Capítulo 38: Amiga
Al día siguiente, Mateo propuso preparar el almuerzo, juntos, y la idea me pareció perfecta. Necesitaba distraerme y hacer algo productivo.
Sin embargo, la mamá de Mateo estaba en la cocina, lavando los trastes.
-¡Buenos días! -exclamó, al vernos entrar.
Mateo y yo intercambiamos una mirada divertida y nos sonrojamos al mismo tiempo.
-Buenos días, Clara -respondí y la saludé-. ¿Puedo ayudarte con algo? -pregunté, acercándome al fregadero.
-¡Ay, mi niña! -respondió la mamá de Mateo, sonriendo-. No te preocupes. Yo me encargo de esto. Ustedes dos vayan a preparar algo rico para almorzar.
-Pero no quiero que hagas todo sola -insistí-. Déjame ayudarte.
-Está bien, está bien -cedió la mamá de Mateo-. Puedes secar los platos, si quieres.
Acepté con gusto y me puse a secar los platos mientras la mamá de Mateo los lavaba. Mateo se unió a nosotros en la cocina y comenzó a buscar ingredientes para preparar el almuerzo.
Mientras trabajábamos juntos, la conversación fluyó de manera natural. Hablamos sobre la película que habíamos visto, sobre nuestros planes para el futuro y sobre la vida en general.
En un momento dado, la mamá de Mateo me preguntó:
-Lale, ¿sabes qué quería ser Mateo cuando era pequeño?
Negué con la cabeza, curiosa.
-¡Bombero! -exclamó la mamá de Mateo, riendo-. Quería salvar a todo el mundo de los incendios.
Me imaginé a Mateo de niño, con su casco de bombero y su manguera de juguete, corriendo por el jardín para apagar "incendios". Una sonrisa tierna se dibujó en mi rostro.
-¡Qué lindo! -dije-. No me lo imaginaba.
-¡Sí! -continuó la mamá de Mateo-. Era un niño muy valiente y aventurero. Siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás.
-Eso no ha cambiado -respondí, mirando a Mateo con admiración.
Mateo se sonrojó ante mi comentario.
-Bueno, no tanto -dijo, restándole importancia.
-¡Claro que sí! -insistió su mamá-. ¡Eres un hombre maravilloso, Mateo! Igual que Lale es una muchacha demasiado buena, tiene muchísimas cualidades.
Me sentí halagada por sus palabras. La mamá de Mateo sonrió con ternura.
-Me alegra mucho verlos juntos -dijo y me sonrojé.
Seguimos conversando mientras preparábamos el almuerzo. La mamá de Mateo me contó muchas historias sobre la infancia de Mateo, y yo la escuchaba con atención y cariño. Me sentía parte de su familia, como si los conociera de toda la vida.
Después de terminar de lavar los trastes, Clara se sentó a la mesa con nosotros y almorzamos juntos. El ambiente era cálido y acogedor, lleno de risas y buenos momentos.
Sentía que mi relación con la mamá de Mateo se estaba fortaleciendo cada vez más. Me sentía cómoda y confiada a su lado, como si fuera mi propia madre. Y sabía que ella sentía lo mismo por mí.
Después del almuerzo, me ofrecí a ayudarla a limpiar la cocina, pero ella se negó rotundamente.
-No, mi niña -dijo-. Ustedes dos vayan a descansar. Yo me encargo de todo esto.
-Pero...
-¡Nada de peros! -interrumpió-. Vayan a disfrutar de su día juntos. Se lo merecen.
Acepté su consejo y le di un beso en la mejilla.
-Gracias por todo, Clara -dije-. Te quiero.
-Y yo a ti, mi niña -respondió, abrazándome con fuerza-. Los quiero mucho a los dos.
Tomé la mano de Mateo y salimos de la cocina, sintiéndonos agradecidos por el amor y el cariño que nos rodeaban.
Después de pasar un rato agradable en casa de Mateo, decidimos salir a dar un paseo. El dolor de cabeza había desaparecido por completo y el sol brillaba con fuerza, invitándonos a disfrutar del día.
Salimos de la casa y comenzamos a caminar por la calle. Sin embargo, noté que Mateo mantenía una distancia prudencial entre nosotros. No me tomó de la mano, ni me abrazó, ni siquiera rozó mi brazo con el suyo.
Sentí una pequeña punzada de decepción, pero la ignoré. Quizás solo estaba siendo considerado y no quería incomodarme después de la noche anterior. Me dije a mí misma que no debía sacar conclusiones precipitadas.
Mientras caminábamos, nos encontramos con una vecina de Mateo, una señora mayor muy amable y charlatana. Mateo se detuvo a saludarla y comenzó a conversar con ella.
-¡Hola, Doña Rosa! -dijo Mateo, con una sonrisa-. ¿Cómo está usted?
-¡Muy bien, mi niño! -respondió Doña Rosa, con una voz aguda-. ¡Qué gusto verte! ¿Y quién es esta jovencita tan guapa?
Mi corazón dio un vuelco. Este era el momento de la verdad. ¿Cómo me presentaría Mateo? ¿Como su novia? ¿Como su amiga? ¿O como una simple conocida?
Mateo dudó por un instante, su sonrisa pareció vacilar ligeramente. Luego, con un tono casual, dijo:
-Doña Rosa, le presento a Lale. Es... una amiga que me está haciendo el favor de acompañarme hoy.
Un escalofrío recorrió mi espalda. "Una amiga que me está haciendo el favor"... La frase resonó en mi mente, haciéndome sentir como un accesorio, algo temporal y sin importancia.
Doña Rosa me sonrió con amabilidad, sin notar mi incomodidad.
-Mucho gusto, Lale -dijo-. Mateo siempre ha sido un chico muy reservado. Me alegra verlo con una amiga tan linda.
-El gusto es mío, Doña Rosa -respondí, forzando una sonrisa. Sentía que mi rostro se entumecía y que mi voz sonaba artificial.
Mateo continuó conversando con Doña Rosa durante unos minutos más. Yo permanecí en silencio, observando cómo interactuaba con ella. Noté que mantenía la misma distancia física que conmigo, sin ningún gesto de afecto o cercanía.
Sentí que una muralla invisible se levantaba entre Mateo y yo. Una muralla hecha de dudas, inseguridades y expectativas incumplidas.
Finalmente, Mateo se despidió de Doña Rosa y seguimos nuestro camino. El sol seguía brillando, pero ya no lo sentía cálido en mi piel. El aire parecía más pesado y la calle más larga y solitaria.
Caminamos en silencio durante varios minutos. Yo mantenía la mirada fija en el suelo, tratando de evitar el contacto visual con Mateo. Sentía que las palabras se agolpaban en mi garganta, pero no era capaz de pronunciar ninguna.
-¿Estás bien, Lale? -preguntó Mateo, rompiendo el silencio.
Levanté la mirada hacia él, y mis ojos lo dijeron todo. Había decepción, tristeza y un toque de resentimiento.
-Sí, estoy bien -respondí, con un tono neutro que ocultaba mis verdaderos sentimientos-. ¿Por qué no lo estaría?
Mateo frunció el ceño, confundido.
-No sé... Pareces un poco... distante.
Me encogí de hombros, fingiendo indiferencia.
-Quizás estoy cansada -dije-. No dormí muy bien anoche.
Mateo asintió, pareciendo aceptar mi explicación. Pero yo sabía que no era la verdad. Sabía que la verdadera razón de mi distanciamiento era su presentación como "amiga".
Seguimos caminando en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Yo me preguntaba si había cometido un error al entregarme a Mateo tan rápido. Si había sido demasiado ingenua al creer en sus palabras y en sus promesas.
Y él, por su parte, parecía ajeno a mi tormento interno. Como si nada hubiera pasado.
El silencio entre nosotros se había vuelto casi insoportable. Podía sentir la mirada de Mateo sobre mí, pero evitaba hacer contacto visual. Cada paso que dábamos parecía alejarnos más el uno del otro.
Finalmente, Mateo rompió el silencio.
-Lale -dijo con voz suave-, sé que estás molesta. Y tienes todo el derecho a estarlo. No debí presentarte como una simple amiga.
Me detuve y lo miré a los ojos. Su mirada era sincera, pero yo seguía sintiendo una punzada de duda.
-¿Por qué lo hiciste, Mateo? -pregunté, tratando de mantener la compostura.
-Tenía miedo -respondió-. Miedo de arruinar lo que tenemos. Miedo de que las cosas cambien.
-¿Y crees que presentándome como una amiga no cambian las cosas? -pregunté, levantando una ceja.
Mateo suspiró y tomó mis manos entre las suyas.
-No, eso no es lo que quise decir -dijo-. Quiero que nuestra relación crezca a su propio ritmo, sin que nadie nos diga qué tenemos que hacer.
Sus palabras sonaban bonitas, pero yo seguía sintiendo que algo no encajaba. ¿Realmente estaba siendo sincero o solo estaba tratando de manipularme con palabras bonitas?
-Entonces, ¿qué somos, Mateo? -pregunté.
Mateo me miró a los ojos con intensidad.
-Somos... lo que tú quieras que seamos, Lale -respondió.
Sus palabras me hicieron dudar. Una parte de mí quería creerle, quería darle una oportunidad. Pero otra parte de mí tenía miedo de volver a salir lastimada.
De repente, recordé la conversación con su mamá y sentí una necesidad imperiosa de hablar con ella. Quizás ella podría darme una perspectiva diferente de la situación.
-¿Podemos ir a tu casa? -pregunté.
Mateo asintió, sorprendido.
-Claro -dijo-. ¿Pasa algo?
-Necesito hablar con tu mamá -respondí, sin dar más explicaciones.
Llegamos a casa de Mateo y entramos en silencio. Su mamá estaba en la cocina, preparando la cena.
-¡Hola, chicos! -dijo al vernos entrar-. ¿Qué tal su paseo?
Mateo y yo intercambiamos una mirada incómoda.
-Estuvo bien -respondió Mateo, con una sonrisa forzada.
-¿Y tú, Lale? -preguntó la mamá de Mateo, con una mirada inquisitiva-. ¿Te divertiste?
-Sí, señora -respondí, tratando de sonar convincente.
La mamá de Mateo frunció el ceño, notando la tensión en el ambiente.
-¿Pasa algo? -preguntó.
-No, todo está bien -respondió Mateo, rápidamente.
-Ah, bueno -dijo la mamá de Mateo, sin parecer del todo convencida-. Mateo, ¿puedes ayudarme a picar las verduras?
Mateo asintió y se acercó a la cocina. La mamá de Mateo me miró con curiosidad.
-¿Y bien, Lale? -preguntó, en voz baja-. ¿Qué está pasando entre ustedes dos? Le pregunté a Mateo, pero no me dice nada.
Sentí que mis mejillas se encendían.
-No sé de qué estás hablando, Clara -respondí, tratando de evitar su mirada.
La mamá de Mateo sonrió con picardía.
-¡Ay, mi niña! -dijo-. No me vengas con esas. Yo sé que algo pasó. Los vi muy acaramelados ayer, y ahora los veo más serios que un funeral.
Solté un suspiro y me rendí. No podía ocultarle nada a la mamá de Mateo.
-Es complicado, Clara -dije, con duda de si debía comentárselo o no-. Mateo me presentó como una amiga cuando nos encontramos con Doña Rosa.
Los ojos de la mamá de Mateo se abrieron con sorpresa.
-¿Qué? -exclamó-. ¿En serio hizo eso?
Asentí, sintiendo que las lágrimas amenazaban con salir.
-No entiendo por qué -dije-. Después de todo el rato de anoche... pensé que éramos algo más.
La mamá de Mateo me abrazó con fuerza.
-Ay, mi niña -dijo-. No te preocupes. Mateo es un poco... lento para estas cosas. Pero te aseguro que te quiere mucho. Solo necesita tiempo para darse cuenta.
-¿Está segura? -pregunté, sintiendo un rayo de esperanza.
-¡Claro que sí! -respondió la mamá de Mateo-. Conozco a mi hijo mejor que nadie.
-Pero... ¿por qué no hace nada? -pregunté.
La mamá de Mateo suspiró.
-Porque es un tonto -respondió-. Pero no te preocupes. Yo me encargaré de hablar con él. Y tú, mi niña, no te desanimes. Sigue luchando por su amor. Te aseguro que valdrá la pena.
Me sentí un poco mejor después de hablar con la mamá de Mateo. Sus palabras me habían dado un poco de esperanza y me habían recordado que Mateo valía la pena. Pero también sabía que tenía que ser fuerte y no dejar que me manipulara con sus palabras bonitas. Tenía que exigirle una respuesta clara y sincera.
-Clara, ¿puedo usar un momento el baño?
-Por supuesto, ¿sabes donde queda? Es... -la interrumpí.
-Si, sé donde queda. No te preocupes, gracias -le sonreí y ella a mí, y salí de la cocina. En ese instante Mateo iba hacia la cocina, crucé miradas con él, pero no le sonreí. Algo me apretaba el corazón al verlo.
Entré al baño y cerré la puerta, cuando de repente...
- Mateo, hijo, necesito hablar contigo -Clara dijo en un tono bajo, sin embargo, que por alguna razón pude escuchar. Miré hacia arriba en la pared, y una ventana estaba abierta. ¡La cocina se comunicaba con el área de fiestas y el área de fiestas con la ventana del baño!
- Ya sé de qué. Lale te contó. -Logré seguir escuchando, sin embargo, tratando de no hacer ruido me aproximé a la ventana.
Oh, no, iba a causar un problema, estaban hablando de mí.
- Sí, me contó.
- ¿Le dijiste algo? -su voz se escuchaba apresurada, como si estuviera... ¿preocupado?
- Le dije que eres un tonto. Un tonto que no sabe lo que tiene delante.
- Mamá...
- No, déjame hablar. Esa chica... se preocupa mucho por ti, Mateo. Se nota que está enamorada de ti -me tapé la boca con la mano de inmediato, abrí mis ojos a más no poder, la impresión y la sorpresa me estaban atacando-, por la forma en que te mira, por la forma en que te habla. Y tú... ¿sientes algo por ella, verdad?
Empecé a sentir los famosos y fuertes latidos del corazón, corrientes frías recorrían mi estómago.
- No sé... es complicado.
¿Complicado? ¿Acaso... está confundido?
- ¿Complicado? ¿Por qué complicado? ¿No te das cuenta de todo lo que ha hecho por ti? ¿De cómo te apoya, de cómo te escucha? -Clara lo atacaba de una forma sutil, no debería meterse en eso por mí, pero lo estoy valorando mucho.
- Sí, lo sé. Pero... -bajó aún más la voz- tengo miedo.
- ¿Miedo de qué? ¿De ser feliz? -Clara siguió atacándolo, tratando de convencerlo, a mi parecer- ¿De querer a alguien?
- Miedo de lastimarla. Miedo de no ser suficiente para ella.
¿Miedo de... lastimarme? Me volví a llevar las manos a la boca, no era posible, no sabía que se preocupara así por mis emociones. ¿En serio él cree que puede lastimarme? ¿O sabe que me ha lastimado otras veces? ¿O ya su historial es tan grande que no quiere lastimar a más nadie?
Las dudas me están carcomiendo, pero veo tan lindo que se preocupe por mí. Me lo esperaba de todos, menos de él.
- Mateo, hijo, la vida es un riesgo. Siempre lo ha sido. Pero si no te arriesgas, nunca sabrás lo que te estás perdiendo. Esa chica te quiere, Mateo. Y... me parece que tú también la quieres, ¿no? No dejes que el miedo te impida... bueno, no te impida nada.
Ay Clara, como te quiero.
- ¿De verdad crees que puedo ser feliz?
- Creo que mereces ser feliz. Y creo que esa joven es... alguien que podría hacerte feliz, si te dejas. Pero tienes que dejarla entrar en tu corazón.
Respiré profundamente, tenía que acabar de salir del baño, sino iban a sospechar. Me lavé las manos y abrí la puerta, dirigiéndome hacia ellos en la cocina. Al llegar, Mateo me sonrió, antes estaba serio, ¿la conversación con su madre le cambió la perspectiva? No puedo evitar verlo con ternura, aunque probablemente, no debería hacerlo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro