CAPÍTULO 23: Gran pelea
Fui tras Anelía a su habitación con la esperanza de encontrar calma y no ponerme a llorar de nuevo. Ya sentía pena por ellas, estaban soportándome mucho, pero a pesar de que quisiera solamente olvidarme de eso, solo quería llorar y llorar.
-¿Qué parte de Harry Potter quieres ver? -Preguntó Anelía abriendo su laptop, pero me mantuve en silencio-. Dime...
-Da igual, no quiero verlo de todas formas.
-¿EH? -Giró su cuello tan rápido que sus cabellos se agitaron en el aire-. ¿Lale González me está diciendo a mí que no quiere ver Harry Potter, su crush de toda una vida y futuro esposo? Esto es grave, creo que voy a morir, adiós, gusto conocerte -se dejó caer en la cama dramáticamente con un cuerpo flácido que parecía gelatina cuando se derrumbó sobre el colchón. Permanecí mirando cómo tenía los ojos cerrados y el cabello sobre su rostro, solo iba a durar pocos segundos porque le iba a doler la espalda.
Alcé y bajé mis cejas, Anelía se levantó de la cama sacándose todos los cabellos de la cara con sus manos unos segundos después.
-Lale, lo tuyo es serio. ¡No te ríes de mis locuras! -protestó, algo que en mí no causó ni el más mínimo esfuerzo en reaccionar-. Hey... al menos habla, di algo, no sé...
-Voy a revisar si tengo alguna llamada en mi celular o algún mensaje... -dije lo primero que pasó por mi mente y me levanté-, a lo mejor les ocurrió algo a mis padres o a Jarol y yo aquí viendo películas de magia sin preocuparme por nada... con permiso.
Salí en busca de mi celular, pero al encontrarlo no había ninguna llamada, por lo que opté por enviarles un mensaje yo, con la intención de que lo vieran al encender el celular.
Volví a la habitación toda desesperanzada y me senté en la cama, Anelía al verme con el celular me lo quitó.
-¡Hey, ya basta, no te tortures más! ¡Mamá dijo que te entretuvieras en otra cosa, estate quieta!
-No sé por qué soy... -"tan patética", lo pensé, pero no lo dije-. Da igual.
¿Qué iba a recibir a cambio? "Lale, debes ser más fuerte, tragarte tus lágrimas y resolverlo como la adulta que ya prácticamente eres". Era en vano expresarme de nuevo, por más que lo hacia el dolor no cesaba. Todo era en vano, así que opté por algo de lo que me arrepentiría tiempo después pero que ahora vi como método de supervivencia.
Tenía que ignorar mi dolor.
-Voy al baño un momento, ya regreso -salí de la habitación y con rapidez me dirigí al servicio, cubriendo mi rostro con mi cabello para evitar que Silvia me viera así si se le ocurría pasarme por al lado.
Llegué y cerré la puerta con seguro, avanzando con rapidez al espejo del lavamanos. Me encontré con mi rostro arrugado, rojo y húmedo, mis pestañas más negras de lo habitual, mi cabello despeinado, y mis ojos que volvían a ponerse rojos de tan solo pensar que la que se miraba en el espejo ahora no era Lale, sino una abominación.
-No vayas a llorar... -susurré a mi reflejo, mi garganta ya empezaba a ser afectada por mis sollozos-, trágate tus lágrimas, no te atrevas a llorar, Lale. Tienes que ser fuerte.
Lo peor era que mi voz decía una cosa, pero mi cuerpo hacia otra totalmente diferente.
-¡Que no llores, mierda...! -me dije entre dientes, sin embargo... parecía una loca. Abrí el grifo y mojé mi rostro, restregando mis ojos y volviéndome a mirar en el espejo. Toqué mis mejillas, estaban calientes, y mis labios estaban hinchados-. No llores, no llores, no llores... Cálmate ya, esto es solo una tontería, hay cosas peores... Ahora... cálmate.
Sequé mi rostro pensando en una distracción para que se adueñara de mis pensamientos, era la única forma de no recordar, interrumpida por unos toques en la puerta.
-Lale... ¿Lale, estás bien? -Anelía preguntó del otro lado.
Aclaré mi voz para que saliera normal, lo más normal posible.
-Si... ya salgo.
-No demores tanto que me preocupo.
-Ya voy a salir...
Pegué mi espalda a la puerta y cerré los ojos, me concentré en mi respiración que aún estaba agitada, y que debía moderar. Antes de salir me vi por última vez en el espejo, haciéndome yo misma una prevención con un gesto para intentar controlar mis debilidades. Luego, abrí el cerrojo y salí.
-¡Por fin! -dijo Anelía, a lo que yo solo le sonreí mirando mis pies.
-¿Por dónde va la película?
-Por el inicio todavía. ¡Vamos, que hay que hacer maratón! -Comunicó y yo sonreí, pero por desgracia, fue la primera de muchas sonrisas que ocultaban algo más-. Voy al baño yo, tú ve para el cuarto y espérame ahí. ¡Ah y ponle pausa a la película hasta que llegue!
-Si... -arrastré la "i" y caminé hacia su habitación. Solo esperaba superar esto lo más pronto posible.
Al llegar la mañana, debía ir a la escuela. Anelía me prestó ropa suya y algunas libretas donde pudiera escribir. Pasé por casa en un último intento de hablar con mis padres, pero no abrieron la puerta, no contestaron el celular. Incluso les pregunté a algunos vecinos si había sucedido algo, pero su respuesta fue que todo estuvo igual de tranquilo como siempre.
-Ya están muy grandes para hacer esas rabietas, Anelía. Una se asusta pensando que les sucedió algo.
-Estás como si fueras la madre de ellos en vez de al revés -se rió tratando de quitarle importancia.
-Casi me río, pero no...
-Lale, ¿estarás bien en la escuela con todo lo que está sucediendo en tu vida? -preguntó preocupada, solo pude mirarla.
-No sé si seré capaz de concentrarme... -suspiré, pensando en las posibles evaluaciones que tendré-, pero lo voy a intentar, es la escuela... tengo que ir.
-Tienes que tratar de ser un poquito más fuerte, Lale... Hazlo por ti, te va a ir mejor, no es sano estar todos los días llorando.
-Solo lloré ayer, Anelía, fuera de eso me has visto llorar pocas veces para no decir que nunca. No exageres así -dije totalmente seria, últimamente les había dado la costumbre de decir que era una llorona.
-Fuera de eso, trata de no pensar más en eso por hoy y concéntrate en la escuela.
-Parece fácil -dije con ironía, un "pero no lo es" resonó en mi mente.
-¡Fuera de tema...! ¡Pareces Anelía 2! -comenzó a reírse y señalarme con el dedo, no entendí nada hasta que entendí a la que refería a mi ropa y mi peinado.
-¡Muy graciosa la niña! -le saqué la lengua y me crucé de brazos.
-¡Hoy nos van a confundir bastante! -continuó riéndose.
-¡Ja-ja-ja! ¡Qué graciosa!
-Tenía que haberme vestido de Lale y traer a alguien para que nos grabe, ja Jajaja, el día de hoy parecerá una cámara oculta.
-Definitivamente te falta un tornillo.
-A ti también, ¡no te hagas! -gritó y todos en la calle voltearon a mirarnos.
Está loca, ¡está locaaaaa! ¡¿Ay Virgen de los Abdominales qué he hecho yo en esta vida para tener una amiga así tan loca?! No puedo negar que me sacó una sonrisa.
Al final del día intenté de nuevo pasar por casa de mis padres. El corazón me empezó a latir con fuerza cuando vi la puerta abierta de par en par. Regresé sola, y entré sola a casa. Avancé lentamente hacia el interior mirando hacia todos lados.
-¿Holaaa? -grité, esperando que saliera alguien, ya esto me estaba asustando.
Mi mamá se apareció por la cocina casi dándome un ataque al corazón.
-¡Ufff, joder, mamá! Pensé que había pasado algo aquí -sentí alivio pero a la vez los latidos del corazón me habían subido a los oídos, que poco a poco se convirtió en un pitido.
Ella me miró y se dio la vuelta para fregar los trastes, no dijo nada.
De nuevo el corazón se me estrujó.
-¿Y mi papá y Jarol? -intenté preguntarle, tragándome mi dolor.
Ella mantuvo silencio.
-¿Por qué la puerta estaba abierta de par en par? ¿Están recogiendo o va a llegar algo?
Silencio. Joder, parecía que estaba hablando con la pared. Suspiré y con el corazón en la mano decidí preguntarle.
-Mama... ¿estás... molesta por algo? Ayer pasé por aquí en la noche, vine con Anelía y Silvia, y estuve llamando por casi una hora en la puerta. Sus teléfonos estaban apagados, envié mensajes y tampoco me respondieron, tuve que dormir en casa de Anelía. ¿Pasó algo?
Sentí que me iba a desmayar cuando tomó un plato y lo lanzó al suelo con fuerza y se giró a mirarme. El plato se hizo añicos que se desparramaron por todo el suelo cubiertos de espuma. Levanté la mirada lentamente hasta mirarla a los ojos, ojos furiosos como nunca los había visto.
-¿Qué... qué pasa...?
La voz me temblaba, en serio estaba muy asustada con esta situación. No entendía una mierda.
-¿Qué tú crees que estábamos haciendo? -susurró como una cínica, mirándome como un maldito demonio- Ya que andas de PUTA con ese Mateo al menos tienes que saber lo que hicimos anoche. ¿Ese es tu hobby ahora no? -zanjó mi mamá.
Al instante, reaccioné que lo que Anelía había dicho era cierto y desde ese momento, la ira recorrió por todo mi cuerpo. ¿O sea que me pasé la noche llorando preocupada por ellos y lo que en realidad estaban haciendo era acostarse como un acto de rebeldía hacia mí?
No sé qué me sucedió, pero desaparecieron las ganas de llorar, mi cerebro bloqueó todos los pensamientos inútiles y mi boca se convirtió en una pistola que acabaría con varios pajarillos de un tiro.
-¿Aja y cuántos años se creen que tienen ustedes? ¿Se piensan que son unos adolescentes calenturientos o qué mierda?
La bofetada me la sentí fuerte, los ojos se me habían aguado.
-No te atrevas a hablarme de esa forma. ¡Soy tu madre, me respetas!
-¡Pues me parece que a la única que no respetan en esta casa es a mí! -Las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas, joder por qué tenía que ser tan débil-. Me impiden hacer cosas, me ofendes diciéndome que soy una puta, me dicen, me dicen y dicen y yo solo trago y trago. ¡Me hacen pensar que están molestos conmigo, que para ustedes las muestras de cariño entre un hombre y una mujer solo indica "putería", que no puede haber una mirada, un gesto o unas palabras que indiquen que puedo estar enamorada para que se rían, me juzguen, se burlen de mí! -sentía que me iba a desaparecer, el corazón lo tenía roto en mil pedazos. No podía y me odiaba por estarles rebatiendo, sentía que debía morir por ofender a las personas que me criaron y me vieron crecer, estuvieron a mi lado y fueron mi puerto seguro y mi fortaleza que me protegía, pero ya no podía más. Tanto que guardé para no lastimarlos y no sentirme desamparada lo acababa de joder en un momento. Era una estúpida, una estúpida que no merecía unos padres así.
-¡¿De qué mierda estás hablando, chiquilla?! Estás fuera de control, no muerdas la mano que te da de comer.
-O sea, a ver si entiendo: ¡¿Me estás diciendo que ustedes me pueden pelear, me pueden ofender, y yo ni siquiera puedo expresar lo que siento, joder?!
-Nunca he dicho eso, Lale -mi madre interrumpió.
-Lo has dicho, si, no de esa forma pero lo has dicho.
Si hay algo malo en tener la cabeza caliente, es que cualquier palabra que puedes soltar puede ir en forma de cuchillo y parar en el corazón de una persona, acabar con la relación en un abrir y cerrar de ojos. Yo, que siempre estaba para evitar lastimar a los demás, que me media en cualquier discusión prefería quedar de mala antes de sentir que mis acciones y actos destrozaron a los demás, estaba ahora a mi limite, y lo que iba a soltar ahora, me iba a arrepentir por el resto de mi vida.
-Siento asco de ser hija de ustedes.
-¡Lale! -miré hacia afuera, Anelía estaba parada en la puerta.
Mis hombros subían y bajaban, lágrimas estaban llegando a mi cuello. Le hice una seña para que esperara, corrí a mi cuarto, tomé una bolsa y comencé a tomar ropa y zapatos. Tomé lo primero que encontré hasta que la llené, resoné la puerta del armario y salí de casa como un rayo sin siquiera mirar atrás. Nunca quise lastimarlos, pero esta vez ellos me habían lastimado más de lo que yo a ellos.
-Nos vamos, Anelía.
-¿Y esa bolsa? -preguntó extrañada.
-Nos vamos dije, te explico en el camino. -La tomé por la muñeca, di una última mirada para adentro de mi casa y cerré la puerta.
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