25 "Sukuna Ryomen 2/2"
Ya estaba.
Me acordaba perfectamente de todas las vidas que tuve, no quería más... Mi subconsciente decía que debía ser ejecutada por enamorarme de una maldición, aún así mi corazón quería lo contrario.
De todas formas, iba a morirme, ¿no es así?. Me quedaban menos de dos mese de vida, ¿no podrían matarme antes?
El dolor de mi cabeza se había desvanecido. Me senté en el suelo y masajee un poco mi frente. Me acordaba perfectamente de todo a excepción de que no sabía como tenía esta maldición.
- ¿Ya me recuerdas, pequeña?- pregunto la maldición acercándose a mi y sentándose frente mío.
- Si- susurre.
- Necesito revisarte para saber bien que tipo de maldición tienes y como quitarla- mando seriamente, sólo asenti- acuestate y no te muevas- dijo sonriendo.
Confiaba en él ya que sabía que no me haría daño, por lo que me acosté boca arriba en el frío suelo para luego sentir como se subía arriba mío.
- ¿E-es necesario?- pregunté con nerviosismo. No me contestó sólo con sus grandes manos tomó las mías para colocarlas arriba de mi cabeza fuertemente.
Mi corazón comenzó a latir desenfrenado Y asustado. No me gustaba para nada, menos cuando las piernas de él se enteraron con las mías en una forma para que no me moviera.
- S-Sukuna- llame con miedo. Se acercó rápido a mi rostro y me beso dulcemente. Se separó y acercó a mi oido.
- Sólo relajate, si no lo haces te dolerá más de la cuenta- susurro tranquilo.
- ¿Q-que vas a hacerme?- mis nervios no me dejaban hablar con tranquilidad, y tenía miedo, más de la cuenta.
- Tengo que beber de tu sangre, aún así debo hacerlo de una forma peculiar y extremadamente dolorosa para ti- explicó como si fuera lo más normal.
- Decir...decir que será doloroso no ayuda- dije con enojo e ironía. Sonrió divertido y beso mi frente.
- Créeme- susurro- cuando sepa que maldición tienes y como quitarla- se acercó más a mi cuello y paso su lengua humedeciendo una zona- te recompensare de una forma que te hará adicta.
Sonrió, lo note sonreír sólo por él simple hecho de sentir como sus colmillos rozaban mi piel para luego de que dijera aquello sentir como los clavaba sin piedad.
Un grito desgarrador salió de mi boca empeorando la situación. Sentí a cono si me hubiesen clavado una cuchilla en el cuello, justo en una Zona que no te mataría al instante.
Sus colmillos se habían paso entre la carne desgarrandola. Ya se podría decir que no sentí mi cuerpo y lo único que podía peesivir era el como la sangre abandonaba mi organismo de forma rápida haciendo que me cansara.
Sólo quería dormir, y eso hice.
Minutos antes de que Itadori soltara a Sukuna.
Fushiguro corría sin desenfreno buscando a la albina y a la castaña. Escucho unos sonidos provenientes de una habitación por lo que al entrar noto a su compañera en problemas.
Se deslizó de las Maldiciones y llevo a la castaña fuera del edificio para que la llevarán a un lugar seguro. Afuera se encontró con el mismo hombre que los había llevado allí. Pero no había rastro de la albina.
- ¿Vio a Tn-sensei?- pregunto formal, aunque no tenía ese trato con la albina, delante de otros si. El hombre asintió.
- Si, estaba revisando el área mientras buscaba la forma de contactar con su hermano- dijo. Mintió obviamente ya que esas eran las órdenes que le habían dado.
Aquella misión había sido asignada por nada más que los altos mandos de la hechicería para deshacerse del recipiente de Sukuna y la que era la traidora.
Por esas palabras llamaban a la joven Gojo, traidora de nacimiento, aquella que en tiempos de crisis cuando el informó mismo se desatada en la tierra, ella decidió quedarse con el demonio antes que con su especie.
Aún que ellos no entendían, eran ciegos ya que si hubieran estado en el lugar de la joven, lo más seguro es que dejarán todo atrás en nombre del amor. Y este amor para aquella hechicera tenía nombre y apellido.
Sukuna Ryomen.
Nada más que el mismísimo Rey de las Maldiciones, aquel niño que había nacido con el único propósito de heredar el trono que le otorgaría su padre cuando tuviera la suficiente edad.
Aquel niño que si no hubiera sido por aquella albina, hubiera extinguido a la humanidad hacia ya mucho tiempo. Por más que fuera un monstruo, había y siempre hubo una pequeña luz.
Megumi asintió ante lo dicho por aquel hombre, aún así desconfiado a cierto punto, las advertencias de la albina cuando venían en camino no salían de su mente.
Le entregó a su compañera y le dijo que se la llevarán. Él se quedaría por ante las dudas, no sabía si Itadori podría volver o si en todo caso Sukuna ganaría el control del cuerpo.
Cuando el vehículo se fue, a los segundos le mando a su lobo que aullara. Todo se calmó por unos minutos hasta que la energía maldita del vientre se había desvanecido, ya estaba muerto.
No había ninguna señal de vida a su alrededor y la albina no estaba. En el peor de los casos ella se encontraba allí adentro con Sukuna, pero muy en sus adentros, sabía y tenía claro que aquel Rey no la lastimaria.
Sólo fue cosa de tiempo cuando un grito desgarrador redondo por todo el lugar. Su corazón dejó de latir y su respiración se cortó al saber perfectamente de quien se trataba.
- Tn- susurro con preocupación.
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