CAPÍTULO 5: Son solo imaginaciones suyas
Capítulo cinco.
Caí rendida en mi silla. Les juro que todo se me apagó en ese momento, absolutamente todo. Es como si fueras una mosca y te atraparan en un recipiente de plástico, donde todo se pusiera borroso y las voces fueran lejanas. Así me sentía yo.
Estaba completamente metida en mis pensamientos, pero a la vez no lo estaba; sino que mi cabeza pensaba cosas sin sentido, cosas como...
Mateo besó a una chica...
Delante de mis ojos...
¿En serio la besó?
O estoy teniendo alucinaciones.
Es como si toda la razón que tuviera en ese momento se me fuera por un puente para abajo. Chicos, estoy en shock. Por fuera estoy totalmente quieta y no sé por qué en estos momentos solo pienso en reír, en disimular, mientras que por dentro estoy confusa. Es como si le pusieran un botón de pausa a mi cerebro.
Suspiré y volví a mirar. No me hago daño, es solo que quiero comprobar si es cierto.
Lo vi y confirmé, Mateo estaba abrazando a la chica por la espalda baja mientras que ella estaba de espaldas a mí, a la clase.
Me concentré en mirar a un punto fijo, como si me quedara dormida con los ojos abiertos, adoro hacer eso.
Qué linda está la mesa.
Miré hacia atrás con una sonrisa. Qué color más bello tiene la pared.
¿Desde cuándo hay telarañas en el techo?
Ahora que me doy cuenta, Mateo la tarde de ayer andaba algo distraído con su teléfono. ¿Estaría escribiéndose con ella? ¿Con esa chica que está abrazando ahora delante de mis ojos?
Las dudas no me dejan en paz y atacan a mi mente tan pero tan fuerte que me quedo noqueada. No me lo esperaba, en serio que no.
Vi por el rabillo del ojo como se fueron juntos para atrás y las voces se volvieron a apagar. Voltee la cabeza pues pude sentir la mirada de Rosalía sobre mí, sin embargo yo solo quería salir de este choque repentino. Quería despertar ya, o sea, pellízquenme.
A ver si me entienden: hoy en la mañana estaba súper cariñoso conmigo, me hizo pensar que no se... que ya yo sabía todo de él, que éramos buenos amigos y que nada malo me haría bajar de la nube en que estaba, apartando al señor cara-suelo.
-¿Señorita Lale, está prestando atención a la clase? –Sentí muy lejana la voz del profesor.
Esperen, ¿del profesor? ¿Estamos en clases?
En una sacudida de cabeza salí de mi estado de shock. -¿Qué?
-Ya veo que no estaba prestando atención a mi clase. –habló el profesor que tenía un tubo de ensayo en la mano derecha y una bata blanca, mirándome seriamente.
Pude sentir hasta escalofríos. Definitivamente hoy no es mi día, de seguro que no.
-Veremos si estaba prestando atención... -se dio la vuelta y yo abrí los ojos como platos.
¿Qué me pasaba? ¿Qué estaba haciendo mal? Maldita sea, esto lo tengo que arreglar. Estoy llamando mucho la atención en la escuela y no es perfectamente para bien.
El profesor se volteó después de poner una ecuación química con varios espacios, según yo para completar, en la pizarra.
-Dígame, Lale. ¿Qué sucede cuando mezclamos potasio con oxígeno? ¿Qué se obtiene? Dígame la formula, si es metal o no metal y las principales propiedades de la reacción química. –Dijo el profesor tan serio que daba miedo y por dentro yo tenía unas ganas de llorar inmensas.
Suelo ser muy sensible con los temas de la escuela y me habían tomado desprevenida. Sentí una mano que se alzó atrás de mí por el rabillo del ojo, y cuando miré hacia atrás...
Era Marley.
Tenía la mano tan levantada como quien dice: aquí la reina soy yo, la que sabe más soy yo y yo demuestro que nadie me va a quitar el trono.
En ese momento más apenada no podía estar, así que miré al profesor que estaba con sus ojos sobre mí en la misma pose que la última vez, y negué. –No lo sé, profesor.
-No lo sabe... -Hizo una ligera mirada a Marley y luego la devolvió a mí. Tragué seco, estaba hecha una bola de nervios arrepentida por no estar prestando atención en ese momento. -¿En qué grupo y período se encuentra la sustancia representada en la pizarra? –Señaló hacia atrás y sentí muy bien como Marley levantó la mano otra vez como loca, queriendo llamar la atención. Rosalía me miraba con el rabillo del ojo como quien no quisiera estar en mi lugar, y los chicos que estaban sentados frente a mí se voltearon sobre sus espaldas.
Volví a negar, -No lo sé, señor. Disculpe. –El hombre asintió y señaló a Marley con la barbilla, y todos dejaron de mirarme mal para mirarla a ella con su larga explicación.
-Por favor, profesor. ¿Quién no se sabría eso? Al mezclar potasio con oxígeno se obtiene Óxido de Potasio (I) y este es un óxido metálico, sus propiedades son...
Pero el profesor la interrumpió. –Eso era lo que tenía que responder Lale, pero al parecer mi clase le resulta lo suficientemente aburrida como para atender y responder bien un ejercicio. –Hizo una fina línea con sus labios –Sin embargo, en el próximo turno de clases voy a evaluar a su compañera Lale para ver si aprendió la lección del día de hoy. –y dijo eso sin ni siquiera mirarme, declarándolo al aula como la nota de una prueba suspenso.
Y todos mis compañeros centraron su mirada sobre mí, Rosalía me miraba sorprendida, Marley con algo de lastima y Mateo... Mateo, parecía sorprendido igual, mirando al profesor y a mí alternativamente.
Decidí desviar la mirada al otro lado para no pasar más vergüenza, y menos delante de él. Después de eso no me distraje más hasta que sonó el timbre que indicaba el pase de clases.
-Pir favor, prifisir. ¿Quin ni sibria isi? – me burlé con rabia cuando salí afuera a tomar aire con Rosalía, lo necesitaba, el estrés me estaba consumiendo. –idiota. –hice una bola de papel con una de las hojas de la libreta y la tire del balcón para abajo. -¿Solo sabe demostrar que es mejor que todo el mundo o qué? ¿Estoy equivocada?
Rosalía me miró sin nada que decir. Lo que más quería hacer ahora era darle golpes a una casa de cartón en Nueva York. ¿Por qué en Nueva York? Porque estoy estresada y me da lo mismo el lugar en el que sea.
Por dentro todo se me revolvía y me empezaba a doler la cabeza.
-Lale, pero no te estreses, mi vida. Ayer te estresaste con la profesora de inglés, hoy con el de química. ¡Vas a terminar fajada con todos los profesores de la escuela! –dijo a modo de broma pero a mí no me causó ninguna gracia, al contrario.
Yo sí me tomaba en serio ese asunto.
A ver, si yo no soy autosuficiente con los demás ¿Por qué lo tienen que ser conmigo?
-Ese no es el problema, sino que son muchas cosas sucediendo a la misma vez.
-¿Qué cosas?
-¿Qué cosas? Lo de ayer, luego hoy por la mañana que todo parecía más raro de lo normal, luego la caída, luego yo no estaba atendiendo a la clase y ahora estoy estresada por culpa de dos personas.
Rosalía mi insistió para que le siguiera contando. -¿Qué personas? – y le iba a responder sino fuera porque una de ellas estuviera saliendo del aula ahora.
Me quedé callada...
-¿Lale?
-Espera que pase la gente...
Entonces esperé a que Mateo, alias la gente, pasara para que no oyera la conversación, pero lo primero que hizo en esta vida fue ir hacia donde estaba yo con una inmensa curiosidad que se le notaba en los ojos.
Me paralicé.
-Lale... Mi corazón, mi vida, mi amor.
Oh, no.
Díganme que lo último no lo dijo en serio. Fue como si hicieran un tic en el botón nervioso de mi cuerpo.
-Te vi rara hoy, estabas, no sé... no estabas en la clase ¿Qué te sucedió hoy con el profesor de química? -así que hice como si estuviera apenada y subí los hombros.
-Solo que no tenía la mente en la clase, últimamente estoy... -busqué las palabras exactas- algo distraída. -y me reí para aliviar la tensión que yo misma había creado.
-Ya lo noto -me puso la mano en el hombro para meterse los cordones del zapato por dentro, así sin más, sin pedir permiso ni nada.
-Mateo, alumna pero no columna, por favor. -Le dije disimulando una sonrisa para que no pensara que me molestara que él estuviera así, por el contrario.
Pero... esperen. Ahora que me doy cuenta. ¿Qué mosco le picó a Mateo?
Si más no recuerdo ayer mismo prácticamente me echó de su casa cuando su mamá estaba hablando conmigo. Fue como si no me conociera, como si ni fuéramos amigos y yo estuviera estorbando. Cosa que, me dolió en ese momento, pero como después mi profesor me cachó, eso me distrajo y mi mente vio todo de otra perspectiva.
Es como si le añadieran azúcar al amargo café. Eso me ayudó un poco, pero ahora que me pongo a pensar...
Si ayer estaba tan distante y antipático, ¿por qué hoy está tan cariñoso?
¿Ayer casi me botaste de tu casa y hoy tanto me amas?
Rosalía se quedó inmóvil en su lugar, mirando a Mateo con una expresión rara en la cara; yo por el contrario, cada vez que alguien me miraba me alzaba las cejas o me hacía señas raras.
¿Qué le pasa al mundo hoy? ¿Acaso se volteó de cabeza? Las cosas han cambiado mucho y definitivamente me estoy mareando, pero tranquilos que no me voy a caer, no si tengo a Mateo al lado, literalmente.
Ok, no.
Pensé que Mateo haría un chiste de muy mal gusto ante mi comentario, que enarcaría la ceja y me miraría raro, pero no hizo nada de eso, sino que obvió lo que yo dije con una sonrisa y se mojó los labios.
—Lale, dice mi mamá que te perdiste tremenda comida. —dijo con un tono de voz que agrandaba todo lo que decía. Ya sabes, cuando quieres echarle en cara a alguien que se perdió la fiesta de cumpleaños de la que siempre le hablaste. Algo así. —sobró hasta comida pero el comilón del Carlos, tú sabes... tragó como una serpiente.
De repente me reí ante su comentario. Al parecer ese Carlos era el motivo de burla de Mateo, a ese al que siempre le gastaban bromas en el aula o en cualquier lugar, o que pagaba la cuenta de lo que hacían los otros solo por no saberse defender o no ser lo suficientemente perspicaz.
—Mateo... —me reí aún más fuerte ante sus ocurrencias. De pronto pensé que estábamos él y yo adentro de una escena de comedia y como que compartir ese momento con él me agradaba. — ¿Por qué eres tan malo con el pobre chico?
Él subió los hombros y me miró de reojo escondiendo sus labios, como quien dice "miraaaa" —Él es el que da los motivos.
¿Da los motivos? Me da gracia la manera de ser de él, de cómo toma todo a lo sencillo y prefiere reírse de las cosas antes de encapricharse con estas.
Ay Mateo.
Por unos momentos, solo breves momentos, se me olvidó que Rosalía estaba a nuestro lado, y cuando me percaté de ella otra vez solo estaba mirando su teléfono y de reojo me observaba a mí y a Mateo.
Maldita sea, se me olvidó que ella estaba ahí
—Bueno si tú lo dices... no tengo nada que cuestionar, a fin de cuentas tú eres el que lo conoce. —debatí tratando de no apagar el tema que había surgido entre nosotros. Quería saber más, hablar más, eso me motiva y me distrae antes de volver de nuevo a esa maldita clase del demonio.
Lale, organízate.
Ok, Lisa, está bien
Lale, no me has presentado.
¿Que no te presenté?
No
Bueno, lo siento mucho. Chicos, ella es Lisa, mi conciencia. Espero se lleven bien con ella a pesar de que es algo metiche y...
¡No soy metiche!
Que sí lo eres.
¡Que no lo soy!
Que sí.
Lale, Mateo está esperando por ti, creo que te preguntó algo.
¿Ah sí? ¡Pues sale de aquí! Shu, Shu.
Nooo, que me quiero enterar del chisme.
De todas formas no te puedes ir pero si te quedas y haces algo que me perjudique, como nervios o risitas, ya sabes para dónde vas.
Sí, sí, para el cajón de las conciencias.
Buena chica, ahora ¡Calladita, Lisa!
—Es que a él le gusta que lo molesten y yo... solo le hago el favor. Al fin y al cabo cuando alguien no quiere que le hagan algo simplemente lo dice seriamente, tipo "bro, no me gusta que me hagas esas cosas" y ya se resuelve, pero él no, él es masoquista y por eso le pasan esas cosas.
Corrección, le pasan no, tú se las haces
Me acomodé uno de los cabellos detrás de la oreja y dirigí mi mirada a Rosalía que al parecer ya se había cansado de mirar su celular y su temblorcito intencional en la pierna hizo que me percatara que estaba impaciente.
¿Hace cuánto tiempo estuvo así? Tenía su dedo índice en el cachete y el del medio debajo de su barbilla mientras hacía con sus labios una fina línea.
— ¿Qué? —reaccioné.
—No, nada... —dijo y devolvió la vista al teléfono en un ligero vuelco de ojos.
Por dentro me dieron hasta ganas de reírme de su reacción. Y no me miraba, me quedé procesándolo todo en mi mente pero nada entraba, el dispositivo no era compatible.
Rayos.
La vista comenzó a pesarme cuando más personas pasaban por los pasillos.
Mateo sacó su teléfono y revisó sus estados de Whatsapp, pasándolos súper rápido como quien los veía solo para quitarse un peso de encima y luego metió su celular de vuelta en su bolsillo.
Y entonces me iba a cachar mirándolo, pero yo traté rápidamente de enfocarme en lo que había frente a mí, pero definitivamente no me esperaba lo que me encontré.
Anelía parada de brazos cruzados entre la multitud como estatua en Nueva York —no sé por qué ese nombre no lo saco de mi lengua— mirándonos alternadamente a Mateo y a mí, sin que él se percatara.
De repente sentí nervios, como si ella fuera a hacer algo que no me gustaría, como si por primera vez en mucho tiempo le dirigiera la palabra a...
—Mateo. —le dijo Anelía así de directa. Abrí los ojos como platos y miré para otro lugar pasándome la mano por el cabello. ¿Qué va a hacer esta niña? — ¿Y tú desde cuando eres tan cariñoso con Lale?
Ciertamente esa pregunta yo estaba loca por hacerla, pero digamos que... no tenía el valor.
— ¿Qué dices Anelía? Yo siempre he sido así... con Lale... —pude detectar en Mateo un cambio de actitud, la sonrisa y la cara de niño en cumpleaños se le sustituyó por una defensiva. Su ceño se arrugó y por instinto retrocedió dos pasos atrás.
Sinceramente, yo también quisiera saber esa respuesta.
— ¿No es verdad, Lale? —preguntó así como así, como si quisiera soltarme el peso de la conversación a mí.
Si... si... como no, siempre has sido así. Como no...
Mateo miró el reloj de su teléfono y con una expresión apenada dijo: —Bueno, ya tengo que irme. Lale, mi vida, nos vemos. Anelía.
Y comenzó a caminar rápidamente hacia las escaleras. Me quedé observándolo con el ceño fruncido y Rosalía cuando volteó a verme tenía la misma expresión de desconcierto que yo.
—A mí me huele extraño esto, de que ayer me dijiste que prácticamente te echó de la casa y que hoy esté siendo así, tan cariñoso. —me dijo Anelía mirando el lugar por donde Mateo se fue y con un tono de voz tan serio que dudé por un momento que fuera de ella.
Rosalía avanzó dos pasos hacia nosotras guardando su teléfono —Sinceramente también me resultó extraño pero preferí no decir nada porque veo a Lale feliz.
Feliz...
Feliz...
¿Tanto se me notaba? Y yo que pensaba que sabía esconder bien mis emociones. De pronto todo esto me pareció bobo, a ver, era cierto que Mateo está últimamente raro, ¿pero no se han puesto a pensar si es conmigo solamente o es con todo el mundo?
Son cosas de su imaginación, muchas veces Mateo actúa así y prefiero no hacerle mucho caso así que...
—Ay chicas, seguro solo son imaginaciones de ustedes.
Entré al aula y tomé mi mochila ya que era la única que quedaba adentro.
Rosalía y Anelía se quedaron atrás murmurando cosas, y yo me volteé y llamé su atención. ¿No que el primer día Anelía estaba muerta de celos? ¿Y ahora susurrando sin mí?
— ¿Chicas? ¡Vámonos ya!
Me quedé parada esperando. Rosalía le dio una mirada Anelía.
Anelía miró a Rosalía.
Y movieron sus pies para venir detrás de mí.
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