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CAPÍTULO 29: Superando miedos


Querido Diario:

Debo superar mi vergüenza a escribirte, contigo no la puedo tener. Siento que nuestra relación se va a volver muy fuerte en estos días, porque lo que tengo que expresar es demasiado. 

Hoy tuve una conversación con mi amigo Gabriel, me ha ayudado mucho con el simple hecho de entenderme. Me sentí más relajada en el medio de este caos. Me estaba sintiendo demasiado sola, ahora entiendo que escuchar a otra persona cuando su vida es un caos, puede ayudarle demasiado. 

Y sí, me ayudó. Cuando regresé a casa estuve más calmada, pude mirarme al espejo sin necesidad de ofenderme internamente. Supongo que las emociones que tenía disminuyeron su intensidad.

Gabriel me habló del uso de la respiración profunda. Pero hablar… Desahogarse… ¡Wow! ¡Qué metodo mas bueno! Me siento menos cargada, más apoyada, todo lo que veía oscuro pasó a un tono gris. 

¿El asco? El asco sigue presente, pero disminuyó, solo no quiero aumentar su intensidad, ahora quiero permitirme disfrutar de este momento donde siento un poco de paz. 

Quiero creerme que mis emociones son válidas, pero es tan difícil… Cuando la culpa llega a mi, mi cerebro solo sabe procesar pensamientos negativos, que me estresan, que me consumen, que me dominan.

Quiero creerme que lastimarme no es forma de lidiar con las emociones, pero no puedo controlar la rabia, ni la impotencia, ni las ganas de castigarme. 

Es verdad, no sé manejar mis emociones y necesito con urgencia herramientas para hacerlo. ¿Pero como? 

Me asusta la idea de ir a terapia, nunca me he atendido sola en el doctor, eso sería un salto muy grande. Tengo mucho miedo, pero sé que no debo rechazarla como una opción. Trataré de resolver mi problema por mí misma primero, creo que es mas sensato, así no molestaré a nadie. 

También la idea de poner límites se me hace más dificil sin pensar que soy una mala hija, ni una mala amiga. Tengo que creerme que no tengo que quedarme en situaciones incomodas, y que está bien alejarse de ciertas personas si eso me hace bien.

Al final, en estos tiempos nadie se ha preocupado por como me siento, no me han aportado su presencia, sino más bien distancia. Pues esa distancia es la que necesito para evitar el estrés, ¿y saben qué? 

No voy a dudar en usarla.

***

Al día siguiente, me propuse a cambiar un poco mi vida. A veces para sobrevivir, necesitas hacer cosas que nunca pensaste qué harías, por más miedo que eso te cause. Una mañana de escuela, me dispuse a levantarme más temprano de lo normal, ya que querían que yo fuera independiente, les voy a demostrar que puedo hacerlo bien. 

Me alisté en silencio, y cuando mis padres se levantaron, ya estaba sentada en la mesa desayunando.

-Tienen leche en la cocina, por si gustan –dije mientras bebía mi taza de leche caliente mirando la televisión. 

Sé que mis padres estaban extrañados, ¿pero qué más da? Cuando se sentaron a desayunar, me levanté para recoger los trastes. Enseguida fui a organizar mis libros en la mochila, busqué mi celular, tendí mi cama, me cepillé los dientes y salí de mi casa. 

Tenía que ser así, ya no iba a insistir para que me perdonaran. La verdad, estaba cansada. 

El camino a la preparatoria se me hizo largo, como los últimos días. Los pensamientos seguían atacándome, pero al menos me sentí bien de haber hecho algo por mí en esta mañana. Iba mirando mi celular, buscando las opciones de trabajo disponibles para Gabriel, y tratando de enviarle las más cercanas a nuestra localidad. Hasta ahora, solo había encontrado una que reunía los dos puntos, pero no me iba a rendir tan fácil en eso. 

Llegué a la preparatoria, Rosalía estaba en la puerta del aula y sabía bien que no tenía intención en hablarme, o eso pensaba. 

“Tomar distancia” repetía mi mente.

-Buenos días –le dije y le pasé por al lado, directo a sentarme en mi mesa, sola. 

Así era mejor, me podía concentrar más, o mejor dicho, distraer menos. Bien sabemos que mi concentración no era mi fuerte estos días. El profesor de Química entró por la puerta, dejó sus libros en la primera mesa del aula y se dispuso a borrar la pizarra. Mi mesa era una de las primeras, estaba exactamente frente al profesor cuando se volteó. 

Bien sabemos que este profesor y yo no tuvimos un buen comienzo. 

-Buenos días. Alumnos, el día de hoy estudiaremos las propiedades de las sales, binarias y ternarias. Abran el libro en la página 57 –ordenó, enseguida saqué mi libro y busqué lo ordenado.

-Pssss, Lale… -Rosalía comenzó a llamarme mediante susurros, me volteé extrañada-. ¿Me puedo sentar al lado tuyo? Es que se me quedó el libro.

¿Qué ella no estaba molesta conmigo? 

Asentí, más bien para no causar problemas y no interrumpir al profesor. Enseguida la chica caminó agachada hacia la silla que había junto a la mía. Ni idea de por qué lo hizo, se sentó a mi lado.

-Gracias –dijo una vez ahí, yo coloqué el libro en el medio de la mesa. Yo asentí.

No tenía ganas de hablar con ella.

“Toma distancia” repetía mi mente. ¡Genial, estoy haciendo todo lo contrario!

Por más que quisiera, por más que me esforzara, la culpa seguía ahí atormentándome, mandándome a hacer cosas en contra de mi voluntad. Mi cerebro me mandaba a alejarme, pero mi cuerpo seguía en el lugar. Al menos se me quitó la duda de si Rosalía estaba molesta conmigo, pero aun no me atrevía a hablar con ella, al contrario, quería no hacerlo jamás. 

Al acabar el día resistiéndome a los propios mandatos de mi mente, salí enojada de la preparatoria. Es como si tuvieras una discusión entre tu conciencia y su cuerpo, como si tu conciencia fuera tu peor enemiga. Acabé llamando a Gabriel, él se resistió por un momento a salir conmigo ya que pensaba que me podían regañar en casa, pero luego de que mis padres me vieran más enfocada en los estudios, me han permitido varias cosas.

-Vamos a pasar por varios centros de trabajo a preguntar si tienen plazas disponibles –le sugerí-, no podemos rendirnos en cuanto a lo tuyo. Tiene que haber alguien que necesite un nuevo trabajador…

-Te dije que no te preocupes por eso, Lale. Bastante estás haciendo buscando en internet, gracias. Esto tenía que haberlo hecho yo –me insistió, pero ya o estaba decidida.

-No te preocupes, además, me hace falta caminar. Vamos a la zona de tiendas a ver si buscan trabajadores. 

Comenzamos a caminar sin pausa, apenas nos dábamos cuenta de que habíamos caminado más de 20 cuadras ya que estábamos sumidos en la conversación. Llegamos a la zona destinada.

-Entremos a ese local que está allá –le señalé, era una cafetería bastante iluminada, no tenía ningún cartel de que se buscaba personal, pero no estaba de mas preguntar.

-Buenas tardes, ¿tienen alguna plaza vacía? –preguntó Gabriel al dependiente. 

-No, amigo, estamos llenos.

-Gracias, que tengan buena tarde –dijo y nos dirigimos a otra cafetería a preguntar. 

-Gabriel, háblame un poco de la terapia… ¿sabes cómo es? Es que… el otro día que me lo dijiste me asusté, ¿eso no es para gente con problemas psiquiátricos?

Gabriel rió. –Jaja, no, Lale. No necesariamente. Es verdad que muchas personas que tienen problemas psiquiátricos pasan primero por un terapeuta para que los evalúe, pero no todas las personas que se atienden con psicólogos tienen problemas psiquiátricos. De hecho, hay diversos tipos de psicología, he investigado de esos temas.

-¿Ah sí? ¿No es solamente un tema concreto sin ramas?

-Jaja, no, ¡al contrario! La psicología que se ve en los hospitales se llama psicología clínica, pero existen otros tipos, por ejemplo la psicología educativa, la del desarrollo, la organizacional… en fin, diversas ramas, y dependiendo de la rama va a surgir su utilidad.

-Wow, ¿en serio es tan variada? Solo escuchaba ese término de la gente que se refería a gente… ya sabes, yo pensaba que era para gente loca.

-No, para nada. De hecho, ¿no has visto en las telenovelas que las personas tienen un psicólogo de la familia? O incluso, psicólogos personales. Programan sesiones cada semana, en fin… te ayuda mucho a saber cómo gestionar tus emociones, tus pensamientos… Es un profesional de la salud mental, una rama de la salud que muchas veces es infravalorada.

-No lo sabía… ¿Quieres decir que tal vez un psicólogo me ayude a saber cómo manejar esta situación?

-Puede ser, pero también debes poner de tu parte. Un psicólogo no es un mago, los pensamientos que tienes no van a desaparecer de la noche a la mañana con una sola sesión. Es importante que tengas conciencia que tu recuperación lleva tiempo.

-¿Y si me dice que solo estoy exagerando y lo que tengo no es nada grave? ¿Y si me dice que le hago perder el tiempo?

-Lale, es un profesional. Nunca te diría esas cosas, además, sabemos que tú no estás bien, basta mirar que has llegado a autolesionarte, aunque sea mediante las uñas. Ya eso es una señal de que no todo está bien, y que hay que tomar medidas para que aprendas a lidiar con esta situación.

Nos detuvimos en otra cafetería, y entramos a preguntar. Por lo visto ninguna tenía un cartel que ansiara un nuevo empleado.

-Buenas tardes –esta vez pregunté yo-. ¿Está libre alguna plaza de trabajo?

-No señorita, todas están cubiertas –me respondió un muchacho que servía en una mesa a los clientes.

-Ok, muchas gracias y disculpe las molestias.

-No hay de que –nos volteamos y salimos de la cafetería. –Parece que todas por aquí están llenas, vamos a buscar en la siguiente cuadra, una por una, si no encontramos cafeterías, preguntemos por tiendas o en otros negocios. 

-Perfecto.

-Aun es el primer día –le sonreí para que se sintiera más tranquilo.

-Entonces, ¿Qué decisión has tomado hasta ahora? ¿Piensas que sería una buena opción localizar a un psicólogo?

-Tengo miedo, además, ¿Qué le diré a mis padres? 

-La verdad, no tienes por qué mentirles. Recuerda que yo te puedo acompañar a la primera cita, pero después tendrás que ir sola, tienes que aprender a superar tus miedos sola, no siempre va a haber alguien que te empuje o te ayude por desgracia. 

Me daba terror enfrentarme a cosas nuevas, sola, creo que no iba a ser capaz pero al final tendría que hacerlo. 

-¿Te puedo pedir un último favor?

-Dime.

-Al menos para empezar, ¿me puedes acompañar a hablar con mis padres? Solo para que les digas lo que me dijiste, la verdad tengo mucho miedo.

-No, Lale, lo lamento mucho pero eso es algo que te toca a ti, es lo mejor que puedo hacer por ti, tienes que volverte una persona independiente, más fuerte, y este puede ser el primer paso. 

-¿Pero que les digo?

-Puedes decirles: “Papa, mama, necesito hablar con ustedes sobre algo que me preocupa realmente. Últimamente no me he sentido bien y creo que podría ayudarme hablar con un psicólogo. ¿Podemos hablar de esto juntos?”

Respiré para tratar de calmar mis nervios, ¿en serio creía que iba a funcionar? 

-¿Les tienes tanto miedo, Lale? –Preguntó al ver mi reacción y no le pude responder- Está bien, te voy a acompañar solo por esta vez, pero será la última. 

Una alegría inmensa me recorrió el cuerpo y empecé a aplaudir. -¡Muchas gracias, eres el mejor! 

Por desgracia para Gabriel, el día de hoy no le encontramos trabajo. Todos los lugares estaban llenos de personal, sin embargo, la esperanza para uno de los dos estaba comenzando a aparecer en el camino, ya que mi amigo seguía animado con la idea después de hoy. Y digamos que yo también estaba un poco esperanzada, pero con mucho miedo también.

-Debemos elegir el momento adecuado –continuó Gabriel-, no podemos hablarles si están enojados, porque pueden descargar el enojo contigo y responderte mal. Un momento tranquilo, donde estén relajados y se vean al menos abiertos a escuchar. 

-¿Tienes tiempo para quedarte en mi casa hasta encontrar el momento adecuado? –pregunté por temor.

-Hasta la noche, pero no te preocupes, seguro que habrá un momento donde estén relajados, no son robots, deben sentarse a conversar en un momento.

-Bueno…

-Debes ser honesta con ellos, exprésate de forma directa y sin rodeos. 

-Gabriel, me estas poniendo el reto más grande de mi vida. Aquí están enmarcados todos mis problemas… No soy directa, no se comunicarme, no se expresar mis sentimientos, sigo sintiendo asco ante mis emociones… No sé qué hacer cuando me pregunten directamente… 

-Y lo podrás superar, es ahora o nunca, ¿o esperas pasarte el resto de tu vida con esta ansiedad y tristeza? 

Comencé a presionar una mano con la otra, a apretar mis dedos y sentirme insegura. El corazón me latía con fuerza con anticipación, pero debía hacerlo… Era la solución, tengo que cambiar mi vida.

-Hagámoslo. 

Volvimos a mi casa encontrándonos con mis padres viendo la televisión. Gabriel me asintió, comprobando que este era un buen momento para hablar del tema. 

-Ya volvimos –dije anunciando lo obvio para romper el hielo.

-¿Cómo les fue? ¿Gabriel, encontraste trabajo? –le preguntó mi papá.

-No, aun no… -Gabriel fue conversando con ellos mientras yo buscaba un poco de agua para los dos-. Gracias Lale, caminamos bastante pero fue en vano.

Me senté en una silla disponible y le indiqué a Gabriel que se sentara en otra, ambas frente a mis padres. Cuando Gabriel se calló, me miró a la expectativa. Ya me tocaba… Por dios, que nerviosa estaba…

-Mama, papa… ¿Podemos conversar sobre un asunto? Gabriel y yo queremos discutir algo importante.

Mi padre puso en mudo la televisión y se volteó hacia mí: -¿Qué pasa, Lale? 

-Bueno, creo que es algo que Lale debe traer a la mesa. Ella ha pasado por un tiempo difícil últimamente, y pensamos que podría ser buena idea que hablara con un psicólogo.

-¿Un psicólogo? –mi madre frunció el ceño.

-¿Por qué crees que necesitas eso? –mi padre atacó.

Ay no… Mire a Gabriel buscando ayuda, apoyo, el me asintió para que continuara, luego me volví hacia mis padres.

-La verdad… es que me he sentido muy abrumada. Hay muchas cosas en mi mente y a veces no sé cómo gestionarlas. Hablar con alguien que entiende de esto podría ayudarme… 

-Pero, ¿realmente es necesario? –atacó mi pare-. Todos atravesamos por momentos difíciles, no estoy seguro de que un psicólogo sea la solución.

Enseguida mi cerebro se bloqueó, iba a empezar todo de nuevo… Miré a Gabriel asustada, a lo que el volvió a meterse.

-Entiendo que suene preocupante –dijo con suavidad-, pero a veces, es como ir al médico. No se trata de “estar loco” o algo así, sino de cuidarse. Lale necesita saber manejar sus emociones, y no permitir que estas la controlen a ella.

Mi mama asintió lentamente. –Está bien, Lale, si eso es lo que quieres… Pero queremos estar involucrados en el proceso.

Gabriel sonrió. –Eso es genial, Lale solo quiere asegurar su bienestar, y su salud emocional es tan importante como su salud física. 

Mi padre me miró. –Está bien, Lale. Si eso crees que es lo mejor para ti, apoyaré tu decisión. 

De inmediato sentí un alivio inigualable, todo lo que había estado pensando no se relacionó con nada a lo que pasó, no sé si era por la presencia de Gabriel o el modo en que nos comunicamos, pero todo pareció por un momento empezar a encajar para mí.

-Gracias papá, mamá, significa mucho para mí. 

Gabriel hizo que lo acompañara a la puerta, ya era tarde y él necesitaba irse.

-Lale, te pedí que me acompañaras porque tengo algo último que hablar contigo.

-Dime –le dije más relajada que la última vez que pasamos por esta puerta.

-¿Viste que la situación no fue tan mala como pensabas? –comunicó con un tono reflexivo-. Ellos entendieron, estuvieron de acuerdo que fueras a terapia porque quieren tu bien… Lo que quiero decirte es que a veces, las situaciones pueden parecer un monstruo que nos va a comer y devorar, y al final no resultan ser nada de eso.

-La verdad es que sentía demasiado miedo de cómo reaccionaran, no me esperé para nada esa forma tan comprensiva de entenderme… 

-Tratemos de no hacer juicios apresurados a lo que pueda pasar, mejor dejemos que la vida nos sorprenda y nos afecte en el momento que nos tenga que afectar, porque si no el sobre pensar te genera la ansiedad que tenías hace unas horas. ¿Me hago entender? 

Suspiré. –Sí, creo que tienes razón, aunque últimamente tengo mucho miedo a ser juzgada… pero si, si entiendo el punto. 

-Otra cosa, la comunicación es muy importante en una relación, ya sea familiar, de amistad o amorosa. Si falla la comunicación y la confianza, la relación está destinada al fracaso… Quiero que entiendas lo que te estoy diciendo, vas a mejorar mucho cuando transmitas lo que sientes y no te encierres en ti misma.

Me quedé pensativa.

-Así puedes evitar peleas, y que te distancies de las amistades, como dice el refrán: cuentas claras, conservan relaciones. Ahora sí me voy, me cuentas si consigues una consulta con el psicólogo.

-Gracias por todo, mi amigo. 

-Para eso estamos, Lale. 

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