30- "Kirina"
2011, Sulle, Ayralia
Cuando Astra entregó los veinte dólares a la vidente, la niña tocó con un dedo la bola, comenzando a sonar una música de fondo distinta, pero aún misteriosa. La vidente apartó la bola de en medio y dispersó el mazo de cartas sobre la mesa, algo que hizo a Astra fruncir el ceño.
Giorgio mantenía una postura relajada recostado a la silla donde se sentaba su novia, con una pequeña sonrisa e interés en lo que haría la niña. Se rascó la nariz dejando ver el ángel tatuado en su mano.
—Vah vah ih teh coh tah —murmuró muy bajo la chica de cabello rizado haciendo gestos raros con sus manos como elevándolas, mientras ponía los ojos en blanco con la cabeza inclinada hacia arriba—. Vah vah ih teh coh tah... ¡Uh le ih coh tah!
Astra y Giorgio dieron un pequeño brinco en el lugar sorprendidos cuando la niña de repente golpeó la mesa con ambas manos haciendo saltar las cartas. Las recogió todas y unió en un nuevo mazo. Sus ojos morados tenían un brillo intenso, sobrenatural.
Utilizó el método de la Gran Cruz como tirada, colocando sin mirar la mesa, con su vista en el techo, varias cartas boca abajo en un patrón. Las cartas sobrantes las apartó en una esquina de la mesa. Finalmente la vidente se sentó y analizó la posición de cada carta, miró a los ojos a su cliente.
—El ermitaño —pronunció al voltear la primera carta—, un oro, dos bastos.
La vidente levanta la vista hasta encontrarla con Astra, procedería a decirle el significado.
—Según las cartas, últimamente has estado meditando mucho en solitario, auto conociéndote, pensando en quién eres —Astra abrió la boca como un plato, era cierto, eso era algo que siempre hacía. Sin embargo, Giorgio reprimió una carcajada, absolutamente todo el mundo ha pasado por eso—, estarás valiéndote por tu cuenta, necesitarás dinero y fácil, y para ello, seguirás tu pasión. Tú mayor virtud te guiará al triunfo.
—Bueno, ella es buenísima en química. —comenta el novio, y Astra sonríe un poco, sus calificaciones eran las mejores en esa materia.
—Entonces... ¿eso significa que seré científica o algo así? —pregunta Astra a la niña, ya con algo de asombro.
—La vida se basa en decisiones. Dependiendo qué elijas tu futuro alternará. Por el camino que vas... lo que más te tranquilice será lo que combinado con tu pasión te harán crecer económicamente.
Astra pensó, ¿lo que más le tranquilice? Bueno, se medicaba tomando las Kir para no perder el control y mantenerse en tranquilidad. ¿Acaso esas pastillas le marcarían? ¿Y la química?
¿Y si creaba a partir de las Kir un fármaco que diera el mismo efecto de relajación? ¿Y si la vidente está en lo cierto y el negocio que le haría crecer sería a partir de la química?
—Las Kir... —habló Astra llamando la atención de la niña— son pastillas que debo tomar para relajarme. ¿Y me dices que la química me llevará a la fortuna?
—No lo digo yo, lo dicen las cartas. —afirma la gitana.
—¿Entonces fusionando mi relajación con mi pasión me haré de mucho dinero? —a Asta el brillaban los ojos como un cielo estrellado. La niña se mantuvo seria, algo confundida. No podía creer que su cliente hubiese sacado conclusiones tan rápido.
Lamentablemente la vidente no sabía que Astra no estaba bien de la cabeza, así que decidió jugar un poco inocentemente, trazándole un futuro incierto a la cliente.
—¡Sí! Crearás una nueva pastilla a partir de esas Kir, se llamará...—pensó en algún nombre adecuado para una droga, alguno pasable—¡Kirina!
—¿Kirina? —preguntó Astra con asombro.
—¡Sí! —afirmó la niña y Giorgio tuvo que salir de la tienda para reír a carcajadas fuera. Pero su novia cayó redondamente.
—¡Gracias! —exclamó Astra para salir corriendo del lugar hasta desaparecer de la vista de la gitana.
La niña frunció el ceño y empezó a reírse por lo bajo, esa había sido una mala broma. Pero siendo tan pequeña, por su mente no cruzó la posibilidad de que la mente trastornada de Astra se tomara tan en serio el asunto del tarot, y siguiera las instrucciones.
La vidente se percató de que faltaban tres cartas más por voltear en la mesa, no había realizado la lectura completa. Prosiguió volteando las tres cartas restantes.
—Cuatro oros —pronunció al voltear la siguiente carta, e hizo lo mismo con las demás—, el colgado... el loco.
Conformó una historia basada en los significados de las cartas siguiendo el ritmo de las anteriores. Cuatro adversidades que interrumpirían ese crecimiento económico, el decaimiento de negocios, y la pérdida de cordura.
—Eso es imposible —murmuró entre risas recogiendo las cartas.
Actualidad
——Narra Walter——
—¿Les puedo ofrecer algo de beber? Agua, té, café. —nos ofreció Derek, un mayordomo de la casa de mis padres.
—Estoy bien, muchas gracias. —le agradezco con una sonrisa. Dirijo mi mirada a mi acompañante. — León ¿quieres algo?
—No, gracias. —responde el de la coleta que observaba con asombro los alrededores.
—Entonces, me retiro. —dijo Derek para marcharse dejándonos solos.
Siento un suspiro por parte de León, quien está sentado a mi lado en un sofá del salón principal. He de admitir que cierta nostalgia me invade al regresar a esta casa después de meses.
—Vaya casota, aquí podría vivir toda una escuela. —comenta el chico, quien no disimulaba en admirar el lugar, haciéndome incomodar un poco.
Me levanto y tomo aire.
Nuestra misión era encontrar algún punto débil de Forvenzia o apilada Guerrero, para darle la información a Tarot. Nos convenía tenerlos calmados, y fuese mejor si nos aliásemos para sacarles información.
Aunque fueran unos hijos de puta, eran mi familia, así que no daría todo lo que encontrara. El doble sentido de esto era recopilar información para los diarios Tirolesa, los cuales redactaban un resumen del Efecto Tiempo.
—Centrémonos, mi padre llegará en tres o cuatro horas del trabajo con mi madre que es accionaria de la empresa. No perdamos tiempo. —propongo y León también se levanta.
—¿Dónde sugieres registrar primero?
—En el despacho y habitación de mis padres.
—Vamos.
Caminamos por las escaleras hasta el segundo piso donde se hallaban nuestros objetivos. Teniendo suerte de no toparme con algún trabajador, llegamos a la habitación de los dueños.
Enciendo las luces de esta y sonrío un poco al recordar las veces que de pequeño venía a mitad de la noche cuando tenía pesadillas. Me coloco unos guantes negros al igual que el otro chico para no dejar huellas, por si las moscas. Registro en los cajones y armario sin desorganizar, pero no encuentro nada de valor.
—¡Oh por Dios! ¡Una Playboy! Hacían décadas que no veía una de estas. —exclama León sujetando la revista que había encontrado entre una pila de libros. Me sorprendo al saber que mi padre con su edad guarda una, habiendo internet.
Nos damos por vencidos y vamos hasta el despacho de papá, donde existían más posibilidades de que hubiera algo útil. Pero sin importar cuanto buscamos, ningún punto débil aparece.
—Piensa Walter, ¿en qué lugar tu padre ocultaría información confidencial? —pregunta León cuando salimos del despacho, cruzándose de brazos. —No nos iremos con las manos vacías.
Miro por los pasillos, pensando en algún lugar. Mi padre amaba el jardín, pero no creo posible mantener documentos importantes al aire libre. ¿Alguna habitación de huéspedes? No, no correría ese riesgo.
—El viejo debe de tener alguna debilidad. —murmura el chico desatándose la pequeña coleta para hacerse otra.
—¿Qué viejo? —una voz aguda me hace abrir los ojos como platos y al voltearme veo a mi hermano menor. —¿Cuándo llegaste?
—Willy —lo saludó ocultando los nervios, un niño no sospecharía al ser tan inocente —, llegamos hace unos minutos.
Espera... de un niño nadie sospecharía. ¡Bingo!
—Hermano, pero no avisaste —se queja y me abraza, correspondo inclinándome un poco para llegar a su altura.
—Era sorpresa —excuso, me separo y le doy una sonrisa a León, vuelvo a dirigir la mirada a mi hermano —. Oye, ¿no saldrás con tus amigos? Puedes llamarlos.
—Mhh, vale —sonríe el pequeño —. Bueno, bienvenido de vuelta.
Se va algo callado, ¿le sucederá algo? Bueno, tiene apenas diez años, no podría notar a qué vine.
—¿Qué se te ocurrió? Juro que pude ver el bombillo encenderse en tu cabeza —comenta León.
—En la habitación de mi hermano puede haber algo, nadie sospecharía de un niño. —le digo encaminándome por el pasillo hasta el objetivo.
Entramos y está justo como la recordaba, con un par de pósters más quizás. Reviso por los cajones y armario; nada. Se me ocurre qué tal vez haya algún compartimento secreto como en la casa de Aníbal. Le comento esto a León y comenzamos a palpar cada rincón.
—Creo que tengo algo. —murmura.
Voy hacia él y un cajón tenía doble fondo, quitó el primero y debajo habían dos documentos. Tomo uno para leerlo, algo entusiasmado y nervioso. Era un acuerdo entre Pilaza y otras empresas incluyendo a Forvenzia, pero algo no cuadraba, me detuve justo en el tercer párrafo.
Pilaza Guerrero se responsabiliza de la trata de mercancía entre la alianza. Ni Ladino, ni Hanx, ni Forvenzia podrán intervenir en los recursos que Pilaza Guerrero transmita para beneficio de todas.
Estaba subrayado con marcador rojo "la trata de mercancía", y de la palabra "mercancía" sacaba una flecha igual de marcador rojo hacia una esquina donde escribieron "Kirina".
—León, lo tenemos —le digo al chico sin despegar la vista del documento —. Aquí hay evidencia de que Pilaza Guerrero es quien trafica la Kirina, las demás empresas de la alianza solo aportan pequeñas cosas a esto.
—Ni me digas, esto que tengo es aun más fuerte —me acerco para leer su documento —. Son contratos a sicarios, a los putos segundos, ¡Walter! Tenemos el listado de todo los segundos. Son treinta en total.
Sonrío al haber cumplido nuestra misión. Salimos con evidencia del tráfico de drogas y con los nombres e información de todos los sicarios.
—¿Les tomamos fotos? —pregunto.
—No, los celulares se pueden hackear. Vamos a llevárnoslos.
—Pero, ¿no sería mejor que mis padres no se dieran cuenta de lo que hicimos?
—Al final esta información también estará en boca de Tarot, pensará que ellos lo robaron, no nosotros.
—Bien, pero no les demos todos los detalles, tengamos ventaja. —propongo para salir de la casa.
——Narra Alya——
—¿Dónde está ese estúpido?
—Ni idea.
—Ya es hora, ¿por qué no llega?
—Shhh, se va a despertar.
—No comprendo como duerme tanto.
Siento susurros provenientes del otro lado de la puerta, reconozco que son las voces de Rosi quejándose por Walter, y de Edgar.
Sonrío acurrucada en la cama, hoy es mi cumpleaños, y me alegra que se hayan acordado. Bueno, me hubiese alegrado más si no hicieran tanto murmullo despertándome.
Me dan ganas de levantarme y pillarlos desprevenidos, pero no les arruinaré la sorpresa que ya no es tan sorpresa. Imagino que al llegar Walter los tres entrarán a felicitarme.
Me encantan mis amigos.
¿Y qué tal si les sorprendo también? Puedo hacer algo gracioso, para que cuando entren queden con cara de culo.
Ya sé que hacer.
Comienzo a sentir una guitarra sonar al ritmo de la canción de cumpleaños y me muerdo un labio evitando estallar a carcajadas.
—¡Japiberdei tu yuuu! —abrieron la puerta de golpe cantando los tres con un inglés perfecto —¡Japiberdei tu...
—¿En dónde está? —pregunta la morena y tengo que taparme la boca con las manos para no delatarme.
—Vaya... ¿se fue? —Pregunta Walter y decido que es mi hora.
—¡Salí del closet! —grito abriendo las puertas del armario donde estaba hecha ovillo, y al saltar termino cayendo de culo en el suelo y empiezo a carcajearme como tonta, cosa que los demás chicos acompañan. —Que mal me salió el chiste.
—¡Japiberdei tu yuuuuu! —Canta desafiando Edgar con la guitarra arrodillándose frente a mi.
—Vamos nena, que te arreglo como Doña Flor y nos vamos pa' mi casa de pijamada. Que hay que celebrar en grande que la menor del grupo ya es mayor de edad —propone mi amiga ayudándome a levantarme y no puedo evitar abrazarla con todas mis fuerzas, cosa que acompañan los otros dos chicos.
Y allí, abrazándonos entre risas, con dolor en el trasero, supe que ese sería el mejor cumpleaños de mi vida.
—Lo malo es que... mis hermanos están en casa, y son un tanto... hijos de puta. —comenta Rosi y no me molesto.
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