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9 "Deal"

El pelirosa miro atentamente a la maldición. No sabía que pensar, cuando vio a la chica desplomarse frente suyo fue como si todo dentro de él se quebrara.

- Te propongo traerla devuelta- propuso el ente. El chico abrió sus ojos de golpe, ¿eso era posible?

Aún así sabía que no debía de confiar en la maldición, era tramposa ya que no le dijo los términos.

- ¿A cambio de que?- pregunto el chico. El actual rey sonrió a más no poder al darse cuenta que había tomado toda la atención del joven.

- Eres inteligente- alago- pero no es nada de lo que debas preocuparte- explicó simple sin dar más detalles. Eso hizo frunce el ceño del chamán.

- Dímelo!- demando el joven con voz autoritaria. La Maldición soltó una risotada de diversión al ver que su primogénito estaba dispuesto a arreglar el acuerdo con tal de...traer a esa humana devuelta a la vida.

Pero eso le serviría, y vaya que lo haría cuando vio sus ojos azules brillantes junto a aquella cabellera platinada dedujo rápidamente que era una Gojo.

Le serviría como venganza hacia sus antepasados que lo habían sellado.

- Estoy débil- empezó a hablar- sólo podría hacer un sólo conjuro y ese sería el de traerla devuelta, pero a cambio te pasaré todos mis poderes a ti... no hay truco- hablo simple.

- ¿Y eso que haría?- pregunto con duda mirando el rostro de la joven en sus brazos.

- Dejarías de ser mitad humano y te convertirías en lo que siempre debiste ser, suplantandome como el heredero al trono- explicó.

Su humanidad se esfumaron como si nunca la hubiera tenido, sed de sangre tendría todo el tiempo y sería la criatura más peligrosa en todo el mundo.

Le tendrían miedo. Ya que se convertiría en el rey. Las personas que hasta ahora lo apoyaban irían en su contra, lo havorrecerian y trataría de acabarlo, exorcisarlo.

Si era cierto que el actual Rey de las Maldiciones estaba débil, él podría vencerlo sin problema y quitarlo como si nunca hubiera existido. Pero...

Pero viviría en un mundo donde la única luz que de verdad alumbrava su camino a seguir ya no estaría, y estaba seguro que aunque él se convirtiera por completo en una maldición, la fémina lo guiará por el camino del bien como había hecho todos esos años.

- ¿Aceptas el trato?- pregunto la maldición. El chico se giro y dejando con total delicadeza el cuerpo de la albina en el suelo, se acercó hacia la criatura.

Esta le extendió la mano para sellar el destino de ambos.

- Aceptó- hablo juntando ambas manos en un apretón, miro directamente al ente y este sonreía de orgullo.

No sintió nada cuando sus manos se juntaron salvo el hecho de que la criatura frente suyo comenzaba a cambiar de forma ahora teniendo un cuerpo humano y comenzaba a desvanecerse como en cenizas.

- Felicidades- algo mientras ya de su cintura hacia arriba empezaba a volverse polvo- Rey de las Maldiciones, Sukuna Ryomen.

Cuando dejó de verse ahí lo sintió. Su corazón golpeó de lleno como si tuviera un paro cardíaco.

Su cabeza comenzó a doler como si le estuvieran clavando miles de agujas, el costado bajo sus brazos dolía demasiado por lo que se quito el uniforme de la parte de arriba viendo como dos pequeños bultos se formaban.

Apretaba contra su piel como si algo quisiera salir, eran cada vez más grandes al punto que ya llegaban a la altura de sus brazos, dedos aparecieron y marcas en las muñecas.

Sus uñas ya sea en los brazos o pies comenzaron a crecer considerablemente mientras se volvían negras.

No supo como llegaron, pero a ambos costados suyos dos pétalos de rosas manchadas en sangre callejón directo en sus hombros donde se formaron círculos.

Abrío su boca al sentir que algo molestaba, sus dientes se habían afilado dejando colmillos. Se mareo al ver que podía apreciar su entorno más de lo que podía.

Todos sus sentidos se agudizaron al grado de sentir pequeños pulsos de corazones latiendo en diferentes direcciones, provenientes a las casas.

El olor a la sangre y... El aroma de algo que lo hizo volver en si dejando de lado sus insaciables ganas de asesinar.

Dirigió su mirada hacia atrás viendo a la joven albina, el agujero que antes había en su pecho ya no se encontraba. No estaba pálida.

Se acercó con cautela y arrodilló frente a ella tocando su rostro con delicadeza, ya no estaba fría y al dirigir su vista al pecho de esta pudo ver como subía y bajaba con tranquilidad.

La tomó con dos de sus brazos estilo princesas y la muro más de cerca, beso su frente.

Comenzó a alejarse de aquel pueblo aún con la chica en brazos, caminando en una dirección en la que no estaba seguro pero aún así no me importó.

La tenía a ella.

- No dejaré que te hagan más daño....Mi Reina- susurro mientras se adentran en el frondoso bosque perdiéndose entre la oscuridad.

Templo Jujutsu a veinte kilómetros.

La hechicera abrió sus ojos de golpe al sentir una energía maldita demasiado poderosa. Se levantó y asomó por una de las ventanas mirando hacia el cielo nocturno.

Allí pudo ver lo que significaba el comienzo de una era distinta, una que estuvo escrita hacia muchos milenios.

La luna roja indicando el comienzo de la era donde los humanos serían esclavizados y usados como juguetes de entreteniento.

Época donde no habría días y sólo la oscuridad gobernaría. Había empezado la era de las Maldiciones.

- Ya comenzó- susurro para ella misma.

¿Quien diría que todo aquello se haría realidad En nombre del Amor? Aquellas dos almas que se amaban y convertirían a la tierra en un infierno.

- Mi señora- hablo un hechicero entrando a la habitación de golpe.

- Trae a su hermano- mando sin apartar la vista de la luna- Vamos a condenarnos...

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