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CAPÍTULO 7: El drama de mi vida

— ¡Lale, Lale ven acá...!— pero yo cerré la puerta del cuarto junto con el seguro, tiré la mochila a la cama y los zapatos los lancé por el aire. Mi mamá vino detrás a tocarme la puerta para que abriera, pero no lo hice.

Me arrodillé con la espalda en la puerta, por la que podía sentir los fuertes toques de mi mamá, y pegué la cabeza a la madera.

Tenía ganas de llorar, ganas que aguanté en el otro cuarto y que eché fuera aquí, sola.

Me gusta llorar sola, no me gusta que nadie vea mi debilidad además, no me siento bien llorando frente a alguien.

Me tapé la boca y apreté los ojos, tan fuerte como si eso reprimiera la rabia y las lágrimas que todavía se hospedaban dentro de mí.

...

Dos horas después había terminado de estudiar y hacer la tarea que mandó el profesor. De cierto modo me sentía tranquila, además había estudiado para mañana, darle una famosa "galleta sin mano" a Marley y a ese profesor.

Que debería hacerlo también con la profesora de inglés.

Ya había dejado de llorar y me habían llamado como mil veces para que saliera a comer pero no respondí. Rebelde me dicen. Pero también tenía hambre y tenía que decidir entre mi orgullo y mi hambre.

Ya me empezaba a doler la cabeza.

No pude más y salí, mi papá me vio y me dio una charla comprensiva de lo que pasó y yo le expliqué mi punto de vista. Por lo menos pude hablar y echar todo fuera, pero no me dejó de mencionar que mi hermano es más chiquito y debo cuidarlo.

Mis padres son los más buenos que existen pero tienen un defecto: no saben saber qué lado dice la verdad y se inclinan hacia el más débil y eso a mí me duele de cierta manera.

Pero vamos a dejarnos de dolor.

Cogí mi celular y abrí Whatsapp. Vi el botoncito de los estados, ese que te da intriga por tocar, sí, ese. Y entré a esa sesión de whatsapp tan rápido como pude.

Comencé a bajar buscando los más recientes, pero uno en especial me llamó la atención.

Hace rato que no me salían los estados de Mateo pero como me pidió el número hoy por la mañana...

La curiosidad me mató, chicos.

—A ver, a ver...

Bajé rápido y entré. Había fotos de él y sin querer mente sentí algo frío en mi corazón.

Fotos...

Con Carlos.

Fotos...

Con sus amigos.

Pasé rápido, pasé, pasé, hasta que...

Una foto con la chica del beso.

Los nervios me atacaron, chicos.

Él la cargaba a ella como si fuera un bebé, y ella más cara de risa no podía tener.

Cara de contenta.

Cara de put*.

Prostituta.

¿Y tú de dónde saliste, maldita perra?

Avancé a la otra porque la curiosidad de verdad mata a esta gata y fue igual, o peor.

La chica con las nalgas empinadas abrazando a Mateo por el cuello y él prácticamente tocándole las nalgas.

¿Auch?

Maldita zorra.

Lale, empezaste con tus celos

— ¡No es cierto! —grité.

—Lale... —mi papá entró al cuarto abriendo la puerta con llave y salté.

— ¿Queee? —miré lentamente como el teléfono se me cayó de las manos, brincó en el sofá y fue a parar al suelo.

Ay, Santa Cachucha.

—Hola, papá.

— ¿Qué pasó? —contesté rápido.

—Me asustaste —sonreí y él me miró raro mientras tomaba el teléfono. Le sonreí otra vez.

— ¿Quieres ir a casa de Anelía? —fruncí las cejas. ¿Desde cuándo mi papá me daba ideas así?

Lo miré rápido — ¿Qué estrella se está cayendo?

—Muy graciosa. Anda, dale, que puedes quedarte a dormir allá si quieres. Tu hermano se va a quedar hoy en casa de tu abuela porque tu mamá y yo vamos a tener una noche romántica.

Lo interrumpí con una sonrisa pícara. — ¿Eh, cómo que romántico?

—Niña, deja de joder y acaba de coger tus cosas para llevarte a casa de Anelía.

—Ay papá, tal parece que no me quieres en esta casa.

—Tú sabes que no, mi niña.

Besó mi frente y salió de la habitación.

Me encuentro de nuevo delante de la puerta de casa de Anelía, tocando cuando una voz de madre grita a los cuatro vientos.

— ¡Ya vooooy! ¡Ya voooy! ¡Anelía, abre la puertaaa!

— ¡Que estoy en el bañooo!

— ¡Ya vaaaa! ¡Ya vaaaa!

En medio de toda esa gritería me percaté de que la puerta estaba medio abierta. De seguro con la locura que hay en esa casa se les olvidó cerrarla.

La empujé y entré, cuando venía la mamá de Anelía caminando.

— ¿Y la puerta estaba abierta?

—No, con la locura que hay en esta casa no lo dudo.

Ella quedó boquiabierta y me empecé a reír. —Ay, Silvia, esta es la casa de los locos.

Me miró con una sonrisa. —no lo dudes.

Saludé a Silvia con un abrazo y ella me dio un beso en la cabeza. — ¿Te vas a quedar hoy?

Vio la mochila que tenía a sus espaldas.

—Pues sí.

—Ah, no hay problema. Si tú sabes que esta es tu casa y tú eres mi otra niña.

— ¡Y mi hermanita de alma y corazón! —gritó Anelía desde el baño y me hizo reír de ternura.

—Tú eres la hermana de Anelía y mi otra niña. —Completó Silvia —pasa para allá atrás si quieres y deja las cosas.

Esto es como tipo la mayor confianza que puede existir que llegas a casa de tu mejor amiga, saludas a todo el mundo y puedes ir hasta el cuarto.

En la sala estaba el hermano de Anelía mirando el Fútbol, la cuñada estaba en la cocina haciendo café y el padrastro de ella, casado con Silvia, estaba junto a ella en la sala.

—Laluchi. —me revolvió los cabellos.

Sonreí. — ¿Cómo está todo?

— ¡Laluchi! —no me malentiendan ni piensen que Laluchi es un apodo, es solo una forma de cariño que nos decimos cuando llego a esta casa.

La cuñada de Anelía gritó desde la cocina para saludarme y yo le guiñé un ojo. — ¿Quieres café?

—No, gracias. No me gusta. —hice una mueca y Silvia afirmó desde atrás.

—A mí sí. Yo voy a coger mi café. Pasa, Lale. Anelía horita sale del...

Una música de BTS comenzó a sonar en el pasillo. — ¡Ya salí! ¡Hola, Lale! Ven conmigo para aquí atrás

Le di una sonrisa a su mamá y con la mochila la seguí hasta el último cuarto. Anelía estaba envuelta en una toalla blanca y con la otra mano sostenía el teléfono con una alta música de BTS.

—Tú no te separas del teléfono ni en el baño ¿eh?

—No, del teléfono no, de la música. —me aclaró. —Dale, entra.

Me indicó y yo fui directo a la cama a tirar la mochila y a sentarme en ella.

—Déjame buscar la ropa para vestirme. Ve buscando la carpeta de las películas ahí que tengo algo que enseñarte

Asentí y busqué en la laptop. Anelía comenzó a vestirse bajo la toalla y cuando estaba en ropa interior se deshizo de ella.

—Se nota que hay confianza de sobra porque para vestirme frente a ti tiene que haberla. —dijo riéndose.

Me reí y es verdad.

Anelía además es algo descaradita que si es por ella se queda en ropa interior por toda la casa.

—Claro, mi vida, hablamos de 10 años de amistad.

¿No lo creen? Pues sí, llevamos casi 10 años de amistad, lo que Anelía prefiere decidirlo así.

Bueno, comenzamos a ver películas, especialmente una llamada SIREN. Ni pregunten.

Era una mezcla de miedo, con terror, con un bicho raro y con mayor de 18.

Grillos de fondo

¿Qué?

Más grillos

Soy una niña buena.

Un arito imaginario se me puso en la cabeza. También comimos unos dulces que yo había traído, escuchamos música y tuvimos una ligera discusión por saber quién maquillaba a quien.

Hicimos de modelos en la sala con su mamá de público. ¡Para qué contarles de nuestra locura!

Cuando ya todo oscureció y estábamos comiendo me puse a pensar en algunas cosas del pasado.

Siempre hay metas que siempre son imposibles de cumplir, o muy difíciles, como lo hice yo hace dos años atrás cuando dije que no volvería a caer en lo mismo, y ahora, justo en estos mementos me está pasando.

En la secundaria...

En la promesa que una vez me hice.

La promesa que yo seguramente cumpliría.

Yo me prometí a mí misma después de conocer bien la cara de Mateo que no me volvería a enamorar, ni volvería a caer en ningún hechizo de nadie más.

Y ahora dirán ustedes. ¿Tan boba es Lale?

Bueno, no es boba. El problema es que el poder del amor es demasiado fuerte, y más cuando uno está enamorado.

Pero sin embargo creo que se me está haciendo algo difícil, Mateo está tan extraño, tan diferente que me crea dudas...

— ¿Silvia?

Silvia me miró desde el sillón y Anelía fue a la cocina a dejar su plato de comida.

—Dime.

— ¿A veces te ha pasado que te haces promesas que luego son difíciles de cumplir?

Eso me salió automáticamente. Silvia me miró pensando pero luego respondió.

— ¿Me puedes dar un indicio?

—Como cuando te prometes no volver a caer en las palabras de alguien o no volver a enamorarte... -le conté todo, había confianza para eso.

—Pues en la vida te vas a enamorar, mil veces porque tú eres humana, no va a ser una, ni dos, ni tres, sino muchas más. Es la naturaleza del ser humano: enamorarse, algo que aunque te hagas una promesa tú no decides si pasa o no, lo decide la vida, lo deciden los momentos con las personas que conoces o que vas a conocer. Es algo, Lale, que no podemos dominar, no podemos controlar y mucho menor prometer o no porque ya te dije, no depende de nosotros. Es algo que, simplemente sucede. Lo tuyo será amor u obsesión.

Entonces puede ser verdad, que esté enamorada de Mateo o me estoy obsesionando como dice la mamá de Anelía.

Asentí ante lo que dijo Silvia y Anelía llegó.

— ¿Qué pasa mamá?

—Le estoy explicando a Lale que el amor es algo que no podemos controlar, solo sucede.

—Ahh... —Anelía me miró. —ya.

Pero me miró diferente como si pudiera ver el porqué de la pregunta. Como sentí que me iba a preguntar, cambié de tema.

— ¿Oigan, han sabido algo de la vida de Melany?

Anelía pareció pensarlo un momento como si hubiera tocado un punto importante para hablar.

—Tenemos que ir a verla, Lale.

Asentí.

— ¿Qué ha sido de ella? —Silvia me miró a mí para que le respondiera.

—El niño de ella ya tiene como dos años, creo. Ella ya debería haber empezado la escuela pero en la nuestra no está.

Silvia pareció interesada — ¿Y el padre del niño?

Alcé los hombros. Hace rato que no sabía nada de Melany y me tenía que planificar para ir a su casa. Quiero ver la cara de ese bebé y saber qué ha sido de ella.

—Que malas amigas somos, Anelía.

—No es que seamos malas, sino que los estudios son muchos y además, ella también se pierde y no pasa por aquí ni por tu casa. —se sinceró y su madre asintió.

—Es verdad.

—No podemos echarnos la culpa de algo que no está en nuestras manos. —se tocó la frente como una señal para que recordara para más adelante.

¡Construyendo el futuro! Okey, no.

— ¡Vamos a ver películas, Lale! — dijo Anelía.

—Shh, que estoy viendo la novela.

—Okey, mamá. —dijo Anelía.

Nos levantamos para irnos para el cuarto.

— ¡Vamos a ver Harry Potter!

—No, After. —tecleo en su laptop y buscó la película. Subió y bajó las cejas y me miró con picardía.

—Mija... ¡pero yo quería Harry Potter!

—La otra vez que fui a tu casa vimos Harry Potter, no te hagas, ahora toca After.

—Vale, vale. Bruja, After entonces.

En fin, nos pasamos la noche viendo After y Anelía hablándome de lo picante que saldría la tercera película.

Jejeje, pervertida.

Dos semanas después

Estas semanas han sido muy raras, sobretodo porque cada día Mateo estaba más cariñoso conmigo. Es extraño, más extraño de lo normal y creo que no soy la única que lo ha notado. Se ha apegado a mí de una forma increíble. Desde que empezamos la preparatoria está muy diferente a lo que era antes; Incluso, algo que me sorprendió fue que tuvo una pelea con su "novia" por mí.

Resulta que la chica se me acercó el jueves, dos días después de la caída, para decirme que no me metiera más con Mateo porque nos había visto muy pegados la otra vez en el receso, y que tuviera un poco de respeto por las relaciones ajenas.

¿Quién era su novia? Pues esa misma de los estados de Whatsapp, se juntaron ese mismo día y ya empezaba con escenitas de celos. Y conmigo.

En fin, Mateo venía de camino cuando ella me estaba cantando las cuarenta y la pelea se le revirtió en su contra.

Mateo me defendió.

Yo me quedé en shock, chicos. No podía creer lo que veía.

Le dijo que no tenía por qué meterse conmigo, que yo no le había hecho nada, que no tenía motivos, que yo era muy buena persona...

Sin embargo, se me quedó en la mente.

Mateo me defendió.

La chica se molestó y cuando salió por el pasillo, el personaje le trataba de dar la mano y ella se la soltaba.

Esa y muchas cosas más sucedieron.

Adiós, diario.

Cerré mi diario adentro del aula, estábamos en turno libre y me aseguré de haberle puesto el candado.

—Lale, vamos afuera. —me dijo Rosalía con los codos sobre la mesa.

Guardé mi diario y cerré la mochila —Vamos, pero rápido que horita viene el profesor y esta vez no dejaré que quien tú sabes empiece.

Ella entendió que me refería a Marley y se rió.

—Dale, dale.

—Tengo que hacerle una visita a Melany —le dije a Rosalía estando afuera—. No la veo desde que salió embarazada.

— ¿Cuándo vas a ir?

Otras personas más salieron de mi aula para esperar al profesor.

—No lo sé, tiene que ser un día que no tenga tantas tareas o trabajos que hacer. —Hice un leve movimiento para estirar mi cuello— Esta escuela me tiene demasiado cansada.

—Y a mí.

—Sí, Rosalía, pero tú no coges lucha. Yo sí.

Cada día Marley es un motivo de estrés más, con su perfección y cabello rojo que al parecer no es suficiente para destacarse. Ella quiere más, quiere toda la atención, quiere ser la primera y definitivamente eso no me gusta.

—Te hacen falta unas vacaciones para descansar.

— ¿Alguien habló de vacaciones? —dijo una voz a mis espaldas.

Anelía se había aparecido como por arte de magia.

—Hacen falta. —dijo Rosalía.

—Pues les tengo una nueva noticia —Anelía se ponía en puntitas de pie y luego pegaba los talones al suelo.

La miré.

— ¿Es tan emocionante que no puedes estarte quieta?

Asintió dándome la razón.

—Pues sí, ni te imaginas

— ¡Suéltalo ya, mujer! —Rosalía estaba tan intrigada como yo.

Anelía decidió jugar con nuestras mentes manteniéndose en silencio por unos segundos y mirándonos misteriosamente...

—Anelía...

—Dentro de poco una personita de aquí cumple años... —miró alrededor y se puso un cabello detrás de la oreja.

— ¿Quién, Lale? —preguntó Rosalía a mi lado.

Sonreí y la miré negando para luego ladear la cabeza hacia la bruja aquí presente.

—La bruja cumple dentro de unos días —le aclaré.

Rosalía abrió los ojos y la boca para transformarla en una nueva sonrisa y asentir.

— ¡Wao! Qué bueno, ¿y qué vas a hacer?

—Eso es sorpresa. —enarqué una ceja y luego entrecerré los ojos. Rosalía se rió.

—Eso es para que nos intriguemos.

—No, Lale, es que aún no es seguro... —Anelía miró a Rosalía— La celebración de mi cumpleaños siempre lo hago con Lale, pero voy a hablar con mi mamá informándole que hay una nueva en nuestro clan.

Ambas le sonreímos a Rosalía y ella se confundió.

— ¿Qué? No lo entiendo.

—Sea cual sea lo que Anelía va a hacer para su cumpleaños, tú te vas con nosotras. —le afirme y se le dibujó una sonrisa en su rostro.

—Eres nuestra nueva amiga y no te dejaremos atrás.

—De seguro que no.

—Gracias, chicas. Las quiero y seguro la vamos a pasar muy bien dondequiera que sea.

Sonreí al ver que ellas dos se llevaban tan bien y estuviéramos haciendo planes juntas. Rosalía entraría en nuestro grupo de amigas y Anelía ha dejado a un lado sus celos locos.

—Le haré una visita a Melany. —afirmé convencida y ellas me miraron rápidamente.

Ya estaba decidido, iba a ver a mi amiga que seguro tendría una vida difícil con su niño. Anelía no se quedó atrás, me miró fijamente y me dijo

—Y yo voy contigo.

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