-T4- Capítulo 81 Secretos que son imposibles de ocultar
🍁 Capítulo 81 «Secretos que son imposibles de ocultar.»
Después de recibir ambos peces, de color naranja y escamas doradas, en una pequeña pecera de vidrio redonda. Julia dejó a un costado su regalo, preguntándole de forma directa y sorprendida.
—¿Viniste solo?
Emilio desvió un poco la mirada.
—Le dije a mi mamá que solo yo bajaría del auto. Y que ella podía ir a cuidar a papá.
Así que aquí estoy.
Hernán solo suspiró, acercándose un poco a él.
—Emilio, la próxima vez deja que madre te acompañe. Aún eres joven para venir solo. Sobre todo por tu seguridad.
Emilio refutó de inmediato su afirmación.
—Ya soy grande, además mamá me acompañó hasta cerca de la puerta.
Julia acercó su mano en uno de sus hombros.
—No seas terco, hazle caso a tu hermano mayor. El día en que seas tan alto como yo. Podrás ser más independiente.
Tanto Emilio como Hernán se quedaron en silencio por un momento, pero el hermano menor no tardó en ser sincero.
—Eres pequeña. Me falta poco para alcanzarte.
—...
En ese instante, fue muy duro para Julia escuchar su realidad de la boca de un niño.
Me duele tu sinceridad, Emilio.
Julia tosió brevemente.
—Entonces, tan alto como Hernán. –Lo señaló con una sonrisa forzada, sintiendo Hernán las malas vibras de Julia.
Viendo a ambos, Emilio habló de repente.
—Pero, aún así tienes mucha presencia –mencionó a Julia de forma sorpresiva.
¿Acabo de ser elogiado?
—Mi hermano, te hace caso casi en todo.
Después de oír aquello y no saber qué decir, Julia no aguantó la risa, sintiéndose Hernán avergonzado por dicha afirmación de su propio hermano menor.
Me retracto, ¡me gusta tu sinceridad!
—Ya que estamos enérgicos –Julia palmeó de forma suave el hombro de Emilio–, por ahora llenaremos de agua a esta gran pecera. Ya tiene instalados los filtros y bombas de aire, aunque aún nos falta comprar algunas cosas más.
—También compré comida para peces y algunas vegetaciones artificiales. –Señaló la mochila negra que cargaba en su espalda.
Julia sonrió de forma animada.
—Que niño tan precavido.
Parece que a ti también te gusta mucho este tipo de animales.
Bueno, a todo niño les gusta las mascotas.
La mirada de Emilio se tornó triste por un momento.
—Yo... Nunca he tenido una mascota
—¿En serio? ¿Cómo es posible eso, Hernán? –Giró su rostro hacia él.
—Nuestro padre siempre fue estricto con nosotros, ya que tener una mascota era una responsabilidad grande, era mejor no tenerlo y enfocarnos en nuestros estudios.
No es un misterio que ese fue un factor de su rebeldía en su juventud.
Hernán aclaró de inmediato sus palabras.
—Pero, esta vez podrás tener uno.
Las circunstancias han cambiado y padre también lo ha hecho.
Emilio cambió su expresión a uno más animada. En ese momento, realmente parecía tener el espíritu de un niño alegre.
—Entonces, estos peces son suficientes. ¿Está bien si los visito seguido, para cuidarlos también?
—Así que tu intención es venir a visitarnos seguido. Niño astuto –mencionó Julia sonriendo con un gesto de sospecha.
Emilio mencionó de forma nerviosa.
—No... Los peces...
—Solo estoy bromeando. –Agitó su mano riendo un poco. Julia había tomado un poco el gusto de bromear con él, ya que como era un niño tan serio, verlo cambiar de expresión era mucho mejor. —Ya que tú los escogiste, puedes venir cuando desees. También serán tus mascotas. Claro que después, puedes cuidar muchas más mascotas en el futuro, ¿no es así, Hernán?
—Por supuesto. –Sonrió de forma breve. —Mientras Julia no los coma, si se trata de peces.
—¡Hernán!
Durante el tiempo que conoció a Julia, Emilio no había encontrado algo que la hiciera sospechosa en relación a la cercanía de ella con su hermano, nunca había visto a Hernán ser tan animado como lo era ahora. Así que no quería desconfiar más en Julia y realmente estaba dispuesto hacerlo.
Hasta que por un mandado de Julia, él hurgó con su permiso en un lugar en donde no debió abrir. El último cajón de su armario. De hecho Julia no tenía nada que ocultar, excepto solo una cosa.
—Espera, ¿le dije que las tijeras lo va a encontrar en el último cajón de mi armario, verdad? –mencionó Julia arreglando las conexiones de la pecera.
Hernán la miró confundido.
—Sí, es donde guardas esas cosas.
—Y no es lo único que guardo. –La mirada de Julia mostró pánico, levantando su cuerpo y yendo directo al cuarto de ambos con pasos rápidos.
—¡Espera, no camines tan rápido!
—¡Tendré cuidado! –gritó Julia desde lejos.
Hernán al notar lo sucedido, se apresuró en terminar lo que estaba arreglando.
—¿Por qué tengo un mal presentimiento? Terminaré esto de una vez.
Tal como su corazón lo predijo. La escena que encontró Julia, fue a Emilio sosteniendo su verdadero documento de identidad, con una expresión algo asustada.
Estoy jodido.
Alzó la mirada hacia Julia y habló con cierta dificultad.
—Tú... Esa vez... No estabas bromeando.
Julia pasó saliva y explicó de inmediato.
—Te equivocas, es... Es mi hermano gemelo.
Mirando su foto masculina, el entrecejo de Emilio se arrugó.
—... Mencionaste que no tenías hermanos de sangre.
Además no tienen el mismo apellido.
Me estás mintiendo.
Pero... Biológicamente es imposible.
¡Tiene demasiada buena memoria!
—¡Exacto! Lo que pasa es que él está muerto. Y el apellido...
Emilio interrumpió.
—Aunque sea así, no eres de las personas que no mencionarían a su propio hermano, aunque esté muerto.
Definitivamente él es muy perceptivo.
—No nos llevamos bien.
Fuimos criados de forma diferente.
—¿Por eso tendrías su documento de identidad guardado con tanta cercanía?
—Es la culpa. Es difícil de explicar...
Emilio miró la expresión de Julia con desconfianza.
—Mientes.
Julia nunca creyó que podría sentir un momento tan tenso con un niño de diez años. Incluso se sentía peor que ser interrogada por la policía.
Después de todo aún no sé mentir bien...
¡Emilio, ya no tengo excusas!
Llegando agitado, Hernán habló detrás de Julia.
—¿Qué pasó Julia, Emilio?
—Hermano, ¿tú sabes del origen de esta identificación?
Es decir, de ella. –Notando la situación, Emilio se dio cuenta de su accionar. —Fue por curiosidad que lo tomé, lo siento, sé que hice mal. Pero...
—Julia. –Hernán la miró con un rostro de preocupación.
Sintiendo que la situación podría ser difícil después, Julia solo suspiró luego de tomar una decisión.
—No hay forma, le diré la verdad. Después de todo este no será un secreto eterno. De hecho, fue mi descuido en primer lugar. Aunque creerme es tú decisión. –Julia se acercó a Emilio.—Solo prométeme una cosa: esto quedará solo para ti.
Emilio asintió de inmediato.
—Lo haré. No me gusta romper una promesa.
A Julia solo le tomó unos minutos en explicar la situación, obviando algunos hechos que no eran aptos para un niño de su edad. Pero dicha explicación, fue suficiente para dejar a Emilio aturdido y muy sorprendido.
Poniendo nerviosa a Julia.
¿Le acabo de provocar un colapso mental?
¡No debí apresurarme!
Me estoy arrepintiendo...
Justo cuando Julia iba a decir algo más, Emilio habló de repente.
—Sabía que emitías una sensación extraña. Incluso si conozco a pocas personas. Algo de ti no estaba bien.
Niño, deberías ser un detective profesional.
—Hermano, ¿tú sabías quién era desde el principio? –Volteó su mirada hacia él.
—Sí. Lo sabía desde el principio.
Reflexionando un poco de su respuesta, después de dar un suspiro más. Emilio habló con franqueza.
—Creo... Que mientras seas una buena persona y te lleves bien con mi hermano, no importa qué seas.
Aquella respuesta inesperada, generó en Julia una sensación de tranquilidad.
—Es extraño. Demasiado extraño –agregó.
Lo sé Emilio, ¿quién más tendría esta "suerte" mía?
—Pero, no creo que la situación haya cambiado mucho. No te veo diferente, de hecho creo que ahora estoy más aliviado porque me dijiste la verdad. Así que... Solo me queda decirte que guardaré bien tu secreto.
Con solo oír aquello, Julia no había sentido tanta tranquilidad, como en ese momento.
Emocionada por dentro. Expresó contenta.
Señora Irina, hiciste un buen trabajo al criarlo tan bien.
—Eres muy comprensivo, me alegra haberte dicho la verdad. Ahora estaré más cómodo...
Emilio se sorprendió de repente, al escuchar a Julia referirse de forma masculina.
—¿Cómo debería llamarte?
Tu verdadero nombre, es decir, ¿con qué género debería referirme a ti?
Creo que seguiré refiriéndome como mujer, lo confundiré más...
—Por ahora, solo sigue llamándome igual. No quiero que asimiles la situación a la fuerza. Cuando llegue el momento, me presentaré de forma adecuada.
Hernán estuvo en silencio por un momento. Las palabras de su hermano menor, de hecho también le habían sorprendido.
Aquello hizo que reflexionara sobre si mismo y de sus propios pensamientos.
—Creo que entiendo... Aunque no sé cómo reaccionarán mis padres, si tú les dices... –comentó Emilio.
—Prefiero no pensar en ello, por ahora –mencionó Julia de forma directa.
—¿Realmente estás bien, Emilio? –preguntó Hernán.
—... Tan bien, no.
Pero creo que puedo comprenderlo.
Hernán sonrió levemente.
—Entonces me alegra que sea así.
Julia solo lo miró de forma breve y cambió su expresión mirando de nuevo a Emilio. Sonriendo de nuevo.
—Olvidemos esto por un momento y terminemos lo que estábamos haciendo.
Emilio estiró su mano con su documento de identidad, para entregarlo.
—Sugiero que es mejor encontrarle un lugar seguro. Si quieres ocultarlo bien. Y disculpa por tomarlo.
—Cierto..., lo haré. –Rio avergonzada.
Incluso si fue un momento de muchas emociones, Emilio fue un factor inesperado que desearía mil líos en los pensamientos de ambos.
Llegando el día a su fin y ya con Emilio de regreso a su casa, siendo recogido por su mamá.
La noche siguió con normalidad, con la rutina de siempre.
Siendo la cena esta vez hecha por Julia, por lo que pronto iba estar lista, ella solo le avisó de aquello acercándose a Hernán mientras él alistaba la mesa.
—¿También debería agregar algunos hongos a la sopa?
Son rápidos de cocinar.
Hernán alzó la mirada.
—Si los compraste, está bien.
—Bueno...
Una suave voz masculina de repente resonó en la cabeza de Hernán, como un deja vú.
«¿Te arrepientes el haberme conocido?»
Su corazón se sintió agitado en ese momento, viendo aún fijamente el rostro de Julia. Cuando ella volteó para irse.
Corriendo hacia Julia, la mano derecha de Hernán agarró de forma repentina el brazo de Julia, quedándose sorprendida por su accionar.
—¿Hernán?
...
¿Entonces no quieres los hongos?
Al oír su voz, de inmediato la soltó, arrugando su entrecejo y cubriendo después su rostro con una mano.
—Hernán, ¿te sientes mal?
Retirando su mano de su rostro. Le contestó de inmediato.
—No, estoy bien. Solo ten cuidado al caminar, no te fuerces mucho. –Sonrió levemente.
—Hernán, no me mientas.
A ti te preocupa algo. Conozco esa expresión.
En ese instante Hernán no quería decir nada, tenía la intención de no hacerlo. Pero de alguna forma las palabras que quería decir, solo salieron de su boca.
—Solo que a veces pienso que... –su voz tembló–, vas a desaparecer.
De todas las expresiones que había visto de él. Era la primera vez que lo veía hacer una expresión tan desconsolada.
—¿Qué?–mencionó confundida.—¿Cómo podría hacer algo así?
Hernán pronunció casi en un tono de súplica.
—Solo prométeme que no lo harás. Prométeme que no me dejarás solo.
Para Julia era demasiado sorpresivo sus palabras, eran como si las palabras retenidas en su corazón, por fin habían sido pronunciadas.
Tomando unas de sus manos y mirándolo a los ojos, sus palabras fluyeron de forma directa.
—Tendremos un hijo en común, sea cual sea nuestra relación actual o futura.
Nunca te dejaremos solo.
Además, tienes también una familia que se preocupa por ti.
No vuelvas a pensar que estarás solo. –Agitó su mano en forma de reclamo.
Alzando sus manos hacia ella, tocó su rostro con ambas manos, mientras una fina sonrisa de alivio se reflejó en su boca.
—Gracias.
En ese instante, el rubor en las orejas y rostro de Julia eran muy evidentes. Quedándose sin palabras, que tan solo viéndolo a los ojos, de forma nerviosa habló de repente.
—Entonces ya está todo aclarado.
Ya es tarde, hay que cenar de una vez. Cierto, ¡aún no eché los hongos!
—Huele muy bien, aunque también me gusta mucho esta posición.
Al oírlo decir aquello, Julia notó que estaba de mejor humor.
—Podrás ver mi rostro en el futuro todo lo que quieras.
Pero esa sopa se echará a perder, si no voy ahora...
—¿Esa es una confesión? –Sonrió fingiendo incredulidad.
—¡Hernán!
Dejándola ir esta vez. La expresión de Hernán se tornó pensativa. Sabía que algo dentro de él no estaba bien y que su mente, era como rompecabezas incompleto.
(***)
En el lugar desolado en donde vivía el científico, el cual solo ciertas aves lo visitaban pocas veces.
Sentado sobre su agrietado sillón, una foto vieja era sostenido sobre su mano arrugada, con una leve sonrisa que expresaba resignación.
—¿Creen que merezco su perdón?
No, he hecho demasiado cosas malas en esta vida.
Y aunque lo quisiera, es imposible hacerlo ahora.
No logré lo que tanto anhelé y a cambio las perdí a las dos.
¿Incluso el infierno me dará la bienvenida?
Riendo brevemente de su propia desgracia. Su expresión se tornó arrepentida.
—Pero saben, estoy dispuesto a retractar mi propio desastre.
No me odien más. Este hombre viejo ya está pagando en la soledad sus errores. Y así será, hasta el día de mi muerte.
.
.
.
Nota de Aru:
Pronto descubrirán qué le pasa a Hernán, solo les adelanto que el clímax de esta historia ya está cerca.~
Psdta: Estoy muy ocupada en mi vida privada, así que realmente estoy haciendo un esfuerzo por actualizar. Por lo que agradezco a los que aún siguen este libro❤
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