32- "Cabos sueltos"
—¿Dos cadáveres? Solo traje preparación para uno —susurra Andrea.
Paralizada, observo con cinismo la expresión despreocupada de la encubierta ante la situación.
Giorgio aprovecha tomarle desprevenida y le arrebata el cuchillo, lanzándolo hacia alguna parte de la cocina lejos de ellos.
—¿¡Sabes que terminarás muerto, no!? ¡Todo por irte! Subnormal de mierda, lo tenías todo, ¿por qué te saliste? —le grita con pesar Andrea.
—¡Déjame en paz! Que no corren riesgo con mi ausencia —se defiende.
—¡Pero la política es eliminar los cabos sueltos! —le grita con la voz desgarrada, a ella parece dolerle el hecho de tener que matarlo —¿¡por qué no podías quedarte!? ¿¡Qué se hará sin la mano derecha!?
Y como que se olvidaron de mí.
Aprovecho su repentina discusión para echar a correr por el pasillo, con el corazón en la garganta. Un grito proveniente de Andrea acelera mi pulso desconcentrándome y haciéndome tropezar con mis propias piernas, las cuales no lograba coordinar bien por el alcohol en mi sistema.
Miro hacia detrás y siento pasos acercándose, por lo que me levanto de un brinco. Aparece la figura esbelta de la infiltrada, parada con las manos detrás de sí. Definitivamente debí confiar en los instintos de Rosario.
—Solo hablemos un momento, prometo no hacerte daño —murmura caminando con cautela, pareciendo no querer espantarme. ¿Mató a Giorgio? ¡Oh, mierda! Espero que no lo haya hecho.
Y también espero en no ser la próxima en morir.
Intento estabilizar mi respiración; me cundía la ansiedad de volver a echar a correr pero mi parte racional gritaba que mantuviera la calma para manejar la situación.
Como el ajedrez, Alya, como el ajedrez.
Solo debo pensar en alguna estrategia para salir de esta, si actúo por impulsos terminaré perdiendo.
—Exactamente, ¿qué quieres? —pregunto retrocediendo un poco pero con la barbilla en alto. Unos seis metros nos separan.
—¿Crees que te lo voy a decir? Ingenua, esto no es Disney donde los villanos cuentan los planes —se burla colocándose una mano en la cintura —. Además, para mí, tú y tu círculo de nerds son la amenaza.
—No hemos hecho nada malo.
—Nada bueno tampoco; siempre metiendo las narices donde no les incumbe —doy un paso atrás, y con algo de desesperación intenta mantenerme en el lugar—. ¿Sabes que estamos en paz por brindarnos información, no? No tengo intenciones de matarte.
—¿Perteneces a Tarot? —pregunto y me doy un zape mental.
—No, no pertenezco a Tarot; Tarot me pertenece.
Al parecer mi expresión de asombro fue bastante escandalosa puesto que no pudo contener su risa.
Niega con la cabeza, y se acerca un poco más a lo que retrocedo por inercia —. Chiquilla, no te voy a matar, ¿entiendes? No tengo manera de ocultar tu cadáver también —un escalofrío me recorre. ¿Cree que con esa excusa me tranquilizaría? —. Así que, sé una niña buena, y quédate quieta. Solo escúchame.
—Habla —demando para luego morder el interior de mis mejillas.
Tomo una honda respiración. Tengo que mantener mi mente en frío. Entonces recuerdo que llevo la pistola que me había regalado León. Levanto mi brazo, apuntándole, ni siquiera estaba cargada pero logro activar sus alertas cuando noto que se sorprende. Poseer el arma de fuego, aunque sea solo para impresionar me da de una forma u otra el control de la situación.
Mi mano tiembla. Cuanto desearía poder mantenerme serena.
—Podemos negociar.
Asiento lentamente, esperando a que suelte la bomba.
—Puedo brindarte nuestra protección para cualquier emergencia —sonríe un poco de boca cerrada, en un intento de ganar mi confianza, pero solo logra perturbarme —. A cambio simplemente debes olvidar lo sucedido, nadie puede saber quién soy.
Bien, ¿me está dando a escoger entre mi vida y mi silencio? Demonios. Fácilmente podría aceptar y olvidar lo sucedido, vamos, que esto es la vida real y estoy cagada, no como una heroína que pone la dignidad delante.
Analizo la situación buscando la trampa, pero es un ganar-ganar, la opción más inteligente sería aceptarlo.
¿Qué otra cosa podría hacer? La pistola es un farol, si comenzáramos a forcejear probablemente me ganaría. No es que yo fuera protagonista de serie animada que obtendría súper habilidades por el poder de la amistad.
No tengo otra opción razonable, ni tiempo para elaborarla.
—¿Y bien? —me incita a responderle.
—Está bien —bajo lentamente el arma —. Tengo tu palabra, si en algún momento corro peligro y no intervienen, todo el mundo sabrá quién eres —al notar cómo su mandíbula se tensaba ante la amenaza decidí jugar un poco con sus emociones —. Eso sería una pena, ¿no? Sobre todo para Walter. Mierda, lo has estado usando.
—Una pena terrible, amiga, pero nos entendemos así que no hay problemas. Entonces, ¿es un trato? —se acerca a pasos largos y me ofrece su mano.
Vacilo, pero la tomo.
—Es un trato.
Una sonrisa se esboza en su rostro con el apretón. Hago el mismo gesto, en un estúpido intento de parecer calmada.
—Aquí no pasó nada —dice Andrea —. Me piro.
Emprende camino a la salida y me quedo mirando en esa dirección. Hago ademán de voltearme con la intención de volver al cuarto, pero aparece un Giorgio suspirando.
Me quedo mirándole. Cuando pasa por mi lado se detiene y cruzamos miradas. Juega con su lengua con un piercing que tiene en el labio inferior, y sonríe.
—Creí que te mataría —suelta.
Yo también, yo también.
—Mh... —aprieto mis manos en puños, y comienzo a caminar — creí que te mataría a ti —contraataco cuando me sigue por el pasillo.
—Nah, fue una simple riña de exnovios —se justifica. ¿¡Riña de exnovios!? ¿Giorgio y Andrea? Já. Ya nada puede sorprenderme más.
—Ah... casual —comento con sarcasmo.
—Sí, casual.
Espero nunca pelearme con León al punto de acuchillarnos. Solo por si acaso cuando discutamos me aseguraré de que sea lejos de la cocina.
Finalmente llego a la habitación, y una vez tomo la perilla de la puerta, Giorgio carraspea su garganta. ¿Por qué no se va?
—¿Y si hablamos un poco? —propone.
Y vienen a mi mente las palabras de Rosario:
—Solo una cosa: Nunca, escucha, nunca te quedes a solas con ellos.
—Tengo sueño —pongo una excusa rápida y entro a la habitación cerrando la puerta con fuerza.
Veo a un León dormido entre las sábanas.
Vaya noche.
—Cumpleaños feliz... —canto —me deseo a mí.
——Narra Edgar——
No es muy agradable despertarte sintiendo un dolor de cabeza terrible.
Abro con muchísima dificultad mis ojos, que arden al encontrar la luz que se filtra por las ventanas en forma de rayos. Muevo mi cuello y duele; esta súper tenso. Llevo una mano a mi nuca y la masajeo soltando quejidos.
Estoy tumbado en una posición indescriptible en un sofá. Jesús, todos mis músculos están sufriendo por dormir en tan mala postura, sumémosle jaqueca por la resaca.
Bebidas del demonio.
Una vez logro levantarme noto el asco que da esta sala, toda desordenada y sucia. El piso se siente pegajoso por tantas bebidas y otras sustancias esparcidas por este. Sabrá Dios que habrán hecho estos chiquillos mientras dormía. Soy un ángel comparado con sus mentes perturbadas.
Un ángel borracho. Pero sigo siendo un ángel.
Camino a pasos vagos hacia la cocina por algo de agua; mi garganta escuece. Una vez cruzo el marco de la entrada a esta, veo a uno de los hermanos de la anfitriona buscando algo en el refrigerador. No recuerdo su nombre, pero está lleno de tatuajes de ángeles y seres celestiales.
Este se voltea al sentir mi presencia y me sonríe.
—Hola Mateo.
—Buenos días, y me llamo Edgar —le corrijo llegando a su lado para sacar una botella de agua.
—Anoche decías algo de un Mateo... ah... —se señala su mejilla. Frunzo el ceño.
Cojo un vaso y le echo agua para beberla de un sorbo. Dios, que refrescante. Cuando tengo intención de volver a rellenar el vaso el chico saca su celular y me lo presta con la cámara frontal encendida. Entonces comprendo por qué había señalado su cachete...
¡Tengo pintado a Mateo; la polla voladora, en la mejilla derecha!
O sea, literalmente un pene con alitas y carita feliz.
—¡Jesucristo! —exclamo para lanzarme al lavaplatos y restregar con desesperación un jabón y agua en mi rostro. Esto es otro nivel de humillación.
—¿Cómo era la canción? Mateo oh uoh —se burla el chico cantando y me dan unas ganas terribles de ser invisible. Vuelvo a verme en la pantalla del celular y aún no se quita esa inmundicia, por lo que froto con mucha fuerza el jabón en mi mejilla —. Hey, suave, te vas a arrancar la piel.
Cuando la tinta empieza a caer me siento aliviado, y enjuago mi rostro. Ahora mi mejilla arde por tanta fricción. Miro al hermano de Rosario que tiene una mirada algo confundida, y me río de la patética situación.
Entre leves carcajadas que él acompaña, doy media vuelta y veo algo en el suelo de lo que no me había percatado antes.
Un cuchillo.
—¿Qué hace eso ahí? —lo señalo, confundido. Es un gran cuchillo de cocina, no tenía sentido que estuviera tan apartado de la meseta en el suelo.
—Ah... —el chico se muerde un labio y rasca su nuca —, ¡digamos que anoche casi muero de amor!
Hago una mueca por su exclamación. Los sonidos fuertes afectan mucho más en resaca, pude comprobarlo.
—¿Eh?
—Nada, Mateo, ya lo recojo —dice yendo a guardarlo y decido ignorar su comentario. Esos mellizos muy normales no se notan, así que mejor no profundizo en el tema.
—Edgar es mi nombre —le rectifico por última vez saliendo de la cocina.
Palpo mi pantalón buscando mi celular, y lo encuentro en un bolsillo trasero. Al encenderlo la fuerte claridad de este molesta mis cansados ojos y me apresuro a bajarle el brillo. Son las ocho de la mañana; dentro de dos horas tengo turno en Hambubbles. Que pereza trabajar un domingo, pero al estudiar solo tengo los fines de semana desocupados para ello.
Imagino que Alya puede llegar por su cuenta al departamento. Ya es mayor de edad, já, no puede reclamarme. Entro al baño de visitas para lavarme bien la cara. Doy asco; ojeras enormes y el cabello asqueroso. Desventajas de casi trasnochar.
¿Trasnochar? Si fuiste el primero en dormirte, flojo.
Cállate consciencia.
Salgo de la casa; el Sol torturándome. La claridad es mortal en contra de la resaca. Pero no tengo opción. Tomo el primer taxi que pasa y voy directo a mi departamento. Una vez llego corro a tomarme una ducha de agua fría, para espabilarme. El dolor en mi cabeza se intensifica volviéndose insoportable. Hoy será un difícil día de trabajo.
Al terminar tomo un ibuprofeno, para eliminar la desagradable sensación en mi cabeza. Espero que haga efecto rápido.
Me quedan cuarenta minutos para llegar, por lo que tomo un tiempo para tumbarme en la cama aprovechando la ausencia de Alya y descansar, poniéndome una alarma en quince minutos.
Pero me fastidio cuando la alarma suena antes del tiempo acordado.
Ah, no es la alarma. Es un mensaje.
Uriel:
Buenos días, princeso.
9:21am
Edgar:
Zzz.
9:21am
Visto
Uriel:
Hoy me asignaron un "trabajo poco ordinario", no me imagino qué será. La verdad estoy nervioso, esa gente hace de todo y siempre me he querido mantener alejado del "lado oscuro".
9:23am
Edgar:
Seguro te mandan de stripper. Tengo sueño. Zzz.
9:23am
Visto
Uriel:
Ojalá sea de stripper. :(
9:23am
Unas horas después estoy recibiendo el cuarto pedido en Hambubbles con cara de Calamardo.
Acomodo mi sombrero con el bicho-hamburguesa y miro mi reloj de pulsera para darme cuenta de que es hora de entregar un encargo de hamburguesa con queso doble.
Dejo a mi compañero a cargo del local y salgo para montarme en la moto de repartidor. Una vez llego a la dirección correspondiente, me bajo para cerciorarme de que no hay ninguna casa.
Es una callejuela.
La callejuela.
Donde me secuestraron con Alya hace un tiempo.
Trago en seco, con los recuerdos llegando a mi mente. Pero no tiene ningún sentido asustarme por Tarot; estamos en paz.
Pero no creo que haya sido el gato que sale del basurero quien encargó las hamburguesas.
—Hey —alguien me llama y miro a mi derecha a alguien caminar encapuchado.
—¿Usted es...? —reviso el papel del pedido — ¿Soponcio Castañuelas?
—Si.
—Aquí tiene su hamburguesa de queso doble —le entrego la bolsa, y la toma para meter la mano en su bolsillo de donde debería de sacar el dinero.
El hombre está vestido de negro, tiene pintas de asaltante. Luciera como si fuera a secuestrarme para vender mis órganos o algo así.
Y sí, tal vez no para vender mis órganos, pero definitivamente esto es un secuestro.
—¡Suéltenme! —exclamo cuando dos personas sujetan mis brazos desde atrás. La desesperación invadiéndome. ¡Dios mío! ¡¿Por qué tiene que sucederme esto a mi?!
Noto por el rabillo del ojo un detalle que perturba todo mi ser: los dos sujetos tienen máscaras blancas lisas.
¡Son de Tarot! ¡¿Por qué?!
—A ti no te pasará nada —dice el tal 'Soponcio Castañuelas' —. Pero a una amiga tuya que es cabo suelto tal vez sí —se coloca también una máscara y de su bolsillo saca un billete de cinco dólares y lo pone en el bolsillo de mi camisa —. Quédate con el cambio.
Ahogo un grito cuando cubren mi boca con una cinta y me fuerzan a caminar dentro del callejón que ya conocía. Presionan el botón en el grafiti de la pared y se abre el pasadizo a esa guarida.
——Narra Alya——
—El número que usted llama está apagado o fuera del área de cobertura.
La contestadora responde lo mismo a la tercera vez que llamo al celular de Edgar. Es realmente tarde y me preocupa que no haya regresado del trabajo sin avisarme o dar señales de vida.
Vuelvo a insistir llamándole, y finalmente al tercer timbre responden:
—¡Edgar! ¿¡Donde estás metido!?
—Hola linda —palidezco —. ¿Recuerdas ese lindo grafiti en el lindo callejón donde fueron lindamente raptados? Ve allí si quieres ver a tu lindo amigo —hace una pausa donde se puede escuchar mi respiración entrecortada —. Él tiene unos lindos ojos oscuros, ven sola si no quieres que los pierda.
—¿Andrea?
Y cuelga.
Nota de autora:
¡Hola!
¿Qué les parece toda la revelación de quién es Andrea? Sé que varios de ustedes ya sospechaban de esta personita 7w7).
La historia terminará en aproximadamente 2-3 capítulos más :').
Ya tengo los borradores de los siguientes uwu) omg, finalmente estamos concluyendo este adefesio.
¡Nos leemos en el próximo capítulo!
Te quiero,
Tu tía Airis.
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