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Capítulo 30: Primera terapia

Al día siguiente tuve que faltar a la escuela para ir a la consulta. A las 9 de la mañana ya me encontraba en la consulta del doctor Ramírez: un departamento pintado de un tono azul claro, la ventana iluminaba bien el cubículo, tenía una mesa que proveía de una silla donde él estaba sentado, y a su frente, había dos sillas más. 

—Con permiso, buenos días, doctor –le dije con nervios. El hombre me miró y señaló una silla frente a él.

—Buenos días. ¿Lale, cierto? –Asentí—Adelante.

—Gracias –pasé y me senté, luego de cerrar la puerta de la consulta.

—Hola Lale, gracias por venir hoy. Hemos revisado tus respuestas al cuestionario. Antes que todo, me gustaría compartirte algunas observaciones y un posible diagnóstico a partir de los factores que vimos en él, y luego podemos hablar sobre cómo podemos trabajar juntos para mejorar.

Cuando programé la cita, me enviaron un enlace para responder un cuestionario acerca de los problemas que estaba presentando.

 —Está bien, doctor. Estoy lista. –dije un poco nerviosa.

—Bien. Primero, quiero decirte que es valiente que hayas buscado ayuda. Muchos de los sentimientos y reacciones que has descrito son bastante comunes, pero es importante manejarlos de forma saludable. Hemos notado patrones en tus respuestas y comportamientos que sugieren que podrías estar experimentando algo llamado Trastorno Explosivo Intermitente, o TEI.

—¿TEI? ¿Eso qué es? –dije con el ceño fruncido

—El TEI se caracteriza por episodios explosivos de ira y agresividad desproporcionada ante situaciones que pueden parecer insignificantes para otras personas. Estas reacciones son impulsivas, difíciles de controlar, y pueden venir acompañadas de otros sentimientos como frustración, culpa y autolesión. Por lo que me has dicho, parece que te has estado sintiendo así.

—Sí, eso es exactamente como me siento. —Mencioné con la voz un poco temblorosa—. A veces me siento como si no pudiera controlar mi rabia y luego me siento fatal por eso. También… también me llegué a encajar las uñas, como ya le dije.

—Entiendo. Y es importante saber que no estás sola. Muchas personas experimentan algo similar. También, es importante notar que es posible que tengas un Trastorno de Autolesión No Suicida, ya que te lastimas cuando te sientes frustrada o enojada. La forma en que lo haces, deslizando tus uñas en tu piel, es característico de esta condición. Es importante trabajar para reemplazar estas acciones con otras más saludables.

—¿Qué puedo hacer? ¿Hay alguna forma de que esto pare? —me sentí estúpida al nublarse mi vista.

—Por supuesto. Hay varias formas de manejar el TEI y la autolesión. Existen estrategias para reconocer y manejar tus emociones antes de que lleguen al punto de explosión. Algunas técnicas podrían ser: aprender a identificar las señales tempranas de frustración o rabia; notar los cambios en tu cuerpo, como el ritmo cardíaco acelerado o la tensión muscular; practicar la respiración profunda, la meditación o el yoga para calmar tu mente y cuerpo en momentos de tensión; también explorar mindfulness para mantenerte presente en el momento; analizar tus pensamientos y creencias que desencadenan tu ira, ya que a menudo, hay pensamientos irracionales o exagerados que alimentan nuestras reacciones. Trabajaremos para reevaluarlos y reemplazarlos por pensamientos más racionales y positivos. Aprender a expresar tus sentimientos de forma asertiva y no agresiva; esto implica comunicar tus necesidades y preocupaciones de manera clara y respetuosa, sin recurrir a la ira o la agresividad. Para ti sería de gran importancia desarrollar habilidades de afrontamiento para controlar tus impulsos y regular tus emociones. Aprender a observarte sin juicio y cultivar la autocompasión puede reducir la necesidad de auto-castigo.

Asentí lentamente.

—Eso… eso suena útil. Siento que al menos tengo un camino.

—Exacto. Y es un camino que recorreremos juntos. No será fácil, pero estoy seguro de que con tu compromiso y mi apoyo, podrás manejar tus emociones de forma más saludable y construir una vida más tranquila y plena. ¿Qué te parece si comenzamos hablando más sobre tus pensamientos y desencadenantes?

—(Con un pequeño atisbo de esperanza) Sí, me gustaría eso.

—Perfecto. Me alegra que estés dispuesta a trabajar en esto. Lale, hay un tema que me gustaría abordar, y es la incomodidad que sientes cuando se habla de sexualidad. Me mencionaste lo perturbada que te sentiste por una conversación sobre ese tema, y eso me da algunas pistas sobre lo que puede estar sucediendo.

—(Con un poco de incomodidad) Sí, es que... no sé, me hace sentir muy mal cuando la gente habla de esas cosas. Es como si fuera algo... asqueroso o inapropiado.

—Entiendo. Es importante explorar de dónde viene esa sensación. En algunos casos, la aversión a la sexualidad puede estar relacionada con la educación o creencias. Tal vez en tu entorno familiar o cultural, la sexualidad se ha visto como algo vergonzoso, pecaminoso o que no se debe hablar de ello. Estas creencias pueden influir en cómo percibes la sexualidad y generar sentimientos de incomodidad. Si no has tenido una educación sexual adecuada, también es posible que tengas ideas erróneas o conceptos distorsionados sobre la sexualidad, lo cual puede generar ansiedad e incomodidad. También puede ser que tengas tus propios valores y creencias con respecto a la sexualidad que choquen con lo que ves a tu alrededor. Esto también está bien, pero es importante entender por qué te sientes de esta manera.

—(Pensativa) Creo que es una mezcla de todo eso. En casa nunca se ha hablado de sexualidad, y últimamente lo han hecho como si solamente el tema de las relaciones amorosas fuera algo malo. Y sí, tampoco tengo mucha información al respecto.

—Es común que las experiencias personales y el entorno influyan en cómo vemos la sexualidad, y es valioso que te des cuenta de esto. Ahora, ¿qué podemos hacer al respecto? Podemos buscar información precisa y científica sobre la sexualidad humana. Esto te ayudará a desmitificar conceptos erróneos y a entender la sexualidad como una parte normal y saludable de la vida. Puedo referirte a libros, páginas o videos que sean informativos y respetuosos. Podemos analizar tus creencias sobre la sexualidad, y ver si esas creencias son realistas o si te están causando malestar. A veces, desaprender viejas ideas puede ayudar a que te sientas más cómoda. Podemos empezar a hablar de temas relacionados con la sexualidad de forma gradual y respetuosa en las sesiones; esto te ayudará a reducir tu ansiedad y tu incomodidad con el tema. Podemos analizar cuáles son las situaciones o las palabras que más te incomodan para que puedas prepararte o tener estrategias para manejarlos. Es importante aprender a aceptar y respetar diferentes perspectivas sobre la sexualidad. No tienes que estar de acuerdo con todo el mundo, pero entender que hay otras formas de ver las cosas puede ayudarte a que te sientas más tranquila.

—(Un poco más receptiva) Eso suena como algo que podría ayudarme. No quiero sentirme así cada vez que alguien habla de algo que tenga que ver con eso.

—Exacto. Y lo más importante es que te sientas cómoda y segura contigo misma.

—(Asintiendo) Siento que hay tantas cosas que tengo que aprender y trabajar.

—Lo sé, Lale, pero no tienes que hacerlo sola. Estoy aquí para acompañarte en cada paso de este camino. Vamos a comenzar a explorar tus creencias y experiencias con la sexualidad. ¿Cómo te sientes con eso?

—(Un poco nerviosa) Pues... no sé, doctor. Todavía me siento un poco incómoda, pero estoy dispuesta a intentarlo.

—Entiendo, Lale. No te preocupes, iremos poco a poco y a tu propio ritmo. Empecemos con algo sencillo. ¿Qué es lo primero que se te viene a la mente cuando piensas en la palabra "sexualidad"?

—(Dudando un poco) Pues... pienso en algo sucio, vergonzoso. Como si fuera algo que se tiene que ocultar.

—¿Y de dónde crees que viene esa idea?

—Pues... Supongo que es porque en casa nunca se había hablado de estas cosas, pero últimamente cuando se ha mencionado ha sido en tono de reproche o como algo que está mal. Como si fuera algo que hicieran las "malas personas".

—Ya veo. Y esta idea que tienes, ¿te hace sentir que tú eres también mala por tener un cuerpo con sexualidad?

—Si, me siento horrible. Es raro, doctor.

—No es raro, Lale. Es una respuesta a lo que has aprendido. Y no te sientas mal por ello. Muchas personas crecen con ideas similares, y es importante entender que la sexualidad es una parte natural de ser humano. No es algo sucio ni vergonzoso en sí mismo.

—(Con duda) Pero, ¿cómo puedo pensar diferente? Si toda mi vida he creído eso, y más últimamente...

—Es un proceso. Podemos empezar cuestionando esas creencias. ¿Qué pasaría si la sexualidad no fuera mala ni vergonzosa? ¿Cómo te sentirías?

—(Reflexionando) Pues... en paz, supongo. 

—Exacto. Y ese es un buen lugar para comenzar. ¿Qué te parece si exploramos qué significa para ti una sexualidad sana y responsable? ¿Qué pasaría si comenzáramos a darle más importancia a esas ideas?

—(Un poco más animada) Quizás, podría sentirme más en paz con este tema.

—Exacto. Y también, podemos empezar a buscar información precisa y objetiva sobre la sexualidad humana. Podemos buscar libros, páginas web o videos que te puedan ayudar a aprender sobre el tema. ¿Te parece que hagamos eso?

—(Asintiendo) Sí, doctor. Me gustaría.

—Perfecto. También, puedes explorar cuáles son las situaciones o las palabras que te hacen sentir más incómoda cuando se habla de sexualidad. Esto te ayudará a estar más preparada para esas situaciones.

—Pues... cuando mi familia hace chistes o comentarios de doble sentido. Eso me molesta mucho. También cuando se habla de cuerpos o prácticas sexuales con detalles que considero innecesarios.

—Bien. Entonces podemos trabajar en estrategias para manejar esas situaciones. Por ejemplo, puedes aprender a expresar tus límites de forma asertiva o a retirar de esas conversaciones cuando te sientas incómoda. No tienes que tolerar comentarios que te hacen sentir mal.

—¿Puedo hacer eso? Pensé que si lo hacía estaba faltándole el respeto a las personas.

—Es comprensible que te sientas así. En esas situaciones, es importante aprender a poner límites y a cuidarte. Puedes expresar tus límites, decir algo como "No me siento cómoda con este tipo de comentarios. Por favor, ¿podrías cambiar de tema?" y que lo hagas de forma respetuosa pero firme. Si sientes que la situación te está generando mucho malestar, puedes buscar una excusa para irte. No tienes que quedarte donde te sientes incómoda. Si no puedes evitar la situación, puedes intentar cambiar de tema o distraerte con otra cosa. Puedes llevar un libro, ponerte audífonos o empezar una nueva conversación. No todas las personas van a tener las mismas ideas que tú sobre la sexualidad. Aprender a aceptar que hay otras opiniones, sin tener que estar de acuerdo, puede ayudarte a que no te afecte tanto lo que digan los demás. Recuerda que lo que dicen o hacen los demás no es sobre ti, sino sobre ellos y sus propias percepciones o experiencias.

—(Asintiendo) Es cierto, doctor. A veces siento que no tengo derecho a decir que me siento incómoda, como si tuviera que aguantarme.

—Esa es una idea que es importante cambiar. Tienes todo el derecho a poner límites y a cuidarte. Tu bienestar es lo más importante. Y recuerda que ser asertivo no es ser grosero, es expresar tus necesidades de forma clara y respetuosa.

—(Con un poco de alivio) Sí, creo que necesito aprender a hacerlo. A veces siento que me da mucha vergüenza decir que no estoy de acuerdo con algo.

—Podemos trabajar en eso, Lale. Podemos practicar cómo expresar tus límites en diferentes situaciones y trabajar en tu autoestima para que no te sientas culpable por defender tus necesidades.

—Eso me gustaría mucho, doctor. Me siento tan incómoda con el tema.

—Como hemos hablado antes, tus creencias y experiencias pasadas influyen mucho en cómo te sientes. Explorar esas creencias puede ayudarte a entender el origen de tu incomodidad y a liberarte de ella. También, podemos explorar si en realidad te incomoda el tema de la sexualidad en sí, o las formas específicas en que se aborda el tema.

—Me molesta más la forma en que se habla del tema, que el tema en sí.

—Es un buen punto de partida. Y al comprender esto, puedes tener más control sobre tus reacciones y puedes elegir cómo manejar esas situaciones. ¿Hay algo en particular que te gustaría compartir?

—(Con la voz temblorosa) Sí, doctor. Tuve una... una discusión muy fuerte con mi madre y necesito hablar de ello, esto es el detonante de toda mi repulsión.

—Entiendo. Estoy aquí para escucharte. Siéntete libre de contarme lo que necesites.

Respiré profundamente y comencé a relatar la escena con mi madre, con el plato roto, la furia en sus ojos, las acusaciones y la pelea. A medida que hablo, mi voz se quiebra y las lágrimas comienzan a correr por mis mejillas.

—(Con calma y empatía) Gracias por compartir eso, Lale. Es muy valiente de tu parte hablar de algo tan doloroso. Puedo notar lo mucho que te ha afectado esta situación.

—(Llorando) Me siento tan confundida, doctor. No entiendo por qué mi madre reaccionó así.

—Lo que me cuentas, Lale, es muy significativo y revela una dinámica familiar compleja. Vamos por partes. Primero, es importante reconocer que la reacción de tu madre fue desproporcionada y muy hiriente. No es aceptable que te hable de esa manera.

—(Sollozando) Siento que merezco que me trate así. Como si yo fuera la que está mal.

—Esa es una idea que es importante cuestionar, Lale. No mereces ser tratada así. La forma en que tu madre se ha expresado, es un reflejo de sus propios problemas y frustraciones, y no un reflejo de tu valor como persona. Y esa idea que tienes, de que mereces ser tratada así, puede estar muy conectada con el sentimiento de culpa que tienes después de reaccionar ante tus padres.

—(Secándose las lágrimas) Antes de eso debo contarle otra cosa muy importante, doctor... Me dijo que era una "puta" por verme con un muchacho, por que ella lo vio como un acto de rebeldía hacia ella. ¿Por qué lo tiene que ver así?

—Es posible que tu madre tenga sus propias inseguridades y problemas sin resolver. Sus reacciones pueden estar relacionadas con sus propias experiencias, su educación y sus creencias sobre la sexualidad. Recuerda que eso no justifica su comportamiento, pero puede ayudarnos a entender un poco más la dinámica familiar. Es posible que tenga una visión muy rígida sobre la sexualidad, y que le sea difícil aceptar la libertad que hay en ti al elegir y al amar. Puede que tenga dificultades para escuchar y validar tus emociones. Es como si tus sentimientos no fueran importantes o válidos para ella, y en lugar de escucharte con empatía, reacciona con ira y juicio. Esto es algo que suele suceder cuando las personas no han aprendido a manejar sus propias emociones.

—¿Y qué puedo hacer, doctor? Siento que no puedo cambiar a mi madre.

—Si, es cierto que no puedes cambiar a tu madre, pero lo que sí puedes cambiar es tu forma de reaccionar ante sus acciones. Puedes empezar a establecer límites claros en tu relación con ella, no tienes que permitir que te hable de esa manera o que te agreda.

—Pero siento mucha culpa por contradecirla.

—Esa culpa es comprensible, Lale. Es muy común sentir culpa cuando empezamos a establecer límites con nuestros padres. Pero es importante recordar que poner límites no significa que los ames menos, significa que te amas y te respetas a ti misma.

—¿Y cómo puedo hacer eso?

—Podemos trabajar en eso, Lale. Podemos practicar cómo poner límites de forma asertiva y respetuosa, ayudarte a manejar la culpa que sientes al hacerlo, a entender que no eres responsable de las reacciones de otras personas, y que ellas deben aprender a manejar sus emociones de forma más saludable.

—(Con un poco de esperanza) Me gustaría mucho aprender eso, doctor.

—Ahora, centrémonos en poner límites. ¿Qué situaciones son las que más te cuesta manejar tu mamá?

—Pues... cuando me dice cosas hirientes, y cuando se pone a hablar de sexualidad de manera negativa. Me cuesta mucho cuando se pone así.

—Es comprensible. Entonces, podemos empezar por crear frases que te ayuden a expresar tus límites en esas situaciones. Por ejemplo, ante comentarios negativos sobre la sexualidad: "Mamá, yo tengo mis propias ideas sobre la sexualidad y no me siento cómoda con tus comentarios negativos. Por favor, te pido que no hables de eso conmigo." Cuando no respeta tus opiniones: "Mamá, no tienes que estar de acuerdo conmigo, pero te pido que respetes mi opinión y que no la menosprecies."

—(Asintiendo) Eso suena muy bien, doctor. Pero siento que me va a dar miedo decir esas cosas.

—Es normal que sientas miedo, Lale. Pero recuerda que tienes derecho a defenderte y a que te respeten. También es importante que te prepares para posibles reacciones de su parte. No todas las personas aceptan bien que les pongan límites. ¿Qué te parece si hablamos de eso?

—Temo que reaccione mal si le digo esas cosas. Seguramente va a decir que soy una maleducada o algo así.

—Es posible que reaccione de esa manera, Lale. Y ahí es donde entra en juego tu plan de seguridad. Un plan de seguridad te sirve para prepararte a una situación en la que te sientas insegura. Este plan debe incluir cosas como tener un lugar seguro al que ir, ya sea casa de alguna amiga, familiar o un lugar que te haga sentir cómoda. Tener una persona de confianza, que te escuche, te apoye, y sepa que vas a poner límites a tu madre; estrategias de afrontamiento, como escuchar música, hacer una caminata, respirar, o leer un libro. Si la conversación se pone muy tensa, puedes decidir retirarte de la situación y postergar la conversación a un momento más adecuado.

—(Pensativa) Eso me hace sentir más tranquila, doctor. Saber que tengo un plan.

—Me alegra que te sirva, Lale. Ahora, me gustaría hablar sobre la posibilidad de hacer terapia familiar. Creo que sería muy beneficioso para mejorar la comunicación y la dinámica en tu familia. ¿Qué piensas al respecto?

—(Con duda) No sé, doctor. La verdad es que dudo que mi madre quiera venir a terapia.

—Entiendo tu preocupación. No podemos obligarla, pero podemos invitarla y explicarle los beneficios que podría tener para la familia. La terapia familiar podría ayudar a que ella entienda cómo te hacen sentir sus palabras y sus actitudes, podría permitirles hablar de los malentendidos, explorar diferentes formas de comunicarse y de relacionarse, y tener un espacio seguro para expresar sus sentimientos. Lo importante es que ambos puedan entender que la comunicación en su familia está rota, y que para que la relación mejore, es necesario que los dos pongan de su parte.

—(Reflexionando) Pues, sí, quizás valga la pena intentarlo. Si ella no quiere, pues al menos lo intenté. Pero creo que sería muy útil.

—Exacto. La terapia familiar no es una solución mágica, pero puede ser una herramienta muy poderosa para mejorar la comunicación y el entendimiento mutuo. Podemos invitar a tu madre en la próxima sesión o puedes hablar con ella sobre esto y que me contacte si le interesa. ¿Qué te parece?

—(Con un poco de esperanza) Me parece bien, doctor.

—Perfecto Lale. Estoy muy orgulloso de tu valentía y determinación para enfrentar esta situación. Recuerda, no estás sola en este camino. ¿Quisieras aportar algo más?

—Han pasado muchas cosas últimamente en mi vida... —comencé por contarle lo del día en la playa, como besé a Mateo y lo que pasó después de eso—. Después de lo de la playa, las cosas en casa cambiaron mucho. Mis papás... ya no son los mismos conmigo. Antes, ellos eran muy cariñosos, siempre me hacían sentir como su princesita, su niña. Pero ahora... es como si no me quisieran.

—¿Qué te hace pensar eso?

—(Con la voz quebrada) Después de que me vieron besando a Mateo, todo cambió. Se volvieron distantes, fríos. Ya no me hablan con cariño, y a veces ni siquiera me hablan. Y me han dicho cosas muy hirientes. Mi mamá me dijo que si quería tener un novio, que hiciera mis maletas y me fuera de casa. Que ya no era una niña, que ya era una mujer y que tenía que buscar mi propio camino lejos de ellos. Y mi papá... él no dice mucho, pero me mira con... no sé, como si estuviera decepcionado de mí.

—Esas son palabras muy dolorosas, Lale. ¿Cómo te hacen sentir?

—(Las lágrimas comienzan a brotar) Me siento... destruida. Me duele muchísimo. Siempre he sido muy apegada a mis padres, son mi mundo, y ahora siento que me están rechazando, como si no fuera suficiente para ellos. He hecho algo terrible.

—Es comprensible que te sientas así. El rechazo de tus padres es muy doloroso, especialmente cuando has sido tan cercana a ellos. ¿Cómo estás lidiando con esas emociones?

—Pues, al principio traté de hacerme la fuerte, de no mostrarles que me dolía. Pero por dentro me estoy desmoronando. Y cuando veo que no puedo ocultar mi tristeza, empiezo a culparme a mí misma. Me digo que soy una tonta, que por qué tenía que besar a Mateo, que todo esto es mi culpa. Y a veces, siento como si me diera asco a mí misma. Es como si me viera al espejo y no reconociera a la persona que está ahí, como si no fuera digna de su amor ni de ningún amor.

—Ese sentimiento de asco hacia ti misma es muy fuerte. Parece que estás internalizando el rechazo de tus padres y lo estás dirigiendo hacia ti misma. Quiero que sepas que no es tu culpa, Lale. No eres responsable de las acciones de tus padres ni de cómo ellos deciden tratarte. El problema no está en ti.

—(Con la voz temblorosa) ¿En serio? ¿De verdad no es mi culpa?

—Por supuesto que no. Cada persona es responsable de sus propias acciones y emociones. Ellos son los que están eligiendo actuar de esta manera, y eso no tiene nada que ver con tu valor como persona. Tú mereces amor y respeto, y eso no depende de si tienes un novio o no.

—(Comienza a llorar) Es que... no sé qué hacer. Me siento perdida, muy confundida y… triste, la verdad. Ya casi no me hablan, y cuando lo hacen, es para hacerme sentir mal.

—Quiero que sepas que el rechazo de tus padres no es un reflejo de tu valor como persona. Cada uno es responsable de sus propias acciones y emociones. ¿Qué te hace pensar que has hecho algo malo?

—(Me seco las lágrimas con la mano) Pues... creo que todo es mi culpa. Si no hubiera besado a Mateo, si no hubiera hecho caso a mis amigas, nada de esto estaría pasando. Me siento tan tonta.

—Quiero que reflexiones sobre algo: ¿crees que realmente mereces ser tratada de esta manera solo porque tienes un novio o porque te diviertes con tus amigas?

—(Hago una pausa para pensar, con la mirada en el piso) No... Supongo que no. Pero... es difícil no sentirme así cuando ellos me lo hacen sentir.

—Lo sé, Lale. Es muy doloroso, especialmente cuando te has sentido tan apegada a ellos. Pero quiero que entiendas que tú no eres responsable de cómo ellos deciden actuar. Tú eres merecedora de amor y respeto, y eso no depende de si tienes un novio o no.

—Me cuesta creérmelo...

—Es muy común que te sientas así, sobre todo cuando tus padres te han transmitido el mensaje opuesto, esa parte es la que más cuesta asimilar, y es completamente normal que te cueste creerlo. Es muy difícil cambiar una creencia que has tenido arraigada por mucho tiempo, especialmente cuando te sientes tan responsable de la felicidad de tu familia. Vamos a profundizar un poco más en esto. 

—(Me muevo inquieta en el sillón, con la mirada nuevamente en el suelo) Siempre he sido la niña de la casa, la que les hacía caso en todo, y ahora siento que los he defraudado. Y también... es que siento que el problema es que yo he roto las reglas, que he hecho algo malo, que merezco lo que está pasando.

—Entiendo. Es como si hubieras creado una identidad basada en la aprobación de tus padres y ahora, al sentir que esa aprobación se ha ido, te sientes perdida y sin valor. Pero, Lale, quiero que sepas que tu valor no depende de tus acciones, ni de la opinión de nadie, ni de si tienes novio o no. Tu valor como persona es intrínseco, es algo que ya tienes por el simple hecho de ser tú. Y eso no cambia, aunque cometas errores o no estés a la altura de las expectativas de los demás.

—(Alzo un poco la mirada, pero aun así, no lo miro directamente a los ojos) Pero... me siento culpable. Ellos nunca habían sido así conmigo hasta que pasó lo de Mateo.

—Quiero que veas la situación desde otra perspectiva. Tu familia no se está destruyendo por tu culpa, y la situación que está ocurriendo, no la iniciaste tú. Tú no has hecho nada malo, Lale. En todo caso, lo que ha cambiado es la forma en que tus padres están reaccionando ante una situación que es normal en la vida de cualquier joven: enamorarse. No es tu responsabilidad la reacción de tus padres, y su reacción no hace que la situación sea tu culpa, ellos están eligiendo actuar de esta manera.

—(Hago una pausa para pensar) ¿Pero y si hubiera actuado diferente? ¿Y si no hubiera besado a Mateo? ¿Y si no me hubiera dejado llevar por mis amigas?

—Eso no cambia el hecho de que tu valor no se basa en tus acciones. Además, ¿sabes qué? Es importante que aprendas que no siempre puedes controlar lo que hacen las demás personas, como tus amigas o como tus padres. Y que, en ocasiones, incluso las acciones que tomes no pueden controlar los resultados que sucedan. Las cosas van a suceder.  Tú no has hecho nada malo. Y es importante que empieces a entender eso, porque si sigues creyendo que tu valor depende de la aprobación de los demás, siempre vas a estar sufriendo. Lo que sí puedes controlar, es cómo te tratas a ti misma.

—¿Cree que empezando a valorarme se resuelvan todos mis problemas? Siento que van a seguir ahí, tengo mucho miedo de destruir más mi relación con ellos, doctor. Siento que ya estoy traumada, me encuentro todo el tiempo buscando que me perdonen, portándome bien, hasta me alejé de mis anteriores amigas.

—Empezar a valorarte no va a hacer que todos tus problemas desaparezcan de la noche a la mañana. Los problemas pueden seguir ahí, pero lo que sí va a cambiar es cómo los enfrentas, cómo te afectan y cómo te sientes contigo misma en medio de ellos. Y lo más importante: que eres tu quien decide cómo te afectan.

—(Me muevo en el sillón, con la mirada perdida) Pero... es que tengo mucho miedo de seguir destruyendo mi relación con ellos. No quiero que me odien más de lo que ya lo hacen.

—Ese miedo es comprensible, pero quiero que veas algo: ya estás viviendo una situación dolorosa y te estás sintiendo muy mal. En realidad, ¿qué más podrías destruir? Al contrario, al empezar a valorarte y a sentirte más segura de ti misma, es muy posible que, poco a poco, empieces a cambiar la dinámica con tus padres. Pero es un proceso que lleva tiempo y paciencia, tanto contigo misma como con ellos.

Las lágrimas amenazan con volver a salir.

—Estás respondiendo a un trauma, a una herida emocional profunda. Cuando una persona ha vivido experiencias dolorosas, como rechazo o abandono, puede desarrollar patrones de comportamiento que buscan, de forma inconsciente, evitar repetir el dolor. En tu caso, ese patrón es buscar la aprobación de tus padres a toda costa, incluso si eso significa abandonar tus propias necesidades y deseos.

—(Pongo mis manos sobre mi cara) Es horrible... Me siento tan mal conmigo misma.

—Lo que sientes es completamente válido después de lo que has pasado. Pero quiero que sepas que puedes sanar, y que puedes recuperar tu poder. Pero el primer paso es dejar de buscar la aprobación de los demás.

—(Quito las manos de mi rostro, con la mirada fija en el suelo) No sé cómo hacerlo.

—Entiendo. Es como si te hubieran quitado el mapa y ahora no sabes hacia dónde ir. Pero, ¿sabes qué? Tú tienes la capacidad de crear tu propio mapa, y la brújula de ese mapa eres tú misma. El camino es empezar a escucharte a ti misma. A tus propias necesidades, a tus propias emociones, y empezar a confiar en tu propia intuición.

—(Suspiro) Me da miedo... ¿Y si me equivoco?

—Equivocarse es parte del proceso de crecer y aprender. No tengas miedo a cometer errores. Lo importante es que aprendas de ellos y que sigas avanzando.

—(Alzo un poco la mirada, pero aún con mucha tristeza) Doctor, también me dan asco las parejas amorosas. No soporto ver a mis amigas con sus novios. Es como si... me diera asco la idea de tener una relación.

—Esa aversión hacia las relaciones amorosas también es una respuesta a tu trauma. Es muy probable que la experiencia de rechazo, y la forma en que estás interpretando lo que pasó con Mateo, hayan generado una sensación de rechazo hacia el amor en general. Es como si tu mente estuviera tratando de protegerte del dolor, diciéndote que el amor es algo peligroso y que debes evitarlo a toda costa.

—Creo que tiene razón. (Con la voz temblorosa) Es muy fuerte lo que ha pasado doctor. Llevo... ¿Enamorada? Si es que se puede decir así, de Mateo, estamos en la misma escuela desde hace tres años y los sentimientos siguen ahí. Es algo muy fuerte y no lo puedo evitar. Aún recuerdo la primera vez que lo vi... Estaba tan lindo... La primera vez que hablamos, lo nerviosa que estoy siempre que se me acerca... Y con el pasar del tiempo por más que intento olvidarlo, no puedo... Es que él tiene algo más que el físico que me atrae, no sé si es por su seguridad, su ego, la forma de afrontar la vida, su despreocupación. Somos tan diferentes... Pero aun así tengo mucho miedo de su rechazo, y lo que pasó en la playa fue el acercamiento que tanto tiempo estuve esperando, fue la cúspide. Y luego, pasa esto...

—El hecho de que lleves tres años sintiendo algo por Mateo nos muestra la profundidad de esa conexión emocional. Es importante reconocer y validar esos sentimientos, Lale. No eres estúpida por sentirlos, ni por anhelar algo como un noviazgo. Esos son sentimientos humanos y válidos.

—(Con la mirada fija en mis manos) Es que es tan frustrante. Saber que él es un mujeriego, que seguramente no siente lo mismo por mí, que lo que pasó en la playa pudo ser un simple juego para él, y aun así, no puedo evitar sentirme atraída. Y luego, lo que pasó...

—Quiero que veas algo: tus sentimientos por Mateo y tu conflicto con tus padres son dos cosas diferentes. Tú tienes derecho a sentir lo que sientes por Mateo, independientemente de lo que tus padres piensen de ello. Y no eres culpable de que ellos hayan reaccionado de esa manera.

—(Lágrimas empiezan a acumularse en mis ojos) Ay doctor, me siento tan mal por anhelar un noviazgo. Es como si fuera algo asqueroso, algo que no debería desear. Y más ahora, después de que me han hecho sentir que está mal querer un novio.

—Has recibido el mensaje de que buscar una relación amorosa es algo negativo, y es natural que lo hayas internalizado. Pero quiero que te cuestiones: ¿por qué tener pareja sería algo asqueroso? ¿Es algo intrínsecamente malo o son tus creencias las que le han dado ese significado?

—Siento como si fuera malo porque, al quererlo, he destruido mi relación con mis padres.

—Lale, vuelvo a insistir: tú no has destruido tu relación con tus padres. Sus reacciones y decisiones son suyas, no tuyas. Tú tienes derecho a sentir atracción hacia alguien, a desear una relación amorosa, y eso no te hace una mala persona, ni una hija desobediente, ni una persona que está dañando a su familia.

Me quedo en silencio, procesando sus palabras.

—Quiero que reflexiones sobre algo: ¿qué es lo que realmente te atrae de Mateo? ¿Es solo su físico, o hay algo más que te conecta con él?

—(Empiezo a hablar con más claridad) Creo que... es más que lo físico. Es su seguridad, su ego, su forma despreocupada de afrontar la vida. Es como si él fuera todo lo que yo no soy. Yo soy tan insegura, tan dependiente de lo que los demás piensen de mí, tan preocupada por complacer a los demás, y él es todo lo contrario. Y creo que eso, en parte, es lo que me atrae.

—Parece que la atracción que sientes hacia Mateo también se basa en una necesidad de complementar lo que te falta a ti misma. ¿Te das cuenta? Es como si buscaras en él la seguridad y la despreocupación que te gustaría tener. Y eso nos lleva de nuevo a la importancia de empezar a trabajar en ti misma, en fortalecer tu autoestima y en desarrollar esas cualidades que admiras en Mateo. ¿Te parece bien si en la próxima sesión trabajamos en ello? Podemos programarla para la siguiente semana.

—Sí, doctor. Muchísimas gracias por atenderme y tenerme tanta paciencia.

—¿Te sientes más relajada con respecto a cuando viniste?

—Sí, mucho, es verdad que hablar alivia el alma. Que tenga una buena tarde.

—Igual para ti.

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