26- "Ángel y Demonio"
2008, Sulle, Ayralia.
— ¿Lista? — Su madre le preguntó una última vez antes de dejarle entrar a la consulta.
— Si. — Respondió Astra sin titubear.
Entonces entró. Sus padres se quedaron fuera, querían darle privacidad.
La doctora que le atendería estaba sentada en su buró con una sonrisa perfecta. Lucía mayor, su cabello castaño se notaba teñido varias veces para cubrir las canas.
— Buenas. — Saludó Astra titubeando un poco.
— Buenas. — Le respondió la doctora. — Tome asiento.
Astra se sentó en una silla metálica frente al buró de la doctora.
— ¿Sabes la razón por la cual estás aquí, Astra? — Preguntó la doctora sin eliminar la nota amable de su voz.
— Si.
— Bien. Esto no será una consulta como tal, más bien una charla, ¿entiendes? — Le dijo mirándola fijamente a los ojos.
— Entiendo.
— Ya tienes quince años, y es completamente normal que siempre te hayas preguntado que género eres. Así que creo que tienes la edad necesaria para comprenderlo. — Le aclara.
Astra asienta. Traga la saliva que se había acumulado en su boca por los nervios.
— Primero necesito que me digas, ¿te sientes como niña o niño?
Astra dudó.
— Realmente no puedo responderte esa pregunta. — Dijo mirando a sus alrededores como intentando ganar una respuesta. — Es como si... yo le preguntara... — Cambió su vista a la doctora. — ¿usted se considera defectuosa o perfecta?
La doctora abrió la boca para hablar, pero inmediatamente la cerró con duda. Comprendió a que punto quería llegar su paciente y no sabía cómo responderle porque su fuerte era la biología, no psicología.
Astra sonrió.
— ¿Ve? No puede responder. Cómo humana usted no es defectuosa, porque cada uno ve las cosas a su manera y no significa que sean incorrectas porque otros las vean de otra forma, pero tampoco es perfecta, porque la idea de perfección tendría que ser objetiva y vivimos en un mundo completamente subjetivo.
La doctora volvió a sonreír, le salió filosofa la adolescente.
— Cuando usted me pregunta si me considero femenina o masculino, no puedo responderle, porque no soy ninguno y no me identifico con alguno de esos géneros, así a para perspectiva social iré experimentando con ambos géneros hasta acoplarme.
— Astra, comprendo tu confusión. Son buenos tus argumentos pero no cambiarán la realidad. — Habló la doctora, que no quería pasar a un segundo plano en el caso. — Pero si tienes un género que es muy poco común, ¿así que me dejarás explicártelo científicamente?
Asta asintió. Sintiendo algo de vergüenza.
— Naciste hermafrodita, condiciones andróginas. — Comenzó la doctora. — Naciste siendo hembra y varón a la vez, con ambos genitales y características físicas equitativas.
— Pero yo no tengo...
— Déjame terminar. — Habló la doctora manteniendo la paciencia. — Según tus registros médicos traídos desde España, naciste hermafrodita, con vagina y pene, es poco común pero sucede, pero como tu madre biológica se descuidó mucho durante el embarazo tus genitales no terminaron de desarrollarse, nacieron deformes e incompletos infectándose, así que para salvar tu vida los médicos decidieron retirarte ambos, dejándote sin vía reproductiva.
Astra siempre supo que en el lugar donde debería de ir un pene o una vagina, no tenía nada. Estaba plano allí, solo con el hueco de la orina. Tampoco nunca desarrolló senos o su cuerpo músculos. Al presentar tanto características físicas femeninas como masculinas, es decir, andrógina, podía vestirse como quisiera que lucía bien y su género no se definía a simple vista.
— ¿No podré tener hijos? — Preguntó con una voz temblorosa.
— Biológicos no, pero puedes adoptar.
Astra se desilusionó, sabía que esa era la respuesta pero siempre había mantenido una pequeña llama de esperanza en que le quedara algo dentro para reproducirse.
— ¿Hay algo más? — Preguntó la adolescente. Creía que ya todo había acabado.
— Pues, en el ámbito sexual, aún tienes órgano eréctil así que la excitación es posible.
Astra se sonrojó. La doctora rió ante su inocente reacción, solo tenía quince años era obvio que era inmadura en el tema.
— Conservar el clítoris, así que puedes tener relaciones sexuales pero no puedes penetrar obviamente ni tienes vagina. Pero sabes que esa no es la única forma de...
— ¡Ya ya entendí! ¡Gracias! ¡Es suficiente! — Exclamó avergonzada la púber cubriéndose la cara con ambas manos. La doctora se rió.
Así terminó la consulta. Astra ya tenía una idea clara, podía ser del género que quisiera cuando quisiera sin lucir desagradable. No podía tener hijos. Entonces Astra pensó: ¿Tal vez por este motivo mis padres me abandonaron?
Mis padres no me abandonaron.
Mis padres murieron.
Espera... ¿ellos iban a abandonarme?
Y esa noche en la que debería de estar tranquila por haberle hallado respuesta a varias preguntas, a la mente de Astra llegaron como ráfagas fugaces todos los recuerdos de la noche en que todo cambió.
Y estalló.
Astra dejaba de ser inocente.
Actualidad.
——Narra Rosario——
Patético.
— Necesito la razón por la cual estuvieron faltando una semana a clases, la academia AISA es de la élite, con un régimen estricto, así que no crean que estas faltas serán tomadas por alto a no ser que las razones sean muy graves. — Informó la directora.
— Estaba enfermo. — Walter fue el primero en hablar, manteniendo su expresión seria y me aguanté la risa.
La directora paseó su vista hacia Alya, quien no paraba de sudar.
— Yo tenía conjuntivitis. — Soltó ella y a partir de eso comenzó un show entre Alya y Edgar.
— ¡En la oreja! — Fue lo que exclamó Edgar cuando lo miraron.
— ¡Y oxiuro!
— ¡Teníamos gonorrea!
— ¡Él me la pegó y a Walter también! — Alya señaló al pelinegro que le lanzó una mirada de rabia por involucrarlo.
— ¡Todos teníamos gonorrea!
Me dieron ganas de tirarme al suelo a reírme.
— ¿Sabes que es gonorrea? — Le pregunté en baja voz a Edgar aguantándome la risa ya que estaba sentando a mi lado.
— Me suena a diarrea. — Me susurró y solté todo el aire reprimiendo una carcajada.
— Chicos... — Alya pidió ayuda.
— ¡Es suficiente! Todos tienen un acta en su expediente, mañana traigan a sus padres para firmarlo, si no vienen, serán expulsados.
Lo que yo oí:
¡Is sificiinte! Tidis tiinin in icti in si ixpidiinti, miñini triigin i sis pidris piri firmirli, si ni viinin, sirin ixpilsidis.
Hice un chasquido con la lengua. Esta directora al igual de los profesores eran lo suficientemente corruptos como para echarme del colegio por tener dinero. Yo tenía la vida resuelta gracias a mi madre, y supongo que Walter también. Edgar era de clase media, así que él tenía más probabilidades de ser expulsado, pero cuando pensé en la situación de Alya se me partió el alma.
— No, lo sentimos tanto, en serio fue algo grave. — Suplicó Aly, la pobre, ni siquiera contaba con sus padres para que firmaran, si a ella la expulsaban de la academia su vida acabaría.
— Señorita Gallardo, usted sobre todos es la que más grave situación tiene. Si tiene una segunda acta en su expediente su beca será inmediatamente retirada, ¿comprende? — Habló la directora general de la academia, gorda, bajita y con el cabello canoso.
— Comprendo.
— Pueden retirase. — Esta señora que alguna vez me pareció agradable ahora la veía como al mismísimo demonio.
Así que cuando se volteó para ir a sentarse en su escritorio mientras nos levantábamos el saqué el dedo del medio para irme abriendo la puerta.
— Stupid bitch. — Murmuré en resentimiento.
Una vez salimos del edificio principal, en donde estaba la dirección, no quedamos parados fuera del mismo y todos tomamos aire, hace una semana estuvimos en una situación peor a esta y ya todo había pasado.
Fue un momento de paz hasta que Walter rompió el silencio:
— Así que Edgar nos pegó la gonorrea. — Miró a Alya con decepción.
Aly pareció un conejo asustado sonrojándose inmediatamente.
— Ay lo lamento tanto, no sabía que decir.
— ¿Qué es gonorrea? — Preguntó de repente Edgar.
Recordé el papelazo que pasaron el rubio y la ojiverde allí dentro con su debate de enfermedades y estallé en carcajadas.
— Una enfermedad de transmisión sexual, básicamente dijiste que Alya, tú y yo hicimos un trío. — Le respondió Walter ya más relajado.
— Oh Dios mío.
— ¡Jajajaja! — Seguí riéndome como loca y Walter hizo lo mismo.
— ¡No te rías! Tú también tienes una acta. — Me regañó Alya
— Es que,... es que ¡jaja! No puedo... jajaja... ¡gonorrea y oxiuro! ¡Jajajajaja! ¡Y conjuntivitis en la oreja! ¡Se mamaron jaja!
Después todos reímos como locos, esta era mi parte favorita de los problemas, cuando terminaban y todos reían porque pudo haber sido peor.
— Dios mío santo. Esto es denigrante. — Dijo Edgar respirando profundamente.
— Bueno, me voy a mi edificio, bye babies. — Me despedí para caminar a paso rápido al edificio violeta, teatro. Me sentía como si no hubiera venido en un siglo.
Supuse que ya habían empezado las clases, así que diez minutos más tarde no harían la diferencia. Caminé al baño y arreglé mi uniforme negro con la corbata y falda violetas. En serio me gustaba el diseño, sobre todo el logotipo de la escuela en el bolsillo que era una especie de "A" y "S" unidas de tal manera que hacían una sola letra que contenían todas las siglas de "AISA" de color dorado resaltando en el gris casi negro.
Inhalé y exhalé lentamente. Mi situación ahora mismo era una locura.
Después de haber obedecido a mis impulsos frenéticos y contestar la llamada anónima prácticamente faltándole el respeto al tipo con complejo de Barney que reía de manera inquietante, la señora, Alina, me pegó una fuerte cachetada.
Obviamente no me dejé dada, así que mandé a la mierda mi consideración por las personas mayores y le devolví el golpe. Convirtiéndose todos en una guerra entre nosotras hasta que los demás nos separaron y nos ordenaron calma.
Edgar tradujo lo que habían dicho a través del teléfono en noruego. Él palidecía porque estaba seguro de que lo conocían perfectamente como para saber que es noruego.
A Walter se le desarrolló un tic en el ojo izquierdo que me ponía nerviosa y Alya no podía hablar.
León era el que más control tenía. Yo solo podía reírme pensando en cuanto me amaba y me odiaba en esa situación y Alina maquinaba salidas de la situación.
Estuvimos una semana completa en casa de León, averiguando cosas en vano y sacando conclusiones. Por los demás chicos no había problema pero yo tuve que llamar a Henry e inventarle la excusa de que casualmente me estaba llevando de maravilla con Alina, su novia, y que me quedaría una semana con ella para empatizar, cuando le pasé a Alina al teléfono él cayó redondito en la mentira.
Al final, decidimos que tendríamos que seguir yendo a la escuela para no levantar más sospechas. Si teníamos en cuenta de que esos segundos nos daban por muertos y los monstruos solo conocían a Edgar y Alya, la escuela era el lugar más seguro para nosotros. Porque había una gran seguridad dentro y pues... la verdad no nos quedaba mucho que hacer.
León decidió pedir ayuda a más integrantes de los diarios Tirolesa. Hoy él se encargaría de eso, necesitábamos apoyo y no queríamos perder nuestra rutina diaria.
La vida es una obra de teatro sin ensayos. Solo llegas, actúas y te vas, algunas veces entre los aplausos y aclamaciones de las personas, otras veces solo murmullos que se van apagando.
Yo quiero ser alguien que deje huella.
Por eso amo tanto el teatro.
Estoy lista para brillar.
Salí del baño y entré al salón donde estaban los alumnos en ese momento, y al ver que no había ningún profesor por ahora pasé con confianza y al sentarme en mi puesto y ver las miradas chismosas de mis compañeros les saludé.
— Llegó por quien lloraban, bitches.
— ¿Qué te pasó? Ya por acá andaban haciendo teorías de que en la fiesta de Halloween te fugaste o te raptaron. — Soltó de inmediato Lidia, chismosona.
— ¿Qué pasó? — Preguntó otra chica.
— Mira bebé, not your problem. — Les respondí cruzándome de piernas y sacando un lapicero.
— No nos dejes así, sabemos que no fue un resfriado. — Dijo Lidia.
— Okay. A ver, digamos que hubo mucho fuego, acción y chicos guapos. — Dije. En parte era cierto.
— ¡¿Te fuiste a un strip club?! — Exclamó la misma rubia, le hice una seña para que bajara la voz porque había acaparado la atención de todo el salón.
— No. — Solo le guiñé un ojo.
Me di cuenta de que todo el salón se volteaba hacia adelante, yo me sentaba en el medio casi al fondo, un profesor había entrado. Era mi profesor favorito, el de comedia. Tenía su característica sonrisa plasmada en el rostro, ya era de edad avanzada pero su espíritu era de un joven extrovertido.
Él pasó su vista por todos los alumnos y cuando se detuvo en mi volteé los ojos.
— ¡Bustamante! Pensé que había pasado algo grave. — Exclamó y todos me miraron. Estaba sentada con la cabeza entre ambas manos apoyada en la silla.
— Si, si, como sea, estoy bien.
— Me alegro, chocho moreno, no te daré una charla como probablemente ya lo hizo la directora. — Comentó y sonreí por el apodo al que ya me había acostumbrado. Existía confianza entre él y los alumnos, no malinterpreten.
— Profesor. — Cuando sentí la voz irritante me dieron ganas de cubrirme los oídos. La estúpida de Luna Fort alzaba su mano. Desde el momento en que vi su Instagram y me pasó un mensaje, supe que la odiaría desde lo más profundo de mi alma. El profesor le dió la palabra. — Ella faltó al examen de comedia, ¿no debería de hacérselo?
La odio, la odio, la odio.
¡Yo no había estudiado una mierda con todo el atareo!
— Tiene razón, muchas gracias preciosa. — Le contestó el profesor.
— Hija de puta. — Murmuré para mí misma.
Al sentir la mirada pícara de la rubia teñida esa sobre mí agarré el lápiz de mi pobre compañero de puesto, lo señalé dejándole en claro de que ese lápiz era ella y lo partí en dos. Ella solo soltó risitas tontas junto a sus plásticas amigas y yo hice lo mismo, obligando a mi compañero a reírse aunque estuviera perturbado.
Ahora tenía que hacer una prueba después de clases la cual obviamente reprobaría porque no estudié nada. Igual podía repasar algo para no quedar con cero.
La puta esa de Luna Fort realmente no se esforzaba en agradarme.
El profesor comenzó la clase y por debajo de la mesa saqué mi celular. Mandé un WhatsApp a mi amiga, Lidia, preguntándole que había salido en la prueba y a los segundos me respondió los objetivos que se acordaba. Lucía sencilla, enhorabuena, que sea lo que Dios quiera.
Apagué el celular y miré al frente fingiendo prestar atención cuando mis pensamientos andaban en otro lado.
El número anónimo que habíamos contactado, la risa extraña, ¿esos eran los monstruos? Supongo. Los segundos nos dan por muertos, eso ya lo comprobamos al cien por ciento al darnos cuenta de que León los exterminó con la granada sin quedar testigos aparentemente.
Pobre Alya, de verdad quería a ese chico, Dante, ella se negaba completamente a aceptar su muerte, aseguraba que él había encontrado una manera de sobrevivir y escapar. No la juzgo, cada uno tiene su manera de afrontar los problemas.
Mi celular sonó.
Ángel:
¡Nos vemos mañana cariño!
9:12am
Visto
No.
¡No no no no no!
¡Esto no puede estar pasando!
Rosi:
¿Qué? ¿Qué hay de tu trabajo?
9:15am
Visto
Ángel:
Me tomé unas vacaciones ;) (me voy y después pondré la excusa de que enfermé)
9:16am
Visto
Rosi:
Mamá te va a matar.
9:16am
Visto
Demonio:
Nena. ¿Sabes que mañana vamos, no?
9:17am
Visto
Mierda, los dos.
Decidí ignorarlo. No respondí más e intenté comprender la clase del profesor pero llegó otro mensaje de él.
Demonio:
Sabes que al final siempre terminamos todos juntos.
9:20am
Visto
No puede estar pasando esto otra vez. No cuando creí que por fin me había librado de ellos.
——Narra Walter——
— Y, ¡un dos tres!, ¡un dos tres!, ¡un dos tres! — La maestra de danza folclórica gritaba armónicamente mientras todos en el salón abierto repetían los pasos. Pero a pesar de todo no podía concentrarme. — ¡Un dos...! ¡Paren! — Ordenó y todos se detuvieron jadeando, incluyéndome.
Era inútil que regresáramos a la escuela, podían encontrarnos, lo más inteligente sería irnos del país, aunque fuese complicado no es imposible, es nuestra vida la que está en riesgo, además de que no puedo confiar en mi propia familia, ¿mi madre sabrá de esto? No lo creo.
— ¡O'Castell! — Ante la mención de mi apellido me paré en firme, algo nervioso de todas maneras. La profesora se acercó a mi con su cara estirada y expresión decepcionada. — Tus movimientos están siendo muy violentos, ¿qué sucede?
Ay profe, la pregunta correcta sería; ¿qué no sucede?
— Nada, lo lamento, me esforzaré en mejorar. — Respondí aún firme. Ella seguía mirándome con superioridad al ser de mayor estatura que yo. Era la señora más alta y delgada como un palillo que había visto.
— Bien, entonces continuemos la clase, ¡sin interrupciones! — Enfatizó caminando a su puesto al frente de la clase otra vez. — ¡Y un dos tres! ¡Un dos tres! — El ejercicio comenzó otra vez.
León.
Nunca me inspiró confianza. Su actitud es demasiado relajada al respecto, pero al parecer sus fuentes son correctas. ¡Pero es que no podía sacármelo de la cabeza ni perdonarlo! Por su culpa descubrieron nuestra identidad.
Él de por si lo había dicho, que había sido culpa suya. Y cuando le pregunté que demonios había hecho él respondió que una de las palomas espías que había mandado a la casa de Rosi fue capturada por uno de los monstruos, que lo tenían bajo vigilancia después de haber sido despedido de la comisaría. Así que por una falla de él todos esos matones de máscaras blancas nos conocían perfectamente, aunque siempre pensaron que colaborábamos con los diarios Tirolesa, y ahora, eso es cierto.
Mi situación era la peor. Tenía en contra mía a los monstruos y a los segundos. ¡Que valía más muerto que vivo! Pero al parecer al no haber ningún reporte, los segundos piensan que lograron matarnos. Al parecer León exterminó a los cuatro carros blindados... pero que no haya ninguna evidencia, que no haya ni una sola sospecha por parte de los empresarios hacia que es extraño que hayan desaparecido tantos segundos... eso me tiene dudando.
No confío en las palabras de León.
— Walter mierda, que me pisas. — Sentí cerca el susurro de Andrea y me di cuenta de que estaba invadiendo su espacio repitiendo los pasos con los pies.
— Lo siento. — Me disculpé alejándome un poco, pero ahora fue ella quien se arrimó a mi.
— Después tenemos que hablar, algo te pasa. — Susurró.
— Es... complicado.
— ¡Nada de conversaciones! ¡Un dos tres! ¡Un dos tres! — Nos interrumpió la profesora para seguir con la práctica. Ya me estaba cansando.
Siguieron las clases hasta el horario del almuerzo, estaba algo agotado, pero nada que no podía soportar. Salí de la academia — que no contaba con comedor — junto a Andrea para ir a almorzar en algún snack bar o restaurante cercano, que de estos si habían muchos alrededor. Ella se notaba algo inquieta, ya estaba acostumbrado a su curiosidad, que más que fastidiarme por querer meterse en lo que no le incumbía, me daba gracia.
Nos decidimos por un pequeño puesto de hamburguesas, entramos para sentarnos en una mesa de dos uno frente al otro. Tomamos el pedido de nuestras hamburguesas y cuando se fue el camarero ella habló.
— Dale que me debes una explicación a tu carácter. — Apoyó ambos codos encima de la mesa sosteniendo su cabeza con sus manos, con mirada pícara sosteniendo una leve sonrisa curiosa.
Sonreí negando con la cabeza. No podía contarle acerca de las investigaciones ni el caso, así que me tocaba mentir.
— Fue un problema familiar, nada complejo. — Dije y pareció creerme.
— Okay. Pero andas distraído, como si algo te perturbara. — Dijo y me tensé un poco, pero disimulé con tranquilidad. De repente abrió grande los ojos. — ¡Oh, ya se! A que la morenita esa que es más que obvio que te has estado tirando te dijo que discutió conmigo. — Rió por lo bajo como si hubiese sido un buen recuerdo, pero me confundí, supe que se refería a Rosario pero ella no me había comentado nada. Continuó hablando entre risas.
— Mira mira, si hubieses estado allí, ella bien intento de diva y yo la dejé así mira... — Abrió la boca como un plato al igual que los ojos y puso una mano en su pecho. Luego estalló en carcajadas. — si le estropeé su reputación de calla bocas, me sentí tan bien conmigo misma. La pobre, que no sabe que yo me limpio el culo con las cachorras.
La verdad le encontré gracia, y la hubiera acompañado en su alegría, pero lo que me disgustó es que si era cierto a Rosario la humilló y yo le tenía aprecio.
Hice una mueca.
— ¿Por qué le hiciste eso? — Fruncí algo el ceño. Andrea no era una impulsiva, de hecho, casi siempre andaba callada, tenía que haber una razón tras esto que la justificara. Quería creer en ella como amiga.
Hizo una sonrisa triunfante en lo que el camarero nos traía las hamburguesas y agradecíamos. Cuando se alejó el chico ella habló.
— Es que le caigo re mal mi vida. — Me comentó mirando con deseo su comida. — La saludé y estalló como bengala en celebración. Me hizo una escenita de celos, creo, Walter, que tienes que hablar con ella porque en su relación de amigos con derecho se te están yendo las riendas.
Reflexioné, tal vez tenía razón. Era muy cliché que en estas relaciones informales alguien se enamore, pero con Rosi eso me parecía irreal. Ella era ese tipo de chica que nunca quería nada serio, y de cierta manera me estaba aprovechando así que entre nosotros no veía una relación.
¿Y para mi que era una relación? En algún momento tendría una novia estable. Pero después de Sabrina la verdad no sabía bien cómo diferenciar atracción sexual a sentimental. De verdad ansiaba tener alguna vez una relación verdadera, no a base de falsas promesas o satisfacción equitativa, quería alguien con quien expresar mis pensamientos y sentimientos. Alguien con quien no sintiera miedo de compartir el resto de mi vida.
Pasé de querer algo serio a querer algo sano.
Andrea dió una mordida a la hamburguesa y me habló con la boca llena, pero no la regañé porque me interesaba que continuara con el cuento.
— Ella como que se está enamorando, y no la culpo, que eres un papasito, — Tragó. — pero esta hamburguesa está más rica, lo siento cariño.
Reí ante su comentario.
— ¿Me estás diciendo como actuar ante una relación?
— Te estoy diciendo que tengas una relación, so mongo. — Frunció el ceño, molesta. — Puedes intentar dar otro paso con ella, que tampoco es justo que ilusiones a la pobre cuando tú sólo la vez como a una muñeca inflable.
Agarré mi hamburguesa para comerla.
— Que no la veo como una muñeca inflable, joder. — Mordí y masticando hablé. — En todo caso ella es quien me ve como eso.
Ella golpeó con ambos puños la mesa y se me cayeron tomates de la hamburguesa, me ensucié. Refunfuñando enfadado los recogí y volví a meter dentro de esta.
— ¿Pero a ti te parieron o te cagaron? ¡Anormal! Que si te gusta la chiquilla que le digas que quieres ser su novio o-fi-cial. — Deletreó. — Y si no la quieres deja de hacerle ilusiones y pon las cartas sobre la mesa, dile que no quieres nada serio.
Se me volvió a caer la hamburguesa y me empecé a estresar, estábamos dando círculos sobre el tema.
Andrea no podía ser tan testaruda, si yo lo tenía todo claro, ¿por qué ella estaba tan empeñada en sacarme de mis casillas?
— ¡Que ella sabe que no es nada serio! — Le exclamé metiendo todos los ingredientes dentro de la hamburguesa otra vez.
— ¡Que la estás confundiendo mijo! ¡La tratas de tal manera que parece tu esposa perfecta!
— ¡¿Y qué se supone que tengo que hacer?!
— Déjala.
¿Uh?
Hubo un silencio incómodo.
Me permití analizar el arrepentimiento en su rostro. Mantuve mi semblante serio y frío.
Tomé una servilleta para limpiar mis sucias manos y dejé la hamburguesa prácticamente entera encima de la mesa junto al dinero.
Sin decir una palabra más, me levanté y me fui.
Andrea estaba siendo demasiado inmadura. Digamos que está intentando actuar como una amiga consejera, está bien, lo acepto, pero que quiera manipular lo que haga con mi vida es otro nivel.
Mi relación con Rosario no podía ser tan tóxica como Andrea me lo quería hacer ver. Si Rosi se estaba enamorando, era su problema, su vida, su puta decisión, no la mía. Yo desde el principio dejé claro que no quería nada serio, es más, fue ella misma quien me propuso tener una relación informal, es ella misma quien tiene relaciones con chico sin involucrar sentimientos. No es mi responsabilidad lo que haga con su vida.
Y Andrea me estaba cabreando, siempre pensé que sería una amiga de confianza, y bueno, lo es, pero cuando las cosas no salen a su manera estalla, y lo detesto. Lo que más detesto es que se quiera interponer entre lo que sea que tengamos Rosario y yo.
Nunca descarté la posibilidad de que Andrea estuviera enamorada de mi. Era evidente la tensión que existía entre ambos desde la tarde en la playa en la que no sucedió nada. Pero gracias a que controlé los impulsos de aquella vez, perdí una follamiga para ganarme una amiga.
Y no quería perder esta amistad, porque ella me importaba mucho, demasiado, le había agarrado un cariño indescriptible a cada uno de sus chistes malos, de sus movimientos torpes a veces en el baile, de su cabello corto que ahora crecía pero aún no le alcanzaba para hacerse una coleta.
Y me detuve en seco. Ella me agarró del brazo para mirarme con sus ojos aguados. Estaba agitada de correr tras de mi. Entonces me di cuenta de lo mucho que la quería, de lo mucho que me encantaban sus ojos oscuros cuando brillaban al Sol.
Ella tenía algo que nunca tendría Rosario. No sabría explicar qué exactamente, pero me sentía en una paz y confianza increíble con Andrea, como... como si fuese... Ámbar.
— Lo siento, yo, yo perdí el control, lo siento, por favor, no me abandones. — La súplica en su voz entrecortada y su mirada solo a unos centímetros de la mía me conmovieron. Ella era prácticamente de mi estatura, tal vez yo un centímetro más alto.
Sonreí sin ganas.
— ¿Sabes por qué no le propongo nada serio a Rosi? — Le pregunté. Ella frunció el ceño confundida. Me preguntó.
— ¿Por qué?
— Porque tú eres la única chica que puedo tomar con seriedad.
Noté sus nervios. Ella tragó en seco.
— ¿Por qué?
Sonreí.
— Ni puta idea, pero así es.
En un impulso, tal vez por que creí el momento adecuado, me acerqué a ella con la intrusión de besarle pero se alejó.
— Walter, estás confundido. — Habló y me confundí de verdad. — Aclara tus pensamientos y luego me hablas, me dirás infantil pero mi orgullo no me permite besarte cuando tienes... algo, con otra chica.
Ahora fue ella quien salió caminando en dirección contraria a mi camino, pero a diferencia de sus impulsos, yo no la seguí.
—— Narra Rosario——
Al día siguiente.
Tenía una tic en la pierna que no me dejaba parar de moverla con inquietud y rapidez.
Estaba sentada en el sofá de la casa, mordiendo mis uñas con los nervios a flor de piel. En cualquier momento entrarían por esa puerta las dos personas que menos quería ver, que deseaba que no hubiesen existido jamás.
— Señorita, ya paré de mover su pierna, me da ansiedad. — Henry protestó. Él también estaba sentado en el sofá esperando lo mismo que yo.
— ¿Hora?
— Me lo preguntó hace cinco minutos.
— Henry, dime la hora.
Suspiró.
— Las cuatro y once de la tarde.
Un ligero ápice de esperanza forzada cruzó mi mente. Me levanté y exclamé:
— ¡Tenían que estar aquí a las cuatro! Hay una probabilidad de que hayan perdido el vuelo o se haya estrellado el avión.
— Señorita por favor, no diga esas cosas. — Él también se levantó y miró la puerta. — Pueden llegar en cualquier momento.
Ese era mi problema, que llegasen.
Porque me iban a cobrar una deuda que yo misma creé hace años. Cavé mi tumba con mis malditos impulsos de adolescente.
Después de unos minutos que me parecieron siglos, finalmente dieron señales de vida. Unos golpes en la puerta le hicieron reaccionar y en un brinco que fue más un reflejo me levanté. Henry caminó hacia la puerta y tomó la perilla, antes de abrir me miró con preocupación, él sabía que ellos me inquietaban pero no el por qué.
Asentí en un gesto de que accediera y así hizo, abrió la puerta y ni siquiera disimuló su asombro abriendo los ojos como platos.
— ¡Pero mira a quien tenemos aquí...! — Exclamó uno de los muchachos que estaban al otro lado de la puerta intentando recordar el nombre de mi mayordomo.
Me retorcí en el asiento al escuchar su voz otra vez.
— Henry. — Completó el señor. — Bienvenidos, pasen. — Se hizo a un lado y miré cómo ambos entraban arrastrando sus enormes maletas.
Cerré mis ojos y suspiré, ya no habría más tranquilidad hasta que se volvieran a largar.
— ¡La rosita! — Exclamó uno y corrió hacia mi para abrazarme de manera exhaustiva. Casi pierdo la respiración entre sus brazos, pero se apartó. Fingí una sonrisa. — ¡Preciosa! ¿No te alegras de vernos? — Inquirió y vi el demonio en su mano con terror y nostalgia.
— Hay hermano, nadie se alegra de vernos. — Dijo el otro que compartía exactamente las mismas características de quien acababa de abrazarme arrastrando la otra maleta. El Ángel perturbador en su mano se hizo visible para mí una vez más al saludarme.
— Me alegro mucho, de... que llegaran. — Dije aclarando mi garganta. No podía dejarme lucir indefensa, no podía darles ese placer. — Giorgio, Gregori. Los... extrañé.
Ambos se cruzaron de brazos, luciendo intimidantes e... idénticos. Esa era la palabra que los definía. Idénticos. Porque eran gemelos y lo único que los diferenciaba eran sus tatuajes y piercings.
Ambos tenían el cuerpo cubierto de tatuajes, la mayoría triviales, pero Giorgio tenía figuras de ángeles en los brazos y tatuajes majestuosos, mientras que Gregory lustraba demonios y trazos referentes al infierno.
Sus pieles morenas y ojos oscuros, acompañados de sus cabellos oscuros también, cortos y rizados, rapados a los lados, junto a su estatura relativamente baja en comparación con un hombre promedio, sumado a su acento y pasado, delataban a leguas que yo era su...
— Hermanita, es un placer volver a estar contigo. — Soltó Giorgio, con su voz ronca. Noté que ambos se habían hecho fanáticos al gimnasio, su musculatura los delataba.
Y después de tantos años, delante de mi yacían nuevamente el ángel y el demonio que convirtieron mi vida en un purgatorio de guerras mentales.
Porque detrás de sus rostros sonrientes, se ocultaban los más profundos y oscuros secretos que creí que me llevaría a la tumba.
Pero al parecer el miedo de que por su culpa esos secretos me llevarían a mí a la tumba regresaron con más ansias.
Ellos habían vuelto, y con ello mi paranoia.
Porque éramos una familia donde los primogénitos te prometíamos un paraíso infernal o infierno paradisíaco en dependencia de a que quien evocaras.
Y yo me encontraba en el medio, como la purga, creyendo que guiaba a la gente a un purgatorio cuando lo único que hice fue hundirme en el mismo.
Ellos dos sabían todo lo que había hecho y por su culpa había sucedido, aunque no me quitaré crédito. Son una mierda de personas y yo no soy más que diarrea de elefante.
Así que comencemos otra vez, ignora todo lo que has aprendido de mí desde este instante y permíteme presentarme...
Hola, soy Rosario Bustamante, bienvenidos al purgatorio.
Nota de autora:
Hola...
Capítulo largo para compensar la tardanza :), no me maten.
Demasiadas cosas, ¿no? Descarga tu furia, ansiedad, curiosidad, o lo que sea que estés sintiendo en este momento aquí.
Cada vez conocemos más de Astra, ¿cuándo intervendrá en el hilo principal? Antes tienes que saber que sucedió en la noche en que cambió, no te preocupes, en el capítulo siguiente todo será revelado.
¿Te gusta el shipp de Walter y Andrea? ¿O aún tienes fé en que él se enamorara de Rosario al igual que ella de él?
El bailarín duda de León... ¿tú también o no?
Y ahora lo que hizo estallar el capítulo... ¿Gregory y Giorgio? Los gemelos, hermanos de Rosario. ¿Recuerdan en el prólogo, cuando ella mencionó que su hermano trabajaba de cirujano? ¿No lo recuerdas? Púdrete.
Okay no, je je, paz y amor sobrinos, los amo, no se pudran. Pero el caso es que uno de ellos dos es cirujano.
¿Y qué ocultará Rosi? Ella menciona a sus hermanos como un ángel y un demonio, y a ella como purga.
Por si eres un ignorante inculto tóxico igual que tu tía pero yo soy más cool porque sí:
Purgatorio: No te voy a poner palabras científicas porque esto no es Wikipedia, pero en resumen el purgatorio es a donde supuestamente vas al morirte cuando no fuiste tan bueno cómo irte al paraíso ni tan malo como para irte al infierno. Hay cosas de estas de torturas y todo eso bien feo para que te arrepientas de tus actos y te "purifiques".
Ozea veve, ke pa' ayá noz bamoz todoz.
No dejaré adelantos porque no he escrito el próximo capítulo y es de madrugada y tengo un sueño horrible, ámame. Terminé el capítulo por ti.
Y SOBRE TODO:
Guys, en serio, tengan muchísimo cuidado, protéjanse, el coronavirus en serio ya es alarmante, además de ser pandemia es mortal para personas con bajo sistema inmunológico. No hay que entrar en pánico, pero tampoco tomárselo a la ligera porque mata, y cuando llega la muerte ya no hay vuelta atrás. ¡Lávense las manos, usen nasobuco si tienen que salir! Permanezcan preferentemente en sus casas, en algunos países se dictó cuarentena, en el mío no pero aún así no salgo de mi casa desde que suspendieron las clases, así que yo ando tipo:
Día uno de cuarentena: Lavé la pantalla de mi celular con pasta de dientes.
Pd: Lo de arriba es cierto, y quedó bien limpio ;).
Chao sobrinos, los amo, cuídense. ¡Nos leemos!
A.
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