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Un día más

 Lo que pensé que iban a ser unos bonitos días a lado de mi familia en realidad se volvieron en convertirme en oso en plena hibernación, cumpliendo solo mis necesidades básicas, Mariana fue la que se quedó conmigo en la noche porque su cuarto fue mi lecho de muerte ya que no me quise mover al mío.

Por fortuna, como menciona el evangelio de san Juan, o al menos eso recordaba, al tercer día resucité.

Comencé a estirarme, sintiendo que tantos días en cama ya me habían engarrotado todas las articulaciones, atisbé por la ventana, aún estaba obscuro.

—¿Estas despierto? —susurró adormilada mi hermana que dormía aun lado en una cama que habían instalado para la situación, no había querido alejarse de mí.

—Creo que me siento mejor.

Escuché que se movió, algunos huesos se le reacomodaron por lo que supuse que también se estaba estirando

—Pareces matraca —observé.

—Soy un esqueletito rumbero—respondió ya más despierta—

Entonces ¿Vas con Gus? —noté que ya se había sentado en la orilla.

—¿Con Gus? ¿A dónde? —quise saber sin comprender.

—A despertarlo, es su cumpleaños—me recordó.

—Ah—exclamé—estoy completamente perdido.

—Estuviste varios días fuera Ali—respondió sonriente, vi su sombra pasar frente a mí y prendió la luz.

—¡Mariana! —exclame quejándome y tapándome los ojos con una almohada.

—Lo siento—dijo riendo—va luz.

—¡Era antes! —repuse parpadeando, tratando de enfocar, alguien tocó a la puerta y después entro.

—Estas vivo enano—saludó Leo asomándose con Joaquín detrás—hay que apurarnos porque el señorito entra a las ocho.

Así lo hicimos, bajamos los cuatro a la cocina donde mamá y papá ya preparaban el pequeño pastel que le consiguieron, los otros tres se dedicaron a acomodar unos globos que trajo Leo, mientras yo solo veía lo que hacían, no tenía la menor idea de sus planes por lo que solo esperé para cuando todo estuviera listo.

Subimos de nuevo, en el pasillo nos topamos con Andrés que recién salía del cuarto.

—Haber a que horas te apareces—se quejó Leo—ya casi ni me levanto—añadió con ironía.

No correspondió a la bronca, se veía más serio de lo normal, con Iván en brazos acurrucado

—Dice que le duele la garganta—anunció viendo más hacia mi madre.

Mi madre le respondió detrás de mi

—Vamos a ver a Gustavo y ahorita lo reviso.

Mi hermano asintió aun con su cara de preocupación, sabía que podía perfectamente revisarlo, pero suponía que prefería dejarlo en manos de mamá.

—Vita—dijo el niño extendiéndole sus manitas, lo recibió.

—No más felicitamos a tu tío y vemos que te hago ¿Sí?

—¡Ah! El cumple del tío Gus—exclamó recuperando un poco el ánimo—Estas son las mañanitas que cantaba...—empezó a cantar con voz ronca.

Con el niño cantando y los demás con el pastel y los globos entramos a la habitación donde aún dormía el festejado, comenzó a despabilar cuando todos acabamos de entrar.

—Traen al ñeñe como bocina—exclamo riendo.

—¡Patrino! —dijo esta vez estirando sus manos hacia él, mamá lo depositó en la cama y el niño fue con su tío.

—Vas a volver a cantar ñeñe porque faltaron las velas—pidió Leo dándole el pastel a Gustavo.

—Le duele la garganta—le recordó Andrés.

—¡No importa! —y de nuevo se soltó a cantar, Joaquín se acercó a poner las velas y encenderlas mientras Mariana comenzaba a grabar.

Cuando terminó la canción Iván le ayudó a soplar las velitas, nos quedamos un rato con el cumpleañero platicando mientras mamá revisaba a su nieto.

—Parece que las anginas están inflamadas—dictaminó.

—Ya cayo el ñeñe—exclamo Leo.

—Fiebre no se le sientedijo aun revisándolo —¿Dónde quedó el termómetro? —

—En mi cuarto, voy por el —respondió Boo y salió corriendo.

Miré discretamente a Andrés, aunque su hijo tenía casi el mismo animo que lo caracterizaba tenía la cara tensa evidenciando aún más las arrugas prematuras. Empecé a tener un sentimiento de culpabilidad, justo cuando me enfermé ahora también Iván, seguramente yo lo había contagiado.

—Es la época Al—dijo mi padre acercándose a mi como si adivinara lo que pasaba por mi mente. —Los niños se enferman, no había diciembre en que tú no te enfermaras—añadió.

—Papá tiene toda la razón, hasta en verano te llegaste a enfermar—añadió Gus.

—Éramos compañeros de mocos ¿Recuerdas? —dijo Leo, en efecto hubo una época en que era usual que cuando yo me enfermaba Leo me acompañara, pero quien me interesaba que dijera algo era Andrés quien seguía en su esquina ajeno a los demás, no era un comportamiento anormal a lo que acostumbraba, pero me inquietaba que siguiera en silencio.

—¡Aquí esta! —anunció Mariana regresando.

—A ver cielo. —nuestra madre no solía ser un merengue azucarado solo con Iván la había visto ser tan dulce, era interesante conocerle esa versión tan distinta, le colocó el termómetro debajo de la axila, tras algunos minutos se lo retiró—Tiene treinta y siete, siete.

—¿No es fiebre o sí? —quiso saber Leo

—Febrícula—respondió Andrés hablando al fin.

—Lo mejor es que lo llevemos con el doctor Ramón.

—¡El doctor Ratón! —exclamo Iván.

—¿Te acuerdas de que tiene títeres? —dijo su abuela haciéndole cosquillas.

—¿Pedimos el día? —pregunto Gus que empezaba a levantarse.

—No creo que sea necesario —respondió papá—¿O si Carmita? —ella negó con la cabeza.

—Sigan con su día normal, nos vemos para comer ¿Qué quieres de comida, mijo? —le pregunto a Gus.

—Ah lo que sea está bien, no se preocupen. Ocúpense del ñeñe.

—Bueno Al y yo nos ocuparemos de sorprenderte—dijo papá guiñándole el ojo.

—Mariana y yo nos iremos a la consulta indicó mamá —y tú te vas a trabajar—añadió al ver que Andrés estaba por abrir la boca.

—Pero, mamá. —reprochó.

—Nosotros nos encargamos, tú no te preocupes— y sin decir más se puso de pie con el niño en brazos—¿Quieres desayunar?

—Duele—se quejó tragando con dificultad.

—Te daré avenita, es suavecita.

—¿Yo puedo desayunar algo más? Siento que estoy comenzando a relinchar—fingí un sonido caballuno, mi madre me vio con cierta dureza, pero a la vez su boca se inclinó a algo cercano a una leve sonrisa.

—¡Yo preparo el desayuno! —atajo Leo.

—¡No! Nos vas a matar—exclamo Mariana.

—¿Tan mal cocino? —cuestiono con un extraño desánimo.

—Está bien Leo, haznos nuestros huevitos—concedió papá, al escuchar eso a Leo se le volvió a subir el ánimo.

—Vamos Joaq, tenemos mucho por cocinar—el aludido sonrió y lo siguió

Mamá no parecía muy convencida de que se acercara a la cocina, pero no comento nada y salió con el niño anunciando que le hablaría al doctor, Andrés se fue atrás de ella.

Los que quedamos le dimos un último abrazo a mi hermano y salimos para dejarlo arreglarse para el trabajo.

—¿Leo cocina? —pregunté mientras bajábamos las escaleras

—Joaquín le enseñó, al menos unos huevitos ya le salen—respondió papá.

—¡Pero son tapa arterias! —repuso mi hermana—Si ese par sigue comiendo así no van a llegar a los cuarenta.

—Mari—le reprendió.

—Es enserio, pa. Ya deben tener taponeadas las arterias de tanto aceite que le echan, es sopa de aceite con huevo. No estaría mal considerar un plan fúnebre o de esos, pues.

—Ay niña que cosas dices—dijo riéndose.

Llegamos al comedor donde mamá ya estaba con Iván "platicando" verla tan tranquila me apaciguó un poco pero no me quito el sentimiento de culpa.

La casa comenzó a inundarse a un fuerte olor a garnachas indicando que Leo ya estaba manos a la obra.

Aunque me vi tentado a averiguar qué estaba pasando en la cocina mi padre con una mirada negó con la cabeza por lo que me acabé sentando a la mesa a esperar con los demás, me causaba cierta inquietud ver a mi hermano en la cocina, no era un lugar usual en el que estuviera más que para asaltar el refri o las alacenas.

Mariana platicaba con total naturalidad e Iván le seguía, nada parecía anormal ni siquiera la cara de palo de Andrés por lo que intenté calmarme, convenciéndome que saldría rápido del resfriado, en esos años había demostrado tener mejor salud qué yo pese a haber sido un bebé prematuro.

Al poco rato Joaquín y Leo aparecieron con varios platos con una tortilla de huevo, la cara de satisfacción de mi hermano me preocupo un poco, me recordó a aquella vez que dijo poder encargarse del desayuno en un cumpleaños de mamá, no permitió dejar entrar a nadie a ayudarle y apareció con unos huevos revueltos más crudos que el después de un viernes y que sabían cómo si les hubiera echado medio bote de sal.

Nos pusieron un plato a cada uno, no pude evitar mirarlo con cierto temor.

—Son comestibles, solo que saben a harta grasa—susurró por lo bajo Boo.

Asentí comenzando a comer, al menos estaba cocido y habían prescindido de la sal, pero tal como había dicho mi hermana, sabían a aceite con huevo y no al revés. Para ser Leo, realmente no estaban tan mal, pero prefería la comida con menos aceite, pese a eso nadie rechisto y comimos con gusto.

Al poco rato apareció Gus uniéndose al desayuno, mamá acabó antes para volver a llamar al doctor ya que no lo había encontrado anteriormente. Poco a poco la mesa se fue vaciando conforme fueron terminando de comer, cada uno yéndose a su destino. Quedamos mi hermana y yo con Iván que pasada la emoción ya estaba agazapado en su sillita.

—Me lo voy a llevar a acostar en lo que vamos, por ahí me quedo con él—indicó cargando al niño.

—Sigo con mi cafecito—respondí asintiendo con la cabeza.

Me quedé solo por lo que aproveché para revisar mi celular, Braulio apenas y se había comunicado conmigo ya que me había dejado descansar, le mandé un mensaje anunciándole que reviví. No recibí respuesta seguramente estaba o dormido con su familia por lo que proseguí con la siguiente persona que fue Oscar, el sí que estuvo desocupado y respondió de inmediato por lo que acabamos platicando.

Papá regresó del baño cuando ya empezaba a alzar la mesa por lo que se unió en la labor, puso música para amenizar el quehacer y comenzó a ser un día más de la vida cotidiana.

Al poco rato mamá a pareció anunciando la hora de la cita por lo que subió a arreglarse y a apresurar a Mariana ya que faltaba poco para la hora.

Una hora después y tras algunos regaños de parte de nuestra madre partieron con el doctor.

Seguimos con las actividades pendientes, me hacía feliz sentirme con la fuerza de salir de la cama, eso de estar de lastre nunca me había gustado. Ya que la casa estaba limpia me invitó a su taller.

—Me encargaron unas figuritas—me contó sentándose en su banquito.

—¿A si? ¿De qué? —quise saber tomando asiento cerca de el—ya está a mi tamaño—observé, se rio.

—Desde aquella vez que te diste un sentón, pero ya casi no pasas por aquí.

—No tristemente, quizás debería dejar el negocio por la carpintería. —dije en broma.

—No creo que hagas feliz a Oscar—exclamó aun riendo.

—No, me cuelga en el intento—una vez más se rio—¿Son mueblecitos? —pregunté tomando una cajonera poco más grande que mi mano.

—Si, para una casita de muñecas, para la hija de Rosita.

—¿Rosita? —cuestioné, el nombre me sonaba—¡No me digas que la hija de don Nacho? —exclamé asombrado.

—Esa misma.

La siguiente hora acabo contándome acerca de la niña con la que llegue a jugar en algunas ocasiones durante mi infancia quien sorprendentemente ahora era mamá. También me chismeo algunas cosas de los vecinos mientras le ayudaba a construir una camita, mi papá podía parecer que no le gustaba meterse en los asuntos ajenos sin embargo estaba muy bien informado. Pasar así el rato con mi padre me hizo sentir realmente pleno, como regresar a esa época infantil durante vacaciones.

Dejamos de lado la carpintería para pasar a la cocina, papá pocas veces se metía a ese lugar, pero cuando lo hacía preparaba cosas deliciosas, al ser contadas las ocasiones tenía platillos específicos que eran su especialidad como el huevo con frijoles, el caldo de res y las albóndigas, eso fue lo escogido dado que a Gus le encantaban.

Cuando estábamos en la parte de la cocción llegaron mi madre con el niño y Mariana, anunciaron que era un simple catarro por la temperatura, Iván estaba molesto porque le había tocado inyección por lo que su abuela se lo llevó a acostar prometiéndole un cuento para que descansara.

—¿Qué están cocinando? —preguntó mi hermana con curiosidad olfateando.

—Albóndigas—respondí —Voy a hacer el pastel ¿Quieres ayudarme?

Ella accedió con gusto, no es que le encantara cocinar, pero lo que implicaba batir o mezclar eran sus actividades favoritas, papá una vez cumplida su misión regresó a su deber con los mueblecitos.

Tal como esperaba, el comedor, la cocina y hasta nosotros acabamos batidos al menos el pastel ya estaba en el horno.

—¿De qué arte te vales para acabar haciendo este desastre? —cuestioné mientras le quitaba un poco de masa del pelo, a saber, como se pudo ensuciar teniendo en cuenta que lo tenia amarrado en un gran chongo.

—Creo que me voy a tener que bañar—observó con una sonrisa.

—Pero antes hay que dejar limpio—indiqué ya que le vi todas las intenciones de huir dejándome con el caos, a regañadientes me ayudó a dejar todo tal como estaba antes de que apareciera el huracán llamado Mariana.

Librada del batidillo corrió a bañarse, recordaba que desde bebé podía disfrutar ensuciarse, pero no aguantaba mucho tiempo así.

De nuevo me quedé solo, aproveche para dejar todo dispuesto para cuando fuera la hora de la comida, una vez que terminé revise a ver si tenía algún mensaje de Braulio, sentía que lo echaba de menos. Justo cuando estaba desbloqueando mi celular me llegó la notificación que esperaba.

"Me da mucho gusto que te hayas recuperado, babe"

Leí desde la pantalla de bloqueo, de inmediato entre a responderle en lo que esperaba a mi hermana, al fin podía tener una plática con él, lamentablemente no me duró mucho el gusto.

—Ya salió Mariana, tus hermanos no tardan en llegar—escuché que decía mamá desde la mitad de las escaleras. Quería seguir respondiéndole, pero poco me duro el gusto.

—Ya deja ese celular —pidió llegando al comedor—estas hecho un desastre.

—Tu hija—musité—es el caos hecho persona.

Me concedió la razón con una ligera sonrisa.

—Apúrate —dijo sin más yendo al taller de papá

Me llego un mensaje más

"¿Babe? "

Suspiré finalmente lograba hablar con él y tenía que dejarlo por mi querida hermana que me había dejado con evidentes muestras de quien hizo el pastel.

"Tengo que bañarme". Respondí.

"Es el cumpleaños de Gustavo y no tardan en llegar para comer". Añadí, tecleando con pesar.

"Lástima, hacia tanto que no podíamos hablar. Pero si te tienes que ir qué he de hacerle"

Su respuesta me hizo sentir que se había molestado un poco.

"Trataré de que hablemos más noche"

Intenté conciliar un poco la situación, al mensaje lo acompañé con un gif de un perrito con cara tierna.

"Felicítame a Gustavo"

Y sin decir más se desconectó, bufé algo molesto, aunque teníamos poco saliendo debería saber lo importante que es la familia para mí, pero comprendía un poco qué había estado indispuesto bastantes días, debía extrañarme tanto como yo a él. Me entristeció qué no me mandara el sticker qué ya tenía costumbre enviarme cada qué se despedía, un pikachu mandando beso con corazones alrededor, acabé suspirando y resignándome a alistarme para la comida.

Para cuando estuve listo ya todos estaban sentándose a la mesa por lo que empezamos a comer, Gus parecía feliz con lo que cocinamos por lo que habíamos logrado cumplir la misión, Iván se veía un poco mejor y hasta Andrés sonrió una que otra vez, todo parecía estar bien. La culpa que había sentido en la mañana se apaciguó, en efecto parecía un simple resfriado estacional, pero lamentablemente no acabó siendo así.

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