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CAPÍTULO 8: Intensidad al límite

—Espérate, que viene una moto.

Anelía me agarró de la muñeca mientras mirábamos a ambos lados de la calle.

—Esa costumbre tuya...

Sonrió —Lo siento.

Estábamos paradas en la acera de la avenida, esperando el momento exacto para cruzar la calle. Algo difícil y trabajoso, sobre todo que requiere de mucha paciencia cuando crees que ya todo está despejado y viene una motico sonando su motor.

Miré a la moto con la ceja enarcada. — ¿Puedes ir más rápido?

Ya se me agotaba la paciencia.

— ¿Sabes algo que me resultó extraño hoy? —le pregunté rompiendo el hielo.

— ¿Qué cosa?

—Mateo...

Pasó un carro azul y luego otra moto. Ahora sí que no podremos cruzar.

— ¿Qué tiene Mateo?

—Es que... —miré la reacción de Anelía pero solo la veía de perfil vigilando la calle— cuando iba saliendo de la escuela, me dijo que lo acompañara a la heladería.

Anelía frunció el ceño.

— ¿A la heladería? ¿Y desde cuando Mateo te invita a la heladería?

—Pues no sé, a tomar un helado supongo. Viste, que es extraño.

Me tomó de la muñeca otra vez.

—Vamos.

Cruzamos la calle antes de que hubiera otra intromisión y apuramos el paso para ir a casa de Melany.

—Sí.

—Ay, Anelía. Me está matando, qué tierno. Si tú vez como se me acercó...

—Ajá...

—Está muy cariñoso.

—Ajá...

Fruncí el ceño de repente y ladeé la cabeza mirándola.

— ¿Qué tienes?

—Nada, Lale. Es que estás hablando de Mateo... otra vez —me soltó con obviedad.

—Sí, pero es que Mateo... él... ha cambiado mucho, ¿Qué no lo notas?

Si ella no lo notaba le iba a tirar un zapato.

—Sí, y demasiado.

— ¿Cómo que demasiado? —Anelía se quedó callada—. No entiendo, explícame.

Cuando ella suelta esas palabras confusas me mata de la curiosidad.

—Anelía...

—Te tengo un chisme yo.

Me acaba de cambiar el tema, la bruja loca.

—Suelta.

Abrí la reja de casa de Melany y entré, mi amiga se encargó de cerrarla.

—Tengo un pretendiente...

— ¿What? —abrí la boca tan tosco como pude y ella comenzó a reírse. — ¿Desde cuándo y por qué no me lo habías informado?

—Tranquila...

Toqué el timbre de la casa. Esperamos.

Con mis ojos detallaba las paredes, el suelo, el caminito, y el pequeño jardín que había en su casa.

—Sí, se llama...

Justamente cuando me iba a decir el nombre la puerta se abrió, dejando ver a una mujer pequeña y muy delgada con unos rolos puestos en la cabeza y que se parecía a Doña Florinda.

Unió sus cejas por un momento como si no nos conociera y luego las suavizó con una sonrisa.

— ¡Ehh! ¡Vinieron!

Un pequeño niño de cabellos rubios quería salir al portal.

— ¡Abu-ela!

—Ken, dale para dentro. Busca a tu mamá. —Le dijo la mujer— dale, ve.

Un sentimiento de añoranza se apoderó de mí. Miré a la chica a mi lado y estaba igual que yo; al parecer había quedado impactada al ver el tamaño del niño de dos años que caminaba muy gracioso.

— ¿Y Melany? —le pregunté a su mamá.

—Ya viene, su hijo la fue a buscar.

Asentí y esperé, me removí nerviosa por la mirada penetrante y algo inquieta de esa mujer.

— ¿Anelía, y te cortaste el pelo? —preguntó cruzándose de brazos.

Hizo una mueca como quien dice: "No, es que se encogió". Pero sin embargo le ofreció una sonrisa algo falsa para responderle.

—Sí, es que tenía las puntas malas y me las tuve que picar. —explicó.

Yo de vez en cuando miraba hacia dentro pero me encontraba con la mirada de esa señora.

— ¿Qué pasó? —me miró y luego se volteó hacia atrás.

—Nada. —Solté así como así.

— ¿Y por qué miras para allá atrás? — preguntó. A ver, señora, ¿Acaso su casa es el banco de Estados Unidos más grande y tiene escondido un antídoto de vida para que no podamos mirar para adentro?

Suspiré para reunir paciencia y le dediqué la mayor de las sonrisas.

—Para ver si venía Melany.

Su madre se volteó y Melany apareció detrás de ese pequeño niño de cabellos rubios.

—Lale... Anelía... —cargó al niño y se dirigió a nosotras— ¿Cómo están?

Respondí evaluándola con los ojos —Todo bien, mi vida. Ahí, en la escuela con mucho estrés y muchas tareas.

—Yo igual, la preparatoria no nos da tiempo para nada —Anelía me siguió.

—De madre —dijo Melany con una fina voz y fue cuando me fijé en su aspecto.

Ella siempre ha sido delgada, pero ahora lo estaba más de lo normal, tanto que sus pómulos sobresalían de su cara. Tenía grandes ojeras debajo de esos ojos negros. Vestía un jean y un top rojo que se parecía a una de los conjuntos de moda que usaban las BRATZ.

— ¿Y tú... cómo estás? —necesitaba escuchar su opinión.

—Yo estoy...

— ¡Melany, no cargues así al niño que se te va a caer! —Su madre la interrumpió—. Ponle la mano atrás, que si se te tira después se da un golpe —Ella hizo un intento de acomodar al niño—. Así no, chica, así no. Mira...

Anelía y yo intercambiamos miradas al ver cómo ocurría esta escena y Melany se quedaba callada.

Me daba ganas de decirle: ¿Mi hermana, el hijo es tuyo o de tu hija?

—Ponle el chupete que se le cayó. ¿Dónde dejaste el chupete, Melany?

—Que no sé, mima...

La chica nos miraba y entornaba los ojos. Anelía tenía una cara de espantada increíble e inconscientemente daba varios pasitos hacia atrás.

— ¿Y esa ropa, Melany? Esa ropa es de salir. ¿Qué tú haces con eso puesto? —Tomó un pedazo de la prenda y luego la soltó— Dame al niño y ve a cambiarte de ropa.

—Mima, que yo estoy bien así —intentó hablar.

—Que te cambies, Melany.

Pude sentir la tensión en el ambiente, su madre nos miró de brazos cruzados —A veces se me pone así de rebelde.

La chica dejó al niño en el suelo y miró con el ceño fruncido a su madre así como yo lo hice.

¿Rebelde? No, mi vida, yo contigo me prepararía para las trincheras.

—Déjame cargarlo. —intenté avanzar hacia a él.

— ¡No, no pueden cargarlo! —interrumpió su madre.

En dos pasos retrocedí y me volví a poner recta.

— ¿Por qué? —preguntó Anelía.

—Porque ustedes dos vienen de la calle y le pueden pegar algún virus o algo.

Dios mío, qué intensa eres, mi hermana...

Anelía exhaló con fuerza —No le vamos a pegar nada porque nosotras no tenemos ninguna enfermedad.

—Pero los niños cogen los virus rápido —se adelantó ella mientras su hija la miraba con tic nervioso en su pie—, así que ni lo toquen. De lejitos.

Eso me molestó, ni que nosotras fuéramos desconocidas que viniéramos de Marte, ni que fuera la primera vez que confrontáramos.

Paciencia, Lale...

Paciencia...

Anelía sacó su teléfono. —Déjame tirarle una foto, es que está tan chulo...

Se agachó pero la vista de la mujer pasó al teléfono nuevo de Anelía.

Y en dos segundos este le fue arrebatado de las manos. Ella quedó... ya se imaginan.

—¿Es nuevo el teléfono? —Preguntó ella mirándolo por delante y por detrás —¿Quién te la compró? ¿Tu mamá?

Anelía volteó los ojos.

¿Qué tiene que estar haciendo ella esas preguntas personales?

—Mi hermano.

—¿Y cuánto costó?

—No sé.

—Debe ser carísimo. ¡Wow!

Por la cara de Anelía y el tono que tomó su voz se notaba que se estaba cansando.

—Si.

—¿Y tu mamá?

—Bien.

—¿Sigue con el hombre ese?

—Con mi padrastro, sí.

—¡Como han durado!

¿Y a ti qué te importa?

Lo pensé pero no lo dije.

—¿Y tu mamá, Lale? ¿Está trabajando?

—Si. —y yo también me estaba cansando.

—¿Anelía, y tienes novio?

En fin... cuando mi amiga tenía puesta una cara de que no aguantaba más, la mamá de Melany se interrumpió a sí misma para ir al baño.

Por fin.

—¿Podemos reunirnos mañana en otro lugar? —nos dijo Melany algo bajito con el niño en sus brazos.

Asentimos y ella miró hacia atrás, viendo que su mamá no venía.

—Vale, mañana nos vemos que mi mamá está muy pesada. Váyanse ahora antes de salga, las libero —nos sonrió y no vi mejor momento para salir.

Nos despedimos de Melany y comenzamos a correr. O sea, que desde que empezó la escuela me han dicho dos personas con actitudes que prácticamente no me querían en su casa, y ahora no estaba sola, pues tenía a Anelía de testigo.

DOS DÍAS DESPUÉS

—No, no puedo creerlo.

—Pues créelo, Rosalía. Lo puedes creer.

—Esa mujer...

Estábamos sentadas en el parque cerca de la escuela, esperando a que fueran las 8:45 para entrar.

¿La razón? El despiste.

Ayer estábamos tan entretenidas hablando sobre el cumpleaños de Anelía que no nos percatamos del momento en que el director dijo que el primer turno era a las 8:45.

—Y como dijo "No pueden cargar al niño, le pegan el virus" —Anelía imitó la voz de la mamá de Melany entornando sus ojos y moviendo sus manos en el aire.

Me reí.

—¿Y ustedes qué hicieron? —preguntó Rosalía curiosa, y risueña, pero a la vez algo cabreada por la actitud de esa mujer.

—Yo preferí quedarme un tiempo más, al final esa mujer siempre ha sido una histérica. Vieja chancluda.

Resoplé unos cabellos que me caían en la frente y las chicas rieron.

—"Vieja chancluda" —repitió Rosalía riéndose con ganas—. Te quedó bueno... Ja.

—¡Sí, Lale, buenísimo! —se unió Anelía a la competencia de risas.

Y en primer lugar iba Rosalía imitando a una risa de guanajo...

En segundo lugar, Lale, con una risa de cerdo.

Y en tercer lugar, tenemos a Anelía con risa de ganso que se le trabó el disco... Mejor la ponemos en primer lugar. ¿Qué creen?

Ay, si me escucha...

Santa Cachucha, protégeme. Por el amor de Harry Potter.

—¿Ya prepararon las cosas? —Preguntó Rosalía. —Mi mamá me dejó al instante y desde ese momento estoy preparando todo.

—Vaya, qué bien —me sorprendí por la emoción, hicimos bien en invitarla. —A mí me falta empacar... todo.

Solté y Anelía me miró con una ceja enarcada.

—Ah porque todavía no has empacado... eso es extraño. Me extraña que siendo araña... —comenzó a asentir graciosamente con la cabeza y eso más la risa de Rosalía que se encontraba con los codos en sus rodillas e inclinada hacia adelante me hicieron estallar.

—¡Está bien, está bien! Llegué a mi casa, se lo dije a mi mamá, busqué la mochila, la lavé, la sequé con la secadora, busqué la ropa, las trusas, los biquinis, los eché en la mochila, busqué las chancletas, el maquillaje, el protector solar, el palo de selfie, y las películas de Harry Potter. ¡Solo eso, solo eso! —lo solté tan rápido y sin tomar aire que cuando terminé tuve que tragar una gran bocanada de este.

Me recuperé.

¿Y este silencio?

Lentamente giré la cabeza, primero a una, luego a la otra. Estaban boquiabiertas.

Oh, no.

—¿¿SOLO ESO?? —estallaron las dos a coro en un grito que lo sintió todo el parque y las palomas salieron volando.

Escogí los hombros y con una sonrisa inocente las miré a las dos.

— ¿Faltaba más?

—Y que no estaba emocionada, por Dios... —Anelía se dio con la palma en la frente y soltó una risilla— Más nunca pienso que lo que dices ser "solo eso" es exactamente sólo eso.

—Estoy de acuerdo contigo. —Rosalía se le unió.

— ¿Qué? ¿Las dos contra mí? No puede ser cierto. Esta es la primera visita a la playa desde un largo tiempo y la primera vez que voy con ustedes, chicas, entiéndanme. Estoy emocionada. Y más por tu cumpleaños.

— ¿Cumpleaños? —sentí una voz conocida detrás de mi espalda.

Me volteé y estaba Elizabeth de brazos cruzados.

¿Desde cuándo estaba ahí?

— ¿El cumpleaños de Anelía? ¿Y a mí no me iban a invitar?

Silencio en la sala.

No supe qué responder, quedé en PAUSE.

Al ver a Anelía se había quedado inmóvil como si jugara con las palabras. Eso fue desprevenido.

Rosalía a nuestro lado, como no tenía tanta confianza con Elizabeth decidió esperar por la respuesta de alguna de nosotras dos.

Y yo estoy esperando por Anelía.

—Como que a ti te conozco desde pequeña y por eso te iba a llevar —mi amiga me miró y luego al lado contrario— y como mi madre me dio permiso para invitar a alguien más invité a Rosalía —volvió a mirar a Elizabeth— Pero como tú siempre andas diciendo que puedes ir a la playa cuando quieras... simplemente no lo pensé. —se encogió de hombros y me quedé callada esperando a por la respuesta de Elizabeth.

—Mira qué bien, como hacen planes y no cuentan conmigo.

Arrugue las cejas y decidí darle la espalda en el banco.

Yo no le iba a responder, no tenía respuesta ni tampoco era la responsable.

—Ya veo que no estoy en su grupo de amigas.

—No, Elizabeth. No digas eso, ya te expliqué. —Se interpuso Anelía pero la chica solo negó.

—No, ya, no importa. Me voy que ya va a empezar el turno.

— ¿Ah sí? —Miré mi teléfono— Verdad que sí. Vámonos, ya.

Me levanté y ellas dos me siguieron en un pequeño grupo de tres mirando como Elizabeth parecía haberse molestado e iba caminando muy delante de nosotras.

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