24- "Lobos"
2005, Madrid, España.
— ¡Bien niñas! Buenas noches, nadie puede salir.
Cuando la profesora terminó de hablar y cerró la puerta del albergue se oyeron bajas risitas emitidas por las niñas que estaban acostadas en las literas, incluyendo a Astra, quien se identificaba como fémina.
Cursaba el segundo año de Secundaria y la escuela había preparado una acampada de dos días en un bosque donde se realizarían actividades extras como deportes tales como el tiro de arco, monta de caballos, botes y otras cosas. Habían dos albergues en medio del campamento, uno para chicas y otro para chicos.
Astra estaba feliz, se sentía normal, se sentía bajo el efecto del amor.
Ese día cumplía cinco meses de noviazgo con el apuesto Dennis, que fue su crush desde que había comenzado la secundaria. El chico le esperaría a esa hora, de noche, detrás del campo de tiro a escondidas de los profesores para verse y celebrar su aniversario con algún regalo y tal vez besos.
— Creo que Sol está muy cerca de Dennis estos días, y para colmo dijo que iría al baño pero no ha regresado. — Susurró una chica. Todas habían hecho un círculo en el suelo del albergue, eran apenas las ocho de la noche y si los profesores creían que sus alumnos preadolescentes se dormirían a esa hora estaban muy equivocados.
— Cuidado Astra, tal vez Sol le esté intentando ligar. — Le advirtió otra chica. Astra hizo un gesto despreocupado con la mano, confiaba en Dennis y sabía que nunca le iba a traicionar.
— De hecho, lo iré a ver ahora. — Dijo Astra, acomodando un mechón de su cabello oscuro y ya más largo detrás de su oreja, no pudo evitar ruborizarse al pensar en su novio.
— ¡Buena suerte! Y cuidado con esa zorra de Sol. — Le dijo otra compañera y Astra se asomó por la puerta del albergue viendo el área despejada de profesores.
Salió a puntitas de pies intentando no hacer ningún ruido, asomándose por cada esquina del pasillo avanzando, las luces estaban apagadas dificultando su visión pero la euforia por abrazar a Dennis lo superaba.
Finalmente logró salir, el ruido de los grillos dándole la bienvenida al profundo bosque lleno de obstáculos para juegos entre los alumnos. Pasó por el lado de la apagada fogata en la que media hora atrás estuvieron cantando y riendo.
Astra sintió a un profesor toser cerca así que apresuró el paso y caminó entre la espesa maleza de los árboles apartando ramas con las manos lo cual le ocasionó pequeños rasguños, pero Dennis estaba al otro lado, así que no importaba.
Llegó por fin al lago de la pequeña cascada donde se verían. No vió a su novio, así que suspiró de alivio al poder tener tiempo para alistarse y respirar unas cuantas veces para evitar que se le trabara la lengua al hablar.
Se sentó en una roca al lado del lago, algunas gotas de la pequeña cascada mojando sus brazos. Se acomodó el cabello oscuro que había crecido poco más de sus hombros, peinó con sus dedos su flequillo que atravesaba su frente de lado. Se sintió femenina, y si a Dennis le gustaban las chicas quería verse como una hermosa niña.
Había engordado, y eso era bueno porque su figura era demasiado delgada, ahora estaba normal, ni gruesa ni flaca. Vestía su ropa de dormir, pero no le importaba porque siempre se había enorgullecido de su pijama de unicornios al ser tan adorable.
Dennis no llegaba.
Astra se comenzó a preocupar... ¿y si los profesores lo atraparon? ¿Y si se le olvidó? ¿Y si está en problemas? Tengo que buscarlo.
Caminó por los alrededores y al no verlo optó por una opción algo arriesgada por si lo cachaban. Lo llamó desde su celular, pero no respondió. Timbró otra vez y le colgó, lo hizo una tercera vez y volvió a colgarle. Paró de llamarlo porque pensó qué tal vez lo molestaba si estaba intentando escabullirse de su albergue.
Pero aún no llegaba.
Astra comenzó a alarmarse recordando los comentarios de las chicas... Sol ha estado muy cerca de Dennis estos días. Sol lo está intentando ligar. Cuidado con la zorra de Sol.
Sol, Sol, Sol.
Los celos se apoderaron de Astra, así que caminó a zancadas por el bosque. Sol para colmo dijo que iría al baño y no ha regresado. Al baño. A pasos rápidos y desesperados llegó a dicho lugar, al baño de las hembras que estaba afuera al lado del albergue femenino. Entró y no vió nada así que caminó al baño de los varones. Escuchó un ruido de labios besándose.
— Mhh... tengo que irme.
— No, dale, no te vayas.
— Está esperando.
Eran Dennis y Sol.
Astra no podía creerlo. Dennis, su Dennis estaba en un baño con la zorra del aula. Estaban solos en un baño de noche. No podía, Dennis no podía hacerle eso.
Astra corrió, sin dejar que ninguna lágrima escapara de sus ojos mirando al cielo. Corrió al lago, a donde Dennis le había citado. Se sentó en la misma roca y decidió esperarlo. Astra sabía que montando un espectáculo de lágrimas y rabia no solucionaría nada, prefirió esperarlo y hablar con él de manera madura, esperar que todo fuese un malentendido.
Entonces recordó la noche donde todo cambió:
— ¡Te estás acostando con esa zorra! — Exclamó la madre pegándole una fuerte bofetada al padre. Las vacaciones estaban saliendo fatal, más ahora que su madre había descubierto una infidelidad.
— ¡Me tienes harto! — Gritó él.
Luego los lobos.
La sangre.
Astra inhaló y exhaló repetidas veces tratando de pensar con claridad...
Todo estará bien.
Fue un malentendido.
Dennis estaba con Sol en el baño.
Seguro se estaban besando.
Dennis me ama.
No me ama.
Nunca me traicionaría.
Me está traicionando ahora mismo.
Vale, lo dejaré tranquilamente.
Venganza.
Eso no solucionará nada.
¿Recuerdas a tu presa hace unos años? ¿No se sintió bien regocijarte en el dolor del niño que te ofendió?
Si, pero estuvo mal.
Es mi vida, yo decido que está mal o bien. Ahora mismo, lo único que será justo será dejar de ser la presa de Dennis y darme a respetar.
¿Recuerdas que hacían las presas?
No.
Si.
¡No!
Lobos.
— ¡Nooo! — Gritó Astra cubriéndose los oídos con tanta fuerza que le dolía. Había caído de rodillas en el césped y varias lágrimas recorrían su fino rostro con alguno que otro acné.
Desesperación. Eso sentía Astra. Habían vuelto, las voces habían vuelto. Alguien más se estaba apoderando de su mente. No entendía, recordaba haberse tomado sus pastillas, esas voces no deberían de aparecer.
Astra tenía miedo, mucho miedo de hacer algo malo y no arrepentirse. No quería hacer daño, pero era como si otra persona tomara su lugar, con sus propios pensamientos, y manipulara su cuerpo de maneras macabras.
Pero esa persona que le poseía también era Astra. Era la misma persona. Pero con otra manera de ver la mundo. Disociaba la realidad.
— ¡Linda! — La alegre voz de Dennis le llamó la atención, su cabello castaño claro estaba revuelto de una manera que solo a él le quedaba bien. Al notar que su novia estaba sentada en el suelo balanceándose de un lado a otro con sus manos cubriendo sus oídos se preocupó. — Hey... ¿qué pasó?
Los ojos de Astra se elevaron hasta encontrarse con la mirada de Dennis de una manera escalofriante.
— ¿Sabes que hacen las presas?
— Amor... pues, son comidas por los depredadores. — Respondió el chico algo aterrado y manteniendo su distancia.
— ¿Y sabes que hacen los depredadores?
— Comerse a las presas.
— Tu eres una presa bien podrida. Ningún depredadores te comería, pero si desgarraría tu piel y te haría sufrir cada miserable segundo de tu existencia para que aprendas que el karma siempre pone a la basura en el basurero.
El depredador hizo sufrir a la presa por su traición y pensó que el karma era una maldita perra.
Y esa perra era el Astra que había creado la mente de la niña para sobrellevar las malas situaciones desde aquella noche cuando tenía seis años en la que cambió por completo.
——Narra Rosario——
1:37am
Después del extraño incidente del ataque de rabia de Walter porque según él su amiga era una masoquista por siempre volver con el mismo patán de siempre, las cosas se habían calmado. Es que era tipo: Amiga date cuenta. Pero esa rubia era bien pendeja.
Estaba sentada con Walter en una mesa, a ver, no literalmente encima de la mesa, pero ustedes entienden. Le había acabado de traer un vaso de agua fría y él ahora intentaba regular su respiración calmándose. No había mencionado una sola palabra desde que Alya salió disparada con los otros dos.
— Oye, gracias. — Finalmente habló.
— No es nada.
— Por cierto, ¿de dónde sacaste esa pistola? Es ilegal. — Su pregunta me hizo gracia, así que decidí responderle con sarcasmo.
— Porque siempre hay que estar preparada para tod... — Su expresión me hizo soltar una pequeña risa. — nah mentira, es de juguete, pertenece a Zahara como va vestida de policía, me pidió que se la aguantara un momento y pasó todo eso.
— ¿Estás bromeando? ¡Eso fue peligroso! — ¿Se estaba preocupando por mi?
— Pero todo salió bien, ahora, me debes la vida, así que arrodíllate y besa mis pies. — Le dije con una sonrisa gatuna en el rostro y al ver que se estaba agachando lo detuve entre risas. — Oye... fue una broma.
Se levantó y me abrazó de lado, su colonia penetrando mis fosas nasales. Siempre olía igual, y me encantaba ese perfume. Me era imposible negar que no le había agarrado cariño al desgraciado, apuesto que él también a mi.
Me gustaba todo de él, su manera de intentar expresarse como un chico frío y formal frente a todos, pero en el fondo era un niño rebelde que solo quería libertad de hacer lo que quisiera, sin que nadie lo obligara a frenar. Me encantaba lo decidido y firme que siempre quiere mostrar, pero más lo dulce y sentimental que se ponía a veces conmigo, solo conmigo.
— ¡Andrea!
La mención de ese nombre desde la boca del chico que me abrazaba me tensó por completo. Él deshizo su agarre desilusionándome y se levantó para saludar a la chica horrenda esa que siempre interrumpía todo. ¿Acaso no veía que molestaba?
¿Por qué se tenía que robar mi atención? ¿Por qué en el preciso momento en el que siento que tengo la atención de alguien?
Es que al final, nadie me tomaba en serio, ni siquiera mi madre que siempre me ignoró.
A nadie le importo...
— Hola, ¿qué tal todo por aquí? — Preguntó ella de manera amable sentándose en frente a mi, no le respondí, no estaba de humor.
— ¡Bien! Ahora vuelvo. — Exclamó Walter para alejarse a no se donde. Que oportuno.
Bufé, no podría soportar la presencia de esta chica por mucho rato, solo verla me inspirada desconfianza, ¿cómo puede actuar tan segura de si misma siempre estando tan horrible? Yo soy más linda.
Ella sacó un cigarro y lo prendió. Miré a mis lados buscando algún punto en el que distraerme, si no fuera porque había venido con Walter ya hubiese saltado a bailar con otro chicos, que habían bastantes galanes. Las luces se tornaron de colores cálidos y seguían parpadeando al ritmo de la canción.
Sentí humo de cigarrillo de menta acariciar mi rostro, lo giré para encontrarme con que Andrea se había acercado a mi apoyando sus codos en la mesa y el cigarro seguía entre sus dedos.
— Así que aquí tenemos a la narcobarbie... — Pronunció y le dió una calada a su cigarro. Reconocí ese apodo de Élite y reí con sarcasmo al ofenderme un poco, odiaba que los mexicanos tuviéramos fama de narcotraficantes. — he oído rumores de ti, no muy buenos. — Soltó el humo y con mi mano derecha lo aparté de mi cara con una mueca de asco aunque no me desagradaba el olor.
¿Así que intentando intimidarme? ¿Está quién se creía?
— Cariño, la buena noticia es que soy más de lo que dice la gente. La mala, es que soy peor. — Le respondí automáticamente. Mi repertorio de respuestas para callar bocas creídas era muy amplio.
— No creo que te merezcas a Walter.
Modo perra activado.
— Yo no necesito tu aprobación, eso es para gente insegura. — Le respondí y tomé un trago de mi copa, crucé mis piernas y le dediqué una sonrisa de suficiencia. Decidí darle un poco de su propia medicina. — Te ves bien emo toda de negro, lamentablemente así no captarás su atención. — Le dije con desagrado viendo su simple chaqueta y pantalones oscuros. Le dejaría claro que Walter siempre ha sido mío. — Es que eres simplemente como un lunes, nadie te quiere.
— Visto de negro para que sepas que debes temerme, siempre estoy lista para tu funeral.
Solté una carcajada sarcástica. Ay que miedo. ¿Se creía la protagonista de una serie o tenía algún complejo? Está loca, demente, ese comentario suyo me dejó pensando en películas de psicopatías.
— Hay una persona para todos, tú necesitas un psiquiatra. — Le respondí para levantarme del asiento. Quería salir de ahí y buscar a mi chico. Vine a divertirme, no a humillar a lacras.
Ella se levantó y me tomó del brazo haciéndome detener. Alcé una ceja no tan sorprendida por su reacción y sonreí un poco. Me parecía divertido que no quisiese quedarse callada. La estaba probando, y no para ropa.
— Puedo no ser perfecta, pero al menos no soy tú. — Dijo e hice una falsa expresión de dolor, demasiado exagerada, lleve una mano a mi pecho como luciendo ofendida pero luego negué con la cabeza y reí por lo bajo, ella se mantuvo seria y continuó. — Si fuese una perra te haría la vida un infierno, pero será más divertido ver cómo te hundes por tu cuenta, socia.
Que perra. ¿No puede dejarme?
De un brusco empujón me solté de su agarre y me quité el antifaz para mirarla directamente a los ojos. Me apoyé en una pierna para realzar mi cadera y demostrarle que no e intimidara aunque fuera más alta.
— A ver yo no soy socia de nadie porque no trabajo en ninguna empresa, y si trabajara en una no me dirían socia, me dirían jefa. — Le respondí haciendo un ademán con la mano. — Así que me respetas y te respeto, porque si no me respetas ¡te jodes!, ¿entiendes, cariño?
— Solo reaccionas así porque sabes que Walter nunca te querrá como a mi. Sabes que solo te quiere como follamiga y no puedes alcanzar más. — Dijo de carretilla y mi expresión pasó de una asombrada a una llena de rabia, perra envidiosa. — ¿Es que quién te toma en serio? Siendo tan zorra, todos en la escuela saben que eres una fácil. — Tensé la mandíbula apretándola tanto que dolía, ella pareció notarlo porque hizo una mueca de asombro e imitó mi tono de voz burlándose. — ¡Uy cariño! Perdona por las horribles y groseras verdades que te digo a la cara.
Eso me bastó para acercarme a ella hasta el punto de que nuestras narices rozaban. La miré con desprecio y con dos dedos hice un muñequito con mi mano caminando por su pecho y hablé en voz baja:
— Óyeme bien, machita, las mierdas que oíste sobre mí pueden ser tan falsas como la perra que te las dijo.
— Así de falsas como tus ilusiones con Walter.
Fue suficiente.
Le di una fuerte cachetada que sonó tan alto captando la atención de personas a nuestro alrededor. Se acercaron como si fuese un show.
— ¿Así reaccionas ante las verdades? ¿Con golpes? Que bajo. La violencia es la base de la ignorancia. — Dijo ella sin molestarse en sobarse la mejilla aunque mi mano había quedado marcada. Solo me quedé mirándola, no tenía caso responderle, solo gastaría saliva en labia.
Entonces hizo algo que me tomó desprevenida. Rápidamente con su mano atrapó mi barbilla haciéndome alzar la mirada y susurró cerca de mi rostro:
— Perdiste, él es mío.
Y me dió un corto beso de pico para aventarme hacia detrás con fuerza haciéndome casi caer. ¿Pero qué mierda fue eso? ¡Tortillera de mierda!
Con la dignidad en la garganta, el orgullo dañado y lágrimas amenazando con salir, hice algo para no quedarme dada. Le aventé una copa. Quería que golpeara su cabeza por detrás pero mi puntería en este estado era muy mala añadiendo que se estaba alejando, así que le golpeó en un hombro y callo al suelo haciéndose trizas.
Ella solo giró un poco su rostro haciéndome ver su sonrisa de suficiencia para luego devolver la vista al frente y seguir caminando.
Escuché abucheos de las personas y llena de rabia me dirigí a todos:
— ¿¡Qué ven!? ¡Métanse en sus propios asuntos!
Cuando la tensión se alivió y los espectadores se fueron fui corriendo en dirección a los baños jadeando de angustia con un nudo en la garganta.
Cuando entré había una chica saliendo de un cubículo del baño alistando su short. Me vió y su expresión de asombro me hizo reír de pena, seguro estaba echa un desastre.
— Soy bella, ¿no? Vete. — Le dije en un tono seco cabizbaja. Podía estar destrozada pero antes muerta que sencilla. La chica salió a paso rápido y tranqué la puerta del baño.
Ignoré el hecho de que el lugar estuviera todo lleno de grafitis y moho. Sin valor de verme al espejo me sostuve del lavamanos con la cabeza gacha y dejé que lágrimas cayeran en este, colándose por el desagüe.
Lloré, de impotencia, angustia, de humillación. Lloré porque pensé que había aprendido a ser fuerte, porque pensé que estaba preparada para afrontar cualquier situación, pero no fue así, me tocó un punto tan débil.
Levanté la vista para ver todo mi maquillaje corrido junto a mi expresión triste. Me vi horrible, me vi débil, esa no soy yo. Comencé a restregarme el rostro con ambas manos y agua.
Maldito maquillaje falso, quítate, quítate.
Me disfrazas de quien no soy.
Me haces ver como una perra.
No soy una perra.
Bueno si, un poquito.
Solo quiero que me presten atención. Solo quiero que me admiren. Quiero ser alguien.
Froté mis manos en mi rostro con más brusquedad mientras lloraba. Me ardían los ojos pero seguí haciéndolo añadiendo más agua, quería que se fuera todo. Me empapé la ropa pero no importó. En ese momento nada importaba, a nadie le importaba.
Mi celular vibró en mi cartera, lo ignoré, no estaba de humor para hablar con nadie. Dejé de hacerme daño, no soportaba mas la ardentía en mi cara. Así que saqué toallitas de mi cartera y con delicadeza limpié el maquillaje oscuro de mi rostro.
En unos minutos me vi a mi, mi cara, sin ningún rímel ni pestañas. Mis ojos hinchados como tomates y aguados y el rostro moreno enrojecido. Me quedé así unos minutos, viéndome, pensando con más claridad en que había acabado de pasar.
¿Por qué nadie se daba cuenta de que también tengo sentimientos? ¿Porqué no pueden notarme?
¿Por qué, mamá? Siempre me ignoraste, todo después de que papá muriera. ¿Qué culpa tengo yo? ¿Por qué te centras más en el trabajo que en tu propia hija?
Papá tenía razón, uno debía de ser quien quería sin importar el dinero, pero al él fallecer de cáncer por precisamente la falta de dinero, mi madre no se despegó del trabajo ignorando su vida solo para que no faltara el dinero.
¿Pero qué culpa tengo yo? ¿Por qué yo no me haces caso? ¿Por qué nadie me hace caso?
¿Por qué te fuiste, papá? Tú siempre estuviste a mi lado, y ahora me dejaste sola...
Me siento tan sola.
Sequé mis manos con papel del baño y tomé varias respiraciones antes de buscar en mi bolso maquillaje para alistarme, no podía salir así de deshecha. Lamí mis labios y dudé, no quería hacerlo, me daba flojera, y pensé en Andrea, ella nunca se maquilla y luce atractiva de una manera indescifrable, era la verdad, ella no era falsa.
Así de falsas como tus ilusiones con Walter.
— ¡Ah! — Grité. Liberando la furia. — ¡Ahh! — Golpeé el lavamanos. Repetí esa acción unas cuantas veces gritando hasta que mi mano dolió.
— ¡Rosario! — Di un brinco ante la mención de mi nombre y palidecí al ver que la puerta del baño se había abierto por completa con el chico que más quería sobresaliendo de ella.
— Walter... — Mi voz se desmoronó y todos mis ejercicios de respiración se fueron a la mierda cuando se volvió a formar otro nudo en mi garganta y mis ojos se empaparon en lágrimas.
Él corrió a mí y me abrazó. Y agradecí tanto ese gesto. Acurruqué mi rostro en su pecho y grité, ahogándose el sonido de mis lamentos en su traje. Sentí sus brazos rodearme e hice lo mismo con los míos alrededor de su cuerpo, me sentí protegida.
— ¡Ahhh! — Grité de nuevo contra él y apretó su agarre. Solo necesitaba eso. Alguien con quien desahogarme, necesitaba a alguien.
Y me alegraba tanto de que él fuera ese alguien.
— Estoy... yo... me siento... tan sola. — Le logré decir entre sollozos e hipos con la cara enterrada en su pecho.
— Todo está bien, estoy aquí. — Su suave voz susurrando a mi oído me tranquilizó. Me aferré más a él dejando que mis lágrimas mojaran su ropa. Besó mi pelo y acarició mi espalda haciéndome sentir tan afortunada. Él acunó mi rostro con sus manos y con su pulgar limpio una lágrima, me daba vergüenza que me viera tan vulnerable. Pura preocupación en su expresión. — ¿Qué pasó?
Pasa que me siento tan sola, y te veo tan inalcanzable.
Respiré hondo tragándome los sollozos.
— Nada. — Aparté sus manos y me di la vuelta y buscar papel para limpiarme. — Caprichos míos... nada importante.
— ¿Estás con la menstruación?
Lo fulminé con la mirada queriéndole dar una bofetada, ¿por qué los hombres justifican las acciones de mujeres con eso? Negué con la cabeza con el ceño fruncido y sequé toda mi cara.
Al pasar por el espejo volví a la realidad cayendo en cuenta de que estaba toda desmaquillada y me avergoncé un poco, mi rostro lucía mas lindo con rímel. Así que ocupe rápidamente mi bolso que estaba encima del lavamanos para sacar polvo de base y comenzar a maquillarme.
Walter se quedó viéndome, con su expresión seria. ¿Qué estará pensando? Le sonreí de lado y suspiró para hablar.
— ¿No confías en mí? Dime qué pasa.
Cerré la caja de la base para guardarla y sacar mis sombras de ojo, volvería a ponerme una marrón oscura que combinaba con mi vestido rojo.
— Pasa el tiempo. — Le dije aplicando la sombra con cuidado encima de mi párpado. — Y el tiempo arrasa con todo.
——Narra Edgar——
— ¡Yo nunca nunca he...! ¡Hecho un cuarteto!
Solo dos personas del círculo tomaron mirándose a los ojos con picardía. La propuesta de Sandro, mi "amigo", que estaba más drogado que un hippie, hizo reír a todos.
Jugábamos un juego bien estúpido pero divertido que constaba en decir "yo nunca nunca he hecho tal cosa" y los que lo hayan hecho tienen que beber. Me parecía absurdo porque al final todo íbamos a terminar borrachos, bueno, todos excepto yo que no había tomado nada dentro del juego porque todas las propuestas eran sexuales y yo tenía mis límites respecto a eso.
Giré mi mirada a la derecha y Uriel estaba sonriendo como de costumbre. Recordé el beso y me sentí avergonzado. Prácticamente hace una hora había determinado mi sexualidad. Y no me arrepiento. Pero lo que me hacía dudar era que aún no había establecido nada con Uriel y pues no sabía si éramos amigos, novios o teletubbies.
Una chica castaña a mi derecha me codeó y giré mi cabeza para verla. Ella habló:
— ¿Quieres probar? — Me preguntó mostrándome una pastilla pequeña, redonda y azul intenso en su mano. Por sus ojos colorados y apariencia despistada pude deducir que era alguna droga. Negué con la cabeza. — Te lo pierdes. — Y se la tragó con un sorbo de su bebida.
Ya ni protestaría. Todos estaban consumiendo esa pastilla azul que andaba de moda. Sandro las adoraba y ya daba por hecho que aquella tarde que Alya asegura haberle oído hablando con un gamberro era porque él fue a comprarle esta droga, ahora, el disparo, ni idea.
Según lo que podía ver y me habían contado, después de ingerir la pastilla el efecto eufórico es casi inmediato. Relaja los músculos y te hace entrar en una paz mental tipo hippie. Parecieran medicamentos para psicópatas.
Resumiendo, todos estaban consumiendo Kirina. Y ya era algo normal en las fiestas, aunque obviamente fuese ilegal.
— Miren miren, que pinta. — Añadió Sandro, señalando sin disimulo con su mano a un grupo de personas que acababa de entrar a la discoteca.
Eran unos diez, todos vestidos de negro con máscaras blancas y... oh por Dios, máscaras blancas. ¡Oh Dios mío si son los secuestradores!
Mis nervios se dispararon pero aún así intenté en regular mi respiración aferrándome a mi vaso con ambas manos y agachando la mirada. No podían ser ellos, tenían que ser solo un grupo de amigos que vinieron disfrazados iguales.
¡Pero es que eran idénticos!
— Ed. — La voz de Uriel me hizo captar su atención. — Me tengo que ir.
— ¿Eh?
— Me tengo que ir, y creo que es mejor que ya te vayas yendo.
Él lanzó una mirada cómplice a su hermana, ella volteó los ojos y se paró. Caminó hasta la cabina del DJ e hizo que este apagara la música. Chocó dos copas acaparando atención y habló hacia todos los presentes que protestaban.
— ¡Muchas gracias por haber acudido a mi fiesta! ¡Pero ya es hora de cerrar la disco y me temo que todos deben salir! ¡Gracias!
Varias personas bufaron, pero a pesar de todo poco a poco comenzaron a dirigirse a la salida del local. Caminé con el grupo de amigos y pregunté a Uriel:
— ¿Qué sucede? Apenas son las... — Revisé mi celular para ver la hora. — tres de la mañana. ¿Hay alguna otra razón?
— No no. — Él negó con la cabeza. — Solo que hasta esta hora debíamos... — Dejó la frase en el aire porque volteó su cabeza del lado contrario a mi para mirar a un sujeto de máscara blanca, que tenía dos cuencas negras en los ojos a diferencia de los demás. Lo conocí, así mismo era el Mandato. El sujeto levantó la mano y levantó tres dedos bajando uno. Uriel maldeció. — Mierda. Edgar, vámonos.
— ¡Edgar Edgar! — Sentí a alguien llamándome por mi nombre entre la muchedumbre que avanzaba para salir por la entrada. Era Alya, y me sorprendió verla toda despeinada y agitada, ¿habrá...? — Tenemos que encontrar a Walter y a Rosi e irnos de aquí, ¡ahora! — Exclamó.
— Alya... — Me acerqué a ella creando un espacio confidencial. — ¿Qué demonios está pasando?
——Narra Walter——
— ¿Entonces quieres que te lleve a tu casa? ¿O quieres venir conmigo? Podemos ver alguna serie. — Le dije con una sonrisa sincera intentando animarla. Rosi se había desahogado conmigo por alguna razón que descubriré, por el momento solo quería verla sonreír de nuevo, como la chica alegre que siempre ha sido.
— Está bien. — Respondió ella, abrazada a mi brazo y besé su cabello. Por experiencias sabía que la mejor manera de alegrar a una chica triste era llenándola de cariño, así que nada sexual esta noche, demonios.
Estábamos llegando a la entrada por la cual todos los invitados e infiltrados en la fiesta estaban terminando de salir. Vi a lo lejos a mis amigos, Alya y Edgar, lucían estresados por algo.
— Walter. — Alguien llamó mi nombre y al girar mi cabeza a la derecha vi a Sabrina.
— ¿Qué?
— Necesito hablar contigo un momento... — Dijo y dirigió su mirada a Rosario quien la mostraba con recelo. — a solas.
Compartí una mirada cómplice con la morena y asentí dejándole en claro que todo estaría bien. Rosi entonces se despegó de mi y fue caminando hacia nuestros otros amigos. Estando a solas con mi mejor amiga me crucé de brazos.
— Dime, ¿de qué quieres hablar?
Lució histérica, mirando hacia todos lados como si la estuvieran acosando.
— No tengo tiempo para explicaciones pero toma esto. — Me susurró y puso unas llaves en mis manos, me confundí. — Tienes que ir al auto negro qué hay parqueado justo detrás del local, te montarás y conducirás lo más lejos posible, no volverás hasta que yo te llame y si no lo hago, nunca vuelvas a Anarca, si te vas del país mejor.
— ¿De qué estás hablando?
— Ni siquiera contactes con tu familia, créeme que en quien menso debes confiar ahora es en tu padre. Solo quiero salvarte Walter, te quiero mucho, y estoy arriesgándome traicionando a la secta solo porque tengas una oportunidad.
¿Secta? ¿Qué? Lo único que vino a mi mente fue el caso de los suicidios, pero esto ya era otro nivel. Tomé la respiración para expulsarla lentamente, me estaba estresando.
— Hey hey hey, — Le hice un ademán con la mano para que se detuviera. — vamos despacio, estás hablando como si alguien me fuera a...
— Te van a matar, órdenes de tu padre.
No.
— Estás loca.
— ¡Es verdad! ¡Corre! ¡Vete! — Me empujó de manera infantil. — ¡Te harán lo mismo que a tu hermana! ¡Es por tu culpa! ¡Por averiguar lo que no te importa igual que ella!
Recordé el día hace dos años cuando mi padre me dió la noticia de la desaparición de mi hermana:
— ¿Dónde está Ámbar? ¿Han sabido algo de ella?
— Tu hermana es una malagradecida, hijo, se escapó dejando una nota que decía que iba a continuar sus sueños. — Con furia él lanzó un adorno de cristal al suelo haciéndome retroceder mientras mi mamá ahogaba un grito con sus manos en la boca entre sollozos. — Por su estúpido bailecito se fue de la casa. Tú no vas a seguir su camino, desde ahora en esta casa nadie tocará el tema del baile.
Mi hermana se escapó por rebeldía, eso era todo lo que siempre supe.
Y Sabrina me estaba diciendo ahora mismo que a Ámbar mi padre la mandó a matar por averiguar lo mismo que yo... o sea... mi hermana sabía lo de los suicidios. ¡Claro! ¡Si ella y Aníbal siempre estuvieron muy pegados!
Entonces varias partes del poema Guerrero cobraron sentido para mi...
Un guerrero lo sabe;
morirá por chantaje.
Un guerrero que acaba
de arruinar su linaje.
Ámbar estaba chantajeada para no hablar sobre lo que supo del misterio, pero habló, y arruinó el honor de la familia, o intentó hacerlo, porque dice que "arruinó el linaje"
Un guerrero que calla.
Un guerrero que llora.
Un guerrero que ama
a un ratón que le adora.
Mi hermana sufría al no poder decirlo, al vivir con la carga de consciencia de saber algo tan oscuro, y si el ratón era Sabrina, entonces todo encajaba, porque recordé el día en que ella me dijo:
— Creo que soy bisexual, me gusta Sabri, pero tengo miedo.
Yo era el único que sabía su secreto.
El guerrero ha claqueado.
Por delator murió.
La guerra ha desatado.
La masacre comenzó.
El claque se utiliza en la danza, delata a la familia y la mataron comenzando una guerra, entonces ¿una guerra?
Todo esto me decía que Pilaza Guerrero no era la empresa traidora, sino Forvenzia, mi familia.
Y que el guerrero nunca fue Aníbal, sino mi hermana, Ámbar.
Entonces la historia del poema siempre fue en base a lo que vivió mi hermana.
Me sentí como una mierda por no haberme dado cuenta antes.
— Está bien, me iré. Pero me tienes que explicar después todas estas cosas, como por qué demonios mencionas una secta. — Le reproché a Sabrina para salir corriendo por las puertas. Tenía mucha curiosidad, pero estaba consciente que si Sabri no me mentía, era peligroso que siguiera aquí.
Afuera estaban mis tres amigos y sin mucha explicación les hice venir conmigo al auto que me había preparado Sabrina.
Monté de piloto, Alya de copiloto y los otros dos detrás. Puse las llaves y arranqué, todo en milésimas de segundo, para comenzar a conducir por la carretera alejándome. Entonces Alya habló:
— Por aquí no, por aquí dejé a Dante. — Dijo ella, ya nos había contado en el transcurso todo lo que había descubierto con su amigo que la había intentado salvar igual que Sabrina a mi. Menos mal que no queda tanta gente mierda en el mundo.
Yo también había hecho un resumen de lo que me había enterado, todos estábamos al tanto de la situación y todo el poema encajaba.
— Mejor, así lo recogemos y encontramos más pistas. — Dije pero ella me miró aterrada.
— No, esto sonará loco, pero tengo el presentimiento de que te quiere matar, y si me confirmas que Sabrina dijo traicionar su secta, o sea, a los segundos, para salvarte, entonces si iban a traicionar a Forvenzia matándote. — Dijo ella.
— No. Sabrina me dijo que mi propio padre me mandó a matar igual que a mi hermana, para silenciarnos. — Golpeé el timón con ambas manos. — ¡¡¡Matar a su propia familia para mantener sus negocios sucios de mierda!!!
— ¡Cálmate Walter! ¡Hay que mantener la calma en estos momentos! — Gritó Rosario desde atrás y con una de mis mano masajeé mi sien. ¿Cómo me iba a pedir calma en este momento? Bueno, tenía razón, golpeando cosas no iba a solucionar nada.
— ¡¡¡Oh mierda frena!!! — Gritó Alya y automáticamente eso hice y por inercia todos chocamos con lo que tuviéramos delante.
Levanté la vista y me helé. Que perra Sabrina.
Delante teníamos dos autos blindados con varias personas vestidas de traje con pistolas apuntándonos. Los reconocí como los segundos. Quienes supuestamente tenían que salvarme.
— Estamos rodeados. — Informó Edgar y al dirigir mi vista hacia detrás vi otros dos carros blindados que acababan de llegar de los que se bajaron más segundos.
Me tensé, Sabrina me había engañado, me había dicho que me ayudaría pero solo me guió a mi propia tumba, nunca espere una traición de su parte, nunca.
Era una trampa.
— Edgar. — Alya lo llamó por lo bajo. — Reza por que la locura que estoy apunto de hacer salga bien.
— ¿Qué demonios vas a hacer? — Le preguntó él, y juro que intenté detenerla sujetándole el brazo, pero nada la frenó y abrió la puerta del carro para salir, todas las pistolas apuntándole.
Tenía el corazón muy acelerado, era cierto que nada podía salvarnos, así que buscar alternativas era nuestra única esperanza.
— ¡Dante! — Ella gritó y un chico reaccionó bajando el arma. — ¡¿Vas a permitir que nos masacren?! ¡¿No se supone que tienes que salvar a Walter?! ¿Y yo? ¡Prometimos que siempre nos apoyaríamos!
Hubo un silencio incómodo, ella respirando de manera profunda y no hubo movimiento alguno hasta que él habló.
— ¡Te di una oportunidad! — Respondió. Al parecer estaba al mando de esa emboscada. — ¡Pero preferiste cavar tu propia tumba y ya no hay nada que pueda hacer!
Sabía que él la había intentado salvar de verdad, no era un falso como Sabrina.
— ¡¿Tus órdenes no eran proteger a la familia O'Castell?! — Exclamó Alya, con la voz algo cortada, probablemente estaba a punto de estallar en llanto, pero la admiré porque seguía esforzándose en hayar una escapatoria.
— ¡Eran! ¡Pero el señor O'Castell mandó a ejecutarlos porque sabían la verdad! — Gritó Dante, quien también estaba al borde del colapso, se notaba que la quería y le dolía.
— ¡¿Y qué mierda tienen que ver los monstruos con que ustedes vinieran a matar a Walter?! — Alya se estaba pasando, pero el chico estaba reaccionando bien, tal vez tendríamos oportunidad de huir.
El chico relajó los músculos y apretó fuertemente su mandíbula quitándose las gafas. Estaba a punto de llorar, tal vez porque no quería matar a su mejor amiga.
Dante hizo un ademán con la mano, todos bajaron las armas, entonces él corrió hacia Alya y la abrazó. Ambos estallaron en lágrimas con el fuerte abrazo.
Estuvieron abrazados sobándose las espaldas y llorando por unos segundos. Cómo estaban prácticamente al lado mío logré oírlo susurrarle al oído entre sollozos.
— Te-Te juro que... que teníamos que venir a salvar a tu... a tu amigo. — Le dijo con la voz entrecortada. — Te-teníamos que acabar con... con los monstruos que... que querían matarlo pa-para amenazar al jefe. — Respiró hondo soltando el abrazo y le dijo aún con los ojos aguados. — Pero el jefe prefirió matar a su hijo para no tener debilidades, y de paso también matar a todos los que supieran del efecto tiempo. Así que... te te tengo, que... matar, Aly.
— No. — Ella negó. — ¡No!
— Si.
— ¡No Dante no! ¡No puedes simplemente llegar a mi vida, ayudarme a salir adelante, y de repente matarme! ¡No! ¡No puedes hacer eso!
— Lo siento...
— ¡No! ¡Traidor!
— Shh, te juro que quiero ayudarte, a ti, solo tú me importas. Aún tienes escapatoria. — Le susurró, tal vez haciendo show para lograr escabullirla sin que los demás se dieran cuenta.
— ¡Y a mi me importan mis amigos que no son unos falsos de mierda! — Le pegó una cachetada.
La cagó.
Dante se sobó la mejilla, y su semblante pasó de uno triste a uno decepcionado.
— Ya no puedo hacer más, las órdenes son ocuparnos de ustedes para luego incorporarnos a las demás formaciones para acabar con los monstruos. — Mantuvo la vista gacha para mirar a los a Alya con tristeza. — Lo lamento tanto Aly, te quiero, e intenté salvarte, pero siempre has sido una masoquista de mierda.
Eso era todo lo que Alya había podido prolongar, era mi turno.
Salí del auto con las manos arriba en señal de rendición. Miré a Dante y hablé.
— Me rindo, pero no les hagas daño. — Supliqué, yo había arrastrado a los chicos a la investigación abusando de su confianza. — Yo soy el único que verdaderamente importa, ¿no? — Miré al interior del auto para encontrarme con Edgar preocupado y a Rosi, a mi Rosi, con los ojos aguados. — Ellos jurarán silencio.
— ¡Fuego! — Gritó Dante y me lancé al suelo con las manos en la cabeza por instinto.
Pero los disparos no se dirigían a nosotros, sino hacia detrás, y al mirar de lado pude ver cómo un nuevo auto había entrado en acción, del cual salía una ametralladora que disparaba sin piedad atravesando los cuerpos de los segundos.
Sobresalió una cabeza de la camioneta que había volcado a un auto blindado con un choque y exterminado a todos los segundos de atrás, y reconocí ese rostro, era el chico que presenció mi pelea con Dante horas atrás.
— ¡León! — Gritó Alya con esperanza quien también estaba en el suelo con Dante evitando los disparos. El chico que la camioneta de ojos azules, León, gritó.
— ¡¡¡Aquí no se rinde nadie!!!
Nota de autora:
Capítulo intenso, ¿eh?
Al final Dante no era malo, solo seguía órdenes, y a parecer Leon llegó a salvar el día, bueno, la madrugada.
Espero que algún lector detallista se haya dado cuenta de que Sol ya ha aparecido en el libro :).
Capítulo largo para compensar la demora en actualizar. Mi excusa, no tenía inspiración, pero ya llegué a full ;).
¡No se pierdan el próximo capítulo!
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