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CAPÍTULO 17: La tarea

DOS DÍAS DESPUÉS

Día domingo.

—No puedo limpiar ahora, mamá. Estoy haciendo tareas.

—Pues apresúrate. Te lo dije ayer y aun no lo has hecho, Lale.

—Cuando termine de hacer tareas, mamá. Dame un tiempo.

Tengo la mesa frente a mi hecha un reguero de papeles y libros. Ahora no sé en dónde está el lápiz. Hoy domingo estoy haciendo las tareas que debería haber hecho ayer, pero digamos que mi mente no estaba para eso.

Pensar en Mateo, en ese beso y la cita me ha removido las neuronas y estoy que no me concentro en nada.

Alguien tocó la puerta de mi casa. ¿Quién a estas horas hoy domingo?

—¡Lale, ve a ver quién es! —mi querida madre al parecer no se mete en la cabeza lo de mis estudios cuando me ordena a hacer estas cosas.

Me levanté —¿No puede ir a verlo Jarol?

—Lale, Jarol está ayudando a tu papá a hacer una cosa en el patio. Ve tú.

—Ash, todo yo. Todo yo. —camino con grandes zancadas hacia la puerta.

La abrí rápidamente dispuesta a abandonar la sala e irme, pero cuando miré su cara mis objetivos vacilaron.

Abrí mis ojos como platos. ¿Qué?

—Hola, Lale.

—Hola Mateo —le sonreí tanto que mis mejillas dolieron. ¿Que tú haces aquí?

Mi corazón ya empezó a latir con tanta fuerza que pensé que Mateo lo escucharía.

—Lale, me hace falta tu ayuda.

—Sí, toda la ayuda que quie... Digo, digo. —carraspeé —¿En qué necesitas ayuda?

—Es que... Me mandaron a hacer una tarea y no sé cómo hacerla.

—Sí, sí, pasa, pasa. —Me hice a un lado para que pasara —Siéntate, Mateo.

Mateo se sentó. Caminé para quedar y sentarme a su lado pero al parecer mi mamá estaba tan ocupada en mandarme que no se podía acercar a ver quién era la visita.

—¡Lale...! ¿Quién es? —gritó desde la cocina.

—¡Es Mateo! —caramba. Hasta decir su nombre frente a mi madre me da cosas. Estoy mal. —que vino para que lo ayudara a hacer una tarea.

Mi mamá rápidamente salió de la cocina, secándose con un paño las manos, con una sonrisa tan instantánea en su rostro que me sorprendió.

—¡Ay Mateo! ¿Cómo estás, mi niño? —abrí mis ojos tanto que no pude más y, si no fuera discreta, mi boca llegaría al suelo.

¡¿Desde cuándo?!

¿De dónde?

¿Alguien que me explique por qué mi madre tiene tanta confianza con Mateo? ¡Si ella es seria!

¿Cómo...?

Mi mamá saludó a Mateo y él estaba muy sonriente al parecer, los ojitos le brillaban. ¿Estoy soñando?

Mi papá se detuvo en el umbral de la sala y miró a Mateo con una ceja enarcada, después de mirarme a mí. —Eh Mateo. ¿A qué viniste? ¿A robarte la comida?

Mi papá siempre tan gracioso. Estoy que los ojos se me botan. ¿DESDE CUANDO USTEDES SON ASÍ?

—Mijo, ya. Que es el compañero de Lale. ¿Tú no entiendes? —le regañó mi mamá con la sonrisa aun en sus labios.

—Si. Si. Si. Compañero... —me voy a morir. Estoy nerviosa. Si me hacen pasar una vergüenza delante de Mateo entro a mi cuarto y no salgo en semanas hasta que mis mejillas dejen de quemar.

Me quedé mirando a Mateo nerviosa hasta que mi papá se fue para el cuarto.

—Bueno, los dejo tranquilos para que hagan sus tareas. En un ratico les traigo una meriendita a los dos. —dijo mi mamá alejándose de nosotros.

Si Anelía se entera que mi mamá le ofrece merienda a Mateo y que le está guardando la comida cuando ella viene, se va a enfadar y no va a querer que yo salga más nunca con Mateo en mi puta vida.

—Ven Mateo, siéntate por aquí. —tanteé un lugar a mi lado y él se sentó poniendo su mochila sobre sus muslos.

Abrió el zíper y sacó una libreta.

— ¿Qué es lo que tú no entiendes? —le pregunto ansiosa. Su perfume metiéndose por mi nariz.

—Mira. Esto no lo entiendo aquí. —me señaló un ejercicio que tenía marcado en la libreta.

—A ver. —me acerqué para ver mejor y da la casualidad de que mi cara casi rosa con su mejilla.

No me miren así. Es casualidad. Solo casualidad.

Qué labios.

¡Lale!

—Bueno mira —traté de reunir las fuerzas para concentrarme y que no viera que mis dedos temblaban. Tarea difícil por Dios.

Teniéndolo tan cerca mi sonrojo es inocultable.

Comencé a explicarle cómo hacer el ejercicio y él atendía y asentía varias veces. Sentía su mirada sobre mí y no me atrevía a mirarlo. Iba a estar demasiado cerca.

Cuando de repente, me sopló en el cuello. Si. Me sopló.

Rápidamente lo miré. Estábamos muy cerca. Mis ojos bajaron a sus labios.

Ay dios mío. Protégeme para no caer en la tentación. Quiero besarlo. Tengo ganas de morderme el labio pero sería muy directa.

Por la virgen de la santa cachucha.

Y por segunda vez, me sopló pero esta vez sobre mis labios. El mundo quedó en pausa. Siento su respiración sobre mi boca. Esto es mucho.

Los dos nos quedamos mirando...

—Hjum. Hjum —mi papá carraspeó tras de mí. Mierda. —La tarea, Lale.

—Ah sí, sí. Eh... —mis manos nerviosas tocaban la libreta para disimular.

Miré a mi papá riéndome.

—Te estoy vigilando.

Señaló sus ojos y me señaló a mí.

Luego a sus ojos, luego a mí.

Caminó hacia atrás lentamente y dio un paso hacia al lado y desapareció por la puerta del cuarto.

Miré a Mateo y luego de nuevo para atrás. Mi papá se apareció de nuevo e hizo la misma seña.

—Te estoy vigilando...

—Ya papá. Ya vete. —agité mi mano después de susurrar demasiado nerviosa y muerta de la risa.

Y se va. Por fin.

Volteé mi cara y para mi sorpresa Mateo me estaba mirando. ¡Carajo!

— ¿Todo bien? —me pregunta. Para mí que quiere burlarse de mi nerviosismo.

—Si. Si. Si. Es que mis papás son muy jodedores.

Le sonreí y estaba dispuesta a cambiar el tema. Si no fuera por mi hermanito bello, hermoso, y buena gente —nótese el sarcasmo, por favor— Jarol...

— ¡Mamá! ¡Aquí está el de la foto del celular de Lale!

¡AHORA SI ME DECLARO MUERTA!

Les explico que después de la cita Mateo, él ha sido mi fondo de pantalla y ahora es que me entero de Jarol lo sabe. Me muero.

—Te voy a matar, hijo de tu puta madre. —mi furia salió entre mis dientes disfrazada con mi sonrojo.

— ¿Eh? —Mateo preguntó y me volteé hacia él. La trenza que tenía hecha flotó momentáneamente en el aire.

— ¿Eh?

— ¿Eh?

Sus ojos están sobre los míos.

—Mejor vamos a seguir con la tarea. ¿No crees? Vamos a seguir con la tarea.

*

—Fue un desastre total.

Les dije a mis amigas Rosalía y Anelía sentada en uno de los bancos de la escuela. Una oleada de risas estalló entre ellas. Y en mí también, para qué negarlo.

Alex, el musculoso apareció desde atrás.

— ¿De qué se ríen tanto?

A Rosalía se le fueron los ojos revisándolo de arriba a abajo.

Se escuchó un carraspeo. Rosalía miró al lado. —Ah, mi amor, disculpa —dijo con una sonrisa a su novio que la venía a buscar.

— ¿Rosalía? ¿Ya acabaste? ¿Ya nos podemos ir? —le habló su novio con una falsa sonrisa. Era obvio que lo había visto todo.

—Ah sí, mi amor. —se levantó sacudiendo su saya —Bueno, chicos, me tengo que ir.

Rosalía salió delante de su novio. Supongo para que no le viera la cara de avergonzada. Ay Rosalía...

— ¿Puedo acompañarlas a su casa? —nos dijo Alex frente a nosotras y ahora, a la que se le fueron los ojos fue a Anelía.

—Bueno... Mientras tanto no sueltes una de tus pataletas está bien —dijo Anelía levantándose y yo la seguí.

Alex asintió. —Sí, está bien.

Salimos de la escuela, pisando la ruidosa acera, cargada de una gran muchedumbre de estudiantes ansiosos de llegar a su casa. Y no lo negaré, yo también lo deseaba. Descansar... Parece curioso que yo siendo tan joven quiera tomarme descansos o incluso, si me ponen la oportunidad de unas vacaciones delante no dudaré en agarrarme a ella con todas mis fuerzas.

Alex estaba a un lado de Anelía y yo en el otro. Casi que no cabíamos en la acera.

—¿Qué les parece una visita a la playa para relajarnos? —propuse.

Ambos me miraron casi al instante, la motivación en sus ojos.

—¿AHORA? —exclamó Alex. Lo fulminé con la mirada. —Mira a Lale, Anelía. Quiere irse para la playa ahora. ¿Trajiste traje de baño? Na, seguro lo tiene abajo. —me dedicó una mirada pervertida con la cara de lado— Lo tenías planeado, pillina.

Me froté el lado del brazo donde Alex me acababa de presionar. —Au, no...

—¿Anelía, tú también?

—¡TONTO, NO! —le exclamamos a coro. Gracias conexión Bluetooth por encontrar el dispositivo de la mente de Anelía. Gracias.

—Ya, ya. No me griten. ¿Qué era entonces?

—Estábamos diciendo que necesitábamos unas vacaciones. Yo más que nunca. Y que quisiéramos ir a la playa, pero no ahora, bobo.

—Ahh —Alex abrió su boca para mostrarnos su entendimiento.

—Tiene retraso, Lale.

—Ya me di cuenta, Anelía. Ya me di cuenta.

—¡Hey! Sigo aquí. Hello. —Alex agitó sus manos en el aire como si fuera un náufrago en busca de ayuda.

Reúne paciencia.

Aguanta las risas y las ganas de matarlo. En el buen sentido, chicos.

Después de reírnos... —Ya, Alex. En serio. Tenemos que avisarle a Rosalía.

—Oh, carne fresca. —dijo Alex frotando sus manos.

—Pss, hey. Ni lo pienses. Que tiene novio. Y la vino a buscar hoy y todo. —dijo Anelía poniéndole una pausa a la máquina cazadora de chicas de Alex.

—Ash, tenía que intentarlo...

—Si Rosalía se entera que vamos a la playa de nuevo va a traer treinta pares de mata cangrejos. —comencé a reírme recordándola con el vendaje en la nariz.

—¿A Rosalía le mordió un cangrejo? —Alex estaba incrédulo, con una sonrisa en sus labios a punto de soltarla.

—Si nosotras te contáramos...

Hablamos de los planes para la playa que iba ser el próximo fin de semana. Hablamos de avisar a Rosalía, si íbamos a ir con nuestros padres. Bueno, supongo que a mí no me iban a dejar ir sola, mis queridos padres vienen en el paquete. Y Jarol también. Ay no.

No me pondré a pensar en eso.

—¡Lale!

Me sobresalté al sentir una voz conocida que provenía de una de las casas por las que estábamos pasando. Miré hacia adentro dándome cuenta de a dónde mis pies me habían llevado y yo ni siquiera me había dado cuenta.

La mamá de Mateo estaba sentada en el portal de su casa.

Ay mi suegrita.

—¡Hola!

Ella se levantó y se dirigía hacia mí.

Tras de ella salió Mateo dándome el motivo para que mi corazón comenzara a rebotar dentro de mí. Y más...

Estaba sin camisa.

Mis ojos lo detallaron con descaro. Ay me muero. Ya debo estar colorada y frente a su madre.

Me eché un poco para atrás del tiro y Anelía me aguantó. —Calma, Lale. Calma. Solo está sin camisa.

—¿Solo eso? Por la virgen de los abdominales, protégeme de cualquier pecado que pueda cometer. Amén.

—No eres Raquel para pedirle a la virgen de los abdominales.

—No me importa. Poséeme, Virgen de los Abdominales.

—Ok. Te está haciendo mucho daño leer A Través de mi Ventana.

Mundo a Lale...

—¿No vas a pasar? —me preguntó la mamá de Mateo a la espera para abrirme la puerta. Mateo seguía en donde estaba. Sus ojos sobre mí. Por dios que bueno está.

¡Lale!

—No. No puedo, voy para la casa de mi mejor amiga. —le dije.

—¿Ni siquiera vas a pasar un momentito? —me dijo Mateo. Ahora es difícil resistirse...

Le hice ojitos a Anelía, bajando las comisuras de los labios. —¿Puedo pasar? —casi le supliqué.

Alex debe estar viendo la gran película que saldrá en Netflix, protagonizada por Lale, Anelía y el chico de nombre Mateo que el acaba de conocer con la vista.

—Por favor. No me dejes sola con este loco, te lo suplico. Que caigo en la tentación. —Ahora Anelía fue la que hizo ojitos.

¿Tan atrayente es Alex y yo no caigo?

Tonta, estás tan enfocada en Mateo que no notas a los demás.

¡Cállate!

¿Amistad?

¿Noviazgo?

¿Amistad?

¿Noviazgo?

Una decisión difícil de tomar. Pero la amistad vale oro. Sé que voy a odiar a Anelía por el resto del día.

Respira...

—No podemos. De verdad, nos tenemos que ir rápido que la mamá de Anelía nos va a pelear. —le dije a su madre.

—¡Yo puedo acompañarlas a su casa! —dijo Alex.

¿Si?

—¡Perfecto! —dijo Mateo sonriente.

—No... No... —De que Anelía lo mata, lo mata. Ay Alex, acabas de meter la pata.

—Pues entonces vámonos —Alex comienza a jalar a Anelía para seguir el camino a la casa y alejándose de mí.

—¡Lale! Hija de tu madre que te parió.

Alex la jalaba aún más. Más lejos. Lejos de mí y de Mateo que también tenía sus ojos sobre la dramática de Anelía.

—¡Ayuda...!

Ay...

—No puedo hacer nada, disculpa. —le dije ya a lo lejos. Mira en lo que me mete esta niña.

—¡Mala amiga!

Miré a Mateo y luego a Anelía lejos. Y con todas mis fuerzas y reteniendo mis hormonas...

—Mateo, en serio me tengo que ir. —agité la mano en forma de adiós y comencé a correr hacia los dos locos subiendo la loma.

Hasta que logré tomar a Anelía de la mano y se la apreté tan duro que hizo una mueca. Alex a su lado caminando.

—Maldita sea, hija de perra.

Ella me hizo ojitos. —No me dejes sola con este loco nunca por favor. Que me lo violo y no es sano...

Carraspeé. No entendí. —¿Cómo que te lo violas? ¿Qué parte no me has dicho del cuento?

—Prometo contarte, pero por favor llévame para la casa. No me dejes solita con él.

Exhalando fuertemente, tuve que aceptar. Ella es tu amiga, Lale. Tu amiga que te separó de Mateo hace minutos. Es por una buena causa, Lale. Sí, si lo es.

Asintiendo, cedí a acompañarla a su casa. Y ahí de que me va a contar qué pasa entre ella y Alex, me va a contar.

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