29- "Besos"
2011, Sulle, Ayralia
Astra quería distraerse, ¿existía acaso una mejor oportunidad para despejar la mente que la feria pasajera? Se alistó vistiendo un suéter gris y unos jeans. Peinó su cabello ya un poco largo en una coleta y usó algo de maquillaje, queriendo ese día lucir femenina.
Salió con su grupo pequeño de amigos a pasar el rato. El Sol ya se estaba ocultando brindando unas tonalidades cálidas al cielo, cosa que Astra aprovechó para tomarse algunas fotos con los chicos.
La mayoría de atracciones eran demasiado infantiles; carruseles, payasos, los chicos se arrepintieron un poco al haber llegado con tantas ilusiones. Pero decidieron pasarla al máximo y mientras algunos se abrían paso en las colas para la montaña rusa, Astra sintió curiosidad por una pequeña tienda montada al estilo gitano.
Era de tonalidades moradas y rojas, con detalles dorados. Tenía un cartel que decía: Vidente. Astra nunca creyó en esas cosas, siempre pensó que la psicología era el mayor arma. Aun así, quiso probar las habilidades de esa tal "vidente" y preguntarle cómo funcionaba ese mundo.
Entró sola a la tienda, era muy oscuro adentro, con una mesa morada iluminada por una bola en el centro de esta que reflejaba muchas luces. Había un mazo de cartas al lado de la bola, al otro un montón de cadenas con distintos símbolos. Astra observó a sus alrededores y todo era decorado con signos desconocidos que resaltaban en la oscuridad. Para complementar, había música de fondo un tanto perturbadora y tranquila, sumado a un fuerte olor a inciensos, dando un aura espiritual al lugar.
Astra tomó asiento en la silla frente a la mesa, pensando que no había nadie. Pero sintió el ruido de una campanilla y una figura salió entre la oscuridad, con un velo que le cubría toda la cara y accesorios gitanos.
—Bienvenida al lugar donde el pretérito, el presente y el futuro son uno mismo.
Saludó la gitana, apartando el velo y dejándose ver cómo una niña, una niña de unos doce años tal vez, con una cabellera negra rizada y unos profundos ojos morados que Astra dió por hecho que eran lentillas.
«¿Una niña? ¿Esto es una broma?» Pensó.
—Bajo mi don, le puedo ofrecer el servicio de realizarse lecturas futuras con la ayuda del tarot, o analizar el presente y sus peligros a través de mi compañera. —le anunció la vidente haciendo gestos raros con las manos señalando a la bola que brillaba.
«Seguro le hacen bulling en la escuela»
—¿Compañera una bola?
—Tiene aura, espíritu y certeza, me revela todo lo que pido. —le responde con una lentitud fastidiante.
—Quiero saber mi futuro. —pide Astra con despreocupación.
La niña sonríe levemente, y hace otro gesto raro con la mano como si estuviera bailando.
—Pero la utilización de mi don no es fácil, debilita mi energía a cambio de tal poder, así que, tiene un precio tal sacrificio.
—¿Cuánto cuesta?
—Leer el futuro con tarot, son treinta dólares.
Astra se lo pensó, ¿se gastaría todo el dinero que traía en una niña con complejo de bruja? Seguro que inventa cualquier cosa.
—¿Me puede hacer una rebaja?
—Eh... esto... —la niña se incomodó. Literalmente parecía que sus padres la hubieran sacado por obligación haciéndole aprenderse un guión, donde la cambiaron la pregunta y quedó sin respuesta.
Sintieron como alguien desplazaba las telas que hacían de puerta en la pequeña tienda, y Astra escuchó una voz que reconoció al instante.
—Nena, así que aquí estabas—le habló el novio —. Estaba buscándote por todos lados.
—Ay Giorgio, es que quiero saber mi futuro. —aclaró con una sonrisa y el moreno se cruzó de brazos admirando el lugar.
La joven vidente se aclaró la garganta haciéndose notar porque había quedado en un segundo plano. Astra recordó que estaba regateando el precio.
—¿Veinte están bien?
—Bueno...
—Toma. —le dió el dinero en la mano, Astra sabía que ya no podría negarse.
Actualidad
——Narra Edgar——
—Aquí tiene. Son ocho dólares. — entregué el último pedido a domicilio del día. Luego de que me entregaran el dinero monté en la moto de repartidor y me coloqué correctamente el casco con un bicho hamburguesa en la cabeza. No me quejo, podría ser peor la mascota de la hamburguesera.
En cuanto llegué al local devolví la moto junto con el dinero, además del horrible e infantil casco. Me pagaron por hoy — aunque estoy completamente seguro de que a mí me dan menos por ser nuevo.
Al salir del lugar junto con los demás trabajadores que ponían el letrero de "cerrado" en la puerta, me despedí y crucé una calle para tomar camino rumbo al departamento. Miré la hora en mi celular y marcaban las nueve de la noche, estaba oscureciendo pero los postes de la luz iluminaban lo suficiente como para simular un día degradado.
Tuve algo de miedo al darme cuenta de que no habían demasiadas personas caminando por estos lares, y este empeoró cuando pasé por al lado del callejón donde me secuestraron junto con Alya. Apresuré el paso. Probablemente lucía como un niño pequeño caminando rápido a pasos largos.
Me sentí observado y en contra de mis ganas de salir corriendo, estabilicé mi caminar para no llamar mucho la atención, aunque era la única alma por esa calle.
Vamos, falta poco para llegar.
En esos momentos fantaseé con lo fácil que me sería el transporte si tuviera una moto propia o un auto, pero con mis ingresos apenas y da para pagar el alquiler y los gastos. ¡Maldita Alya anti-trabajo! ¡Tengo que reprocharle que me apoye! Creo que ya a este punto hay confianza para soltarle las mil y una a la cara.
—Psst.
Por favor, Señor, escuche mis plegarias, que eso haya sido el zumbido de una mosca.
Seguí caminando con la vista al frente, temiendo en mirar hacia detrás. Oí el ruido de un motor arrancando pero cesó. Apresuré nuevamente mi caminar y cerré con fuerza mis ojos, dejando mi destino en manos de Dios.
—Psst, oye.
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase su voluntad en la tierra como en el cielo.
—¡Psst!
Danos hoy el pan de cada día, perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Libéranos del mal...
—¡No me ignores!
—¡¡¡Amén!!! —corrí con desesperación cuando la voluntad del señor no fue en convertir la voz en una mosca o un mosquito.
Volví a sentir el motor arrancar, cada vez lo sentía más cerca y juro que corrí lo más rápido que mis largas piernas flacas pudieron alcanzar. ¡Dios mío dame alas para escapar!
—¡¡¡Ayuda!!! —grité entre jadeos luego de pasar una cuadra corriendo. La motocicleta se detuvo delante de mi cortando la acera y frené bruscamente para no chocar perdiendo el equilibro y cayendo hacia detrás.
Desde el suelo como reflejo apoyándome de mis manos rasguñadas retrocedí como una culebra. Quedé apoyado en mis codos tumbado en el suelo, con miedo a levantarme sin saber cómo reaccionaría el acosador.
Y si el Espíritu Santo sigue ignorando mis plegarias, terminaré embarazado virgen y sin ovarios. Eso si sería histórico.
Había una persona montada en la moto oscura, y se bajó de esta conforme me observaba a través de su casco negro que le cubría casi toda la cara. Me dió un escalofrío cuando estuvo lo suficientemente cerca como para notar los rasgos de su rostro.
Un momento... conozco esos labios.
—Edgar, venga levántate. — el sujeto se quitó el casco y me ofreció su mano que tomé para ponerme de pie.
— Menudo susto el que me has dado, Uriel. —le reprimo sacudiéndome el polvo de mi trasero con el ceño sumamente fruncido demostrando mi enojo. Pero internamente le agradecía a Dios por haberme cruzado con este chico y no con un ladrón.
—Lo siento, ahora que lo pienso, actué como un criminal. — admite sonriendo de lado y volteando los ojos. Negué con la cabeza aún con el rostro emanando ira. — Por cierto, hay algo de lo que quería hablarte.
Estoy embarazado.
¿Por qué presiento que me dirá algo así?
—Suelta. — le pedí cuando él vaciló mirando a los alrededores.
—Primero necesito saber la razón por la cual has estado evitándome estos días. También a Sandro. — demandó cruzándose de brazos y apoyándose en su moto.
Suspiré, ya era hora de esta conversación.
Abrí la boca para hablar, pero un escalofrío recorrió mi cuerpo haciéndome callar. Este asunto es grave. Sospecho de que él y Sandro están metidos en el Efecto Tiempo. Si se lo digo, el mayor porcentaje de respuestas posibles son peligrosas.
Si él no está involucrado, querrá investigar al respecto conociéndolo, y esa idea no será fácil de sacarla de su cabeza. Si lo está, podría hasta matarme.
Diosito qué hago.
Uriel hizo un ademán con la mano para que hablara, impaciente. Respiré profundamente.
—Uriel... — tras la mención de su nombre sus ojos casi negros miraron directamente los míos con una expresión neutra, que me espantó en el fondo —, tú y Sandro... ustedes — pensé en cómo hacer la pregunta de una manera indirecta-directa. —, ¿están involucrados en líos de drogas?
El pecho de Uriel se desinfló, acabando con su tensión.
—Chico, me has asustado esta vez tú a mi. — declaró — Bueno, Sandro es casi adicto a esas mierdas, últimamente más que nunca. Y yo, pues, admito que las he probado una que otra vez, pero solo en pocas ocasiones, así que se podría decir que no estoy involucrado.
Demonios, mi pregunta fue demasiado subjetiva. Tengo que ser más directo, tal vez ahora que él está relajado será más fácil.
¿Tienes algo que ver con el Efecto Tiempo? ¿Formas parte de los segundos o los monstruos? Esas serían las preguntas directas que quería hacerle, pero debía encontrar la manera de que sonaran más sutiles.
Mis pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de Uriel carraspeando su garganta. Le presté atención.
—Ed, se que eres consciente de lo que sucede, hablemos directamente. — me exalté al escucharlo, ¿eso era bueno o malo? —Pero aquí no, vamos a mi casa.
—Oh no, no no no. Esta es la parte donde el personaje pendejo se va a la casa de su amigo y entonces lo matan. Lo siento, esto no es una película barata así que adiós, que tengo un hambre perrísimo y me quiero dar una ducha. Además en una hora ponen el programa de las nueve que veo con Alya para reírnos de las desgracias ajenas.
—Ey, nada de eso pasará, de hecho estaba preparando la cena y pasé por el mercado a comprar unas sodas, puedes comer con nosotros. — con el "nosotros" supuse que serían él y la hermana, sabía que no vivía con sus padres.
Bien, aquí llegó la hora de decidir. ¿Confío o no confío? Si me niego quedaré con la incertidumbre y el suspenso, si acepto podría hasta morir.
Que sea lo que Dios quiera.
—Uriel — ante la mención de su nombre nuestras miradas coincidieron —, ¿puedo confiar en ti?
Su reacción me impresionó, en un segundo envolvió sus brazos a mi alrededor atrapándome en un cálido abrazo. Fruncí el ceño realmente confundido, pero correspondí. En esta situación se evidenciaba mi alta estatura, ningún conocido me sobrepasaba, ni siquiera Uriel que era bastante alto.
—Te extraño. —oh, acá vamos con la telenovela de las ocho — En serio, sigamos siendo amigos —propuso separándose del abrazo —, quiero que las cosas estén bien entre nosotros. Ya no sigas ignorándonos.
No se si reír o llorar. Por una parte me reconforta que se quiera tomar en serio nuestra relación de amistad, por otra es una apuñalada al corazón al decir que quiere ser mi "amigo" después de haberme hecho dudar de mi propia sexualidad, tantas batallas mentales por gusto.
¿Pero cómo no los voy a evitar si sospecho que son asesinos él y Sandro?
Uh... tal vez me estoy equivocando.
El habló.
—Quiero que estemos un rato en mi casa...
—¡Oh, no amigo! Lo único que falta es que me invites a ver una película y cuando lleguemos me digas: te mentí, no tengo Netflix, encuérate. Yo no soy de los que piensa esperar hasta después del matrimonio para ñacañaca, pero tampoco estoy de acuerdo con que de buenas a primera me quieras abrir el...
—¡No! Chico, no. — empezó a reírse dándome palmadas en la espalda y yo seguí haciendo muecas exageradas. Poco a poco me contagió su risa. — Piensas demasiado, solo quiero hablar.
Esto de estar tanto tiempo con Alya me está volviendo un loco paranoico como ella. Necesito un psicólogo.
—Entonces, ¿vienes?
—Si. —respondí intentando apagar mi risa.
Él caminó hacia su moto y la posicionó en la calle. Sacó dos cascos negros, se colocó el suyo y me dió el otro. Tras montarse en la moto me hizo una seña con la cabeza para que me sentara detrás. Dios mío. Vamos a parecer una pareja de enamorados, que vergüenza.
Me monto y me dice que me sujete a él. Achico mis ojos.
—¡No voy a abrazarte todo el camino! —exclamo sin saber cómo acomodarme.
—Entonces te caerás.
—Me puedo sujetar de la parrilla. — respondo agarrando con mis manos la parte trasera de la moto. La posición es realmente incómoda, pero mi orgullo no me permite abrazarlo así todo tirado encima de él.
Él se encoge de hombros y arranca la moto a una velocidad que dudo que sea legal.
—¡Ah! — Grito cuando atropellamos alguna piedra haciéndome perder el equilibrio y pienso que caeré hacia un lado, pero mis reflejos me hacen sujetarme del cuerpo de Uriel.
Me quedo pegado a él como garrapata. Rígido por miedo a caerme en era velocidad y matarme, aunque el casco me ayudaría.
Veo por la ventanilla como el chico esboza una sonrisa y muerdo mis labios queriéndole gritar mil groserías. ¡Él lo hizo a propósito!
Por mi orgullo quise despegarme y volver a la posición incómoda de antes, pero no quería pasar otro susto por si había algún agujero en la calle u obstáculo.
Me las vas a pagar.
Opté por cerrar los ojos hasta que llegáramos porque las ráfagas de viento me molestaban. En unos cinco minutos se detuvo y pestañeé varias veces antes de bajarme de la moto algo aturdido.
—Bueno, aquí es. — dijo él señalando a la izquierda y vi su casa. Desde fuera se veía pequeña, sin patio, la puerta daba desde la acera con unos tres escalones de por medio. Estaba oscuro pero se notaba el que era de un color verde jade la fachada. Entré detrás de él mirando a mis alrededores alerta, nunca había visitado este barrio.
Al ingresar lo primero que vi fue la sala, esperaba un lugar desordenado y lleno de pósters, no se por qué, pero supongo que es el estereotipo de chico soltero. Me ofreció a sentarme en el sofá, encendió las luces y no comprendía porque demonios todo era verde: las paredes, el
sofá, la alfombra. No era una casa con muchos lujos, pequeña, lo suficiente para un solo chico.
Al lado de la sala había una pequeña cocina, las dos cosas en la misma habitación. De fondo seguía un pasillo que daba a otras habitaciones pero no husmeé mucho quedándome sentado en el sofá.
—Estoy terminando la cena, ¿te quedas a comer? — me pregunta Uriel desde la cocina, haciendo algo en un caldero.
—Okay — acepté —, ¿qué cocinas?
—Ah... es pasta, están terminándose los fideos y ya está la salsa. — Murmura, no se por qué le noto inseguro.
—Eso está bien. — le animo con una pequeña sonrisa y pasó de estar tan rígido a acomodarme en el sofá abriendo un poco las piernas.
Miro mis manos, aún no estoy listo para afrontar la respuesta que vine buscando. Pero era necesario. Miro al frente donde está el televisor en una mesita y tomo aire, preparándome para soltar la bomba.
—Uriel...
—Sí, soy parte de Tarot, sí, todos allí saben quienes son ustedes, y sí, me acerqué más a ti porque me lo ordenaron. — Crack, algo se partió en mil pedazos. Soltó todo rápidamente casi dejándome sin entender estando de espaldas a mi aún revolviendo.
Mis ojos comenzaron a picar y mis labios temblaron. Definitivamente no estaba listo, no lo estaba. Analicé lentamente cada frase que dijo. El ácido de la verdad quema el plástico de las apariencias.
«Sí, soy parte de Tarot»
Lo sospechaba, lo confirmo ahora. No me choca porque ya me estaba preparando para esto, ahora, ¿me asusta? Demasiado. Miro fijamente la puerta, tengo chance de salir corriendo si intenta hacerme daño.
«Sí, todos allí saben quienes son ustedes»
Mini infarto. Esto es una amenaza enorme, pero la verdad creo que ya lo sabían por parte del equipo de León, por los audios que Tarot envió pidiéndonos ayuda.
«Y sí, me acerqué a ti porque me lo ordenaron»
Ahora, esta tercera afirmación era el motivo de las finas lágrimas que acababan de salir de mis ojos.
Las limpié rápidamente, teniendo suerte de que él siga de espaldas, no tiene intención de voltearse, tal vez por vergüenza, tal vez por darme privacidad para analizarlo, o tal vez, porque algo malo, muy malo planeaba.
Rompí el hielo.
—Entonces, todo fue fa... — Un sollozó me toma desprevenido y me callo al instante, no quiero lucir despechado, aunque me afectara tanto. — ¿Todo fue falso entre nosotros?
—No.
—¿Los besos? ¿Eh? ¡Demonios Uriel!
Se volteó acercándose algo a mi.
—Que no todo es falso, déjame explica...
—¡Mi maldita orientación sexual se desformó por tu culpa! ¡Me hiciste caer en el pecado cuando yo estaba tan bien encaminado y ahora me dices que todo fue falso!
Grité levantándome de golpe del sofá, frunciendo el ceño en un intento de mostrar enojo cuando mis lágrimas demostraban todo lo contrario.
—Mierda Edgar, cálmate.
—¡Me cabrea que me hayas jodido la vida! ¡Soy un puto pecador por tu culpa!
—¡¡¡No tengo culpa de que seas gay!!! ¡Y no es un maldito pecado! — él también alzó la voz para acercarse y tomarme por los hombros —¡No seas tan anticuado, deberías agradecerme, solo exploté tu burbuja para que fueras tú mismo!
Eso me molestó.
—¡Y qué sabes tú sobre quien soy yo!
—Papá...
Una tierna voz interrumpió los gritos. Ambos abrimos los ojos como platos y él me soltó para mirar a su izquierda. Asombrado, observé a la pequeña niña con pantaloncito azul holgado y una camisa blanca caminando torpemente hacia nosotros restregándose un ojo, con una mantita en su brazo. Su brazo. Solo tenía un brazo.
— Cirene, tienes que dormir linda. —el tono de voz suave de Uriel me tomó desprevenido, se agachó hasta quedar a la altura de la pequeña niña y acarició su rostro.
Me sorprendió un montón la existencia de esa bebé, pero aún más el hecho de que solo tuviera un brazo.
Ella hizo un pequeño bostezo que me llenó de ternura y suavizó mi mirada.
—Me despertaste, tengo sueño. — se quejó Cirene, haciendo un puchero y abrazando su mantita. Solo pude quedarme en silencio ante aquella imagen tan tierna de Uriel y una bebé que lo llamó padre.
—Lo siento cariño, ven, vamos a acostarte. —le besa la frente quitándole la mantita, la puso encima de su hombro para tomar su mano y llevarla de nuevo a su habitación.
—Shi. — Sonrió un poco Cirene entre bostezos. Ambos desaparecieron tras una puerta del pasillo.
Me dejé caer en el sofá nuevamente, ¿Uriel tiene una hija? ¿Tan joven? Digo, apenas diecinueve tiene siendo un año mayor que yo, y la pequeña parece de unos tres o cuatro años. Es innegable el parecido entre ambos, Cirene también tenía la piel oscura, y su cabello negro estaba hecho trencitas. Dejemos de lado que le falte un brazo, solo tenía el izquierdo, eso es poco común pero puede suceder un nacimiento así, tampoco es el fin del mundo.
Sentí pasos y al ver a Uriel de nuevo en la sala hablé.
—Me tienes que explicar eso.
—Es mi hija.
—¿Y la madre? — Pregunté mirándolo directamente a los ojos.
—Se fue.
Hubo un silencio que duró unos segundos. Le di una mirada comprensiva, ya las pocas lágrimas que había soltado se habían secado y mi enojo desaparecido.
—¿Quieres hablar de eso?
Se sentó a mi lado de piernas abiertas con los brazos estirados por la cabecera del sofá. Cerró sus ojos.
—Nada complicado, descubro que soy gay, se lo digo, ella se enoja y a la semana de haber terminado me dice que está embarazada, obviamente me haría cargo de la bebé y la apoyaría hasta el final, pero terminó abandonándonos, juzgándome de ser maricón y desapareciendo de nuestras vidas. — hace una pausa para tomar aire, mira hacia arriba y conozco esa acción. — Lo peor, es que hice la prueba de ADN de la bebé por si las dudas, y ni siquiera es mía.
— Demonios —comento —. Aún así te hiciste cargo de ella, aunque no fuera tu hija.
— Es mi hija, no importa que no tengamos la misma sangre. — aclaró echándose hacia delante. — Gianna me traicionó y engendró a Cirene, me hizo hacerme cargo de la bebé para después desaparecer, historia aparentemente triste, pero en parte lo agradezco. Cirene es lo más preciado en mi vida, y la amo, es mi hija.
Palmeo su espalda en señal de apoyo. Aún sigo enfadado con él, pero he de admitirlo, soy un blandengue, se me ha ablandado el corazón con su historia, cuidar a una hija y estudiar a la vez debe de ser sumamente difícil.
Nunca me habría esperado esto de Uriel, que tuviese una hija.
Intenté acallarme, pero fue demasiada la curiosidad.
—¿Qué pasó con su brazo?
—De ese tema quería hablar. — Nuestros ojos se encontraron. — De hecho, es la causa por la que sigo en Tarot.
«Sí, soy parte de Tarot»
Aprieto un poco la mandíbula.
—Dime.
Se pasa las manos por el cabello, pareciendo dudar. Se queda unos tres segundos en esa posición y al enderezarse me mira para comenzar la historia.
—Hace unos... dos años más o menos. Yo, necesitaba empleo, tenía a mi hija de dos años y mi hermana ya se había independizado con su carreta de DJ. — hace una mueca curveando un labio.
Parecía incomodarle el tema, lo noté cuando se cruzó de brazos. Continuó.
—No quise ser más una carga para mis padres y me propuse independizarme, ellos querían apoyarme con Cirene, pero a mi no, imagínate, yo era su decepción, un hijo gay, ellos no estuvieron de acuerdo conmigo y discutimos. — dijo con una leve sonrisa forzada, me sentí identificado. — Aún no comprendo como casi todos los adultos tienen mentes tan anticuadas, deberían de aceptar que la sociedad de hoy está rompiendo estereotipos, deberían de aceptarme, porque soy humano, y no tengo que estar con mi sexo opuesto por el qué dirán.
Arqueé mis cejas con algo de tristeza. Él tenía razón. Si el Señor es nuestro padre debería de aceptarnos a cada cual como somos. Deberíamos de poder respetarnos todos.
Debería de normalizarse ser uno mismo.
—Pues en esta situación — continuó — yo ya estaba desesperado. Esta era casa de mi abuela, así que pude quedármela al ella fallecer. Comencé en empleos de medio tiempo junto con mis estudios, pero no era suficiente el dinero. Así que un día — su mirada se oscureció —, conocí a Sandro.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo, presentía que en esta parte comenzaba lo malo.
—Nos hicimos amigos, y él me hizo probar unas "pastillas mágicas" — hizo comillas con los dedos — que quitaban el estrés. Las probé, y realmente se sentía increíble, no eran una droga que te hacía perder el conocimiento, eran unas que relajaban el cuerpo, seguías consciente pero más relajado y feliz.
—La Kirina...
—Exacto — confirmó —, y pues, Sandro me presentó unos amigos, entramos en confianza y cuando supieron que buscaba desesperadamente una manera rápida de hacer dinero, me ofrecieron empleo como camello.
—¿Camello? — pregunté frunciendo el ceño, literalmente me lo imaginé disfrazado de ese animal, y se veía bien chistoso.
Él sonrió, negó con la cabeza y procedió a explicarme.
—A vender las drogas, ser uno de los chiquillos que las vendían sin generar sospechas. Se le dice camello a este "empleo".
—Okay... — ¿okay? Okay nada, dime tú que cosas raras existen en el mundo. A lo mejor y Uriel tenía razón, yo vivía dentro de una burbuja.
—Pasaron los meses y empezaron a tomarme confianza, así que pasé a ser un miembro oficial. Debía acompañarlos para grandes intercambios. Pero te juro, Edgar, te juro que nunca maté a nadie. Yo solo soy alguien más del montón, hasta me caían bien mis compañeros y no comprendía por qué les temían tanto a la organización.
Oír eso hace relajarme, pero la imagen de la pequeña Cirene sin un bracito corrompe mi tranquilidad. Le pido a Uriel que sea más directo, que me explicara la razón por la cual quería hablarme del tema relacionado con su hija.
—Esa es la razón por la que aborrezco a Tarot — cuenta en un susurro —, un día, cuando ya tenía una economía estable y quería salir del mundo ilegal para tener una vida más honrada, hablé con mis superiores para retirarme. — tensa la mandíbula, noto que sus ojos comienzan a aguarse — Me dicen que no puedo, pregunto por qué, y responden que si se entraba en Tarot nunca se salía, porque no confiaban en nadie y yo podía delatarlos, les juré que nunca los delataría, me dijeron que me lo pensara mejor, y decidí irme. Al día siguiente Cirene no estaba en la casa.
Mira hacia arriba, con una mezcla de rabia y tristeza en su rostro, sin saber que hacer, solo espero a que continúe.
—Predije inmediatamente que habían sido ellos, fui a la guarida que conocía detrás de un callejón, y ahí estaba, mi superior, no El Mandato, ese nunca lo conocí, sino uno de sus brazos derechos, ahí estaba, con una sonrisa en su asqueroso rostro — me mira, su mirada espantada — y sangre, sangre y un llanto que reconozco al momento, y corrí, corrí desesperado buscando a mi pequeña y la encontré en el fondo con su bracito todo partido y lleno de moretones, ¡tenía dos años por Dios! ¡Mi niñita!
Estalla en un llanto despavorido y me llega, humedeciendo mis ojos también, imaginando a la pequeña llena de sangre y el dolor que debió de sentir Uriel al ver a su hija en esas condiciones. Lo abrazo de lado, en intento de consuelo, y no hago más preguntas. Obviamente si le lastimaron tanto el brazo tuvieron que amputárselo. La pobre pequeña inocente, que pagó los errores de su padre.
—¿Por qué no los denunciaste?
—La policía no hace nada, los tienen comprados. — me responde, intentando acallar su llanto — Me juraron que la matarían si volvía a intentar irme, y desde entonces, estoy atado a esa asquerosa mafia.
Y así, terminé perdonando al chico que había aborrecido media hora antes.
Nos quedamos en silencio por unos minutos, sintiendo sus suspiros apagados y mis pensamientos.
Fui un egoísta al pensar que mi vida era la más difícil, pensando que tirando las culpas a alguien me podría sentir en paz; pero todos cargamos nuestra propia cruz. Es necesario tener comunicación, los problemas se resuelven cuando ambas partes se entienden. Allí comprendí lo importante que es conocer el punto de vista de los demás.
—Bésame.
—¿Qué?
—Que me beses.
— ¿Edgar? Pero, ¿no decías que esto es un mal camino? ¿No opinabas que esto es pecado?
—Cállate y bésame. —atrapé sus labios en los míos, sintiendo su calor. Lo único que necesitaba. Lo único que quería en ese momento.
Él correspondió como esperé. Sin saber mucho más que hacer, pero nada arrepentido de haberme atrevido a hacer eso, me despedí y salí de su casa. Insistió en llevarme a mi hogar y terminé aceptando. El camino transcurrió en un silencio para nada incómodo, era un silencio necesario entre ambos. Le agradezco al llegar y subo el ascensor hasta el departamento.
Miro mi celular y son las once y algo de la noche, algo tarde. Me quito mi chaqueta azul de mezclilla tirándola en el sofá y antes de darme un baño procuro cerciorarme de que Alya esté bien.
Me acerco a la puerta de su habitación y siento un sonido... extraño.
"Oh si, Jimmy, más"
¿Qué?
"Oh oh si, más, Jimmy, más"
Definitivamente esa no es la voz de Alya, ni creo que ella tuviera los ovarios de cogerse a un hombre y gritar como puerca pariendo.
Así que solo queda una opción, y debiendo respetar su espacio personal, quise joderla un poco. ¡Vamos! No me juzguen, esa niña actúa como dulce Virgen María, ya sabía yo que algo hormonal debía de tener. Ya me preocupaba de que fuera asexual.
Abrí la puerta de golpe.
—¡Ay! ¡Me asustaste! —exclamó ella que estaba en pijamas acostada con el celular entre sus manos. Contuve la risa porque el susto no la dejó pensar en que aún se oían gemidos provenientes de ese aparato.
"Ah Ah Ah"
—¿Estás viendo porno?
—¡No! —vuelve a gritar tocando la pantalla del celular con desespero hasta lograr quitar el video—¡Son vacas! —apresura a justificarse.
—¿Porno de vacas?
—Edgar —me miró con ojos preocupados—, te juro que eso no era porno.
—Pregúntaselo a Jimmy. —comento entre risas saliendo de la habitación e imaginando la vergüenza de esta mojigata.
¡Es normal ver porno! No comprendo por qué se altera tanto. Yo, que soy cristiano, lo apruebo.
Estallo en carcajadas en medio de mi ducha, mientras las gotas de la regadera bajan por mi cuerpo. ¡Porno de vacas! ¡Que ocurrencia la mía! ¡Jajajajajaja!
——Narra Alya——
Lunes
Parecía chihuahua mojado, temblando por el frío, ese lunes mientras esperaba fuera de la dirección a León recibiendo una charla sobre mi comportamiento irresponsable de haber faltado una semana a clases.
Agradezco con mi vida que el pobre chico haya aceptado hacerse pasar por mi padre para enfrentarse al sermón y no recibir un acta en el expediente, cosa que a los otros tres chicos se la sudaba.
La puerta se abre y contengo mi respiración buscando a mi derecha un par de ojos azules. Sale León y me observa enseriado. Me erizo esperando un regaño de su parte como todo padre, pero recuerdo que el sabe la razón por la que no había ido porque estaba involucrado, y sólo aguardo por algún tipo de reacción.
Una vez nos encaminamos por los pasillos, le pregunto qué tal fue y me responde que sí tengo el alta, cosa que me preocupa, pero él aclara que no es el fin del mundo, que con tres de estas lo que harían sería llamarme la atención y ya, no echarme de la academia, a lo que me relajo.
Era mediodía y por suerte no habían clases por la tarde debido al mal clima, se aproximaba una tormenta y muchos estudiantes viajan kilómetros diariamente para llegar. Entro al auto con León y pone música en la radio mientras arranca para llevarme a casa.
—Te agradezco mucho, te debo lo que sea. —digo recostándome al espaldar del asiento de copiloto.
—Y mira que me debes una bien grande, esa vieja hablaba como si estuviera denigrando a la vecina chismosa. —hace una mueca y sonrío un poco —Además se supone de que ahora te esté dando una charla de padre a hija sobre tu mal comportamiento.
—Solo que no eres mi padre.
—Y me importa un carajo lo que hagas con tu vida. Por mi sal de fiesta todas las noches.
—Que bueno que no eres padre, serías uno pésimo.
— Los niños no son lo mío, prefiero concentrarme en mi trabajo.
Miro por la ventanilla de mi lado, la calle está vacía, con una que otra persona con sombrilla o capa. Se oye el ruido de un trueno y segundos después la lluvia cae de manera torrencial y cierro mis ojos sintiendo ese agradable sonido que produce mezclado con la canción de la radio. Suena Youngblood de 5SOS. Hacía mucho tiempo que no la escuchaba y me da nostalgia.
—You push and you push and I'm pulling away, pulling away from you —la voz ronca del chico cantando tan bajo en casi un susurro me sorprende, y lo miro —. I give, and I give, and I give and you take.
Aquí viene la mejor parte.
—Youngblood. Say you want me, say you want me out of your life. And I'm just a dead man walking tonight —canto el estribillo un poco más alto de lo que él hacía, llamándole la atención y sacándole una sonrisa. —. But you need it, yeah, you need it all of the time. Yeah ohh, ohh.
Me mira por un momento y me preparo para volver a cantar esa parte, él se pone de acuerdo conmigo con la mirada y ambos cantamos al unísono la siguiente estrofa.
— Youngblood. Say you want me, say you want me back in your life. So I'm just a dead man crawling tonight. 'Cause I need it, yeah I need it all of the time. Yeah ohh, ohh, ohh.
Cantamos como locos casi gritando, con sonrisas y la lluvia azotando el auto a medida que nos acercábamos al destino.
Él frena y la canción aún no ha acabado, hemos llegado, pero no quiero salir, no solo porque me mojaría corriendo de aquí a la entrada, sino porque quería quedarme un rato más a su lado, sintiendo nostalgia porque todas estas escenas me recuerdan a...
Dante.
Es como si viera en León a mi mejor amigo en una versión más madura.
—Cantas precioso, entonas como un gallo de madrugada. —primero pensé que era un halago, pero me doy cuenta de que me está atacando de manera indirecta. Me da un poco de vergüenza, no quería quedar como una galla.
Mi rostro se sonroja y no se que decirle, quisiera poder mandarlo a la mierda pero no me salen tan fácilmente esas palabras.
—Tú cantas bien. —le digo, al final, me ayudó en algo que pudo haber rechazado. —Me recuerda a la voz de Blackbear.
—No se quien es ese.
¡Viejo inculto! Blackbear es el puto amo, me encanta ese rapero. Es un diamante en bruto.
—Escúchalo alguna vez, tiene canciones muy buenas.
—Lo que digas, reina.
—¿Reina?
—Eras una reina, ¿no?
Lo soy, bitch please. Algo así le respondería Rosi.
— Ya dejé atrás esa etapa.
Lo miro a los ojos en ese pequeño silencio. No son azules azules, son más bien un azul gris, mucho más oscuro en los bordes que en el centro. Me hace sentir envidia, él tiene unos ojos tan preciosos. Además de su cabello oscuro casi negro amarrado en una corta coleta baja. Noté que no traía la barba ligera característica de él, parecía haberse afeitado esa mañana.
Se aclara la garganta.
—¿Pudieras dejar de devorarme con la mirada? Se siente algo incómodo. Se supone que hace un rato era tu padre.
Siento el calor arrasar con mi rostro.
—N-no no hacía eso... yo solo, esto... —desvío la mirada —es que tienes unos ojos muy... profundos. Son como un mar.
—Los tuyos también son interesantes, me recuerdan a un bosque —lo miro, frunciendo el ceño y esperando que explicase su comparación —. Es que son marrones en el medio, con motitas verdes en los bordes predominando ese color, como si fueran árboles con monos.
Le digo que su mirada parece un mar, y me dice que tengo árboles con monos. Que romántico.
—Apestas ligando... —murmuro para mí misma mirando por la ventanilla y jugueteando con mi trenza, pero obviamente me escucha y se hace el ofendido.
—Pero te ligué muy rápido en aquella fiesta. Parece que beso bien.
Recuerdo la fiesta de Halloween, esa sensación nueva que sentí con él, su lengua junto a la mía.
—Y parece que aún te gusta el recuerdo, tomate.
—Engreído — murmuro muy bajo y esta vez sí no me escucha. —. Bueno, gracias por todo, me iré.
Voy a abrir la puerta aprovechando que la lluvia había amainado, pero me dice: Espera. Y me volteo a verlo.
—¿No me darás un beso de despedida?
—Bésate el codo.
—¿Qué dijiste?
—Que te beses el... —me calló estampando sus labios contra los míos.
¿A quién quiero engañar? Quería esto. No era el primer hombre que había besado en mi vida. Pero sí el primer hombre que me había besado tan bien en mi vida.
Aproveché mis conocimientos adquiridos por algunos videos, y lo atraigo hacia mi rostro safando su coleta para dejarle el cabello ondeado suelto, el cual enredo entre mis dedos. Suena en la radio otra canción de 5SOS, esta vez es Teeth, una canción muy apropiada para este momento.
El ritmo parece entusiasmarle y siento su sonrisa entre mis labios. Con su mano acaricia mi espalda, y voy bajando mis manos de su cuello lentamente, dándome cuenta de lo impulsivos que somos los adolescentes cuando las hormonas nos controlan.
Siento mis mejillas como dos hornos y y muerdo el interior de mi labio mirando hacia abajo. Espero a que diga algo, yo me he quedado sin palabras.
Suelta una pequeña risita, parece divertirse.
—Ve, antes de que la tormenta empeore —dice colocando un mechón de mi largo flequillo detrás de mi oreja.
Me da un corto beso y al separarse dice:
—El próximo sábado cumples dieciocho, y me será legal darte más que un beso.
Con mis ojos abierto como platos abro la puerta del auto y salgo corriendo a la recepción del edificio. Miro hacia detrás y veo cómo ríe y arranca el auto yéndose.
¡Por Dios! ¿¡Acaba de decir que quiere tener sexo conmigo!? ¿En serio se fijó en mi? ¿Qué tengo de especial? Últimamente he descuidado mi peso estando algo rellenita, sumando que no tengo casi pechos ni una nariz muy estética. ¡Él es un papucho! ¡De tantas barbies andantes que existen se vino a fijar en mi!
¿Qué si me gusta? Me encanta. Me atrae. Es ardiente, Dios mío, es bello. No tiene un cuerpo atlético pero su manera de actuar y su mirada, me derriten.
—Ayyy —doy un pequeño gritito patético mientras me quito el uniforme en el baño para darme una ducha. No vi a Edgar al entrar, debe estar en la habitación.
Me miro en el espejo estando en ropa interior.
Soy fea.
Me veo fea.
Pudiera ser más bonita.
Arqueo mis cejas con decepción, intentando buscar un ángulo que me favorezca. Pero estoy llena de imperfecciones. Miro mis brazos. Mis cicatrices. Ya casi desaparecen, aunque sé que algunas se quedarán allí por siempre, recordándome todo el daño que me hice.
¿Por qué no me gusta lo que refleja el espejo?
——Narra Rosario——
—Tenías razón, definitivamente tus hermanos no son normales.
—¿Qué te costaba hacerme caso? Hubieras inventado cualquier excusa para que no pasaran —estaba en videollamada con Walter, sentada de pies cruzados en mi cama con mi laptop encima.
—Me tenían literalmente a punta de pistola, ¿cómo más querías que reaccionara? —se excusó él que también estaba tumbado en su cama, todo despeinado.
Con una mano peino un poco mi rizado cabello marrón que estaba hecho un desastre por haberlo desenredado, tal vez yo también lucía despeinada.
—Lo que yo aún intento comprender es como esa perra de Sabrina tuvo la dignidad de pedirte que te pusieras de su lado. —comento frunciendo algo el ceño. Ella me caía mal, no solo por que casi se casa con mi novio, sino por traidora.
—Ni yo, y el amigo de Alya no quiere que ella sepa que está vivo. Realmente no comprendo que sucede. —se rasca la cabeza y mira a un punto fijo a su derecha. —Pero Sabrina primero me aseguró que mi padre asesinó a mi hermana, ahora me dice que fue cosa de Tarot. Ya no sé qué creer.
¿Qué está mirando? Sigue con la vista algo a su lado.
—¿Ejecutarás el plan de León? —le pregunto, llamando su atención —De meterse en tu casa a investigar. Creo que será peligroso.
—Y yo... pero no queda otra que intentar. —dice y vuelve a dirigir su mirada a la derecha, parece agarrar algo con su mano y me sonríe a través de la pantalla. — ¡Ah! Por cierto, tengo mascota.
—¿Si?
—Si, es que iba paseando ayer y vi este hámster abandonado en su jaula por un basurero. —pone al roedor en su hombro y me hace reír. Es muy tierno. Un hámster que cabe entero en su mano, de color blanco con manchas negras en los ojos que cubren hasta las orejas y otra mancha en la espalda. —Me dió lástima y me lo quedé, es gracioso.
—¿Qué nombre le pusiste?
—Bellacoso.
Me río.
—Mira que guapo —lo presume acercándolo a la pantalla y noto los enormes dientes de la criatura que olfatea todo a su alrededor.
Terminamos de hablar y me despido para desconectar la llamada. Bellacoso me agradó, nunca imaginé a Walter con una mascota, mucho menos un hámster. Salí de la cama para hacer las tareas del día, tenía un proyecto sobre la vida de Shakespeare que me estresaba un poco.
Siento las risas grotescas de mis hermanos recorrer el pasillo, seguramente dirigiéndose a sus habitaciones, que eran para huéspedes.
Lo normal sería ignorarlos, pero salgo de la habitación para preguntarles al respecto de lo que me contó Walter. Ellos dos estaban obsesionados con todo lo relacionado a la superstición y videntes, pero no me parece nada gracioso que hubieran ido a meterle miedo a mi novio con sus juegos de cartas.
—Hey —les llamo la atención recostándome en el marco de mi puerta con mi sudadera y short de pijama. Se detienen y Giorgio; el ángel, me sonríe mientras Gregory;el demonio, sigue riendo sin parar.
—¿Qué pasa rosita? —preguntó Giorgio acercándose a mi.
—¿Por qué fueron a casa de mi novio a jugar cartas? —suelto sin rodeos.
Ambos empiezan a reírse otra vez, me percato de que están ebrios. Gregory le da palmadas en la espalda a Giorgio que parece sacarle un pulmón.
—Ay beba, no es un juego, el tarot es espiritual. —justificó el demonio, luego puso una voz aguda y patética —¿Se asustó el muchacho?
No paraban de reírse, como si hubiera soltado el chiste más gracioso del universo.
—No, pero sé que ustedes son unos hijos de puta, no le hacen eso a cualquiera.
—Nos cayó bien, es amigo de unos viejos conocidos nuestros. —justificó Gregory frotándose el rostro.
—¿De casualidad esos conocidos suyos se apellidan Guerrero? —pregunté, aunque no sospechaba de que estuvieran con los empresarios.
Giorgio hace una mueca reaccionando a ese apellido, Gregory lo empuja con el codo y se apresura a hablar.
—No, los Guerrero son unos no tan amigos de nuestros amigos.
Suspiro, pero aún sin rendirme.
—Demasiadas amistades, ¿no creen? —les digo, poniéndome de frente a ellos.
—Somos sociables como tú, hermanita. —dice Giorgio y se voltea con motivos de irse.
Camino hasta ponerme nuevamente en su frente. Pongo mis brazos en mis caderas e intento lucir enojada. Están ebrios, debería de dejarlos como las causas perdidas que son, pero dicen que los borrachos siempre hablan la verdad. Debería aprovecharme.
—Díganme qué carajos tienen que ver con el Efecto Tiempo. Me dijeron que me apoyarían. —les recuerdo cuando me prometieron estar de mi lado.
Giorgio puso cara de irritación, jugando con su rizos, Gregory, que tenía ambos lados de la cabeza rapados, se cruzó de brazos y abrió la boca para hablar, pero la cerró, e imitó esa acción su hermano hasta que hice un ademán con la mano para que lo soltasen.
—Es que la cosita está... complicada. —confesó Gregory, mi pie repiqueteaba en el suelo liberando mi ansiedad. —Los empresarios en realidad no son muy amigos nuestros.
Ya me quedó claro que no pertenecen a los segundos. Las opciones que quedan son o que son monstruos, o que tienen algo que ver en la mafia, o tuvieron.
—¿Ustedes son de Tarot? —pregunté y Giorgio abrió los ojos y la boca como una caricatura. Me daba risa lo expresivos que eran en estado de ebriedad — ¿Son asesinos de ellos? Sé que la jefa de Pilaza se cagó en los pantalones cuando les vió, algo le debieron de haber hecho. —dije refiriéndome a Sabrina.
Gregory bufó, ya harto de mi, y Giorgio habló.
—A ver... Rosi. Mira, nosotros fuimos amiguitos de Tarot, de hecho, fuimos muy cercanos a su fundación, al principio éramos muy... íntimos, pero ahora mismo no somos amigos tan amigos.
—¿Son enemigos de ambos lados?
—No no no, enemigos suena muy feo. —se apresuró a rectificar el demonio —Digamos que somos amigos ya no tan amigos, que antes eran mejores amigos, y ahora solo somos el recuerdo de una bonita amistad.
—Somos como viejos conocidos, y a los empresarios les dejamos una muy buena impresión. —dijo Giorgio sonriendo de lado con picardía, compartiendo con su hermano una mirada cómplice.
—Por eso la rubia se cagó al vernos ¡jaja! —rió el de la cabeza rapada.
—Somos los putos amos, ¡nos recuerdan jaja!
—En serio, chicos, ayúdenme. —pedí atención cruzándome de brazos, ya sin paciencia.
—¿En qué nos necesita mademoiselle? —hace un tono burlón imitando el francés Gregory, reverenciando.
—Quiero saber qué hacen o hacían para Tarot.
—Bueno, una curiosidad de un favor que le hice a amigos de Tarot. El novio tuyo, tenía una hermana muy curiosa, Amber se llamaba, creo... —Giorgio le tocó el hombro al hermano para que le ayudara a recordar. Inmediatamente me interesé en el tema, Walter estaba confundido del destino de la chica, esto serviría.
—Creo que era Ámbar. —le apoyó Gregory.
—Algo de eso, bueno, yo la maté.
Nota de autora:
Hola, ho-la-la.
Ya deben de odiarme, les digo que actualizaré pronto y me tardo un mes más. No tengo justificación, solo que no me salía el capítulo.
La escena del "porno de vacas" es basada en hechos reales :v, no se pero yo me morí de la risa escribiéndolo.
Se suponía que en este capítulo sucedería algo más pero se me hizo muy largo, así que lo dividí en dos capítulos. El 30 solo me queda terminarlo y editarlo, así que mañana o pasado mañana sin faltas lo tendrán.
Dejen acá sus opiniones/teorías. Extraño sus comentarios uwu, son lo que me hace sonreír en el día.
¿Los hermanos de Rosario ocultan mucho, no? Ya tienen una idea de por dónde viene la cosa ahre.
¡Nos leemos mañana!
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