalb se pregunto de donde pudo haber aprendido tales palabras, y al momento de pensarlo se sintió un completo idiota al olvidar un importante hecho; ella necesitaba aprender a comunicarse, de poder hablar.

Para sorpresa (¿o quizá buena suerte?) de Kcalb, la niña siguió hablando sin mucho problema, armando una pequeña conversación en la cual solo un par de palabras llegaron a ser mal pronunciadas. La curiosidad de Kcalb se incremento y el deseo de saber como ella logro aprender por su cuenta fue grande. No le tomo mucho averiguarlo, pues al momento de escuchar la obstruida risa de Cranber siendo seguida de fuertes impactos y gruñidos de lo que parecía ser uno de los ángeles subordinados todo tuvo sentido dentro de su cabeza.

Eventualmente llego a la conclusión de que mediante los alborotos que ocurrían fuera de sus paredes, ella logro aprender prestando atención. Y en parte tenía sentido, con un cuarto tan silencioso todo fuera de este podía ser escuchado con algo de claridad, siendo el único obstáculo las paredes que obstruían parte del sonido. Quizá la niña ya sabia hablar desde hace tiempo, pero espero hasta sentirse preparada para interactuar con él.

El tiempo avanzaba, y mediante este progresaba, pequeñas costumbres se formaron entre ambos. Desde dar las gracias por la comida, hasta dar los buenos días junto con las despedidas. Kcalb no solía hablar mucho, por no decir que se la pasaba en silencio, esto debido a la culpa con la que aun cargaba. Y a pesar de tal, la falta de palabras no detenían a la pequeña de conversar con él. Con pequeñas conversaciones ella explicaba las aventuras que ella y sus amigos (estos siendo simples animales de felpa) solían tener. Del delicioso pay de manzana que cocinaba Dialo, de Yosafire quien olvido hacer su tarea, de la rara jalea que preparaba Rawberry, los nervios de Macarona, la suave risa de Chelan, el reloj perdido de Froze, entre otros mas. Ya que sus conversaciones no eran muy seguidas, Kcalb pocas veces podía escuchar de las pequeñas antologías que narraba la pequeña, y, deseando poder hacer algo mas por ella, decidió hacer unas muñecas de aquellos personajes.

Ha de admitir que se baso de los propios subordinados, tomando sus características para crear a las chicas. Al principio pensó hacer solo demonios, sin embargo considero el hecho de que ella era la hija de un dios y un diablo, por lo cual decidió que seria mas justo hacer tres ángeles y tres demonios. Al final todo valió la pena, la niña termino amándolos. Tanto que de ahí nació otra pequeña costumbre; acomodarles junto con ellos para que les acompañaran a la hora de comer.

Kcalb deseaba poder darle mas a la pequeña, ella siempre cumplió con todo y nunca pidió nada a cambio. Nunca pregunto por nueva ropa, nunca pidió juguetes, nunca demando comida y nunca deseo el exterior.

Kcalb deseo darle todo, pero en aquellos momentos no podía, pues después de tantos años viviendo en un castillo disfuncional, tal parecía que la diosa estaba lista para nuevamente declararle la guerra.

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