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Prólogo

El pasado de una persona es el prólogo de su historia.



•••
Alya Labrid

Tic toc... tic toc

Mi cabeza... duele...

Tic toc... tic toc...

El sonido del reloj me está
matando...

Tic toc... tic toc...

Quiero acabar.

  Esta jugada decidirá la partida, estoy a dos pasos del jaque mate. No puedo levantar la vista; solo quedan treinta segundos. Siento presión, aunque no les vea puedo notar las expectativas de las personas que esperan mi victoria...

Tic toc...

Un movimiento. Avanzo mi caballo a E4, el rey contrario queda en jaque. Mi rival lo aparta, esta partida es mía...

Jaque Mate.

—Ganan las blancas —anuncia el árbitro.

Espera un momento... ¿Perdí?

Ah, di Jaque Mate cuando acabó mi tiempo.

El chico grita—¡Sí! —se levanta de su asiento, la mayoría de las personas que observaban la partida desde afuera a través del cristal lucen desanimadas, ellas creían en mí, sin embargo, disfruto la alegría de los padres del chico, lo envidio.

Mi rostro no muestra expresión alguna, sé lo que espera.

En las premiaciones de este torneo nacional de ajedrez quedo en segundo lugar, incluso el chico que obtuvo el tercero rebosa alegría. Yo no, estuve a un segundo de ser la mejor.

  En el taxi camino a casa prevalece el silencio, ni siquiera mis padres cruzan mirada conmigo, sé que ellos sienten la misma decepción que yo. ¿Por qué el chico que obtuvo tercer lugar recibió tanto apoyo, si es un perdedor? Y yo, que me esfuerzo tanto por hacerlos sentir orgullosos, solo recibo felicitaciones si arraso con todos.

Mis padres ponen demasiadas expectativas en mi, pues según ellos esto es lo mejor para mi futuro.

Podría sonar exagerado, pero es difícil que tus padres te fuercen a hacer algo que no quieres.

No creo poder aguantar más este infierno.

—¡Alya! —lavándome la cara en el baño siento la voz de mi madre.

—¡Voy! —respondo saliendo en dirección a la sala de estar.

Al pararme frente de ella sucede uno de los hechos que más han dolido en mi vida. Una cachetada de mi madre estremece mi cuerpo, haciéndome retroceder asombrada.

—¿Por qué te desconcentraste? Estabas a punto de ganar.

—Ma-madre.

—¡Nada de madre! ¡Sabía que no podías tener distracciones, haciendo dibujitos y eso! ¿Acaso no te diste cuenta de que necesitas estudiar constantemente? —ordena asustándome.

—¿No crees que estás siendo demasiado dura? Al mejor pintor se la va un borrón —le dice mi padre en un intento de calmarla, pero su avaricia la ciega.

—¿Que no está tan mal? Alya está demasiado concentrada en sus hobbies, necesita estudiar —corro a mi habitación y me encierro. Sin poder escuchar más, sintiéndome culpable.

Lo detesto.

Maldigo el momento en que
acepté practicar ajedrez, yo era una niña que lo veía como un juego, pero sorprendentemente sobresalí en el deporte. Ahora tengo diecisiete y era considerada campeona nacional, hoy perdí mi título.

—Espera Alya. Lo siento hija, me excedí —siento a mi madre arrepentida desde el otro lado de la puerta, pero no escucho con claridad, ya que la canción "Demons" de Imagine Dragons invade mis oídos a través de audífonos, acostada en mi cama—. Disculpa si a veces me dejo llevar por las emociones, solo quiero lo mejor para ti, y no te estás concentrando en tu futuro.

«No, no te disculpo»

Repito en mi mente como respuesta a mi madre, sé que si se lo digo en verdad, volverá a estallar. Me doy un baño.

Al terminar salgo. Saco de mis gavetas un cúter, pero no el que utilizo para afilar mis lápices, no, este cúter es especial.

—No —susurro mirando mi muñeca, no quiero hacer esto otra vez, le prometí a él que no volvería a cortarme.

Y cumpliré esa promesa.

Esta soy yo, Alya...
         Y vivo en un constante:                    "Filtro Monocromo"

Los colores blanco y negro adornan todo, mi habitación, mi mente, y me aburre, veo al tablero de ajedrez: blanco y negro.

Entonces decido darle un poco de color a mi vida. Saco mi set de temperas y un pincel malgastado. Pinto cada casilla del tablero de ajedrez con un color distinto. ¡No más monocromo! Luego coloreo cada pieza. A modo de terapia, hago trazos conformando figuras por mis paredes.

Al cabo de una hora me dejo caer en la cama, admirando el resultado. Pareciera el cuarto de una niña pequeña.

Sueño con transmitir energía positiva a través de mis pinturas, con hacer feliz a los demás...

Quiero que las personas no se rindan, que sigan sus sueños, porque el mundo es cruel y hermoso.

•••
Edgar Solberg

—Amén —la misa termina, por lo que todas las personas en la iglesia comienzan a levantarse, incluyéndome.

—Voy a casa de Cris a estudiar —digo a mis padres, mintiendo. ¿Estudiar? ¿Qué clase de excusa estando en vacaciones de verano?

Cristian es mi mejor amigo desde la secundaria. Amamos la música. Él es algo dark, pero no excesivamente, solo porque le gusta el mundo del rock fuerte. Es un año mayor que yo y no fue a la universidad, tiene una banda; "Rhythm of the night", sí, igual que la canción de discoteca.

—No me cae bien —interviene mi madre.

—¿Por qué má'? —pregunto. Soy consciente de que siempre a mirado por encima del hombro a Cris, pero supuse que ya se habría acostumbrado porque han sido años de amistad.

—¡Tiene el cabello largo! Esas son cosas del di-a-blo —deletrea esta última palabra haciéndome soltar una pequeña sonrisa.

—Pero mamá, Jesús tenía el pelo largo —excuso.

—¡Edgar! —exclama mi padre e inmediatamente me doy cuenta de la incómoda situación. Estábamos apenas saliendo del hogar de Jesús —, tu madre tiene razón. Cristian tiene gustos raros, escucha esa música satánica. Además, ¿estudiar en verano? — ¡Ugh! Pensé que se habría olvidado de eso, pero no me alarmo porque soy un maestro en inventarme excusas.

—Papá, me refería a estudiar música, sabes que en poco tiempo entraré a la AISA, debo prepararme —bueno, esta no estuvo tan mal, en parte es verdad —. Y por cierto, la música que le gusta a Cris es rock, ¿sabes que existe rock cristiano? —justifico.

—Bueno ve, que Dios acompañe su estancia —dice mi madre y aprovecho la oportunidad de alejarme de ellos lo antes posible. Por Dios, si mi madre supiera que Cristian es ateo.

Tomo un taxi y mientras estaba sentado mirando por la ventana del auto, siento en mi bolsillo una vibración. Tomo mi celular y veo un mensaje en WhatsApp.

Cris:
T espero en mi ksa, ya saliste? Andas serca?
5:36pm

Ed:
No te desesperes, acabo de tomar un taxi. Por cierto, es "cerca".
5:36 pm
Visto

Cris:
Llo ezcrivo komo meh d la ghana
5:37 pm

Río en alta voz y noto que el conductor me mira a través del pequeño espejo encima del parabrisas.

—¿Una chica? Já, extraño mis tiempos mozos en los cuales sonreía como tonto al hablar con muchachitas.

—No, no señor, es un amigo. —respondo algo avergonzado.

—Oh, un amigo, ten cuidado muchacho, últimamente hay homosexuales por moda, eso me hace perder la fé en la humanidad. Así no avanzaremos —suelta el conductor. Que irrespetuoso.

—Señor, ¿cómo se atreve a decir algo así? Debe aprender a respetar los gustos ajenos —¡Demonios! Hablé sin pensar, ¿gustos ajenos? ¡Ahora él creerá que soy gay! —. Yo creo que los gustos deben ser... libres. Dios debe de aceptarnos ¿no? Al fin y al cabo somos sus hijos —tierra trágame. Fue peor el remedio que la enfermedad.

El conductor no me responde y detiene el taxi —Llegamos a su destino, joven —, entrego el dinero y bajo del auto cabizbajo. Que vergüenza Dios mío.

Este soy yo, Edgar...
Y vivo constantemente entre:
"Excusas"

Me paro justo enfrente del edificio de Cris. Él vive solo en un apartamento. En su banda es pianista, por lo que practico con él de vez en cuando porque estudiaré música.

Ed:
Estoy delante de la puerta de tu apartamento, no escuchas los toques???
5:47 pm
Entregado

Mhh, ¿por qué no responde? Normalmente anda pegado a su celular. He tocado varias veces la puerta. ¿Estará bien?

—¡Cristian! —grito. Ya me estoy preocupando. Pego mi oreja a la puerta para intentar escuchar algo.

De repente aparece del ascensor una chica que vive en el apartamento de al lado y me mira confundida al estar ahí pegado.

—N-no estoy espiando, es solo que estoy preocupado porque no responde —le digo parándome derecho y algo nervioso.

—Ya —me mira con burla, abre la puerta de su departamento y entra. Seguramente al verme ahí pegando la oreja pensó que era un acosador. Hoy es mi día de las vergüenzas.

La puerta se abre y siento detrás de mí risitas tontas, rápidamente me volteo y puedo ver como él despide a una chica morena que me saluda con la mano y baja por el ascensor.

—Estoy vivo, ¿esperaste mucho? —me pregunta Cris ofreciéndome entrar.

—¿Quién es ella? Nunca la había visto —me cruzo de brazos frente a él.

—Es Camila, una amiga mía, ya entra ¿o estás celoso? —pregunta burlándose.

—Claro que no enano —le aseguro y entro a su departamento. No comprendo el por qué de esta sensación extraña al verlo con chicas, ya debería de estar acostumbrado porque mi amigo es un mujeriego, no debería de molestarme, ¿no?

—¿Cómo que enano? Tú eres el titán —dice algo cabreado cerrando la puerta y me siento en su sofá. Soy alto, se nota que nací en Noruega, aunque me mudé aquí a Ayralia cuando tenía seis años.

Ayralia es una isla cerca del Caribe en el cual hace cientos de años habitaban piratas. Es un país independiente aunque fue conquistado varias veces por distintos colonos. Creo que me estoy extendiendo demasiado, parezco profesor de historia con sus babas que te hacen dormir en medio de la clase. Dios me aleje de semejante babosería.

—Aprendí a tocar una melodía; "Monochrome Filter", quiero que la escuches porque me costó mucho —le digo poniendo su pianola sobre mis piernas y ajustándola.

—A ver, genio —se sienta a mi lado en el sofá.

—Sería "a escuchar, genio" —rectifico y este frunce el ceño. Comienzo a tocar las teclas creando la melodía. Sentimientos de libertad y paz inundan mi interior, haciéndome cerrar los ojos por un momento, pero vuelvo a abrirlos para no perderme en las teclas, cosa que exactamente hice tocando un tono grave en medio de la suave melodía arruinándolo todo.

—La cagaste, señor perfección —niega lentamente Cris cuando terminé—. Te pasa por creerte diva y cerrar los ojos.

—¿No podrías admitir que soy mejor que tú en esto? —contraataco lanzándole una mirada cargada de soberbia.

—Soy como agua en el desierto; no caigo tan fácil —afirma tocando en el teclado un "Chan chan chaaan" haciéndome bufar.

Otra vez esta sensación. Este nerviosismo. ¿Qué me pasa? ¿Esto es pecado, cierto? Ojalá Dios me perdone, pero este sentimiento sobrepasa la amistad, Cristian es el único que está en mis pensamientos.

Sueño con inspirar a las personas a través de música a ser quien verdaderamente son. A que se acepten a sí mismos...

A que no sean como yo, que huyo de mi realidad.

•••
Rosario Bustamante

—¡Mamá! —llamo bajando la escalera de mi casa hasta el estudio de mi madre. Entro y allí está ella, en su laptop revisando probablemente asuntos de negocios — ¡Mamá! Ya ingresé a la AISA, ¡me sorprendí mucho! ¿Cuándo me inscribiste? ¡Dios que emoción!

Me quedo en la entrada rebosando alegría. Silencio reina por unos segundos hasta que reacciona.

—Que bien —emite sin despegar su vista de la laptop.

—¿Abrazo? Estoy feliz —digo acercándome a su escritorio y hace caso omiso. Tomo su silencio como un sí y me abalanzo sobre ella para abrazarla por detrás.

—Rosario ¿No ves que estoy ocupada? Esto es serio —dice apartándome lentamente y por el movimiento con su codo toca el mouse y hace clic en una página. —¡No! ¡Agh!

—¿Qué pasó? —pregunto preocupada por su estrés.

—¡Acabo de rechazar una buena oferta! —me mira con enojo, mis ojos pican — Vete a tu cuarto, necesito arreglar esto —vuelve a poner su semblante serio y no dudo en huir.

—Lo-Lo siento —sollozo y camino hacia mi cuarto desanimada.

  «No le importo»

Ese pensamiento invade constantemente mi cabeza, mi madre actúa como si yo fuera una molestia, como si no existiera.

Esta soy yo, Rosario...
Y vivo constantemente:
"Ignorada"

«No, debo comprenderla»

Desde que falleció mi padre hace años no ha vuelto a ser la misma.

Mi padre vivió despreocupado, le encantaba la actuación. Él decía que la familia va primero, que el dinero no es fundamental, mi madre lo criticaba pero él seguía haciendo lo que le gustaba sin importar no ganar mucho; porque era feliz.

Enfermó de cáncer, recuerdo que en ese entonces la situación económica de la familia no estaba bien, por lo que fue imposible pagar todos los tratamientos para él. En unos meses falleció y mi madre quedó destrozada.

Se dedicó enteramente a su trabajo como arquitecta y logró mucho, hasta llegó a ser la arquitecta principal de su empresa, logrando que hoy tengamos beneficio material.

Pero al entregarse por completo a su trabajo dejó a un lado la familia. Mis hermanos cumplieron la mayoría de edad y se mudaron a los Estados Unidos en sus trabajos. Nosotras seguimos en México, me inscribió en la AISA, la escuela de mis sueños. Tendré que viajar a Ayralia la semana que viene.

Eso es, sí le importo, mi madre me inscribió en la mejor escuela de artes para que cumpliera mis sueños. La actuación es mi vida, lo heredé de mi padre.

Al entrar en mi habitación me acuesto en la cama con la carta en mis manos. Este sobre es muy valioso para mí. Lo vuelvo a leer:
Usted ha sido admitida en la Academia Internacional Superior de Artes (AISA) por los másteres de la categoría "Teatro".

La emoción invade mis venas, imaginarme una vida en esta academia suena como una película juvenil. Estudiaré algo que amo a mano de nuevas experiencias.

Sueño con invadir los teatros con mi presencia, con que se bajen los telones y todos aplaudan sin cesar...

Con tener atención, que no me ignoren, porque quiero resaltar en el mundo.

•••
Walter O'Castell

—Señor Walter, tómese la molestia de leer esta obra. Es de mis favoritas. Además, este ejemplar pertenecía a Aníbal.

—Muchas gracias, lo leeré con gusto —tomo el libro que me ofrece el señor Adolf Guerrero. (Adolf Hitler en mi mente por su tendencia a manipular). En la portada ponía "Einstein's brain" ("Cerebro de macaco") y le doy una sonrisa fingiendo interés.

Esperábamos a la hija de Adolf, mensualmente hacíamos reuniones padres y herederos para hablar del futuro de sus negocios. Porque ese es nuestro destino; ser directores ejecutivos de las empresas familiares.

Mi difunta bisabuela fundó Forvenzia hace muchos años; una constructora con mucho éxito en Ayralia. Pilaza Guerrero es la empresa constructora del señor Adolf, ambas están asociadas y pretenden que los progenitores se ocupen de liderarlas.

Por esos motivos la heredaré, y Sabrina; la hija del señor Adolf, heredará Pilaza Guerrero. Porque su hermano mayor Aníbal se había suicidado hacía unos meses.

—Buenas, ¡que grata sorpresa! ¡Señor Wilfredo!...—la voz de Sabrina inunda mis oídos, venía con un vestido dorado que llegaba hasta el suelo, su cabello rubio oscuro en una coleta apretada, resaltando los ojos color miel. —, y el señorito Walter.

—Buenas Sabrina, siéntese con nosotros —ofrece mi padre señalando a mi lado en otra silla. Coloco mi taza en la mesa y me dedico a observar las orquídeas que adornan el jardín de los Guerrero.

—Estábamos esperándote —dice su padre llamando mi atención. —. Ya tienes veintitrés querida, Walter dieciocho, creo que va siendo hora de que se hagan pareja, ¿no?

Que directo.

Noto la incomodidad de Sabrina. A ella le gusta un chico y se lo oculta a su padre que solo aceptará nuestra relación. La comprendo. Nos quedamos en silencio unos segundos, ¿cómo responderá a eso? Seguimos aplazando la fecha de nuestra "futura" relación.

—Padre, tal vez Walter y yo podemos seguir siendo amigos, las empresas pueden seguir unidas —añade Sabrina.

—Estoy totalmente de acuerdo con ella. Creo que es algo anticuado un casamiento de por medio —la apoyo desafiante.

Su padre nos mira con desaprobación y el mío se limita a tomar sorbos de su taza, sus ojos cerrados.

Esta sería una larga tarde que se ha repetido por años. El señor Adolf pide a su hija que nos hagamos novios, ella lo niega y mi padre sale con que es lo mejor para el futuro. Me encabrono y me voy. Hoy no fue la excepción de que todo eso pasara, repitiéndose mes por mes como un círculo vicioso.

Por otro lado, ser el director ejecutivo de Forvenzia no era mi sueño. Me gusta bailar y he intentado convencer a mi padre muchas veces de que no quiero estudiar economía en la universidad; sino estudiar baile.

Quisiera sentirme capaz de hacer lo que quiera, no estar encadenado al legado familiar, que es más bien una maldición para aquellos que deseen algo más.

Este soy yo, Walter...
Y vivo constantemente:
"Encadenado"

Ya en mi habitación observando el libro de física que me regalaron, siento toques en la puerta.

—Pase —digo y Sabrina entra.

—¿Cuándo dejarán de molestarnos? —opina y se sienta a mi lado — Walter, no te ofendas pero no quiero estar contigo, eres un buen chico, pero yo no...

—Tranquila —la detuve —. Te entiendo, tampoco quiero que nos casen.

No era la primera vez que teníamos sexo. Lo cierto es que existía atracción, y una manera de intentar acostumbrarnos a estar juntos, pero definitivamente no ha funcionado. Ella no olvida a su ex y se le escapa su nombre de vez en cuando, me he acostumbrado a que me llame Dante en momentos íntimos.

No quiero casarme con alguien que no amo, no quiero dirigir una empresa; quiero ser libre.

Sueño con mostrar danzando a las personas que el amor es difícil de encontrar...

Que no dejen que por influencia de los demás sus sueños se destruyan.

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