Capítulo 40: El final
Al día siguiente, llegué a la puerta de Mateo, era su cumpleaños, así que vine con una tarta en las manos. Estaba emocionada por darle una sorpresa. Llamé al timbre, pero nadie abría. Decidí probar si la puerta estaba abierta y, para mi sorpresa, lo estaba. Entré en silencio y escuché voces que provienían del salón.
Pude distinguir la voz de Carlos, el amigo de Mateo, desde el salón.
-Tío, ¿y Lale para cuándo? ¿Para cuándo le pides que sea tu novia? La chica se lo merece después de todo lo que hace por ti.
Me detengo en seco, con el corazón latiéndome con fuerza en el pecho.
Luego escuché la risa de Mateo.
-¿Lale? No seas idiota, Carlos. Ella es solo una amiga.
-¿Amiga? - dijo Carlos con incredulidad- ¿Aún después de todo lo que han pasado juntos? ¿Después de todas las citas, los besos, las noches en vela...?
Mateo respondió riendo de nuevo.
-Si, ella es amiga mía. Amiga... complaciente.
El aire en la habitación se volvió denso, y mi corazón se hundió en mi pecho. La risa de Mateo resonaba en mis oídos, pero las palabras de Carlos eran las que realmente me golpeaban. ¿Amiga complaciente? ¿Eso era lo que pensaba Mateo de mí?
Me quedé paralizada en la entrada, la tarta aún en mis manos, sintiendo que el mundo se desmoronaba a mi alrededor. ¿Era todo lo que había creído una ilusión? Me había preparado para confesarle mis sentimientos, y ahora me enfrentaba a esta cruda realidad.
Carlos continuó, sin saber que yo estaba allí. -Vamos, Mateo. No puedes negar lo evidente. La química entre ustedes es innegable.
-Química, sí. Pero eso no significa que sea algo más. -Mateo sonó tan seguro de sí mismo, y eso me dolía aún más.
El nudo en mi estómago se apretó. ¿Era posible que él no viera lo que yo sentía? ¿Que no se diera cuenta de la conexión que teníamos? Mis pensamientos comenzaron a girar en torno a la idea de que tal vez nunca había sido suficiente para él.
-¿Y qué hay de esos besos? -insistió Carlos-. Eso no es solo amistad.
Mateo soltó una risa más, pero esta vez sonó forzada. -Son solo momentos divertidos, Carlos. No hay nada serio entre nosotros.
Fue como si me hubieran dado una bofetada. En ese instante, decidí que no podía quedarme ahí escuchando más. Retrocedí lentamente, sintiendo cómo las lágrimas amenazaban con salir. No podía permitir que me viesen así. Tenía que salir de allí antes de que me rompiera el corazón por completo.
Cuando finalmente salí de la casa, el aire fresco me golpeó el rostro y traté de calmarme. La tarta se sentía pesada en mis manos; era un símbolo de todo lo que había planeado y de la decepción que ahora me invadía.
Mientras caminaba sin rumbo fijo, las palabras de Rosalia y Anelia resonaban en mi mente: "Siempre tendrás nuestro apoyo". Necesitaba hablar con ellas, desahogar todo lo que sentía. Pero, ¿cómo podía hacerlo ahora? La idea de enfrentar a Mateo después de lo que había escuchado parecía imposible.
Finalmente, llegué al parque donde solíamos encontrarnos. Me senté en un banco y dejé escapar un suspiro profundo, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a deslizarse por mis mejillas. Todo lo que había imaginado para su cumpleaños se desvanecía ante mis ojos.
Justo cuando pensaba que todo estaba perdido, mi teléfono vibró en el bolsillo. Era un mensaje de Mateo:
"¡Hey! ¿Dónde estás? Te estaba esperando para celebrar mi cumpleaños."
Mis manos temblaron mientras leía el mensaje. ¿Debería responder? ¿Debería decirle lo que había escuchado? Pero, ¿qué sentido tendría si él no veía lo que había entre nosotros?
Decidí no contestar de inmediato. Necesitaba tiempo para pensar, para procesar lo que había escuchado y lo que realmente quería. Tal vez era hora de dejar de lado mis ilusiones y aceptar la realidad: tal vez Mateo y yo éramos solo amigos después de todo.
***
Con el corazón aún agitado por la confusión y el dolor, me levanté del banco y decidí que no podía seguir así. Era hora de tomar el control de mi vida y dejar atrás lo que había estado consumiéndome. Con cada paso que daba hacia mi casa, me sentía más decidida. Tenía que hablar con Rosalia y Anelia, necesitaba su apoyo.
Al llegar, rápidamente me dio una ducha para despejar mi mente. El agua caliente caía sobre mi, arrastrando la tristeza y la incertidumbre. Me miré en el espejo y, por primera vez en mucho tiempo, me vi fuerte. Era hora de ser honesta conmigo misma y con mis amigas.
Tomé mi teléfono y escribí un mensaje a Rosalia: "¿Pueden venir a mi casa? Necesito hablar con ustedes". En cuestión de minutos, recibí una respuesta afirmativa. Mientras esperaba, me preparé una infusión de hierbas para calmarme. La ansiedad burbujeaba en mi interior, pero sabía que esto era necesario.
Cuando mis amigas llegaron, las recibí con un abrazo. La familiaridad de sus risas y la calidez de su presencia me reconfortaron. Las tres nos acomodamos en el sofá, y sentí que era el momento de abrirme.
-Chicas, necesito contarles algo -comencé, sintiendo cómo las palabras se agolpaban en mi garganta-. Lo que escuché esta tarde... No sé por dónde empezar.
Rosalia me miró con preocupación. -¿Qué pasó? ¿Estás bien?
-No realmente -respondí Lale, sintiendo que la vulnerabilidad me invadía-. Estaba en casa de Mateo, y escuché una conversación entre él y Carlos. Hablaban sobre nosotros... sobre mí.
Anelia frunció el ceño. -¿Qué dijeron?
Tomé aire y continué: -Mateo dijo que lo que hay entre nosotros no es más que amistad. Que los besos no significan nada serio. Me siento tan estúpida por haber creído que había algo más.
Mis amigas intercambiaron miradas de sorpresa y tristeza. Rosalia tomó mi mano y me dio un apretón reconfortante. -No eres estúpida. A veces, las personas no ven lo que tienen frente a ellas.
-Pero yo me he hecho ilusiones, he estado esperando este momento... -sentí que las lágrimas amenazaban con salir de nuevo-. Y ahora me doy cuenta de que solo soy una amiga complaciente para él.
Anelia se inclinó hacia adelante, con determinación en sus ojos. -Eso no es lo que mereces, Lale. Mereces a alguien que te valore por completo, que vea lo increíble que eres.
Asentí, sintiendo cómo sus palabras resonaban en mi interior. -Tienes razón. No puedo seguir aferrándome a algo que nunca existió realmente. Es hora de dejarlo ir.
Rosalia sonrió, alentadora. -Entonces, ¿qué piensas hacer?
-Voy a hablar con él -dije con firmeza-. Necesito decirle cómo me siento y cerrar este capítulo de una vez por todas.
Anelia sonrió con orgullo. -Eso es lo que necesitamos escuchar. Eres fuerte, Lale. No dejes que nadie te haga sentir menos.
Con una nueva determinación en mi corazón, me sentí lista para enfrentar a Mateo. Sabía que sería doloroso, pero también sabía que era un paso necesario para liberarme de la confusión y el dolor que había estado cargando.
Las tres amigas nos abrazamos, y sentí que la energía positiva de mis compañeras me envolvía como una manta cálida. Con el apoyo de Rosalia y Anelia, estaba lista para dar el siguiente paso hacia mi propia felicidad
Tiempo después me sené en el borde de mi cama, nerviosa pero decidida. Había pasado un par de horas desde que había hablado con Rosalia y Anelia, y ahora el momento de enfrentar a Mateo había llegado. Con el corazón latiendo con fuerza, tomé mi teléfono y le envié un mensaje: "¿Podemos hablar? Es importante".
Mateo respondió rápidamente: "Claro, ¿dónde?".
-En mi casa -escribí, sintiendo cómo la ansiedad me invadía.
Poco después, escuché el timbre. Me levanté y, tras un último suspiro profundo, abrí la puerta. Mateo estaba allí, con una expresión despreocupada que me hizo sentir aún más nerviosa. Entró y nos sentamos en el sofá.
-¿Qué pasa? Te ves un poco seria -dijo él, sonriendo de manera casual.
Me obligué a mantener la mirada fija en él. -Mateo, necesito que hablemos sobre lo que escuché esta tarde.
La sonrisa de Mateo se desvaneció lentamente. -¿Sobre qué?
-Sobre lo que dijiste con Carlos. Sobre nosotros. -Mi voz tembló ligeramente, pero me mantuve firme-. Dijiste que entre nosotros no hay nada más que amistad.
Mateo frunció el ceño. -Lale, yo... no sé qué escuchaste, pero...
-No me digas que no es cierto -interrumpí, sintiendo cómo la frustración comenzaba a brotar-. Escuché todo. Hablaste de mí como si solo fuera una amiga para ti.
Mateo se quedó en silencio por un momento, como si estuviera buscando las palabras adecuadas. Finalmente, dijo: -Lale, yo nunca quise hacerte daño. Pero la verdad es que entre nosotros nunca ha habido nada más que una buena amistad. Nunca lo vi de otra manera.
Las palabras de Mateo fueron como un balde de agua fría. Sentí cómo mi corazón se rompía en mil pedazos. -¿Nunca? -pregunté, mi voz apenas era un susurro-. Los besos, las noches juntos... ¿nada de eso significó algo para ti?
-No sé... quizás en el momento fue divertido, pero no era serio -respondió él, encogiéndose de hombros-. No quiero que te sientas mal, pero siempre pensé que éramos solo amigos.
Sentí que las lágrimas amenazaban con salir de nuevo. -Así que todo este tiempo he estado ilusionándome con algo que nunca existió para ti. Me hiciste creer que había algo especial entre nosotros.
Mateo pareció incómodo y evitó mi mirada. -No era mi intención que te sintieras así. Solo disfruté el tiempo que pasamos juntos.
-¿Disfrutaste? -repetí, sintiendo cómo la rabia empezaba a reemplazar la tristeza-. ¿Eso es todo lo que significo para ti? ¿Una diversión pasajera?
Mateo se pasó la mano por el cabello, frustrado. -No quise ofenderte. La vida es complicada y no siempre sabemos lo que queremos.
Me levanté del sofá, sintiéndome traicionada y herida. -¿Complicada? ¿O simplemente no te importa lo suficiente como para intentar entenderme? No puedo seguir así, Mateo. No puedo ser solo una amiga más en tu vida.
Mateo se puso de pie también, intentando acercarse a mi. -Lale, espera...
Pero retrocedí, sacudiendo la cabeza. -No quiero seguir siendo una opción para ti. Mereces ser feliz, pero yo también merezco algo real.
Con esas palabras resonando en el aire, sentí una mezcla de tristeza y liberación. Sabía que esta conversación era dolorosa, pero también era necesaria para dejar atrás lo que nunca fue.
-Me voy -dije con firmeza-. Necesito tiempo para procesar esto.
Mateo me miró con desánimo, pero no dijo nada más. Salí del salón, sintiendo cómo la tristeza y la rabia se entrelazaban en mi pecho. Cada paso que daba hacia mi habitación era un acto de liberación, pero también de dolor. Sin embargo, antes de llegar a la puerta, escuché la voz de Mateo detrás de mí.
-¡Lale, espera! No puedes actuar así. Estás siendo trágica.
Las palabras de Mateo resonaron en mi mente como un eco hiriente. Me detuvé por un instante, sintiendo que el aire se me escapaba. Pero en lugar de volverme, decidí seguir adelante. No quería entrar en una discusión más que solo alimentaría mi dolor.
-No voy a quedarme aquí para escuchar más de lo mismo -respondí, sin girarme-. No necesito tu aprobación ni tu comprensión.
Mateo me siguió, intentando alcanzar mi mirada. -Lale, no es necesario que te pongas así. Solo estoy tratando de ser honesto contigo.
-¿Honesto? -repliqué, girándome finalmente para enfrentarlo-. ¿Eso es lo que llamas honestidad? Porque para mí, suena más a desprecio. No estoy aquí para ser tu entretenimiento ni para que me digas cómo debo sentirme.
Mateo frunció el ceño, claramente frustrado. -No estoy despreciándote. Solo creo que estás exagerando la situación.
Sentí cómo una oleada de determinación me invadía. En ese momento, comprendí que no podía permitir que Mateo dictara mi valía ni mis emociones. -¿Exagerando? -dije con firmeza-. He estado ignorando mis propios sentimientos por demasiado tiempo, tratando de encajar en algo que nunca fue real. Eso es lo trágico.
Mateo abrió la boca para responder, pero no le di la oportunidad. Me di cuenta de que este era el momento que necesitaba para dejar atrás las inseguridades que había permitido que él sembrara en mí.
-He estado buscando tu aprobación y tu cariño como si dependiera de eso para sentirme bien conmigo misma -continué-. Pero ya no quiero eso. Quiero ser suficiente por mí misma.
Con cada palabra, sentía que mi confianza crecía. Ya no era la chica que se escondía detrás de una amistad incierta; estaba comenzando a definirme a mí misma por lo que realmente era: una persona valiosa y digna de amor, no solo de un amor superficial.
Mateo me miró con sorpresa, como si estuviera viendo a alguien completamente nuevo. -Lale...
-No -interrumpí-. No quiero más excusas ni más juegos emocionales. Necesito tiempo para mí y para entender quién soy sin ti.
Mateo se cruzó de brazos, mirando hacia ella con una confianza que le resultaba irritante.- Dije que nunca te hice daño, Lale. No es mi culpa que te hayas enamorado de mí. Siempre te dejé claro que solo éramos amigos.
Me detuve en seco cuando escuché las palabras de Mateo, sintiendo cómo un escalofrío me recorría la espalda. No podía creer lo que estaba escuchando. Me di la vuelta, mi corazón latiendo con fuerza, y lo miré con incredulidad.
-¿Qué acabas de decir? -pregunté, tratando de mantener la calma, aunque mi voz temblaba ligeramente.
Las palabras de Mateo eran como cuchillos afilados. Sentí cómo la ira comenzaba a burbujear en mi interior. -¿Amigos? ¿Eso es todo lo que crees que somos? -mi voz se volvió más fuerte-. ¿Y qué hay de los momentos que compartimos? ¿Las risas? ¿Las confidencias? ¿Todo eso no significa nada para ti?
Mateo se encogió de hombros, desinteresado. -No entiendo por qué estás siendo tan dramática. Solo porque tú decidiste sentir algo más no significa que yo tenga que cargar con eso. No tengo por qué aguantar este drama.
Sentí que el aire se me escapaba. La mezcla de dolor y rabia me inundó. Era como si cada palabra de Mateo fuera un golpe directo a mi autoestima, un recordatorio cruel de que mis sentimientos no eran válidos. Me di cuenta de que estaba comenzando a cambiar, y no de una manera positiva.
-¿Drama? -repetí, casi riendo con desdén-. No soy yo quien está actuando como si estuviera en una obra de teatro. Eres tú quien se niega a ver lo que ha estado sucediendo entre nosotros. No puedes simplemente desestimar mis sentimientos así como así.
Mateo me miró con una expresión de aburrimiento, como si estuviera lidiando con un niño caprichoso. -Lo que sientes no es mi problema, Lale. Siempre te he dejado claro que no me interesabas de esa manera. Si decidiste idealizar nuestra amistad, eso es algo que debes resolver tú.
En ese momento, la rabia se transformaba en una especie de poder oscuro dentro de mi. La herida se convirtió en una chispa que encendió mi determinación. Si Mateo no iba a reconocer mis sentimientos, entonces yo tomaría el control de la situación de otra manera.
-¿Sabes qué? -dije con voz fría y calculadora-. Estoy cansada de ser la buena amiga que siempre intenta entenderte y complacer tus deseos. Si no puedes ver lo valiosa que soy, entonces es tu pérdida.
Mateo arqueó una ceja, sorprendido por el cambio en su tono. -¿Qué intentas decirme?
Sonreí, pero no era una sonrisa amable; era una sonrisa desafiante, casi malévola. -Que ya no necesito tu aprobación ni tu amistad para sentirme bien conmigo misma. Si piensas que puedes desestimar mis sentimientos y salirte con la tuya, estás muy equivocado.
Mateo retrocedió un paso, como si hubiera sido golpeado por la intensidad de mi mirada. Sentí una satisfacción oscura al verlo dudar. Ya no era la chica herida; ahora era alguien dispuesta a luchar por mí misma.
-Así que sigue adelante y sigue creyendo que eres el héroe de esta historia -continué con mi voz firme-. Pero recuerda esto: las personas pueden cambiar, y yo estoy lista para dejar atrás a quien no me valora.
Con esas palabras, me di media vuelta y me alejé, sintiendo cómo el poder fluía a través de mí. Había tomado una decisión: ya no sería la víctima en esta historia. Si Mateo quería ignorar mis sentimientos, entonces podía jugar el mismo juego, pero con reglas completamente diferentes.
Mientras cerraba la puerta, noté una mezcla de liberación y determinación. Era hora de convertirme en la protagonista de mi propia vida, sin importar cuán villana pudiera parecerle a los demás. Me apoyé contra la puerta y respiré hondo, sintiendo cómo el peso del mundo comenzaba a levantarse de mis hombros.
En ese instante, comprendí que había dado un paso crucial hacia mi crecimiento personal. Ya no dependería emocionalmente de Mateo ni de nadie más. Había comenzado a construir mi autoestima y a reconocer mi propio valor.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro