28- "Tarot"
2011, Sulle, Ayralia.
—Bienvenido a la consulta, Astra. — Saludó el prestigioso psicólogo Caleb Díaz. Su cabello canoso estaba impecablemente peinado hacia detrás haciendo gala de una ligera barba blanca.
Él intentaba lucir amigable para transmitirle seguridad a su nuevo paciente, pero la verdad era que a pesar de su vasta experiencia sentía nervios de tratar por primera vez con alguien con ese nivel de inestabilidad mental.
Astra tomó asiento en la silla negra frente al escritorio en el que se apoyaba el psicólogo. Mantenía la vista gacha, en el suelo, pensando en que le dirían. Porque a Astra le emocionaba este momento, el momento en el que finalmente cumplió dieciocho años y saber que sucedía en su cabeza.
—Astra. — Caleb le llamó. Astra levantó la vista y esbozó una sonrisa tímida, no quería ser desagradable. Eso calmó a Caleb. — Dime, ahora, ¿cómo te sientes?
—¿La verdad? Con nervios. — Le respondió sonriendo un poco, sintiendo como sus manos temblaban. — Pero estoy bien.
Caleb inhaló hondo y expulsó el aire. Le aliviaba mucho que Astra haya reaccionado de manera relajada. Por todo el historial clínico que había leído antes de consultarle, pensaba que sería una consulta difícil y cansada.
—Sabes a que viniste, ¿verdad? — Volvió a preguntar el psicólogo de cincuenta y pico de años manteniendo el contacto visual.
— Si. Tenía ganas de que llegara este día. — Le contestó jugando con sus manos que empezaban a sudar. Le daba ansiedad y quería mantenerse con tranquilidad al recibir la noticia. Astra estaba intentando que esto funcionara, no quería descontrolarse. — Así que por favor, ve al punto.
Caleb se sorprendió pero no lo demostró manteniendo su semblante serio. Astra no parecía tener nada malo a primera vista, era un joven normal. Pero no era la primera vez que el psicólogo enfrentaba casos en los que la apariencia engañaba.
— Astra, antes necesito que me digas todo lo que recuerdas antes de que esto te pasara. Desahógate, saca conmigo toda la angustia y resentimiento que te carcome. — Le incitó Caleb, con un tono amigable en la voz. En serio estaba intentando agradarle, esa era su táctica, que el paciente se sometiera en confianza.
A Astra esto le extrañó y frunció el ceño con confusión.
Caleb suspiró. Tenía que ir más lento con Astra.
Rápidamente recordó que Astra tenía dos personalidades. Que una era involuntaria. Lo perturbador era que su personalidad normal le hacía ver todo como una persona común, pero cuando recordaba algo de lo que le había sucedido se desataba la otra personalidad más agresiva, más salvaje, más animal.
—Ten cuidado de cómo veas las cosas, el mundo será como lo mires.
Astra se empezó a incomodar. Había venido por respuestas, para callar todas las interrogantes que le atormentaban a diario, no a escuchar a un viejo apuesto decirle frases tumblers.
—¿Cuál es el punto de esto? Mire, ya soy mayor de edad, ya maduré. Dígame en concreto que me sucede, es lo único que me interesa. — Le reclamó Astra.
Pero lo único que le interesaba a Caleb era descubrir que había hecho que su paciente cambiara.
— Te lo diré. — Le avisó y Astra el presto atención. — Pero primero me tienes que decir que es lo que te inquieta constantemente.
Astra bufó. Odiaba este tipo de cosas, que le obligaran a hablar del pasado, porque no recordaba prácticamente nada. No con esa personalidad.
— No se.
— Si sabes, no niegues tu mente, si lo sabes pero tienes miedo de recordar porque te hace perder la cordura, ¿no es así? — El señor fue directo y Astra hizo una mueca de desagrado.
No comprendía por qué si estaba intentando ser amigable con el psicólogo para que le dijera que sucedía, le quisiera sacar información así tan directo.
Caleb mantuvo su firmeza. Así que Astra supo que no le quedaba de otra que intentar recordar. Respiró profundamente.
— El problema es... — Comenzó a hablar. — que si recuerdo... lo recuerdo pero, pero siento que estallaré si lo digo... — Confesó jugando con sus manos que empezaban a temblar. — en voz alta.
— Lobos.
Ante la mención de animal por parte de Caleb, Astra levantó la mirada y se paralizó.
— Tu madre me dijo que tenía que ver con lobos.
— Ella no es mi-mi madre. — Titubeó Astra llegándole a la mente el rostro de Greta, su madre biológica.
— Si lo es. — Le reprochó el psicólogo. — Ella te cuidó y te acogió en su hogar.
— No compartimos sangre, solo fue un acto de bondad.
— No importa si no corre la misma sangre por las venas si corre el mismo sentimiento por el corazón.
— Por el corazón también corre sangre, no sentimientos.
Caleb se tuvo que aguantar las ganas de voltear los ojos, manteniendo su rostro impecable con profesionalidad. Era mejor que ya le dijera a Astra que le sucedía, no iba a conseguir nada con labia, la mirada de su paciente reflejaba desconfianza.
— Sufres de trastorno de identidad disociativo con los siguientes síntomas... — Hizo una pausa esperando la reacción de Astra, pero al ver que le interesaba prosiguió. — Presencia de dos o más identidades o estados de personalidad, — Al menos dos de estas identidades o estados de personalidad controlan de forma recurrente el comportamiento del individuo. — e incapacidad para recordar información personal importante, que es demasiado amplia para ser explicada por el olvido ordinario.
Astra parpadeó repetidas veces, suspiró y sonrió levemente.
— Gracias. — Le dijo y Caleb no pudo ocultar la sorpresa. — Entonces, como suponía, tengo doble personalidad y cada una controla mi cuerpo como una sola persona. — Caleb asintió. — Y mi cerebro bloqueó los recuerdos. — Volvió a asentir.
Astra dejó escapar una pequeña risita. Realmente el psicólogo se había equivocado; sí recordaba su pasado, pero lo hizo a los quince años. Ya tenía toda la información necesaria, ya tenía el nombre exacto de qué le sucedía, y tal vez podría lograr "matar" a su personalidad... ¿macabra?
Pero temía de que los papeles se invirtieran y la otra personalidad terminase "matando" a la original.
— ¿Realmente las Kir lograrán eliminar por completo mi otra personalidad? — Preguntó con interés.
— Tu problema es que la otra personalidad reluce cuando te estresas por algo que tu cerebro haya bloqueado, las pastillas Kir lo controlan. — Explicó el señor. — Estas logran establecer un equilibrio en tu mente, un balance, mientras las tomes en los horarios indicados no habrá peligro, pero si te saltas alguna hay riesgo de que te de una crisis y actúe el otro Astra, que es un peligro tanto para ti como para los que te rodean.
— ¿No debería de estar en un manicomio entonces? — Preguntó con sarcasmo Astra, pero al instante se arrepintió demostrándolo en su mirada, debió de haber dejado el comentario en su mente.
— No, no te preocupes, bajo las pastillas y tu voluntad eres una persona normal, te ingresarían si perdieras el control y quisieras atentar contra alguna vida a propósito sin importarte nada.
Astra se relajó.
— Bien.
Y allí terminó la consulta, con todas las dudas de Astra resueltas, con todas las preguntas acerca de su inestabilidad mental respondidas, y con una preocupación enorme en el psicólogo Caleb por ser consciente de que él sería la primera víctima de Astra si perdía el control al haberle llamado inestable bajo palabras profesionales.
Astra en su casa pensó; si Kir le mantenía en calma, tenía algún efecto relajante muy fuerte. Al final todos los fármacos son drogas.
¿Entonces se estaba drogando? No, ¿le estaban obligando a drogarse? Eso era algo bizarro, pero real.
Astra pensó en que tal vez no era un inestable mental, pensó qué tal vez todas las personas que le juzgaban estaban locas y quien único mantenía la cordura era sí mismo.
Se miró al espejo, detalló su rostro. Y pensó si le gustaba esa vida común, alrededor de personas comunes. Era especial, eso lo sabía. Y quiso resaltar en la sociedad, quiso que las personas se sintieran identificadas con su historia de opresión.
Su verdadera madre había sido una alcohólica, su padre un asesino, y por culpa de las acciones de ambos cohibieron a Astra de poder tener una vida normal.
Tengo que dejar de pensar así, me pondré bien, solo seré yo mismo.
Tengo que ser yo mismo.
Tengo que combatir contra mi lado oscuro.
Tengo que ser feliz.
— ¡Ah! — Gritó con desesperación Astra en su habitación. ¿Por qué? ¿Por qué volvían sus pensamientos de rebeldía? ¡Tenía que superarse! ¡Quería hacerlo! ¡Quería ser normal!
No puedo ser débil.
Tengo que salir adelante.
¿Para qué avanzar? ¿Para hundirme más en una realidad ficticia?
Voy a salir de este hoyo.
Este hoyo es mi hogar, a donde pertenezco, a hacer justicia en el mundo, a cambiar los estereotipos, a enunciar a todos que tienen el derecho de hacer los que les haga felices aunque los demás lo rechacen...
— Basta. — Se cubrió los oídos como si así pudiera silenciar sus propios pensamientos.
Tengo que ser como los demás, vivo en una sociedad y no puedo ser la nota discordante, el rarito.
A que todos hagan lo que les haga felices, sin importar si es estudiar, ayudar o... matar.
Astra ya no era inocente.
Actualidad
——Narra Alya——
— ¿Qué significa todo eso? — Pregunté algo alterada a León. Él había venido a mi departamento a enseñarme personalmente la grabación de los monstruos. Me debía una explicación ante tal extraña declaración.
— Primero que todo, mantén la calma. — Dijo con indiferencia y me tensé aún más, no solo por el hecho de que literalmente unos criminales nos estaban pidiendo ayuda, sino porque estábamos solos en la sala del departamento y yo en pijama acabada de despertar.
¡¿Es que cómo se le va a ocurrir venir un sábado temprano al departamento así como si nada después de habernos dejado a los cuatro chicos con el suspenso de la situación por el resto de la semana?!
Yo que ya estaba logrando relajarme sin tanta intriga por las noches, y a la una de la tarde se aparezca así como así tocando el timbre.
En mi defensa, la una de la tarde es temprano en la mañana para mi horario de sueño.
— Bueno, al menos déjame cambiarme. — Comenté para poder irme a mi cuarto a ponerme algo más decente y un sostén, me daba vergüenza que se notaran mis limones.
— No te preocupes, no se nota nada. — Puto, eso me dolió.
— Igual, espera acá. — Dije para entrar en el cuarto dejándolo solo sentado en el pequeño sofá del departamento.
Al cerrar la puerta detrás de mi respiré muy hondo, dándome cuenta de lo nerviosa que me ponía este chico. Bueno, la verdad cualquier persona me ponía nerviosa. Revisé el closet y maldecí al darme cuenta de que hoy debía ir a la lavandería, no quedaba casi nada de ropa limpia.
Así que me puse una enguatada ligera gris, un sostén que llevaba usando hace tres días porque todavía olía bien, y un short. Estábamos en invierno pero al ser Ayralia un país tropical no había nieve y la temperatura casi siempre se mantenía fresca, a no ser en los meses donde entraban frentes fríos.
Igual siempre uso enguatada aunque haya calor para cubrir las cicatrices que ya casi desaparecían por completo, y estaba orgullosa de ello. No había tocado ninguna cuchilla ni cúter desde que había llegado.
— Te prometo que te ayudaré a salir de esto, no estás sola. — Dijo envolviéndome en un cálido abrazo después de haberme visto por primera vez con todas las manos ensangrentadas y llorando en el suelo.
— Toqué... f-fondo. — Le respondió una Alya de dieciséis años con una sonrisa forzada, obligándose a creer que eso le aliviaría el dolor en su pecho.
— No existe un fondo. Siempre puedes atravesarlo y ver luz. — Susurró entre sollozos intentando lucir fuerte.
— ¿Tú serás mi luz? — Le pregunté hiperventilando.
— Brillarás por ti misma. — Respondió con una cálida sonrisa.
— Todo está muy oscuro... no veo una salida. — Declaré mirando cómo corrían los hilos de sangre por mis brazos.
De repente agarró mi rostro con ambas manos obligándome a mirarlo, cuando me encontré con sus ojos aguados los míos se pusieron igual y estallé en un llanto silencioso.
— Las estrellas brillan en la oscuridad.
Dante.
— ¿Todo bien? — La pregunta de León desde la sala me hizo darme cuenta de que mis ojos se habían aguado. Sacudí mi cabeza, me había entretenido demasiado vagando en el pasado.
Al final Dante había sido mi hoyo y mi luz a la vez.
Él está vivo, lo sé. Él prometió estar conmigo para verme brillar por mí misma, si es que lograba hacerlo.
No pude evitar imaginarme a las Winx y sonreí intentando forzar a mi mente de apartar la tristeza. No serviría de nada lamentarme y León me esperaba.
Limpié con las mangas un poco mi rostro, pero no podía hacer nada para apartar la leve hinchazón en mis ojos. Aún así salí, mi cabeza volviendo a la curiosidad de cómo los monstruos había cedido.
— Oye, pero, ¿qué te pasó? — Preguntó él poniendo cara de preocupación, ¿tan mal me veía?
— Nada. — Sonreí negando con la cabeza y me senté a su lado en el sofá.
— El que no nada se ahoga. — Respondió manteniendo sus cejas hundidas.
Me ahogué hace rato en mi propia piscina.
— Dime cómo es posible que hayan mandado esa grabación, ¿ya no se habían librado de nosotros? — Le pregunté disimulando firmeza.
Él se removió algo incómodo en el asiento, pero gracias a Dios que decidió dejar el tema aparte y concentrarse en lo importante.
— Es que yo soy un genio.
Y un narcisista. Quise responderle algo así pero iba a terminar en guerra y no estaba de ánimos, mejor me quedaba callada.
— Luego de lanzar la granada cuando huíamos de los segundos hice una llamada anónima al director de Pilaza Guerrero, haciéndome pasar por un monstruo, y quedó como que los mismos monstruos habían lanzado la granada eliminando a todos esos sicarios.
Un bombillito se prendió en mi cabeza. Ya comprendía por qué estábamos seguros en la escuela, los empresarios no tenían idea de que habíamos huído y ocasionado un desastre. Fue una jugada inteligente de León, haciéndoles creer otra cosa.
Él continuó:
— Pues entonces se creó más discordia entre ambos bandos, y nosotros logrando pasar desapercibidos, porque quienes querían capturarnos los eliminamos.
Una punzada en mi pecho me hizo reaccionar. Dante era parte de esas personas, si nadie declaró, entonces era posible que él también hubiera muer... no, ¡no! Él sobrevivió y no nos ha delatado, lo sé, él está vivo.
Respiré muy profundo para relajarme, pero León logró notar mi preocupación.
— Algo está pasando, Aly... — El apodo que me había puesto mi mejor amigo resonó en mi cabeza como un martillo golpeándola. —, si no quieres hablarlo, está bien, pero estoy aquí si necesitas desahogarte.
Volví a negar con la cabeza, él no era nada mío como para andarle contando mis problemas.
— No, es solo que... ¿no te da cosa ser consciente de que mataste a como diez personas con esa granada?
— En mi preparación cuando ingresé como policía, se encargaron de trabajarme psicológicamente. Así que no, no tengo ningún remordimiento al acabar con criminales.
Volví a suspirar. León fue policía, ahora periodista. ¿Qué edad tenía? Si lo había dicho no recordaba, pero no lucía mayor de veinticinco.
— ¿Cuántos años tienes? — Le pregunté con curiosidad.
Él levantó una comisura de sus labios mirándome con picardía, creo que malinterpretó mi pregunta. No pude evitar volver a sentir nervios.
— Veinticuatro.
Asentí con la cabeza. No fui capaz de pensar en una respuesta. Me sentía tonta, ¿por qué no puedo reaccionar normalmente? ¡Tengo que ser firme!
— Yo tengo...
— Cumples los dieciocho en un mes, el nueve de diciembre. — Dijo con una leve sonrisa, había olvidado que era un acosador profesional y seguramente se sabía hasta la talla de las bragas de mi abuela. Bueno, no le preguntaré eso, no es que me interese saber el tamaño del trasero de mi abuela y creo que la pregunta no va al caso.
— Si. — Respondí e insulté en mi interior a Edgar con atrocidades por andar trabajando a estas horas en un café dejándome sola con este man. Ahora que lo pienso yo soy un estorbo en esta casa, solo llevo las cosas a la lavandería... ¡estorbo un diantres! ¡Que trabaje la ladilla! ¡Que él se está quedando acá porque se lo permití, si no, no tuviera donde quedarse!
Entonces, ¿Edgar es mi esclavo? Baia, baia, ya nos shippeo aunque tenga novio. Demonios, una vez que me violó el orgullo me dijo que no sentía nada por mi, ¿y si le gustan los palitos?
— ...así que por eso nos pidieron ayuda. ¿Eh? ¿Alya?
— Puedo tener un palito.
— ¿Qué?
— ¿Qué?
Silencio incómodo.
Solo sentía su mirada con el ceño fruncido notando la decepción. Ay, la cagué, como siempre.
— No me estabas escuchando, ¿cierto?
— No. — Admití. — Lo siento, me distraje.
Frotó su rostro con ambas manos, irritado por tener que volver a explicar y a mí la pena me carcomía.
— Aún no comprendo cómo llegaste tan lejos en el ajedrez.
Miré al suelo, ese comentario me incomodó. Jugué con mis manos y no pude evitar imaginarme cómo la Reina Fría, el estereotipo de la chica seria que no tenía compasión hacia nadie que había creado. Odiaba mi antigua yo.
— Que ambos bandos ahora están en discordia porque los segundos creen que los monstruos... oh vaya, ya estoy harto de llamarles con esos sobrenombres infantiles.
— Pero así estaban en el poema...
— Los segundos son los sicarios de la empresa, y los monstruos tiene ese apodo por su mala fama, realmente la organización se llama Tarot. No preguntes por qué, ni yo sé, pero son como una mafia; una secta criminal que crea sus propias drogas y las trafica alrededor de la isla, y unos cuantos países más.
— ¿Tarot? ¿Eso no es adivinación con cartas?
— Sí, no se que tendrá que ver con la organización.
Curioso.
— ¿Y por qué decías que acudieron a nosotros?
— Porque creen que tenemos suficiente información para destruir a los empresarios como para destruirlos a ellos. Quieren que les demos algún detalle confidencial de Pilaza Guerrero para amenazarlos, sabes, acá quien tenga mínima desventaja está en peligro.
Mi cara de póker con los ojos entrecerrados y la boca hecha una línea perfecta merecía ser esculpida por el mismísimo Miguel Ángel, sería comparada con la icónica obra "El David"... me dirían... "La Goliath".
Había sido mucha información en tan pocos segundos, así que por mi propia salud mental tomé aire y ordené en mi mente todo el caos. Para verificar que había comprendido todo en orden se lo dije en alta voz:
— En resumen, tú tirarse la granada y mataste a una pila de sicarios mamarrachos, después llamas al dueño de Pilaza Guerrero haciéndote pasar por un monstruo diciéndole que Tarot fue la encargada de esa masacre, entonces entre estos dos bandos ahora existe más tensión, y los monstruos... — Él frunce el ceño cuando mencionó este apodo, no le gustaba. — bueno, los tarotienses, los narcos, los enmascarados, esa gente... nos llama, a ¡nosotros! — Enfatizo el "nosotros" señalándome a mi misma con mis manos. — para pedirnos ayuda porque están en desventaja.
— Exacto. — Afirma él.
— Y tú quieres sacar provecho de esto. — Concluyo.
— Más claro que el agua.
— Que agua de fosa...
Me da una sonrisa calmada y suspiro por decimocuarta vez en el día. Comprendía la situación, pero habían cabos que no ataba, como por ejemplo...
— ¿Y qué información tan confidencial que tenemos para llamarles la atención a Tarot?
— Absolutamente nada.
Me estaba estresando.
Me estaba estresando demasiado y la manera en que golpeé ese pobre cojín negro lo comprobaba. No supe exactamente si fue la tranquilidad con la que me dió esa impactante y descarada respuesta, o la mirada confiada que tenía León cómo si tuviese las cartas sobre la mesa, cuando el único apoyo que tenía era el de su mamá diciéndole que era especial cuando le regaló un dibujo horrible a los tres años y ella fingió estar orgullosa... vamos, eso nos ha pasado a todos.
Vale, Tarot piensa que nosotros somos poderosos, piensa que sabemos absolutamente todo lo involucrado con el Efecto Tiempo cuando apenas nos sabemos el nombre. Y puedo comprobarlo porque desde que nos secuestraron a Edgar y a mí ese tal Mandato nos habló como si fuésemos peligrosos.
Y León, quería mantener esa falsa imagen de que teníamos el control.
¿Pero cómo actuaremos antes la petición de Tarot, si no tenemos nada en realidad?
— ¿Qué haremos? — Le pregunté, esperanzada de que tuviera una respuesta que me calmara.
— Ah... no se. — Volvió a sorprenderme con unos tranquilos monosílabos.
Pero esta vez no pude aguantarme la ira y me paré de repente haciéndole un escándalo.
— ¡¿Cómo que no sabes?!
— La cosa es que ni siquiera tenemos información... y eso es lo único que me interesa, para los diarios. No te preocupes, nosotros no nos meteremos en el conflicto — ya lo hicimos, mente de feto, adefesio. —, solo necesitamos saberlo todo con exactitud, este caso lo descifraré hasta el final.
>>Lo que haremos será imponer respeto haciéndonos los que lo sabemos todo para así lograr enterarnos de confidencialidades que serán expuestas en los diarios, redes sociales, y quitarán la fachada de perfección a todos los empresarios corruptos involucrados con pruebas. Y tal vez, cómo interés personal, me devuelvan mi anterior empleo y sea renombrado por el comisario...
— ¿¡Y por qué vienes a contármelo a mi en vez de investigar con tu grandísimo equipo!?
Esta vez el también se paró, reluciendo
— Porque ni a Alina ni a mi se nos ocurrió nada que no fuese arriesgado y creí que sería una buena idea consultarte ya que eres bastante inteligente, pero creo que solo eres una adolescente desequilibrada.
— ¡Inteligente moviendo piececitas! Dime, dime tú, a ver, te daré mi mejor idea, ¡mueve un puto peón en viceversa y corónalo! ¡Ah! No se puede, ¡es una jugada ilegal! — Solté de carretilla ya enojada, maquinando variables ilógicas, cosas que jamás hubiese podido pensar por lo ridículo que sonaba.
El abrió enormes los ojos y la boca y se llevó las manos a la cabeza para levantarse de golpe del sofá sonriendo, no se por qué su sonrisa me recordó a Cristiano Ronaldo, whatever. Me señaló con un dedo y fruncí el ceño alejando mi rostro. Nuevamente mi expresión pudiese ser la musa para muchos artistas frustrados.
— ¡Eres una genio!
— ¿Eh?
— ¡Eso mismo haremos!
Entrecerré los ojos e hice una mueca de desagrado, literalmente no pude evitar imaginármelo a él como un peón dando un paso hacia detrás con un tubo saliendo del suelo y convirtiéndose en una drag queen con el maquillaje de diva y a Lady Gaga al lado diciéndome que soy una genio.
Sacudí mi cabeza sonriendo por mis pensamientos.
Me dejé caer en el sofá nuevamente, con las piernas y brazos extendidos, rendida, ya no sabía que otras incoherencias saldrían de la boca de León.
Él se mordía un labio caminando en círculos por mi pequeña sala, mirando hacia todos lados y haciendo distintas expresiones como si conversara consigo mismo; estaba maquinando un plan, y olía a estar retorcido.
— Walter será el peón. — Anunció aún caminando lentamente, no me atreví a mirarlo más y seguí con al vista en el techo escuchando sus ideas. — Él irá a su casa...
— Espera, espera, eso que acabas de decir, creo que suena menos impactante mencionar: Meteremos un venado en una jaula de leones hambrientos. — Le interrumpí ante su nefasta idea.
— La cosa es que acá el león soy yo, madame. — Me dijo señalándose a sí mismo con una sonrisa de suficiencia y volteé los ojos. Su oculto carácter arrogante salía a la luz de vez en cuando para molestarme. — Iré con él, como un amigo, un día en el que su padre no se encuentre, porque recuerda; el padre lo mandó a matar en anonimato, aparentando ser inocente, así que supongo que ni la madre ni el hermanito sean inconvenientes.
— ¿Y lo que harán allá será...? — Lo incité a no desviarse del tema, haciendo un ademán con la mano y cruzándome de pies. Predecía su respuesta.
— Pues buscar algún tipo de información de la empresa Forvenzia, también involucrada, a lo mejor algo nos sorprende. Y si no hayamos nada, no importa, nos inventamos algo leve para satisfacer a Tarot y que deje de acudir a nosotros.
Este chico planeaba cosas tan rápido y las decía con una tranquilidad contagiosa, que te hacía creer que a su lado todo saldría bien sin importar lo grave de la situación.
Él era demasiado confiado, en el sentido de creer que siempre hallaría una solución manteniendo la calma. Haciéndolo impredecible.
Y yo era demasiado desconfiada, del tipo de personas que analizaba todas las variables mil veces antes de aplicarlas pensando en las posibles respuestas. Haciéndome precisa.
Él fue policía.
Yo fui ajedrecista.
Y pensándolo bien, juntos formábamos un buen equipo de estrategia.
— Hagamos eso. — Le respondí con una sonrisa sincera que me devolvió.
— Bueno, entonces mejor ya me voy.
— Si.
Se levantó y lo acompañé hasta la puerta, la abrí y justo antes de que saliera recordé algo muy importante.
Me lo pensé dos veces, pero él era mi única oportunidad y no podía permitir manchar mi expediente.
— León.
— ¿Mhh?
— Necesito que seas mi padre.
Me di cuenta de lo mal que había sonado eso cuando vi su expresión de asombro tensándose. Esperaba una explicación y me apresuré a decírselo.
— Uh, mira es que en...
— A ver Aly, comprendo que tengas tus... traumas, y tal vez necesitas una figura paterna pero yo realmente estoy muy joven todavía y además tú y yo los otros días... sabes, así que si es una clase de fetiche raro no quiero ser tu sujeto de prueba. — Me interrumpió y soltó un discurso tan rápido que parecía haberlo tenido planeado desde antes.
Ahogué un suspiro.
— Solo quiero que me ayudes — Comencé a explicarle y me prestó atención sujetando la manija de la puerta. Seguro listo para salir corriendo en cualquier momento. —, lo que pasa es que, como sabes, tengo una identificación falsa, donde Dante sale como mi padre, y en la escuela por haber faltado una semana me pondrán un acta si no van mis padres, los otros chicos ya son mayores de edad y no necesitan a adultos pero yo aún tengo diecisiete y la cosa es... — Se relajó y al notarlo yo también lo hice. — que Dante, no me puede ayudar ahora en su rol de padre. Así que por favor — Junté mis manos como rezando. — ¿puedes fingir ser mi padre e ir a la escuela a firmar lo que te dé la directora?
Él sonrió de lado, despreocupado, seguro que lo había asustado anteriormente. Pero era mi chance porque con dos actas me echarían de la academia, así que podía prevenir una.
— Ah, okay. — Respondió alzando las cejas.
— ¡Gracias! — Exclamé feliz y en un impulso me lancé a abrazarlo, para separarme al instante con incomodidad. Me quedé mirando al suelo presionando mis labios con algo de vergüenza y él solo dijo adiós y se fue.
Bueno, un lío resuelto.
——Narra Walter——
— Muy maduro de tu parte dejarme en entregado y ni contestarme, afrontemos la situación. — Mandé un cuarto mensaje que fue directo al buzón de voz de Andrea como los demás.
No paraba de dar vueltas alrededor de mi sala, rascándome la cabeza sin ganas y preguntándome el por qué de que me ignorara tanto. Y me confundía aún más el hecho de que me importara.
Mandé otro audio, aún esperanzado.
— ¿Así que ahora soy invisible para ti? Bueno, siempre quise súper poderes.
Decidí rendirme y tiré el aparato a la cama.
Mi teléfono timbró y literalmente me tiré a la cama yo también para alcanzarlo. Al encenderlo tenía un mensaje y me desilusioné al ver que no era de mi amiga, sino de León.
León:
Mañana en mi departamento 10 am, urgente.
1:14pm
Visto
— De ley me viola un día de estos. Jum.
Me acosté boca a arriba en la cama, contemplando el techo blanco. Cuando me di cuenta estaba masticando sin tener nada en la boca como un viejito jugando con su dentadura o una cabra intentando mantener el sabor de la hierba. Tenía ansiedad.
Fui a la cocina y abrí un estante para sacar un paquete de papitas. Mordí con ganas y recordé que hacía meses que no hacía ejercicio, pero me daba igual, tenía flojera en recuperar la rutina y nunca fue mi objetivo tener un cuerpo de físico culturista, con mantenerme en la media estoy bien.
Caminé sin ganas hasta la sala para sentarme en uno de los sofás, estaba aburrido. Miré los dos portarretratos que habían sobre una mesita y mordí con fuerza las papitas al ver con rabia una foto donde aparecíamos mi madre, mi padre, mi hermana, mi hermano recién nacido y yo tomada hace algunos años.
Señor Perfecto, ¿eh? ¿Conque eliminando a sus hijos si estorban?
Me centré en la imagen de Ámbar, ella fue el motivo para despertar mi amor por el arte. Era tan linda, de cabello castaño oscuro casi negro como el mío, y a diferencia de mis ojos oscuros, ella poseía unos color miel intensos, por eso su nombre. Siempre fue tan callada y calmada, tan indiferente al resto del mundo, pero cuando bailaba en su habitación y yo jugaba a ser su juez, en esos momentos su sonrisa crecía como una luna en cuarto menguante.
— Ay. — Me quejo porque mordí mi lengua sin querer y siento un ligero sabor metálico que reconozco como sangre. Me vale y sigo comiendo papitas.
Sonreí por inercia al ver la despampanante sonrisa que yo traía el día de esa foto y recordé el motivo.
— Esto es el ballet. — Dijo poniéndose en puntas de pies, alzando uno de sus brazos y posicionando el otro en forma de arco abajo. Intentó dar una vuelta y se calló al suelo.
— Jajaja, ¡cero puntos! — Exclamó un Walter de nueve años burlándose de su hermana adolescente. — Y es más, menos un punto, por tener tantos granos feos.
— ¡Es acné y es inevitable! — Se justificó.
— ¡Y yo soy Iron Man! — Grita el niño lanzándose al suelo para imitar la anterior pose de su hermana Ámbar. Y a diferencia de ella, él no se cae.
La chica lo mira acomodándose en el suelo sentada, lo reta con la mirada y dichoso el pequeño Walter da una voltereta sin fallar para ofrecerle una mirada engreída a Ámbar.
— Mhh, Iron Man, tienes un buen equilibrio, pero tus brazos están muy tiesos, pareces robot. — Le reclama la chica levantándose y tomando los brazos de su hermano. — Relájalos. — Él lo hace. — Ten más soltura, más elegancia. El ballet es delicado.
El niño observa con admiración a la estudiante de danza que ahora daba saltos y vueltas por la habitación como si volara.
— Tienes que sentirte libre. — Le dice ella estirando una pierna. — Debes tener libertad sobre tu cuerpo y alma. — Se inclina hacia delante en una sola pierna sin caerse.
La chica termina su show dejando al niño con los ojos brillándole y una tierna sonrisa.
— Yo quiero ser libre. — Dijo el pequeño.
La hermana lo toma de los cachetes y él se molesta refunfuñando.
— Nacemos libres. Las cadenas nos las pone nuestra consciencia.
— ¿Pepe grillo? Él era la consciencia de Pinocho.
— ¡No renacuajo! — La chica le da un zape y él se frota la cabeza sacando las bembas con el ceño fruncido.
Miré la otra foto, en esta estábamos Ámbar, Aníbal, Sabrina y yo de catorce y quince años. Ámbar abrazaba de lado a Sabrina y esta a su hermano, yo estaba en la otra esquina de brazos cruzados sonriendo viendo la cara de escepticismo de Aníbal.
Él había tenido el cabello castaño claro casi rubio como la hermana y los ojos azules oscuro con la piel bronceada. Usaba lentes negros y no le quedaban mal, a pesar de su flacura era muy bien parecido.
— ¿Qué te pasó, amigo? ¿En verdad te suicidaste? — Pregunto a la foto tomándola entre mis manos. Paso mi dedo pulgar sobre su rostro alegre. Miro la cara de Sabrina y arrugo el ceño con decepción, luego paso la mirada a mi hermana y tenso mi mandíbula sintiendo una picazón en mi nariz y garganta. — Juro que descubriré quién les hizo esto, y yo mismo, con mis propias manos, lo mataré.
Dejo el portarretratos en la mesa aunque esté ahora está lleno de migajas de papitas y voy a guardar el paquete a la cocina. La casa no era muy grande aunque si cómoda, lo necesario para que yo viviese solo por mis años de estudio.
Mi padre, ¿por qué no ha venido hasta acá para matarme? ¿Por qué quiso hacerlo en la fiesta de Halloween acorralándome a mi y a mis amigos?
Recordé la conversación de Dante con Alya ese día cuando se abrazaban en medio de toda la tensión.
Mi padre solo iba a matarme para prevenir que me tomaran como rehén, o bueno, quien sea que hubiese dirigido a los segundos.
Riing
Andrea:
Lo siento, déjame sola, necesito tiempo para mí misma.
2:03pm
— Tonta.
Riing
¿Otra vez?
Número privado:
Escapaste, ¿cierto? ¿Dónde y cómo estás?
2:04pm
Arrugué mis cejas, ¿qué demonios? No sabía por qué el rostro de Sabrina llegó a mi mente con ese mensaje, ¿sería ella? ¿O alguien más? Veamos, obviamente con esa pregunta se refiere a si escapé con vida aquel día que León nos salvó, pero, si fuese ella, no debería de confiar.
Decidí no responder al mensaje, si era Sabrina, se quedara con la duda por traicionarme, y si fuese alguien más, no tengo la más mínima idea.
Mi vida se ha convertido en una maldita ruleta rusa.
Miro la hora, ya ha pasado medio día y mi estómago delata el hambre que tengo rugiendo, tengo que almorzar, y no hay nada decente en casa. Tampoco tenía muchas ganas de salir a algún lugar a comer, hoy me la pasaré de vago.
Opté por la vieja confiable, comida a domicilio. Llamé a Hambubbles, una hamburguesería que me encantaba.
— Una hamburguesa doble, sin cebollas, umjú... y una Fanta, gracias.
Terminé el pedido y me senté con el celular en la sala, prendí la tele aunque no estaba viendo nada y opté por jugar Free Fire. Me estaba volviendo un experto.
Al poco rato llamaron al timbre de la casa y ansioso corrí a la puerta a por mi comida.
— ¿Edgar?
— Aquí tiene su pedido anticebolla, y su refresco. — Dijo el chico entregándome la caja con cara indiferente. En cambio yo estaba sorprendido y aguantándome la risa por lo ridículo que le quedaba el sombrero de una hamburguesa con cara tierna.
— ¿No eras cajero? ¿Y ahora eres repartidor? — Le pregunté pagándole y dejando las cosas en un mueble.
— De milagro no soy stripper. — Respondió contando los billetes y guardándolos. — Tengo que sobrevivir y no le puedo reclamar a Alya que trabaje porque seguro me echa del departamento.
— Amigo, si algún día necesitan algo, puedo ayudarles. — Le digo con algo de lástima. Él hizo una mueca.
— Me ofendes, no te haré un baile sensual por dinero, yo soy digno. Aunque tenga que usar el bicho este en la cabeza. — Me deja riéndome y se larga en la moto de su trabajo.
Cierro la puerta y me muerdo un labio esperando saborear mi almuerzo. Abro la caja y el olor a queso derretido inunda mis fosas nasales con su vapor acariciando mi rostro, mi boca haciéndose agua como manantial del Olimpo. Me cacharon, me pongo poético con las hamburguesas, es mi comida favorita.
Doy la primera mordida saboreando con gusto la carne de dudosa procedencia. No pude evitar volver a mirar las fotos, en todas parecíamos tan sonrientes y felices, tan inocentes.
Pasan unas horas, ya iba oscureciendo. Fue un día nada productivo y aburrido. Y ojalá hubiese terminado así.
Sonó el timbre de la casa de dos pisos, me molesté porque esto había interrumpido mi chat intenso con Rosi, ella también se cabreó cuando le dije que me esperara un momento. Salí de mi habitación y bajé por las escaleras hasta la planta baja, me preguntaba quien quería acudir a mi a las nueve de la noche.
Iba acercándome a la puerta y quien sea que estuviese al otro lado comenzó a tocar una y otra vez el timbre de manera desesperada, exaltándome y pareciéndome algo sospechoso.
Con el ceño fruncido y estando alerta, abrí lentamente la puerta, o eso intenté, porque nada más quité el seguro la persona entró de golpe y corrió dentro de mi sala, haciendo que me diera un portazo y froté mi frente dañada girándome para ver quien había entrado.
— Tú. — No siquiera pude mencionar su nombre. Mantuve mi mano en la perilla por si acaso y dejé que la persona se quitara la capucha de la elegante sudadera blanca que estaba usando.
— Tengo que hablar contigo urgente.
— ¿Cómo me aseguras de que seguiré vivo después de esto? — Le preguntó con seriedad y una mirada gélida, haciendo mis manos puños pero sin intención de atacar.
Ella suspiró, tomó asiento descaradamente en mi sofá y se safó la coleta que atrapaba su corto cabello rubio oscuro dejándolo suelto.
— Confía en mi. — Dijo mirándome a los ojos.
— Me será difícil volver a hacerlo, me traicionaste, Sabrina. — Le advierto acercándome a ella, sin saber realmente que hacer.
— ¡No! ¡No es así! — Exclamó levantándose para quedar frente a mi, vaya, ¿qué tantos centímetros miden sus tacones para hacerla lucir algo más alta que yo? — ¡A mi también me engañaron!
La miré fijamente a los ojos, no sabría deducir si mentía o no, era malo leyendo a la gente pero solo confiaba en los hechos.
— Mientes. — La acusé.
— ¡Walter! Yo quería que huyeras, en serio, ¡los segundos si debían protegerte! ¡Hubo una malversación en las órdenes! ¡No se quien ordenó que se pusieran en tu contra! ¡Hay sospechas de que algún miembro de Tarot haya hecho confusión a propósito! — Exclamó ella con desesperación. No comprendía que cosa era Tarot, así que me confundí, y solo recordé lo que ella me había llegado a decir anteriormente.
— ¡Tú misma me dijiste que mi padre quería matarme!
— ¡Él no da las órdenes! ¡Es solo uno más del montón! ¡Si, si es cierto que mando a matar a Ámbar! ¡Pero ella quería denunciarlo con la prensa y arruinar a todos! ¡Era la única manera de detenerla!
Tras sus palabras apreté con mucha fuerza mis puños a mis costados, conteniéndome para no golpear lo primero que se me cruzara. ¿Cómo se atrevía a hablar así de Ámbar? Que fue su supuesta mejor amiga, mi hermana. ¿Cómo se aprecia a mencionarla como un estorbo?
Ella solo quiso justicia, y, una vez más, seguiría sus pasos.
Intenté relajarme, ella esperaba una respuesta, pero solo soltaría insultos en este estado. Respiré con lentitud y miré la fotografía en la que nos encontrábamos los cuatro amigos de niños, cuando éramos inocentes y nuestro mayor crimen era robarle un dulce de la cocina.
Contuve mis ganas de llorar, era demasiado sensible cuando me hablaban de mi hermana, miré hacia arriba y con la voz entrecortada y picazón en la nariz, le pregunté:
— ¿En que momento... cambiaste tanto?
Ella también alzó la mirada, supuse que con el mismo objetivo que yo; evitar que cayeran lágrimas.
— En el momento en que tomé el mando de Pilaza, me hicieron entender que esto no es cuestión de sentimientos, sino de intereses. — Ante su respuesta intenté helar mi corazón, estaba hablando como su padre, como la escoria de gente que solo piensa en hacer cada vez más dinero.
La miré con desprecio e inconscientemente una lágrima cayó rodando por mi mejilla. La limpié con rapidez tensando la mandíbula.
— Vete a la mierda. Ni se que es Tarot. — Solté sin más, esperando obtener una respuesta acerca de quiénes eran esos.
— Son quienes quieren hundirnos por no pagar la deuda a tiempo. Son traficantes, muy famosos en el lado oscuro de Ayralia, gobiernan varios casinos y tienen sus propios dirigentes y maneras de manejar la mercancía, ni la policía se mete con ellos.
Los monstruos, así eran llamados en el poema de Aníbal, pero realmente, entonces, ¿esa organización se llamaba Tarot?
Existen muchas mafias en el mundo, es normal que la policía no se les acerque, pero entonces eso significa que son pasivos, exceptuando cuando entran en acción.
Sabrían se había vuelto a sentar, y arrugué el entrecejo pensando en que había venido a hacer exactamente.
— ¿Por qué vienes hasta mi casa?
— Quiero proponerte algo... mira, deja de estar en contra de tu familia, somos los tuyos, únete a nuestra causa, solo queremos un negocio próspero de las empresas y para eso necesitamos corregir el error que cometieron nuestros progenitores al querer vender drogas, yo no quiero eso, solo quiero que eliminemos ese error y tengamos paz. — Me respondió con mucha tranquilidad.
— Sabrina, ¿comprendes que no creo en ti? — Le dije acercándome a ella, quedando de frente.
Ella suspiró.
— En mi no, comprendo que estés resentido, pero tal vez él si te haga entender.
Sentí que alguien me agarraba del cuello por detrás e intenté apartarle pero solo conseguí que me apresara los brazos por detrás de la espalda tirándole contra la pared. Dolió el impacto de mi cara en el pigmento, podía sentir en mi nuca la respiración alterada de la persona que me había aprisionado.
— ¡¿Qué es esto?! ¡Suéltame! — Grité pero el sujeto pegó algo a mi cuello y al sentirlo filoso supuse que era una navaja o un cuchillo.
¿¡Así de patético moriré!?
Me asusté, demasiado, sintiendo el cuerpo tras de mi aprisionando mis manos con una de él mientras con un cuchillo amenazaba mi cuello.
Se pegó a mi oreja dándome un escalofrío y cerré los ojos pensando que todo esto pasaría, que todo estaría bien.
¡Nada está bien!
— Hazme el favor de aceptar el maldito trato y dejemos de armar caos. Salgan de este lío, yo solo quiero la seguridad de Alya, ¿oíste? Me importa un carajo matar a todo tu equipo metiche con tal de que ella se salve. — Susurró y reconocí esa voz, esa persona.
La reconocí de mis vagos recuerdos de borrachera, una vez en la fiesta de Halloween que peleé con él a causa de Sabrina.
Era él.
— Basta, es suficiente. — La voz de Sabrina me hizo calmarme algo, ella no podría dejar que me mataran, no así.
Los pasos de la chica acercándose me aterraron, ¿y si realmente no va a salvarme? ¿Es una perra traicionera y me llevará a la muerte como antes?
— Entiende que solo están echando leña al fuego, Tarot es muy peligrosa, demasiado, hasta nosotros que tenemos muchos contactos estamos en constante desventaja, ustedes no lograrán nada. Dejen de intentar investigar, solo queremos resolver esto y caso cerrado. — El chico volvió a hablarme, con un tono grave y amenazante, él estaba poniendo todo su empeño en intimidarme, y, sin mentir, lo había logrado.
Tenía miedo de morir. Ese era mi mayor terror.
Sabrina le susurró algo inentendible para mí, acto seguido sentí que apartaba la navaja de mi cuello y liberaban mis brazos. Me giré inseguro, con la respiración aún acelerada, y la primera imagen que vi fue la del rostro del chico de cabello castaño mirándome con una expresión de fiera, sus ojos transmitirían puro rencor, ¿era humano?
La chica lo jaló del brazo y eso pareció tranquilizarlo un poco, lo olvidé, él es el amor de su vida mimimi. Ese chico por el que ella sufrió tanto, ahora, están juntos otra vez, y en vez de hablar yo mal de él diciéndole a ella que no le convenía, estaban ambos en mi contra.
El karma es una perra.
Acaricié mis manos una con otra, me había lastimado y ahora tenía mis muñecas rojas, pero podía soportarlo. Intenté tragarme el miedo un poco, y aunque eso fuera imposible, logré decirle a mi ex mejor amiga a la cara algo.
— Los monstruos son ustedes.
— No, solo queremos paz, ¿no comprendes? Únete a nosotros, somos tu familia. — Negué rápidamente con la cabeza mirándolos a los dos a los ojos. Ella pareció rendirse, comprendió que no accedería. Entonces su mirada cambió, de puso más serio y caminó a la puerta con el chico siguiéndola. — Tu padre quiere hablar contigo al respecto el sábado que viene. Comunicarte esto es mi principal objetivo aquí. Así que adiós.
Ambos salieron de la casa, y dejé tumbarme en el suelo, con ganas de llorar como un niño pequeño y preguntar a la galaxia por qué esto me pasaba.
Sí, era mi familia, pero no por eso teníamos que estar de acuerdo en todo.
Y yo no veía solo dos bandos, como ellos, no solo veía a las empresas y a Tarot, yo tenía un tercer equipo, tenía a mis amigos, a la investigación, tenía muchas dudas y quería vengar a mi hermana y a mi amigo.
¿Y si todo eso sería por gusto? ¿Realmente los chicos y yo estamos cometiendo un error?
¿Sabrina estará diciéndome la verdad? ¿Solo querrán enmendar su error y comenzar otra vez?
Sentarme a lloriquear no resolverá absolutamente nada.
Me levanté, intentando estar firme, y abrí la puerta con una poca esperanza de que no se hayan ido, para mi suerte, algo que no suele acompañarme, ellos dos estaban fuera de un auto, recostados a este y parecían conversar.
Dirigieron su vista a mi en cuanto salí de la casa y bajé los tres escalones que separaban la puerta de la acera. Ellos me miraron con los ojos bien abiertos, seguro confundidos y esperando que hablara.
A mi mente llegó la imagen de una Aly destrozada al ver en llamas el lugar donde estaba su mejor amigo.
— Alya, está volviéndose loca, cuando sepa que estás vivo se alegrará mucho. — Le dije al chico, y para mis sorpresa mi voz aún no estaba del todo recuperada. Me vió raro. — No comprendo cómo sobreviviste, Dante.
Él se cruzó de brazos, miró al suelo y se mordió un labio hasta que respondió.
— No, no se lo digas, es mejor así. La pongo en peligro. Yo sabré cuándo encontrarla. — Me respondió, y tenía en claro que la quería mucho. — Y casi todos sobrevivimos a esa explosión, solo que decidí abortar la misión, quiero protegerla. — Me confesó y me causó gracia la mirada celosa de su novia. Él la miro a los ojos y asintió para seguir con mi sermón. — Y cómo Sabrina te dijo, tu padre no ordenó matarte, todo fue una confusión, creemos que alguien de Tarot consiguió la manera de dar esa falsa orden a mi pelotón. Nosotros tenemos que defenderte, estamos en un mismo bando.
— ¡Cuñadito! — Un gritó irritable nos hizo sobresaltar a los tres. Miré a mi derecha y venían caminando por la acera dos tipos que siempre me dieron muy mala pinta. El chico demonio, Gregory creo que se llamaba, era quien hablaba. — Oh, veo que tenías... — Cuando pasó su vista a Sabrina y Dante abrió los ojos en sorpresa para luego sonreír de manera exagerada y macabra. — invitados.
Giorgio, el angel, venía por la izquierda también con una sonrisa y sorpresa en su rostro. Miré a ambos lados, confundido.
Pero cuando dirigí mi vista al frente y vi a Dante sujetar una pistola desde su pantalón y a Sabrina haciendo lo mismo con la suya y sus caras de terror, no supe a quienes temerle más, si a quienes habían acabado de invadir mi casa, o a los hermanos de mi novia.
— ¿A qué vienen? — Preguntó Sabrían mirando a Gregory que estaba de su lado, ella lucía demasiado atemorizada.
— A hablar pero creo que las armas se expresan mejor. — Respondió Giorgio desde el otro lado sacando una pistola apuntándole a la chica.
Inmediatamente Dante apuntó al angel, Sabrina apuntó a Gregory y este al chico castaño. Todos estaban apuntándose con pistolas y yo en frente sin saber que hacer, tuve un deja vú y los nervios volvieron a recorrer todo mi cuerpo.
¿Quiénes son ellos y por qué le tienen miedo?
— ¡Walter! ¿¡Qué mierda tienes que ver con esta gente!? — Me exclamó Sabrina, mirándome a los ojos con reproche.
— ¿Qué sucede? — Fue lo único que salió de mi boca, no sabía cómo reaccionar, cualquier paso erróneo y ocurriría una masacre en frente de mi casa.
La tensión aumentó, la noche era fresca pero podía sentir el sudor inundar mis manos.
— Ha pasado tiempo, Dante, señorita, ¿es nueva? — Dijo bajando la pistola y caminando detenidamente Giorgio, el ángel, parándose en frente de Sabrina sin parecer reconocerla.
— ¡¿Walter qué tienes que ver con ellos?!, — Volvió a preguntarme ella, ante mi falta de respuesta intentó presionarme cerrando los ojos y gritando con más fuerza. — ¡¡¡demonios responde!!!
No comprendía cómo ningún vecino había salido de su casa por tanto bullicio, tal vez tenían miedo de salir heridos. O tal vez todos estaban metidos en sus enormes casas sin oír nada, esta vecindad era de la élite.
Sentí el ruido de carga de una pistola, y cuando volví a centrar la vista en la escena vi como como Giorgio apuntaba a la cabeza de Sabrina y me aterré, Dante apuntaba a este pero le temblaba la mano. ¿Por qué le tienen tanto miedo?
— Tres... dos... ¡uno! — El ruido de un disparo y un grito femenino me hicieron tirarme al suelo automáticamente.
Pero nadie más cayó, ni había sangre, entonces alcé la vista y comprendí que Giorgio había disparado al cielo.
— ¡Corre! — Gritó Dante y él con una Sabrina traumatizada por casi morir entraron corriendo al auto y arrancaron a una velocidad claramente ilegal para desaparecer de mi vista en la carretera.
¡¿Por qué tanta desesperación por huir?! ¡Me dejaron solo!
Me levanté del suelo sacudiendo mis rodillas y cuando levanté mi mirada comenzaron unas sonoras carcajadas por parte de mis... cuñados.
— ¡¡¡Jajajajajaja!!! ¡¿Viste sus caras asustadas?! — Le preguntó Giorgio a su hermano palmeándole la espalda y guardando la pistola.
— ¡¡¡Si jaja!!! ¡Aún nos respetan, hermano! — Respondió Gregory aguantándose el estómago por tales risotadas.
Mientras ambos calmaban su risa, no sabía que hacer, no más que pensar el motivo por el cual le tenían tanto miedo. ¿Ellos son de los monstruos? ¿De Tarot? Rosario me advirtió que no eran confiables y lo subestimé. ¿Realmente son tan peligrosos?
— Ahora, a lo que veníamos. Cuñaaado querido — Me llamó Gregory y lo miré a los ojos intentando demostrar seguridad, verme débil no es bueno y lo comprobé hace minutos con Dante. —,tenemos que hablar.
— Necesito una explicación para lo que acaba de pasar. — Exijo manteniéndome firme, Giorgio suelta una pequeña risa y logra aguantarla, eso me cabrea y a la vez me hace temer.
— Nada pues, que nuestros amigos son unos maleducados y se marcharon. — Me dijo el de los ángeles tatuados.
— ¿Por qué les tienen tanto terror? — Volví a preguntar. Esta vez dirigiéndome a Gregory.
— Porque tenemos mala fama, chulo. — Me respondió acercándose a mi e hice un esfuerzo por no retroceder. — Que venimos de por aquí y de por allá. Hierba mala nunca muere. — De brazos cruzados y con las cejas alzadas se quedó a mi lado, señaló con sus manos el cielo e inevitablemente miré. — Infundir miedo es más efectivo que la admiración. Eso es algo en lo que Rosi nos lleva la contraria.
— ¿Ustedes son de Tarot? — Quise ir al punto, sin tantos acertijos.
— Uh, no — Respondió él mirándome como si lo hubiera ofendido. —,pero ¡te tiraré las cartas! Adivinemos el futuro.
Me jaló del brazo llevándome a mi propia casa, Giorgio entró detrás de nosotros sacando un paquete de cartas.
— ¿Qué? — Cuando vi los diseños en las cartas las reconocí como las de las y los videntes. — ¿Eso no es Tarot?
— Vaya, que no eres inculto. — Me respondió Giorgio sacando todas las cartas sobre la mesa de mi sala. — Ya verás por qué esa asquerosa organización lleva ese nombre. Escoge tres cartas, te haré una lectura normal.
Le hice caso, más bien por curiosidad, tomé tres de las cartas sobre la mesa boca abajo y Giorgio fue girándolas lentamente diciendo sus nombres.
— La rueda de la fortuna... El juicio y... La muerte.
Nota de autora:
Hola.
Bueno, finalmente terminé el capítulo y estoy realmente feliz de haber salido del inmenso bloqueo que me dió. ¡Pero no se preocupen! El siguiente capítulo lo tengo prácticamente listo (en mi mente XD) y no creo tardar en actualizar.
Bajen las antorchas :(
Este capítulo quedó más largo de lo habitual, bueno, pa' que se entretengan en la cuarentena XD. Es que me emocioné jajjajwvwgjs.
Me he puesto a investigar muchísimo sobre el Tarot y cartomancia, podría leerles el futuro a cualquiera de ustedes :v bueno, es súper sencillo en realidad, y la "magia" en eso es que cada carta significa algo que le puede suceder a cualquiera, como: Te encontrarás con una persona. ¡Todos los días te encuentras con personas distintas!
¡Dios mío! Tengo ideas para hacer otro libro al finalizar AISA, se llamaría Tarot JAJJAJWVG, y tendría relación con este libro aunque la trama y los personajes serían totalmente diferentes uwu, de una vidente estafadora y un "elegido", jsjs, y en este se explicarían todos los trucos psicológicos en la "magia" para que resulte irreal además de la trama principal.
Eso es todo por hoy, ¡nos leemos, sobrinos!
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