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CAPÍTULO 1 - La farsa de la doncella

   1a Parte

   Había un temperatura bastante alta por ser temporada de verano así que comúnmente las ropas para todos en el mansión eran frescas, sin embargo la pobre sirvienta que corría en dirección a las caballerizas sentía como si el mismísimo sol se le hubiese trepado a cuestas, luego de detenerse varias veces para no ser vista continuo su carrera hacia aquel establo abandonado a donde solo los animales salvajes solían llegar.

   Como todos los días, se había quedado encerrada en la habitación de  señorita para evadir a cualquiera que decidiera verla, aludiendo a que estaba durmiendo o simplemente imitándola dentro de su cama bajo un hechizo que le enseñó su señorita Elba que la hacía tomar la apariencia y voz de ella. Esto ocurría por el simple hecho de que a una mujer noble no se le permitía hacer uso de la magia a menos que por sí misma lo decidiera y le notificara a su padre, hermano o esposo sobre ello, ni tomar ningún tipo de arma y mucho menos de entrenarse como un valiente guerrero, lo que llevó a la señorita a tomar medidas drásticas sobre cómo conseguir entrenarse sin ser descubierta.

   Por lo general este tipo de cosas complicadas y que requerían esfuerzo físico era evitada de inmediato por las mejores damas de aquel reino, sin embargo por alguna vaga razón la hija del Duque Sigmund, resultó ser amante de estas cosas que por lo común no despiertan el interés femenino en absoluto, ya que solo era llevado a cabo por los hombres de aquella región y solo recibía el desprecio puro de las mujeres nobles.

   La criada llegó al fin a su destino, cruzó por ese establo abandonado que ya estaba lleno de telarañas, con aunas rendijas en el techo que permitían colarse los rayos de luz y se detuvo en la desvencijada puerta de madera que colgaba de las bisagras para tomar algo de aire antes de comenzar a hablar, buscó a su señora con la mirada, al no dar con ella avanzó por la alfombra silvestre del verdoso césped hasta cruzar la cerca de cedro hacia los árboles delante de si, siguió un camino que se había hecho en el suelo por las continuas pisadas de personas al tanto usar ese pequeño espacio pensando alarmada en que si no llegaban a tiempo serian descubiertas y quien sabe qué tipo de castigo obtendrían cada una por cometer tan grave falta.

   Al pensarlo, la pobre chica sintió que se le presionaba el pecho, el Duque Sigmund era bien conocido por su buen trato con todo el mundo, sin embargo la rudeza de sus castigos dejaban en claro que aunque se tratase de su propia hija él tomaría mano dura.

   «Espero y no nos descubran».

   Agna se apoyó a un enorme tronco para ayudarse a subir sobre sus raíces hacia un montículo de tierra, el que no le permitía apreciar hacia el otro lado donde el sonido del silbido de una filosa hoja cortando el aire le advirtió que ya estaba en el lugar correcto, al ponerse a nivel, se enderezó y sacudió su uniforme, dio un trago grueso al ver la escena ante sus ojos que apreciaron la magnificencia de su ama manejando con destreza no una, sino dos hojas de espadas que batía en el aire mientras giraba y hacia movimientos rápidos para cortar algunos maderos puestos en distintas posiciones, esta al notar que su criada había llegado, de un momento a otro se detuvo.

   Las gotas de sudor resbalaron de inmediato de su rostro hasta llegar al borde de la mandíbula y caer, levantó el brazo derecho sin soltar la espada para restregarse el sudor de la frente haciendo que la única capa de ropa que usaba se abriera sobre el pecho y dejándolo al descubierto, el cual solo tenía encima una base de vendas apretadas que solo le daban vuelta a una porción de su torso semidesnudo y que fueron puestas con cuidado de solo cubrir aquella zona, restándole importancia al resto.

   Los brazos y piernas se exhibían solo un poco brillando por el sudor a través de esa tela morada que volaba al son de viento permitiendo apreciar los bien proporcionados músculos de su señora, que portaba unas pesas de arena sujetadas con correas en las muñecas y tobillos que de seguro hurtó del capitán del Duque. Agna casi dio un grito al cielo al ver con ojos propios como su querida señora cada vez era más atrevida con la ropa con la que se entrenaba.

   ―¡Agna! Qué bueno que has venido, ¿llevas agua contigo? me he acabado toda la que traje y el calor es insoportable…

   ―¡Señora como puede andar vistiendo estos trapos sucios tan a la ligera! ―Interrumpiéndola se quitó su propio delantal para intentar cubrirle el pecho.

   ―¡Hehe!, con tanto calor es más fácil entrenar de este modo, es desagradable cuando la ropa se me pega. ―Ignoró a su sirvienta y fue a sentarse bajo la sombra de un árbol, tomó las vainas de las espadas y las guardó―. ¿Ha sucedido algo?

   Al recordarle aquellas palabras la pobre muchacha sintió que el llamado sagrado de sus ancestros le removió todo los huesos y vendrían a buscarla desde el más allá en cualquier momento.

   ―Señorita Elba, su padre ha llamado por usted tiene un asunto muy importante que discutir, es sobre…

   ―Todos los asuntos de mi padre siempre son importantes ¡Tsk! ―La interrumpió e hizo un sonido grosero que tomó por sorpresa a la chica―. Ya nada me sorprende viniendo de él, ¡Por qué demonios no molesta a Bruno tanto como lo hace conmigo!

   Diciendo esto descansó su rostro sobre el hueco de la mano levantando la pierna para apoyar su brazo y dejando una pequeña abertura hacia sus muslos, los modales de la señorita siempre eran excelentes cuando se encontraban dentro de la mansión y en cualquier otra parte, pero cuando no estaba a la vista de nadie más que Agna sus modales se evaporaban en el aire y se volvía una tosca mujer que nada le importaba.

   Nunca se comportaba así, solo que estando a solas era más fácil sentirse tranquila al no tener que estar avergonzándose con nadie.

   ―Es sobre su matrimonio. ―La voz de la sirvienta fue suave y seria al mismo tiempo.

   Apenas escuchó esas palabras, los azulados ojos de la doncella se abrieron de par en par y de un tirón se levantó, tomó de la muñeca de su más confiable servidora sin decir nada mientras que esta doméstica imaginaba todo lo que su pobre señora estaría sintiendo en ese momento. Para una chica como Elba, que todavía a escondidas hacia lo que deseaba y tenía una naturaleza salvaje e indomable, que amaba la libertad y el sentido de la justicia a toda costa, casarse no solo era tener que mantenerse junto a su esposo en todo momento y ser una gran anfitriona en su hogar, también significaba abandonar todo lo que era y conocía.

   La criada sintió las temblorosas manos de su ama sobre su agarre, por lo que achicando sus finos ojos y con gesto de simpatía colocó las suyas sobre la ajenas, presionó suavemente para que sintiera su apoyo y cuando la señora levantó el rostro hacia ella, Agna no supo cómo reaccionar ante lo que se le presentó.

   ―Agna, eso quiere decir que al fin tengo un pretendiente. ―La expresión en su rostro era de una total emoción, su tez se ruborizó tanto que hasta sus orejas parecían tomates―. ¿Qué significa este sentimiento en mi pecho? Es una locura, siento que explotaré de emoción.

   La sirvienta sintió un poco de vergüenza por estar totalmente equivocada con sus pensamientos, la verdad es que su ama actuaba de una forma tan extraña a veces que olvidaba lo sentimental que resultaba ser, su señora siempre reaccionaba diferente a cosas que para otras doncellas era lo normal.

   ―Señorita, debe calmarse su padre espera por usted y…

   Las palabras se perdieron en el aire cuando en una parpadear ambas jóvenes desaparecieron del lugar para reaparecer en la alcoba de la doncella.

   2a Parte

   Luego de un baño repleto de pétalos que perfumaron la piel de la señorita y una buena limpieza del cabello que se había llenado de tierra, todo rastro de evidencia que delataría que estuvo afuera sin autorización fue borrado. Agna se había hecho cargo de todo por sí misma, muchas otras sirvientas de la mansión estaban más que dispuestas en servir a la delicada joya que tenía el Sr. Duque Sigmund como hija, sin embargo Elba podía confiar únicamente en su dama de compañía.

   Cuando Elba apenas contaba con siete años, ella misma pidió a su padre que los descendientes de Skorvac, el guerrero mago más feroz de hace cien años atrás, fueran traídos a la mansión. Que una petición como esta fuera hecha por una pequeña niña cuyo carácter serio y duro ya se veía venir en camino, orgulleció mucho a su padre que ni con su hijo mayor había demostrado frutos durante su arduo trabajo en hacerlo un chico maduro y tenaz que enalteciera el territorio.

   Elba desde que era una bebé fue muy tranquila y fácil de llevar, tal cual como una persona mayor, no daba problemas y era responsable con sus estudios, los cuales aprendía con una rapidez que asombraba, además de ser muy diligente y astuta. Mientras fue creciendo mostró un debido interés por la historia del pasado y aún más cuando se trataba de la gran Imiza, una guerrera a quien de niña se le fue arrebatado su territorio durante un guerra donde muchas traiciones hacia sus padres se levantaron, fue un tiempo difícil para esa chica que deambuló por las calles escapando de aquellos que asesinaron a sus progenitores que solo alcanzaron a salvarla a ella.

   Imiza pasó un tiempo difícil donde sobrevivir se convirtió en lo único importante, a la edad de doce años fue encontrada por Omdum Skorvac, vagando en las calles mientras se defendía de unos hombres que la habían reconocido e intentaban llevársela para conseguir algo de dinero por su cabeza, no fue hasta ese momento en que Omdum, un ávido guerrero que se incursionó en la magia demostrando tener talento, experimentó por primera vez la admiración por alguien. Esa pequeña niña con solo sus puños se libró de esos bandidos como si lanzara sacos de papas de una carreta al suelo y así, ese hombre guerrero no dudó ni un segundo en acogerla en su seno y enseñarle el verdadero arte de la lucha.

   De este modo, el Sr. Sigmund trajo a su casa a cada uno de los descendientes que quedaron de este gran guerrero a trabajar e inclusive ayudando a muchos en sus estudios, a pesar de haber sido considerado por el mismo Duque como un simple capricho de su hija pequeña, todos y cada una de esas personas a quien ayudó le retribuyeron sus buenas acciones dos años después al convertirse en guerreros fuertes aliados a su ejército, también en eruditos nobles de grandes habilidades en la política que hablaron bien del Duque influyendo así en su estatus que llegó a oídos del emperador regente sustituto, quien le otorgó favores para la extensión de su territorio contra el ejército enemigo de Daghor quien tuvo que menguar sus fuerzas a otra área menos favorable para sus tropas.

   Y así, ganó fama por todo el país y fuera de él. Cuando este gran señor regresó de aquella guerra, agradeció a su pequeña hija por haberlo dirigido en el camino correcto desde un principio sin saber que obtendría esos resultados tan gratificantes más adelante, Elba solo le sonrió y a pesar de tener ahora nueve años le respondió con madurez lo siguiente : para obtener una buena recolección se necesita saber escoger minuciosamente la semilla y tener paciencia durante su crecimiento hasta el momento en que dé frutos, como ve, ahora padre disfruta los beneficios de esa excelente cosecha.

   Fue en ese momento en que el Duque se dio cuenta que su hija poseía una inteligencia sin igual y que con los mejores maestros lograría explotar ese potencial a futuro, de esa forma fue mucho más atento con esta hija, a la cual creció acompañada de Agna desde entonces y luego se convirtió en su total dama de compañía.

   Solo a las mujeres Skorvac, se les permitía hacer uso de la magia por el fuerte maná que poseían siendo este heredado de su antepasado, pero tenían prohibido enseñarle esta práctica a cualquier dama de Cesella si esta misma no mostraba interés en ello, aunque eso no era el caso de Elba, quien sí mostró curiosidad desde muy joven y se le permitió hacer uso de su maná en el trabajo de la magia, pero no entrenarse en armas.

   Para ese momento en que el llamado de su padre la había hecho correr a la mansión, Elba se dirigía por el gran pasillo hacia el despacho vistiendo un elegante vestido rojo opaco con mangas negras ceñidas al brazo, en los codos caía un adorno en volandas del mismo color que el vestido y un sin números de detalles plateados brillantes sobre el pecho, como era lo común en ella su vestimenta no era demasiada exagerada, después de la cintura la falda se desplegaba en varios volantes entre negro y rojos no muy esponjosos que le permitían moverse adecuadamente con soltura y elegancia.

   Los tacones de sus zapatos negros de corón resonaban en el piso mientras se acercaba a su destino, por lo rápido en que Agna le arregló el cabello, solo logró hacerle un sencillo recogido que con un simple accesorio de cabello escogido al azar por la misma señorita, como tenía el cabello un poco rebelde parecía una cascada de fuego que se batía al viento cada vez que volteaba de forma abrupta.

   Se paró frente a la puerta y llamó, cuando se le concedió el permiso entró con el semblante tranquilo y con una sonrisa saludó a su padre. Aquel hombre sentado sobre su escritorio revisaba un sin número de cartas con una expresión de irritación, no era una persona hostil, pero en aquel momento parecía bastante excitado por alguna razón y Elba esperó con tranquilidad a que él le dirigiera primero la palabra.

   ―Elba, perdona hacerte esperar tanto toma asiento. ―Ella así lo hizo, mientras su mirada se quedaba puesta en las hojas en la mano del Duque.

   ―Padre, acaso tienes problemas. ―Aunque su progenitor era un hombre mayor continuaba teniendo ese encanto de los jóvenes guerreros que no se cansan del campo de batalla.

   Él miro a su hija un largo tiempo antes de volver a hablar, detalló esos hermosos ojos heredados de su esposa y el largo cabello rojo propio de sí mismo, aunque el carácter de Elba era completamente diferente a ellos, inclusive a su hermano mayor con quien se la llevaba muy bien aun siendo tan poco delicado como lo era ella.

   Dio un gran suspiro pensando que quizás esta sería una de las últimas veces que la tendría tan cerca, más de una vez había recibido cartas con invitaciones de hombres nobles para su hija desde el momento en que hizo su debut a los quince años, fue una locura, cada uno quería verla, invitarla al té, de picnic, de casería… Todos esos tipos desesperados por la atención de su preciada joya.

   Quemó todas las invitaciones antes de que llegaran a manos de ella, su esposa solo se rio mucho de su actitud alegando que no podría esconderla para siempre y que la naturaleza de la vida era desplegar las alas para duplicarse por el mundo. El Duque había estado retrasando este hecho lo más que pudo, no quería entregarle su hija a nadie que pudiera dañarla o tenerla de adorno para las fiestas, como solía pasar siempre, sin embargo esta vez no podría evitarlo, no cuando el emperador sustituto se lo pidió.

   ―Nada que tenga que preocuparte. ―Poniéndose en pie le entregó la carta que sostenía con fuerza en sus dedos―. Es una noticia que nos traerá suerte en el futuro.

   Aunque era obvio que moría de ganas de quejarse y despedazar aquel papel y pisotearlo hasta hacerlo polvo, mostró una seriedad única de un guerrero―bendito orgullo―, Elba lo notó por lo que se contuvo a reírse y estiró la mano para tomarla, leyó sin mucho afán tratando de comprender el enfado de su padre.

   «Se comporta tan sobreprotector a veces que exagera».

   Casi nada la sorprendió, el emperador le explicaba que el verdadero soberano del territorio de Nocálo había despertado de su ocaso y solicitaba la presencia de todos aquellos nobles de cada uno de los rincones de la faz de la tierra, con su familia y en particular con las jóvenes damas de entre quince años en adelante, es decir pedían a las mujeres solteras del reino siendo más que obvio las intenciones de ese emperador durmiente. Iba a desposar a cualquiera de esas chicas y tomar de nuevo el trono como se juró ante Skorvac antes de que este decidiera ceder el puesto para irse del palacio.

   Sin querer apretó las hojas arrugándolas, una leve ira se esparció en el interior de la doncella que debió disimular levantando la cara hacia su padre para mirarlo comprensivamente.

   ―Esto no tiene que preocuparte padre, solo es un formalismo que les permitirá ver las caras de aquellos que dicen estar del lado del imperio.

   ―Poniéndose en pie caminó hasta el escritorio y depositó las hojas―. Iba a llegar este momento tarde o temprano, así que si mi padre toma cualquier decisión para mí sé que será la correcta, no tengo nada que replicar, siempre he tenido un padre comprensivo a quien amo y admiro, sé que tus decisiones son por mi bien.

   Dándole un beso en la mejilla se despidió para dejar a solas al Duque con sus pensamientos, esta vez se sintió más tranquilo por lo que se quitó un peso de encima, caminó hasta su gabinete y sacó unas cuantas cartas de los hijos de varios conocidos dirigidas a Elba.

   ―Dayja tiene razón, debo aceptar que mi hija ha crecido. ―Dejó su vista fija en aquellas misivas por un instante y una expresión de desprecio apareció sobre su rostro. De un momento a otro su mano fue envuelta en llamas haciendo que el papel ardiera volviéndose negro y desapareciendo por completo―. Pero aún sigue siendo mi bebé y no dejaré que esas plagas silvestres echen raíces en tu dulce corazón, ¡nunca!

   3a Parte

   Ya era de noche cuando dentro de la habitación de Elba, flotaba una atmosfera de muerte. No se había despojado de su ropa y permanecía concentrada en su palco mirando hacia el paisaje nocturno recordando la carta que su padre le mostró, una energía negra rojiza manaba de sus manos como una suave neblina, las que descansaban en el mármol frio queriendo rasgarlo.

   Aunque Elba le había dicho de antemano que se trataba de un tema de matrimonio lo que la emocionó bastante, al final aquella emoción se transformó en decepción, fue difícil para ella controlar su rabia frente a su padre, casi quemó esa carta frente a él de manera grosera, gracias a que ahora usaba la cabeza y no los puños, por muy poco se contuvo.

   «El Emperador ha despertado de su Ocaso», se recordó a sí misma.

   Los puños de Elba se cerraron abruptamente mostrando lo blanco de sus nudillos y fue imposible para ella seguir parada allí, se subió sobre el borde con cuidado de no pisar el vestido dispuesta a saltar.

   No es que esta jovencita hubiese tomado la decisión de suicidarse antes que ser desposada, No.

   Solo que la única forma de sacar esa furia, seria golpeando o destruyendo algo, así que iría con Bruno. La bestia que tenía de hermano poseía una fuerza asombrosa, él podría soportar los golpes que fueran y con eso le bastaba a la chica para sentirse mejor.

   Planeó como una delicada pluma que se posa en el agua al caer mientras sus ropas fueron cambiando a un atuendo cómodo de pantalón y camisa de entrenamiento con ayuda de magia combinada de invocación y transformación. No se dejó ver por nadie al caminar resguardándose en la oscuridad como solía hacerlo en aquel tiempo distante cuando solía ser Imiza, la guerrera y su cabeza iba trayendo como un torrente los últimos recuerdos que tuvo en esa vida.

   Cien años atrás…

   “En ese momento cuando por fin logró tomar venganza por sus padres muertos y traicionados por toda esa gente ambiciosa de poder, al recuperar el territorio de Nocálo y restaurar la paz de su gente, Omdum, quien la crió como su propia hija fue atacado a traición, en ese tiempo ella nunca aprendió magia, pero tenía un instinto único que la hacía percibirla por más leve que fuera el rastro, lo más terrible de esa vez fue que se confió en el vestigio que encontró dentro del palacio por pertenecer a su compañero Isak, quien también creció junto a ella.

   Casi perdió a su padre adoptivo esa noche, quien al igual que ella se había confiado, él era un portador de maná inigualable todos le temían por ser un gran guerrero de fuerza bruta que estaba bañado de la luz bendita o Halem, estado que hace muy superior a un individuo sobre los demás y lo lleva a la gloria de ser un brillante guerrero, un rey o un estratega... Luego de haberse librado de los personajes principales que dominaban el castillo se dirigieron cada uno por su lado a terminar de purgarlo con las únicas intenciones de no dejar más que un baño de sangre tras su paso, Imiza que después de encontrar algunas ratas escurridizas y hacerse cargo de ellas notó como un rastro leve de maná se dirigía en la dirección que su padre escogió.

   Pensó que quizás Isak ya había terminado y deseaba la ayuda de su padre como solía hacerlo a menudo así que lo ignoró por otro rato hasta que algo en su interior la hizo sentir inquieta, aunque tenía su propio trabajo, no podía concentrarse correctamente y solo estaba siendo embargada por un sentimiento oscuro que aprisionaba su alma, atacándola a cada instante cual fuego al hierro.

   Sus pies se detuvieron abruptamente de su carrera por el castillo, miró atrás y solo malos pensamientos llegaron a su mente, una gota de sudor resbaló por su frente, su corazón sofocado daba latidos estrepitosos y supo que algo estaba mal desde un principio, pero lo ignoró, lo ignoró como una estúpida por tratarse de su amigo.

   No debió rechazar su instinto de ningún modo.

   Antes de que terminara de parpadear ya iba en camino hacia su padre con toda la velocidad que sus piernas le permitieron, atravesó los pasillos exigiendo a sus músculos más de la cuenta que comenzó a sentir horribles estirones, los cuales ignoró para continuar su carrera hacia los pisos de arriba destruyendo lo que sea que se le pusiera enfrente. Encontró muchas trampas hechas con magia avanzada que cuando llegaron no habían allí, lo peor de todo es que pertenecían a Isak.

   Él la conocía bien y sabía a qué cosas podía enfrentarse sola y que no, cuando Imiza enfrentó una puerta doble que daba al salón donde se encontraba su padre se llevó un choque eléctrico que la hizo retroceder apenas tocarla, cuando levantó la mano al sentir que algo la quemaba empezó a sangrarle, una maldición, volvió a mirar la puerta y un sentimiento de desesperación se debatió en su interior. Omdum se encontraba adentro y ella podía sentir como estaba sufriendo una desviación de maná abrumador, si no entraba a tiempo él moriría.

   Que la única persona que la rescató de la muerte y la miseria durante su peor momento ahora se debatiera en una lucha de vida o muerte delante de sus ojos y no pudiese hacer nada, la hizo sentir como si un rayo la partiera en dos. Gracias a Omdum era que había podido tomar venganza y recuperar lo que una vez le perteneció por herencia, sus padres, su hermana, sus personas valiosas, sus recuerdos, todo estaba allí y no valdría nada si él no estaba con ella.

   Pateó, golpeó con fuerza y dio sus mejores y más potentes golpes de espada contra esa puerta que le devolvía en doble la potencia con la que la embestía, la sangre que manaba de Imiza corría por todo su cuerpo que ahora estaba bañado de pies a cabeza, mostrando una terrorífica escena. Aun así, no se dio por vencida, sabía de sobra que si no lograba llegar con su padre lo perdería para siempre, ese sentimiento, esa sensación de perder algo valioso era espantoso, volver a sentirse impotente ante una situación como esa resultaba una molestia gigantesca.

   Fue tanto esa impotencia que su rabia solo incrementó hasta hacerse tan grande que al no contenerla más, dejó escapar el grito más terrible que en su vida podría haber dado, aquello explotó como el sonido de una bestia del trueno legendaria, estas tenían inmensas bocanadas de electricidad capaces de derribar montañas. La puerta, el salón y todo lo que estaba en aquel sitio se destruyó, Imiza no esperó a correr hasta donde su padre se encontraba de rodillas siendo azotado por su propio maná en descontrol, inmensas ráfagas lo envolvían girando a su alrededor a gran velocidad.

   Imiza sabía lo que conllevaba ayudar a su padre, luego de haber experimentado en carne propia su primer arrebato de maná supo que de no salvarlo, ambos morirían, la decisión fue tomada desde antes por lo que no dudó en avanzar, sin embargo fue detenida por la voz de un chico que provenía desde un rincón de lo que quedaba de aquel despacho y que conocía muy bien.

   Esta le habló advirtiéndole que si se atrevía a salvarlo la detendría sin vacilar y que de igual forma ya no había esperanza para Omdum, mientras decía aquello sus ojos lucían confundidos e indecisos y parecía luchar contra algo aun peor que con lo que lidiaba el hombre arrodillado frente a ambos. La chica contuvo las ganas de ir por la cabeza de a quien alguna vez consideró hermano y se lanzó directamente hacia todo ese poderío descontrolado de su padre con la esperanza de inducir en él lo poco de maná que hace un momento estallo de ella”.

   Fin del recuerdo, de nuevo al presente…

   La manera en que estas memorias regresaban a su cabeza resultaba abrumadora por simplemente ser las últimas de su vida como Imiza y luego pasar a abrir los ojos, dentro de una cuna, rodeada de criadas y siendo atendida por una hermosa mujer de cabellera rubia a quien debió de llamar “madre”. Fue más que obvio lo que ocurrió, aunque su verdadero cuerpo ya no estaba sus memorias seguían intactas, algo tuvo que ocurrir o simplemente tuvo suerte para reencarnar en algún lugar de este mundo, en una familia noble que solo le recordó a su antigua familia exterminada.

   4a Parte (Pov - Mikkel)

   De camino al campo de entrenamiento particular de Bruno, el hijo mayor del Duque, su amigo, un agraciado joven de gran porte, venía de asegurarse de que los soldados estuviesen en sus puestos y todas las armas de instruir siguieran en su sitio, debido a que estos días habían estado desapareciendo misteriosamente del almacén, cosas que si el capitán lo notaba seguro les haría pagar a todos por la ineptitud de la vigilancia.

   En sus manos transportaba un cubo con agua que su amigo le pidió antes de ponerse a lanzar alaridos para limpiarse el sudor luego de entrenar, luego limpiarse, seguir entrenándose y… seguir sudando. Él siempre era así, nunca usaba la lógica para nada y simplemente se lanzaba a atacar como un monstruo de los bosques del continente Ustrah. Desde muy temprano estuvo haciendo jaleo desde que su padre lo mandó a llamar a su despacho, de donde salió hecho una furia diciendo que deseaba acabar con el imperio, de haberlo dicho frente a esos nobles que solo andan por ahí de lambe botas seguro dentro de una semana estuviesen siendo invadidos por el mismo imperio al pecar de traicioneros contra este.

   «Esos nobles son solo mujeres chismosas».

   Mikkel, no era uno y realmente no deseaba serlo, a pesar de tener modales excelentes, un rostro envidiable, un buen porte, buena socialización… prefería seguir siendo un simple guerrero. Mientras iba perdido en sus pensamientos caminando con calma, frente a él pasó dando unos pesados pasos que casi retumbaban la tierra esa jovencita de cabellera como el fuego; se trataba de la preciada Elba. Sin ni siquiera ser necesario preguntarlo, este sujeto captó al instante el aura y sed de sangre que emanaba de ella, quizás si le tocaba un hombro lo más probable es que se le incendiaría la mano por toda la ira que iba desprendiendo.

   ―¡Elba! ―llamó él, acortando el espacio entre ambos, haciendo que se escaparan algunas gotas de agua.

   Cuando escuchó la voz del amigo de su hermano, se dio la vuelta y se detuvo.

   ―¿A dónde vas con tanta prisa? Puedo acompañarte si así lo deseas. ―Estas simples palabras amansaron las mismísimas fraguas del infierno que se movían embravecidas en el interior de la chica.

   Reponiéndose ante semejante ataque de amabilidad con la guardia baja proveniente de Mikkel, se dispuso a responder, pero su mirada se quedó perdida en los marrones ojos del tan adorado chico que mantenía una sonrisa amigable. Desde la infancia lo había admirado, él era todo lo que siempre quiso en un hombre, fuerte, amable, capaz, de buenos modales…

   ―Ufff…

   Sin disimular soltó aquel suspiro para luego sonrojarse de la vergüenza un segundo después, se resolvió por responder de buena manera sin evitar mirar aquel bello rostro.

   ―Voy de camino a ver a Bruno, ¿de casualidad no sabes dónde está? ―La forma apremiante en que lo dijo la hizo corregirse―. Necesito desahogar esta furia de mi interior y el único capaz de ayudarme es él.

   Lo dijo de manera sincera, a lo que Mikkel solo fingió hacer memoria y quiso tentar su suerte.

   ―Por esta dama, puedo ofrecerme voluntario a lo que sea. ―Intentó no reírse, sino más bien poner cara de serio.

   Elba se terminó de calmar y se vio vencida por las artimañas de él.

   «Apaciguar al Trotos, listo».

   En una lista mental de Mikkel tachó el primer trabajo de hoy. Aquel siempre era su método infalible con ella, lo segundo sería calmar a su amigo, lo que no resultaba tan fácil como con su hermana.

   ―Tanta gallardía no es necesaria para este momento jaja. ―Mikkel sintió ganas de acariciar el rostro de la señorita al ver lo adorable que se comportaba, pero se abstuvo, quizás no hubiese sido rechazado, ella había demostrado abiertamente que nada de sus acciones le molestaban.

   Él era un caballero y les debía respeto a todos los descendientes del duque, hombre a quien le juró lealtad desde temprana edad. El duque Sigmund nunca tuvo ningún inconveniente con que estuviese cerca de su hija, para él los verdaderos enemigos jurados eran esos nobles que querían poner sus garras en Elba, ante sus ojos ellos solo eran basuras o simples moscas sucias que la revoloteaban esperando una oportunidad para posarse.

   El mismísimo duque que había espantado a todo ser que se moviera y fuese hombre ceca de su hija, le dio el visto bueno a él, un simple guerrero sin mucho dinero en sus bolsillos, las palabras exactas que uso fueron “si quisiera que mi hija se casara solo podría considérate a ti el apropiado, así que respétala y sé un buen hombre para ella si eso llegase a suceder”.

   Fue una sorpresa abrumadora para ese pobre joven escuchar tal cosa.

   Aunque casi le entregó a su hija en bandeja de oro, dispuesto a no entregársela a nadie que se la pudiera llevar lejos, para Mikkel, los sentimientos de Elba eran lo importante y jamás se aprovecharía de esa ventaja. Solo que esta vez la situación era diferente, y por alguna razón de su interior, no deseaba que esa señorita impetuosa que llevaba viendo desde que era un bebé, fuera obligada a desposar a un sujeto que no conocía de nada.

   En este momento podía comprender los sentimientos del duque y de su hijo de no poder hacer nada con respecto a ese dictamen real, aunque viéndolo desde otra perspectiva, también exageraban un poco al pensar que Elba sería la única doncella que asistiría ante aquel llamado imperial, así que aún había esperanzas de que la señorita continuara completamente libre y siguiera siendo feliz, que para Mikkel, era lo más importante.

   ―Entonces acepte mi simple compañía para ir en busca de su hermano, en este preciso momento me dirigía a verle. ―Dicho esto ambos se pusieron en marcha uno al lado del otro.

   La conversación que tuvieron en camino al campo de entrenamiento particular de Bruno se basó en técnicas de combate con armas y sin ellas, era algo más que obvio que Mikkel conocía el secreto bien guardado de la señorita, sobre que entrenaba a escondidas.

   Obviamente al ser un caballero no divulgaría absolutamente nada, al igual que su hermano que se mostró más que feliz. Cuando se encontraron con este, estaba sudando a chorro mientras blandía una espada contra el aire sin portar alguna prenda que cubriera su torso, los dos eran tal para cual. Bruno al sentir la presencia de su hermana se detuvo para correr hasta ella y envolverla en un abrazo sin previo aviso.

   ―No seas de esa forma, Bruno. ―Le reprochó Mikkel al ver como se imprimieron varias huellas de humedad sobre la ropa de su señorita―. Estás lleno de sudor, harás que Elba se asquee, a las damas no debes…

   Sus palabras se interrumpieron al ver como la joven le devolvía el abrazo a su hermano sin tener ningún tipo de reparos, el guerrero olvidaba a veces lo poco delicada que solía ser ella en algunas ocasiones, eso se debía a la mala influencia de Bruno.

   ―Elba, lamento mucho que debas asistir a el imperio como sacrificio a ese idiota ―escupió aquello retorciendo las manos frente a él como si de verdad sujetara a alguien por el cuello y lo estrujara con fuerza―. Ese gran imbécil cree que puede simplemente desposar a cualquier mujer noble para llegar al poder como si no importaran sus sentimientos, es tan avaricioso que hasta pidió a las mujeres del continente Ustrah asistir ¡argh! ¡Imperdonable!

   Elba lo observa sonriendo posando una de sus manos sobre sus labios de forma divina, divirtiéndose con las palabras de su hermano.

   ―No tienes de que preocuparte, Bruno. ―Le calmó ella tomando la espada que este dejó abandonada en el suelo―. Yo no seré la única doncella que asistirá a ese evento. ―Apretó la empuñadura con bastante soltura―. No te niego que como cualquier joven tengo deseos de encontrar a un buen hombre y desposarme, deseo formar una familia, pero muchas jóvenes más impetuosas que yo también asistirán, por lo que no hay de qué preocuparse con respecto a que yo seré elegida por obligación. ―Se rio apuntando a su hermano con la punta de la espada―. Me iré a la fila trasera para no ser vista por ningún cretino, sin embargo no he venido a discutir sobre ello.

   Tomando distancia, se alejó lo suficiente para lanzarle una sonrisa diabólica a su hermano quien también se la devolvió igual o peor de aterradora. Sin dudarlo, ambas partes se lanzaron a enfrentarse a pesar de que Bruno ahora se encontraba sin un arma, simplemente se lanzó a su contrincante para atreverse a quitarle la espada a la que con perfectos movimientos se defendía y esquivaba.

   Mikkel miró la escena y rememoró aquellos instantes en los que por vez primera sostuvo en brazos a Elba, cuando todavía era una pequeña bebé que apenas verle comenzó a reír, caso contrario a Bruno que cuando le cargó por obligación de su madre solo recibió una mirada seria de esta. En ese momento al hijo del duque le molestó que su hermanita a la que no quería ver por tratarse de una niña y no de un varón como tanto deseaba, expresara su alegría solo frente a su amigo y no con él.

   ―Ha pasado tanto tiempo y aun sigues teniendo esa mirada tan valerosa de siempre. ―Se dijo a sí mismo sin quitarle la vista a la señorita que lo hizo experimentar sentimientos extraños por mucho tiempo―. Me alegra saber que deseas formar una familia, Elba.

   Tras estas palabras sonrió y sintió una gota de esperanza crecer en su corazón.

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   Glosario de términos:
  
   1a parte:

   Elba: significa "Elfa, duende"
   Agna: significa "Pura"
  
   2a parte:

   Cesella: Se encuentra en el continente Fetence, Exactamente en el ducado.
    Nocálo: Continente Central, aquí esta ubicado el imperio.
   Ocaso: Sueño en el que un gran mago se sumerge para encontrar respuestas y aumentar su poder. No todos logran llegar a este estado debido a su poco maná.
   
   3a parte:

   Luz bendita o Halem: Estado que hace muy superior a un individuo sobre los demás y lo lleva a la gloria de ser un brillante guerrero, un rey, un estratega, un gran mago... o la combinación de cualquiera de ellas.
  
   4a parte:
  
   Ustrah: Su ubicación en el mapa forma parte de un solo continente, el que debió ser dividido en tres pedazos para considerarlos como un continente individual, Continente Nocálo, Continente Ustrah y Continente Dorton, esto debido a conflictos políticos y esclavización  de las razas en el continente Ustrah.
   TrotosTigre de los sueños, raza semi humana que habita en el Continente Ustrah, Elba suele ser llamada así por tener la habilidad onírica de manipular los sueños, algo propio de estas razas. También de cariño es llamada Troti.

   Bien, aquí una idea de cada uno de los términos resaltados en la historia espero les resulte de ayuda para entender este mundo.
  Muchas gracias por leer y nos vemos en otro cap.
  

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