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CAPÍTULO 19: La playa 2

Con el corazón a mil por hora tomé la decisión más sabia: escapar, aunque le tuve que decir a Mateo que me urgía ir a la orilla para que me llevara, qué vergüenza.

—¡Oye, Lale, ¿Cómo se sintió tu primer besazo?! —Anelía exclamó con emoción y me comencé a reír, me alejé de Mateo cuando ya estaba más cerca de la orilla y me acerqué a las chicas.

—A decir verdad, este no fue el primero.

—¡¿Cómo?!

Y si, a pesar de que pasaron los años nunca les había contado del beso de la fiesta de Navidad. Ahora es que se enteran.

—¡Mala amiga guarda secretos, te voy a matar! —espetó Rosalía y comenzó a hacer el intento de correr en el agua.

—¡Buajajaja, este es tu karma! —Dije recordando que antes tampoco me había contado del novio de la secundaria, pero se fue acercando más y más rápido y decidí correr por mi vida—. ¡AHHHHH!

Las olas me entorpecían, el agua me frenaba y tras de mi tenía una fiera que sí sabía nadar.

—¡AYUDAAAA! —comencé a gritar y a saltar en el agua corriendo lo más rápido que podía. Miré atrás y Rosalía se acercaba como un cocodrilo hambriento.

¡Ay mi madre, lo que me he buscado! Poco a poco el agua comenzó a llegarme por las rodillas y así fue como de salto en salto llegué a la arena, chillando por uno que otro pez que me pasó por los pies.

Avancé con largas zancadas en la arena, ya disminuyendo el paso. La sonrisa hacía que me sintiera las comisuras de los labios adoloridas, estaba feliz, me sentía bien. Fijé a mi familia, estaban dándome la espalda al parecer preparando el almuerzo. De los bolsos sacaban varios platillos y cucharas.

—Oye... —Silvia se aproximó a mí con una sonrisita, fruncí el ceño—. Te vi, eh... Te vi... —comenzó a alzar y bajar sus cejas con una cara de pícara que me hizo quedarme como el hielo.

—¿Cómo que me viste? —me hice la inocente.

—Te vi con Mateo, eh... Ahora no me vayas a decir que no —se mordió el labio inferior y su rostro se volvió repentinamente maldito.

—¡Silvia! —espeté y me estrellé la cara contra las manos, riéndome de la vergüenza. Estaba segura que mi cara estaba más roja por lo que pasó que por el calor. Rayos, cómo ha pasado el tiempo, deben ser ya las 12.

Ahora es que caigo en cuenta.

—Perra —me dijo la madre de Anelía, para luego completar bajándose las gafas y guiñándome un ojo—: como yo.

Anelía quien estaba detrás de ella se empezó a reír y luego, me divisó. Oh, oh, su rostro se volvió macabro y empezó a correr hacia a mí, era demasiado tarde.

—¡Ven acá perra!

—¡No, espera, espera! —Grité en pánico sin poder levantarme a tiempo—. ¡ANELÍAAAA!

Mi amiga se tiró arriba de mí en la arena, dejándome inmóvil como una muñeca.

—¡Suéltame! —chillé.

—¡Quedas presa por perra!

—¡No! —reí—. ¡Basta, suéltame!

Chicos, éramos un show, todos en la playa pasaban por donde estábamos nosotras y se nos quedaban mirando. Lo noté y eso me hizo notar que estábamos más locas de remate de lo que pensaba.

—¡Falto yo! —de repente, Rosalía se aproximó y no me dio tiempo ni siquiera de respirar o parpadear.

—"¡Amor!" —fue lo último que sentí por parte de su novio antes de que se lanzara hacia nosotras.

—¡¿Por qué tienen que ser tan locas?! —chillé.

—¡Tú te callas que tú no te quedas atrás! —Respondió Anelía con total hiperactividad— ¡Atrapamos a la carnada, Rosalía! ¡La tenemos!

—¡Ahora no la sueltes!

—¡Bastaaaa! —grité con todas mis fuerzas, el sol molestaba mi cara por lo que tenía que cerrar los ojos sobre todo por la arena que acusaba con meterse en mis ojos.

—Rosalía, Anelía, ya, basta —la voz de mi mamá totalmente seria nos interrumpió con total demanda—, dejen la tontería y vengan a comer que ustedes están grandes ya para esa gracia.

Las tres nos miramos por un momento con el ceño fruncido y nos separamos.

—Aish —dijo Anelía extrañada mirando a mi madre como diciendo "¿y a esta qué mosca le pico?".

—Ay Dios... —Rosalía se apresuró a separarse igual, y comenzó a actuar como una criatura escurridiza que decía: "la madre de Lale me regañó, qué pena". Su cara con los labios presionados con una disimulada curva hacia arriba, sus hombros encogidos y su cabeza como quien quería salir de un caparazón la delataron. Me miró a mí y yo subí y alcé mis hombros. Estaba igual que ellas sin entender nada.

—Bueno, entonces, vamos a la orilla a... —Anelía fue interrumpida por mi padre.

—Anelía, ¿tú no escuchaste? A comer ya, estense tranquilas —regañó.

Ahora sí el rostro de mi amiga se transformó en algo totalmente serio. Aunque no se asusten, era normal que a Anelía y a mí nos regañaran por igual, prácticamente habíamos crecido juntas así que no había problema en que el padre de una regañara a la otra.

Lo que hizo fue llegar hasta donde estaba yo y sentarse. Rosalía quedó mirándonos seria sin saber qué decir y a los segundos fue a buscar a su novio.

—Ven Anelía —su madre la llamó y ella se levantó a tomar su comida. A los segundos volvió a mi lado.

—¿Y Lale? —preguntó, refiriéndose a la mía.

—Se la están preparando —Silvia miró a mis padres.

—No, preparando nada, que venga ella y se la prepare que ella está grande ya —demandó mi papá, y quedé con los ojos como platos.

OMG, de repente comencé a reírme y me levanté como respuesta. Increíble, hay cambios de papeles.

Me dirigí a la fuente de comida en busca de un plato y los cubiertos, antes de mi estaba mi padre quien le preparaba la comida a mi hermano. Esperé un momento y me acerqué a la comida sin hacer ruido, pues al parecer no estaban de muy buen humor.

Me preparé lo mío.

—Em... papá, ¿sabes dónde está la bebida? —me acerqué y le pregunté.

—No sé —respondió, tajante, algo que me hizo fruncir el ceño.

Aish, ¿no les pasa que sus padres se molestan de repente y no sabes por qué fue? Pues este era el caso, mejor no molestarlos y dejarlos tranquilos. Volví con Anelía a comer, y le comenté acerca de eso.

—A lo mejor sí está molesto contigo, porque te bañaste sin paredo —fue lo que me respondió.

Entonces caí, porque tenía algo de razón, pero luego reaccioné.

—Pero si al final Jarol me lo rompió, debería estar molesto con Jarol, no conmigo, y mi mamá también está rara —me quedé pensativa.

—Ay, no lo sé, Lale —Anelía hizo un ademán para que me callara—, pudo haber pasado algo con la comida, se les quedó algo en casa, cualquier cosa... No te vuelvas loca con eso.

Y con esas palabras dio por cerrado el caso. En fin, eran cosas sin importancia, seguro cuando llegara a casa se les pasaba, siempre era igual, simplemente no les hablaré por ahora por si las moscas.

Pero estaba equivocada, me di cuenta que el resto del día, seguían igual, sobre todo conmigo, y eso aunque lo quieras pasar por alto, se siente raro, sobre todo de porque son mis padres.

¿Debería tomarle importancia a eso? Quise no hacerlo, pero desgraciadamente, me amargué toda la tarde, sobre todo por las malas miradas que me dirigían cuando hacía el intento de meterme al mar, y eso, hizo que saltaran mis alarmas.

¿Habrán visto algo?

***

Llegamos a casa luego de un día maravilloso, yo me la pasé con las mejillas acaloradas en todo momento y queriendo mandar a mis amigas al demonio por joderme tanto. En el auto de regreso, mis conversaciones se limitaban a Mateo, Silvia y una que otra palabra de Anelía, ya que Rosalía se la pasaba haciéndome muecas picaronas referidas a como Mateo y yo estábamos sentados en el auto. Estábamos muy juntitos: esa era la razón, su brazo pasaba por detrás de la parte de mi asiento por lo que yo quedaba... ¿Cómo decirlo? Bajo su ala.

—¿Y entonces se divirtieron? –preguntó Silvia.

—¡Por supuesto que sí! Fue maravilloso, cuando nos pusimos a correr fue como revivir nuestra infancia, ¿verdad, Lale? –Anelía exclamó muy contenta.

—¡Siii! Fue súper divertido.

—Sobre todo estar en el agua –atacó Rosalía mirándome, palidecí, Anelía empezó a ahogarse en su propia saliva, y mateo expulsó aire entre sus dientes mientras sonreía.

—Maldita perra, me las vas a pagar –la miré con cara vengativa, comencé a crujirme los dedos, pero la chica se escondió en el pecho de su novio quien estaba sentado a su lado.

Tomé aire profundo, era inteligente, Rosalía era un bicho.

Dentro de unos largos minutos llegamos a casa. Los chicos ayudaron a bajar las cosas del auto y pronto nos dirigimos cada uno hacia nuestras casas.

—Emm, Lale –Mateo me llamó y con un gesto me dijo que me acercara—, gracias por la invitación.

—Jm, de nada, fue un día lindo –le sonreí, y con el rabillo del ojo vi como mis padres entraron a la casa.

—¿La pasaste bien, Mateo? –Silvia se interpuso entre ambos.

—Si, por supuesto que sí. Ah, y la comida estaba muy buena

El rostro de Silvia se iluminó en sorpresa y comenzó a reírse junto con Anelía de forma escandalosa, tanto que me la transmitieron a mí.

—¡De tantas cosas que pudo decir y vino a mencionar la comida! –anemia rio con fuerzas

—Por lo menos es agradecido –respondió Silvia—, pero también fue obra de los padres de Lale. La comida fue entre los tres

Mateo me miró

—Lale ya me voy, nos vemos en la escuela, ¿sí? –se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla.

—Sí, sí, si... Nos vemos...

Lo vi alejarse a lo que mis cachetes gritaban por que los cubriera de polvo blanco, Silvia de repente comenzó a hacerme monerías.

—¡Mamá, no seas mala, mamá! –Anelía le dijo riéndose— ¿No ves cómo está la pobrecita?

Iban a acabar conmigo, lo digo.

—Lale, cuando entres, báñate con hielo a ver si se te quita lo rojo

—¿Estás loca, niña? –disparé en respuesta, estupefacta.

—Así cuando te enfermes dejas que te cure tu doctorcito.

—¡ANELIAAAA!

Okey, chicos, tuve que escapar lo más rápido posible así que comencé a retroceder paso a paso hasta que cuando estuve cerca de la puerta corrí y la cerré, escuchando un "perra" salido de la boca de Anelía, a lo que abrí la puerta.

—¡Perra no, perrísima! –y la volví a cerrar.

Desde aquí escuché la risa de ganso. ¡Ay vida, ¿estás haciéndome vivir todas estas cosas para escribir una novela de mi acaso?! Todo parecía perfecto, y espero que siga siendo así.

Eso era lo que pensaba, pero la vida siempre te demuestra que nada es perfecto, y eso comenzó a pasarme nada más cerré la puerta de mi casa. 

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